Tal vez pueda parecer una tontería, pero posar mis pies en Asia estaba marcado con mayúsculas en la lista de deseos que forjé antes de viajar a Estambul. Una ciudad bendecida por el paso de los siglos, por el arte de quienes la levantaron tan bella, por sus gentes y, sobre todo, por un caprichoso diseño que la obliga a navegar entre dos continentes. El lugar elegido fue Üsküdar, uno de los barrios más antiguos de la parte asiática, a menudo dejado de lado por aquellos que no van más allá de donde dictan las guías, pero que me regaló grandes momentos y uno de los instantes más mágicos vividos en la que fue capital de tres imperios: el mejor atardecer de Estambul.

Aunque la forma más usual y rápida para cruzar al lado asiático es coger el ferry desde el puerto de Eminönü, nosotros embarcamos en Eyüp para recorrer el Cuerno de Oro en toda su extensión y captar nuevas imágenes de una ciudad que ya no era extraña a nuestros ojos. Fue casi una hora de travesía, saltando de orilla a otra, camuflados entre el pasaje local que subía y bajaba en cada uno de los muelles para continuar con sus vidas. Sütlüce, A. Saray, Hasköy, Kasimpaşa, Eminönü, Karaköy…

Navegando por el Cuerno de Oro. Estambul

Puente Unkapani. Estambul

Un té a bordo del ferry. Cuerno de Oro. Estambul

Navegar por el Cuerno de Oro hasta Üsküdar supone revivir el pasado y contemplar el presente de una ciudad que despliega sus alas en sus riberas y que combina credos y culturas a golpe de barrios. El musulmán Eyüp, Balat, donde residen los judíos, Fener, el barrio griego desde los días de Constantino… Y, cómo, no atravesar los puentes que cruzan este puerto natural, al tiempo que desfilan ante ti las siluetas de los minaretes de Süleymaniye o Santa Sofía, la Torre Gálata y soberbios palacios como el Topkapi o el Palacio de Dolmabahçe ya en la orilla europea del Bósforo.

Atravesando el Puente Gálata. Estambul

Palacio Topkapi desde el ferry. Estambul

Unión del Cuerno de Oro y el Mar de Mármara. Estambul

Palacio de Dolmabahçe. Estambul

La primera imagen que percibí de Üsküdar no distaba mucho de otros escenarios de Estambul salvo por el mitin electoral que nos encontramos nada más pisar el puerto. Mezquitas perfilando el horizonte, casas arracimadas, callejuelas empinadas, el trasiego de todo tipo de embarcaciones…

Üsküdar desde el mar. Estambul

Vista de Üsküdar desde el ferry. Estambul

Llegada a Üsküdar. Estambul

A priori, solo la silueta de la Torre de Leandro, varada en una diminuta isla en medio del mar, a unos 200 metros de la orilla, marcaba la diferencia con lo visto hasta el momento. Los turcos llaman a este pequeño baluarte ­­­-construido en el siglo XVIII sobres los restos de una antigua torre bizantina- Kiz Kulesi, la torre de la doncella, en alusión a una de las dos leyendas nacidas en este símbolo de Estambul desde donde partían las rutas comerciales que se internaban en Asia.

Torre de Leandro. Estambul

Como yo soy mucho de cuentos y fábulas, no puedo resistirme a relatártelas. La primera es una historia de amor que protagonizan Leandro, un joven griego, y Hero, sacerdotisa de la diosa Afrodita. Como ambos vivían separados por el estrecho, Leandro cada noche cruzaba a nado el Bósforo guiado por el resplandor de la antorcha que ella encendía, hasta que una noche de tormenta, la tea se apagó y el joven murió ahogado. Cuando Hero se enteró de los sucedido, decidió arrojarse a las aguas y seguir la misma suerte que su amado. La segunda no es menos trágica que la anterior. Según cuentan, un emperador bizantino mandó encerrar allí a su hija para evitar que se cumpliera una profecía que predecía la muerte de la doncella por la picadura de una serpiente. Desgraciadamente, el fatal vaticinio se cumplió y la princesa murió como habían presagiado los oráculos. Leyendas al margen, hoy en día la torre alberga un café-restaurante en el que, por lo visto, se celebran numerosas pedidas de mano.

Callejeando por Üsküdar

Mi primera impresión sobre la orilla asiática del Bósforo fue totalmente errónea y gratamente sorprendente. Üsküdar no es un barrio más de Estambul. Es una amalgama de realidades que nos recuerda a cada paso que estamos en Asia. No solo por la ausencia de turistas, sino por el ambiente que se respira en sus calles, propio de una zona periférica que sigue conservando su esencia. Aquí no encontrarás boutiques de lujo ni locales de moda pero sí arquitectura otomana en cada esquina, casas de madera, mercados populares de frutas, pescado, dulces y especias a precios mucho más asequibles que en los grandes bazares, vendedores ambulantes y niños pescando mientras ven pasar los barcos que se dirigen hacia las Islas Príncipes. El día a día de una barriada que vive sin la contaminación del turismo de masas.

Mercado de Üsküdar. Estambul

Instantáneas de Üsküdar. Estambul

Mercado de Mimar Sinan. Üsküdar. Estambul

En el pasado, Üsküdar se conocía como Crysopolis, la Ciudad de Oro. Algunos apuntan a que su nombre hacía referencia a los impuestos que se pagaban al pasar por el estrecho. Otros al reflejo del sol sobre el mar al atardecer, y los más novelescos a una antigua leyenda que cuenta que allá por el siglo IV los persas olvidaron los talentos de oro que traían de Anatolia.

Selmanağa Camii. Üsküdar. Estambul

Los clásicos mejillones con limón de Estambul

Vendedor de verduras. Üsküdar. Estambul

Empezamos nuestro recorrido junto al animado puerto de Üsküdar, esquivando a los manifestantes que comentaba al principio, hasta alcanzar la Plaza del Muelle. Aquí se alza la Mezquita de Mihrimah Sultán que se empezó a edificar en 1547 por encargo del sultán Solimán el Magnífico para su hija. Como nos recuerda la placa que hay a la entrada, su artífice fue Mimar Sinan, el gran maestro de la arquitectura otomana, y es uno de los ejemplos de külliyes -complejos religiosos y culturales construidos principalmente por las hijas de los sultanes- que podemos encontrar en esta zona.

Mimar Sinan fue el gran maestro de la arquitectura otomana. Üsküdar. Estambul

Mezquita de Mihrimah Sultán. Üsküdar. Estambul

Interior de la Mezquita de Mihrimah Sultán. Üsküdar. Estambul

Muy cerca de aquí está la mezquita Yeni Valide, otro külliye erigido por el Sultán Ahmet III en honor de su madre, y un poco más adelante, a orillas del Bósforo, la pequeña Mezquita de Şemsi Paşa que también fue construida por Mimar Sinan.

Mezquita Şemsi Paşa. Üsküdar

Üskudar, el mejor atardecer de Estambul

Tras deambular un par de horas por las calles que sin aparente orden ni concierto se arremolinan por todo el barrio, volvimos a la costa para cumplir el objetivo viajero que nos había llevado hasta Üskudar: contemplar la puesta de sol a orillas del Bósforo.

Paseo que bordea la costa de Üsküdar. Estambul

Camino del café de las alfombras. Üsküdar. Estambul

Para ello enfilamos el paseo que discurre paralelo al mar confiando en que desparecieran las nubes que teñían el cielo de gris. A nuestro paso encontramos varios restaurantes que tenían sus propios miradores pero no era lo que andábamos buscando. Queríamos llegar a la altura de la Torre de Leandro para localizar lo que se conoce como el café de las alfombras, unas gradas de cemento con esterillas y cojines en el suelo y un puñado de mesas en primera línea de mar. Y en cada uno de los extremos dos pequeños quioscos donde comprar té, algún refresco, pipas y poco más. Un escenario sencillo, diría que hasta humilde, comparado con el espectáculo que estábamos a punto de presenciar.

Recuerdo como si fuera ahora mismo que hacía frío y que me senté hecha un ovillo tratando de calentar mis manos entre sorbo y sorbo de té. Los minutos previos a la puesta de sol solo hacía que preguntarme si las nubes me dejarían disfrutar del que para muchos, entre los que me incluyo, es el mejor atardecer de Estambul.

Café de las alfombras y Torre de Leandro. Üsküdar. Estambul

Esperando la puesta de sol en Üsküdar. Estambul

Así fue. Justo antes del ocaso, el cielo se abrió y para lo que sucedió a continuación faltan palabras. Como dije en su momento, nunca imaginé tan hermosa paleta de colores ni un telón de fondo más perfecto para enmarcarla. Se hizo el silencio, el cielo se tornó naranja y el sol inició su descenso hasta desaparecer por completo como si de una coreografía ensayada al milímetro se tratase.

Pido disculpas porque la calidad de las imágenes no es la que hubiese deseado pero, sinceramente, en aquel puñado de minutos este blog quedaba muy lejos y no quería perderme ni un instante de lo que acontecía frente a mí ajustando mi Nikon para captar la foto perfecta. Es más, aunque la hubiese conseguido, un puñado de píxeles nunca serían capaces de captar tanta belleza: una infinita vista del skyline de Estambul, navegando entre lo antiguo y lo moderno, entre el atardecer y la hora azul. Y de fondo, la llamada a la oración de las mezquitas.

Preferí quedarme con la procesión de sensaciones que recorría mi mente. Estaba asombrada, maravillada, boquiabierta… Y, sobre todo, consciente de que nunca olvidaría este atardecer que acababa de regalarme Estambul.

Empieza el espectáculo. Üsküdar. Estambul

Puesta de sol desde Üsküdar. Estambul

Tras la puesta de sol, la hora azul en Üsküdar. Estambul

Cómo llegar a Üsküdar

Lo normal es coger el ferry en el puerto de Eminönü. El trayecto dura 20 minutos y el precio del billete cuesta poco más de una lira turca. Además, está integrado en la red de transportes de Estambul, por lo que podrás pagarlo con la Istanbulkart.

Horarios de los barcos a Üsküdar

Şehir Hatları. En marzo el último barco regresaba a  Eminönü  a las 23:00h. por lo que puedes aprovechar para cenar en Üsküdar y disfrutar de las vistas nocturnas de Estambul durante la travesía de vuelta.

Cómo llegar al café de las alfombras de Üsküdar

Una vez estés en el puerto camina unos 15 minutos a la derecha junto a la orilla del Bósforo (Harem Üsküdar Sahil Yolu) en dirección a la Torre de Leandro. No tiene pérdida.

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