Postales de Malasaña: Manuela, la movida, arte urbano y cupcakes
por el 10 Dic, 2012 • . Actualizado 28 Nov, 2016 • 16 comentariosUn de los lugares por los que suelo perderme muy a menudo desde que vivo en Madrid es Malasaña. Me encanta este barrio y acudo a él cuando quiero desconectar del ritmo frenético de la capital. Si tuviera que definirlo diría que es como una enorme matrioska que tienes que ir desmontando para descubrir cada una de las piezas que la componen y que juntas dan forma a una de las zonas más atractivas y vitalistas de la capital. Un barrio que va mudando su cara en función de las horas del día y que se reinventa a sí mismo con el paso de los años.
Qué ver en Malasaña
Geográficamente hablando, este céntrico barrio, también llamado Maravillas, está situado entre las calles Carranza, Gran Vía, Fuencarral y San Bernardo. Debe su nombre a Manuela Malasaña, una joven costurera que murió asesinada por las tropas napoleónicas durante las revueltas de 1808 muy cerca de la Plaza del Dos de Mayo. Esta plaza, siempre concurrida y animada, es el corazón de Malasaña. El eje que estructura un barrio que no está en los circuitos clásicos de qué ver en Madrid en dos días pero que esconde muchos rincones y sorpresas que cualquier mente inquieta desearía conocer.
Aunque cualquier momento es bueno para callejear por Malasaña, a mi me gusta especialmente ir los sábados por la mañana, cuando los ecos de la noche anterior se diluyen entre los comercios que abren sus puertas y el barrio se llena de luz y color. Cuando lo visité por primera vez lo que más me llamó la atención fue descubrir cómo Malasaña conjuga en un puñado de calles lo mejor de su pasado con nuevas propuestas que te invitan a volver. Como el recién inaugurado bar-museo Madrid Me Mata, dedicado a la ‘movida madrileña’ (Corredera Alta de San Pablo, 31), o la Fábrica Maravillas, la primera micro fábrica de cerveza artesanal del barrio (Valverde, 29).
Junto a estos nuevos locales sobreviven establecimientos de toda la vida como la farmacia Juanse, en la confluencia de las calles San Andrés y San Vicente Ferrer, que conserva en su fachada los mismos azulejos que cuando abrió en 1892. Reclamos publicitarios de una época en la que se recomendaba utilizar el perborato de sosa para el dolor de muelas y su jarabe balsámico para combatir la bronquitis. O la Antigua Casa Crespo, una centenaria alpargatería que sigue en pie ajena a las modas en el nº 29 de la calle del Divino Pastor.
Hablando de tiendas, en los últimos tiempos Malasaña se ha convertido en la meca del vintage con originales y personalísimas boutiques por las que desfilan los amantes de lo retro en busca de piezas únicas. Pero los escaparates del barrio no acaban aquí. También hay hueco para librerías que funcionan como espacios culturales como Arrebato Libros (La Palma, 21) o Cervantes y Cía (Manuela Malasaña, 23), tiendas de cómics, estudios de tatuaje y floristerías. Y arte urbano allá donde mires. En las persianas de los comercios, en las fachadas, en los portales… Murales y grafittis que conquistan el espacio callejero creando un gran galería de arte urbano al aire libre que llena el barrio de color y vida.
Otro de los puntos fuertes de Malasaña es su oferta gastronómica. Hay opciones para todos los gustos y bolsillos. Una pequeña selección: de lo más tradicional Casa Julio (Madera, 37) o Casa Fidel (Escorial, 6), para tomar un brunch Nina Madrid (Manuela Malasaña, 10), para el aperitivo, además de las terrazas de la Plaza del Dos de Mayo, dos clásicos que siempre están llenos hasta la bandera Casa Camacho (San Andrés, 4) y La Ardosa (Colón, 13), para desayunar o tomar un café en cualquier momento del día el encantador Lolina Vintage Café (Del Espíritu Santo, 9) y para los más golosos la pastelería y tienda americana Happy Day Bakery con deliciosos cupcakes, bagels y muffins (Del Espíritu Santo, 11). La lista sería interminable…
Cuando el día llega a su fin, Malasaña cambia de cara y se convierte en uno de los barrios más canallas y rebeldes de Madrid con pequeños locales en los que se exprime la noche a ritmo de rock, pop, indie y punk. Aunque ha llovido mucho desde entonces, aún es posible seguirle la pista a la época que centró en este barrio todas las miradas: los 80. Y es que el que fuera el cuartel general de ‘la movida‘ aún conserva locales míticos que nos transportan a aquellos años como La Vía Láctea (Velarde, 18) o el Penta (La Palma, 4), el que fuera el bar favorito de Antonio Vega y al que le dedicó una de las estrofas de La chica de ayer.