Descubriendo el yacimiento arqueológico de Numancia
por el 18 Dic, 2013 • . Actualizado 18 Dic, 2013 • 26 comentariosTras mi escapada a tierras sorianas, he podido comprobar que el eslogan «Soria: Ni te la imaginas» es totalmente cierto. He vuelto sorprendida por su diversidad paisajística, por su rico patrimonio histórico y por la gastronomía de una región que injustamente todavía hoy sigue siendo una gran desconocida para muchos viajeros. Es por ello que después de mostrarte el increíble paraje de la Laguna Negra quiero invitarte a un viaje en el tiempo que se inicia hace algo más de 2.000 años y que hoy podemos revivir en el yacimiento arqueológico de Numancia.
Este yacimiento, símbolo de la resistencia y valentía de un pueblo frente a la poderosa Roma, está situado a 7 km. de Soria capital, en lo alto del Cerro de la Muela, que se eleva sobre la llanura en las inmediaciones de la población de Garray. Aunque puede visitarse por libre, siguiendo los paneles que encontrarás durante el recorrido, mi consejo es que realices una visita guiada porque si no, te dejarás por el camino muchos aspectos, anécdotas y curiosidades de la historia de Numancia (4€).
Antes de empezar el itinerario por los restos de la ciudad celtíbera, en el centro de recepción de visitantes podrás ver un documental de siete minutos de duración en el que el Duero, en primera persona, te dará una visión global de lo acontecido en estas tierras.
Una historia que merece ser contada
Numancia fue fundada a principios del siglo II a.C. por los arévacos, la tribu más poderosa de los celtíberos, según relata el historiador romano Apiano. Esta ciudad encabezó la resistencia contra Roma a lo largo de 20 años, dos décadas de luchas y enfrentamientos en los que la historia se convirtió en leyenda. Y es que Numancia era una plaza vital por su estratégica ubicación. Situada en las confluencias del río Duero con el Tera y el Merdancho, era el nexo de comunicación entre el valle del Ebro y el valle del Duero.
El primer cónsul que fracasó en su intento de conquistar Numancia fue Nobilior en el año 153 a.C. De nada le sirvió el gran ejército ni los diez elefantes que trajo consigo de África. Según cuentan las crónicas, los numantinos lograron alcanzar con una piedra la cabeza de uno de esos elefantes que, enfurecido, contagió a los demás y se volvieron contra las tropas romanas. 6.000 romanos murieron en esta batalla el 23 de agosto, día consagrado a Vulcano. A partir de entonces, Roma declaró este día como «nefasto» de manera que ningún general romano volvió a librar una batalla en esa fecha.
En los años siguientes, los numantinos vencieron sucesivamente a los generales que Roma fue enviando. A su favor tenían su armamento ligero, su estrategia de guerrilla, con movimientos rápidos y por sorpresa de ataque y huida, y un terreno que dificultaba la movilidad del ejército romano acostumbrado al combate en formación. Por no hablar de que ellos sí estaban acostumbrados al frío invierno soriano. De hecho, con el inicio de las guerras celtibéricas, Roma decidió adelantar el comienzo de su año oficial de marzo a enero, de modo que los cónsules que se nombraran cada año para luchar en Hispania tuvieran tiempo suficiente para llegar e iniciar las campañas en primavera. Este cambio de fechas fijó el inicio de nuestro año actual. Curioso, ¿verdad?
Desgraciadamente, la suerte de los numantinos cambió en el 134 a.C. A estas alturas, Roma no podía permitir que una simple ciudad celtíbera pusiera en jaque el prestigio de sus tropas y por ello envío a Numancia a su general más famoso, Publio Cornelio Escipión. Éste, en vez de iniciar un ataque directo contra la ciudad, lo que hizo fue aislarla con un férreo cerco, formado por siete campamentos, levantados en los cerros que rodean Numancia y unidos por un sólido muro de 9 km de perímetro. Ahora solo era cuestión de esperar.
Durante los once meses que duró el asedio, los numantinos trataron en varias ocasiones de plantarle cara al invasor pero sin éxito. Estaban sitiados, sin alimentos ni ganado, y la población se moría de hambre. Ante la inminente derrota, algunos guerreros numantinos lucharon entre ellos para morir en batalla como todo buen guerrero, otros optaron por suicidarse. Finalmente, la ciudad cayó por inanición en el verano del 133 a.C. Numancia fue arrasada, su territorio se repartió entre los indígenas que habían ayudado a Escipión y los pocos supervivientes fueron vendidos como esclavos. Pese a este trágico final, la actitud heroica de los numantinos nunca cayó en el olvido y fueron los propios romanos quienes a través de sus crónicas dieron a esta hazaña una dimensión universal. Ahora ya sabes por qué una de las definiciones del adjetivo numantino según la RAE es «que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias».
Recorrido por el recinto arqueológico
Para visitar el recinto arqueológico, contratamos una visita guiada. Antonio, nuestro guía, nos relató con todo lujo de detalles la historia de Numancia con tanta pasión que consiguió trasladarnos a aquellos tiempos. Además, hay que reconocer que lo tienen muy bien preparado porque a cada uno de nosotros nos dieron un receptor para escucharle sin problemas aunque nos alejásemos.
Así fuimos descubriendo cómo, tras la conquista romana, los nuevos pobladores de Numancia empezaron a construir sobre la antigua ciudad dando como resultado lo que podemos ver hoy en día: la superposición de dos ciudades, la celtíbera y la romana. Su trazado no varió mucho respecto al de la anterior ciudad celtíbera cuyas calles estaban diseñadas de manera que pudiesen cortar el viento norte.
Para hacer más ilustrativa y didáctica la visita, se han reconstruido dos viviendas que nos permiten entender los cambios que se produjeron de una etapa a otra.
La casa celtibérica y la casa romana
Las viviendas celtibéricas, construidas con piedra, madera y adobe y techadas con una cubierta de paja, eran de planta rectangular y se dividían en tres estancias: una delantera destinada a labores artesanales -con una trampilla en el suelo para bajar a la bodega-, una habitación central donde comían y dormían, y otra trasera destinada a despensa. En cuanto a la comida, los celtíberos se alimentaban principalmente a base de cereales, frutos secos y legumbres, y bebían caelia, una cerveza hecha con trigo fermentado que, según narran las crónicas, era de «sabor áspero y calor embriagador». ¿Una curiosidad? Hoy en día puedes probar una Caelia, una cerveza artesanal, sin conservantes ni colorantes, que se fabrica en Soria tomando el testigo de los pobladores de Numancia.
Las casas romanas, por su parte, eran más grandes que las celtibéricas y estaban hechas de piedra. A través de un patio abierto, se accedía a un pequeño vestíbulo que daba paso a la cocina y a las habitaciones. La última estancia estaba destinada a granero y almacén de útiles agrícolas y comunicaba con un pequeño corral exterior para los animales.
La muralla celtibérica, los aljibes y el barrio sur
Justo al lado de la casa celtibérica, se ha reconstruido un tramo de la potente muralla celtibérica que rodeaba la ciudad. Desde lo alto se puede contemplar una buena panorámica de los cerros donde estaban los campamentos romanos -hoy señalizados con postes blancos- y de todo el conjunto del yacimiento arqueológico. Durante el recorrido, también se pueden observar pequeños baños, varios aljibes donde almacenaban el agua, y lo que se ha podido recuperar del llamado barrio sur. En esta zona del cerro, la más protegida de los vientos fríos del norte, es donde la clase dirigente romana construyó sus viviendas. Como se puede apreciar en los ruinas que quedan, muchas tenían un patio delantero rectangular con un pórtico de columnas.
Y hasta aquí este viaje en el tiempo que te proponía al principio de este reportaje. Un periplo cargado de heroicidades, de vencedores y vencidos, que puedes revivir si te animas a visitar el yacimiento arqueológico de Numancia.
INFORMACIÓN PRÁCTICA
Tarifas de entrada: Básica: 0,60€. Reducida: 0,30€ (grupos, previa solicitud). Entrada gratuita sábados y domingos. Visita guiada: 4€
Horario: Octubre – Marzo: de 10 a 14 y de 16 a 18h. Abril – Septiembre: de 10 a 14 y de 16 a 20h. Domingos y festivos: de 10 a 14h. Lunes cerrado, excepto festivos y vísperas de festivos.
Dirección: Ctra. Nacional 111 (a 7 Km. de Soria). Garray.