Túnez: 8 días / 7 noches (Segunda Parte)
por el 27 Mar, 2013 • . Actualizado 29 Mar, 2019 • 16 comentariosNuestro quinto día en este seductor país del norte de África nos tocó madrugar para hacer las maletas. ¡Por fin íbamos a empezar el circuito por Túnez! Si te soy sincera, lo que más me apetecía era cumplir uno de mis sueños: posar mis pies en el Sáhara tunecino, rodeada de dunas, en silencio, esperando el atardecer… Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos paso a paso.
Índice de contenidos
Circuito por Túnez segunda parte: El Jem, Matmata, Douz, el desierto, Chott El Jerid, Tozeur, Chebika, Tamerza, Kairouan y Sousse
Anfiteatro de El Jem
El recorrido rumbo al sur empezó con uno de los platos fuertes de este circuito por Túnez: el anfiteatro de El Jem. Declarado Patrimonio de la Humanidad, fue construido en el siglo III y está muy bien conservado. Tanto que no cuesta nada imaginar en las gradas a 35.000 espectadores vitoreando a los gladiadores que se enfrentaban a las fieras. Como nos dejaron bastante tiempo libre, lo vistamos de cabo a rabo. Primero subimos hasta el último nivel para admirar sus colosal envergadura -148 metros de largo y 124 de ancho- y ya de bajada, deambulamos entre sus magníficos arcos y muros de piedra hasta llegar a la arena. Te recomiendo que antes de bajar a los fosos y mazmorras, donde esperaban su turno animales y luchadores, te sitúes justo en el centro y gires sobre ti mismo. La imagen del cuarto anfiteatro romano más grande el mundo desde la arena es impactante.
Matmata
La siguiente parada, vía Sfax y Gabes, la hicimos en Matmata. En esta zona pre-sahariana, árida y seca, fue donde las tribus bereberes se refugiaron tras la invasión de los árabes que los consideraban musulmanes de segunda clase. De este modo, con el fin de protegerse de los invasores, empezaron a excavar cuevas en la roca que acabaron convirtiéndose en sus viviendas. Son las famosas casas trogloditas, auténticos pozos de entre 5 y 10 metros de profundidad, alrededor de los cuales se distribuyen las diferentes estancias de la casa. Hoy en día, las pocas casas habitadas que quedan son el objetivo de las agencias de viajes que llevan a centenares de turistas a visitarlas. Aunque la experiencia de adentrarte en una de ellas merece la pena porque es realmente curioso ver este tipo de viviendas, la visita acaba siendo, cómo decirlo, un poco artificial, con los bereberes repitiendo las mismas acciones cada vez que llega un nuevo autocar. No sé, tal vez fue impresión mía, pero la cara de la mujer que nos enseñó cómo molía el trigo me dio esa sensación. Una curiosidad: el poblado de Matmata empezó a conocerse cuando George Lucas decidió rodar en este paisaje casi lunar muchas escenas de La Guerra de las Galaxias.
A la hora del almuerzo nos llevaron al Hotel Sidi Driss de Matmata para degustar, y cito según el folleto, una «comida troglodita». Imagino que lo de troglodita se refería al hotel -una antigua vivienda troglodita llena de pasillos, grutas y patios interiores- porque lo que nos dieron de comer fue espaguetis con tomate. Ni que decir tiene que el cachondeo entre nuestro grupo fue monumental. Ni siquiera un poco de cuscús o cordero. No. Espaguetis y, encima, en plan mili.
Douz, la puerta del desierto
La turistada de la comida nos importó bien poco porque por fin había llegado la etapa del circuito por Túnez que más esperábamos: Douz, la puerta del desierto, el último oasis que da paso al Gran Erg Oriental del Sáhara. Erg significa mar de dunas en árabe y eso es exactamente lo que vimos nada más bajar del autocar. La inmensidad de un desierto dorado, sin palmeras y apenas vegetación.
Nuestro paquete incluía un paseo en dromedario o en carro por las dunas. Yo rápidamente opté por el carro porque aún recuerdo el cabezazo que me dio un camello en el Parque Nacional de Timanfaya en Lanzarote. Así, al más puro estilo Cachuli y Pantoja, pero con mucho menos glamour que ya es decir -el carro se caía a trozos-, empezamos nuestra pequeña travesía por el desierto. Nos hicieron una foto montados en el carro, sí, pero esa me la guardo por decoro. El recorrido es una maravilla. Mires donde mires solo ves arena y cada duna da paso a un nuevo horizonte más hermoso si cabe. De la puesta de sol en el desierto solo puedo decir una cosa: increíble.
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Esa noche nos alojamos en el hotel El Faouar de Douz. Es bonito por fuera pero las habitaciones son bastante austeras. Tampoco nos importó porque no pasamos muchas horas allí. Queríamos ver amanecer en el desierto, así que pusimos la alarma en el móvil, nos abrigamos cuanto pudimos y salimos del hotel rumbo a las dunas. Ver aparecer la luz del día, con el sol iluminando lentamente la arena, solos y en un silencio abrumador fue una experiencia única, de esas que se quedan grabadas en la memoria para siempre.
A la mañana siguiente, de nuevo madrugar y en ruta. Tras una breve parada en el pueblo de Debebcha para ver el curioso paisaje que forman sus rocas de arenisca, atravesamos el lago salado de Chott El Jerid rumbo a Tozeur.
Chott El Jerid
Chott El Jerid es el lago salado más grande del norte de África. Debido al clima extremo de la región, en invierno, durante la temporada de lluvias, algunas zonas se llenan de agua formando pequeñas lagunas que se evaporan con la llegada del verano dejando a la vista un paisaje infinito de sal y más sal. Dicen que en días de mucho calor es fácil ver espejismos pero nosotros, en febrero, no vimos ninguno. El recorrido en autocar por la carretera que atraviesa este desierto de sal en línea recta es tremendamente bello, mágico. Solo los puestos de venta de rosas del desierto que aparecen de vez en cuando te devuelven a la realidad.
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Tozeur
Después de comer, nos dirigimos a Tozeur. Capital de la comarca del Jerid, Tozeur es el oasis más importante de Túnez y cuenta con un inmenso palmeral que parece no tener fin. De hecho, es prácticamente imposible saber la cantidad de palmeras que alberga en sus más de mil hectáreas. Nosotros recorrimos una parte de este vergel en calesa. Durante la visita nos enseñaron cómo fertilizan las palmeras -es sorprendente ver la facilidad con la que trepan y, además, descalzos-, fumamos una pipa de hoja de palmera -el sabor es muy fuerte, casi infumable- y probamos la famosa variedad de dátil conocida como deglet nour. Una auténtica delicia.
Oasis de montaña de Chebika y Tamerza
De allí nos desplazamos en 4×4 hasta los oasis de montaña de Chebika y Tamerza. El de Chebika, que aparece de repente, tras pasar el viejo pueblo abandonado, es un capricho de la naturaleza. Desde lo alto del cañón apenas se distingue un mancha verde que nos indica su existencia pero, a medida que vas descendiendo por el sendero, el paisaje desértico da paso a pequeñas pozas y cascadas rodeadas de palmeras. El de Tamerza, por su parte, también tiene su encanto, sobre todo, cuando llegas a la Gran Cascada, un salto de agua de unos diez metros de altura que se encuentra en una estrecha garganta perdida en medio del desierto.
Tras la excursión por los oasis nos llevaron al Caravanserail Hotel, situado a las afueras del pueblo de Nefta. Estéticamente es un lugar muy bonito a modo de castillo pero, de nuevo, el exterior luce más que sus habitaciones. Nos dio tiempo a darnos un ducha rápida y poco más. Nos esperaba un espectáculo folclórico con cena típica. La verdad es que a pesar de ser otra turistada, ésta con mayúsculas, fue divertido. La comida resultó ser la mejor de todo el circuito, en el escenario uno grupo de músicos tocaba temas populares con flautas y tambores, vimos juegos de equilibrio y malabares, alguna que otra serpiente y hasta me hice un pequeño tatuaje de henna. Lo mejor, la conga bereber que nos marcamos entre las mesas. Después de todo, era nuestra última noche en Túnez.
Kairouan y Sousse
El último día de nuestro circuito, de camino a Hammamet, pudimos visitar brevemente Kairouan y Sousse. Kairouan es la cuarta ciudad santa del Islam, después de La Meca, Medina y Jerusalén. La Gran Mezquita es el mayor de sus atractivos. Nosotros solo pudimos ver el exterior porque estaba cerrada. Una pena.
En Sousse tuvimos más tiempo para disfrutar de esta preciosa ciudad bañada por el Mediterráneo. Su medina, perfectamente conservada y rodeada por altas murallas, es una de las mejores del país. En su interior se encuentra la Gran Mezquita, los zocos que la atraviesan de un lado a otro, y el Ribat, una fortaleza del siglo VIII rematada por una torre de vigilancia. Te animo a que subas a esta atalaya para disfrutar de las magníficas vistas de la medina que desde allí se divisan.
Y hasta aquí la segunda parte de nuestro circuito por Túnez había acabado. El autocar nos dejó donde empezó todo, en hotel Vincci Taj Sultan de Yasmine Hammamet. A partir de aquí y como decía el folleto: «traslado al aeropuerto, vuelo y fin de nuestros servicios».