10 razones para viajar a la Laponia noruega y desear volver

10 razones para viajar a la Laponia noruega y desear volver

¿10 razones para viajar a la Laponia noruega? Podrían ser muchas más pero una decena bastará para que desees conocer esta región del norte de Europa. Paisajes eternos cubiertos de nieve, caminos sin trillar, auroras boreales, actividades que despiertan tu espíritu más aventurero, un cálido abrazo de paz y libertad que te protege del frío… Si te gusta conquistar nuevos horizontes, los deportes al aire libre y vivir experiencias únicas que te acompañarán para siempre, sigue leyendo. La Laponia noruega es tu próximo destino.

Kirkenes. Laponia noruega

Laponia noruega

Abróchate el cinturón. Despegamos. ¿Destino? Northern Norway, el lugar donde se cumplen los sueños.

Paisajes infinitos que te hacen sentir minúsculo

Si sigues mis idas y venidas por el mundo, ya sabrás que soy enamorada de los desiertos. Pues bien, tras mi viaje a la Laponia noruega he hallado un nuevo amante en la fisonomía de los inviernos del norte. Un rostro de páramos solitarios, bosques, islas, fiordos y lagos helados en los que la vida se abre paso enfrentándose a un entorno tan salvaje e inhóspito como sobrecogedor. Por encima del Círculo Polar Ártico, el paralelo con el que sueña todo viajero. En una región apenas poblada donde la naturaleza es la reina y señora de cuanto sucede a su alrededor.

La seductora belleza natural de la Laponia noruega

Caminos sin trillar. Laponia noruega

Mi momento: Detener el paso y otear con calma la virginal estampa que me rodea. El gran vacío blanco, la desolada nada helada. Con el cuerpo adaptándose a las bajas temperaturas que se alía con los latidos del corazón para que nada enturbie la sensación de paz que me embarga. Sintiendo cómo la más hermosa de las punzadas atraviesa mi alma.

Tromsø, el punto de partida de la gran aventura ártica

Oslo-Gardermoen (OSL)-Tromsø (TOS). Dos horas de vuelo con Norwegian para dejar atrás Oslo, la atractiva y vital capital de Noruega, y aterrizar a 350 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, en Tromsø. Su sobrenombre, la Puerta del Ártico. Su apellido: boreal. Un adjetivo que la acompaña cuando hablamos del jardín botánico, la fábrica de cerveza o la catedral más septentrionales del mundo. Una ciudad que vio partir a los grandes exploradores noruegos a finales del siglo XIX. Una ventana abierta a escenas únicas que reclaman ser rodadas y protagonizadas aquí y desde aquí. En el norte del norte.

Tromsø desde mi habitacion en el Scandic Ishavshotel. Laponia noruega

Tromsø. Laponia noruega

Mi momento en dos tomas: La primera, dejar las maletas en el hotel, caminar un par de metros, plantarme frente al puerto, que en plena noche no es más que un puñado de luces amarillentas, e imaginar qué paisajes esconderá el horizonte. La segunda, despertar al amanecer sin alarma alguna, acercarme a la ventana de la habitación y comprobar por primera vez, viendo la silueta de las montañas nevadas, que es real, que estoy en el lugar donde empieza el inolvidable periplo ártico, en este fascinante confín del mundo llamado Laponia noruega.

Trineo tirado por huskies, un imprescindible de la Laponia noruega

Una experiencia con mayúsculas y una de las grandes bazas de la Laponia noruega invernal. No hay mejor modo de definir lo que supone dar un paseo en trineo tirado por perros. Por Alaskan huskies de ojos azules, para ser exactos, cuyos atronadores ladridos retumban en la inmensidad de un manto blanco hasta que logran su objetivo, que comience la travesía. Entonces se obra el hechizo. Ya no hay gemidos, se hace el silencio. Un silencio que, sin embargo, tiene su propia banda sonora: el roce de las cuchillas deslizándose por la tierra helada. Y allí estás tú, un discreto espectador, con los sentidos alerta para hacer tuyo este instante en el que sientes que la naturaleza te tiende la mano.

Trineo tirado por perros. Laponia noruega

Alaskan husky. Laponia noruega

Mi momento: Aquel en el que decido, tras concluir mi trabajo, liberarme de la cámara y el móvil, ausentarte del mundo y simplemente sentir. El frío en la cara, el viento del norte, el jadeo de los canes, la nieve que levantan con sus patas, los baches del camino… Recostada en el trineo, como una princesa nórdica, bajo un sol radiante y un inmaculado cielo azul.

Motos de nieve, una descarga de adrenalina en el norte de Noruega

¿Sabías que en la Laponia noruega la corriente del Golfo hace que la temperatura sea más templada de lo que debería? Así es. Un bendito guiño oceánico que permite seguir realizando todo tipo de actividades cuando el sol se esconde. Como penetrar en la grandiosidad de un bosque a lomos de una moto de nieve. Que no te frene el miedo a pasar frío. Imposible sentirlo con todo el equipo que te suministran. Lo único que debes hacer es estar atento a las instrucciones de su manejo, ponerte al volante y jugar con los caballos de su potencia mientras te internas en la noche rumbo a lo desconocido.

Motos de nieve en la región de Tromsø. Laponia noruega

En el lago helado con Lyngsfjord Adventure. Laponia noruega. Foto de Gøril Ovesen

Mi momento: Los árboles han desaparecido de repente. Ninguna muestra de vida alrededor. ¿Dónde estamos? Encima de un enorme lago helado. La expedición se detiene y nos dejan dar unas vueltas por libre. La descarga de adrenalina es tremenda; más aún si tu piloto -gracias, Luca Bocci- además de un avezado conductor quiere que vivas esta experiencia a lo grande y pisa el acelerador, obligándote a agarrate bien fuerte cuando toma las curvas. Con tanto bote pierdo mi condición de princesa del ártico, sí, pero me convierto en el más afortunado de los paquetes al recibir este potente presente que me regala la región de Troms.

Pescar cangrejos reales en Kirkenes

Un avión de hélices operado por la compañía regional Widerøe nos traslada hasta Kirkenes, una pequeña población situada a tan solo 15 kilómetros de la frontera con Rusia. Llegamos en busca del cangrejo real, un delicioso invasor que emigró desde Alaska para convertirse en el soberano de las frías aguas de la región de Finnmark. Todo bon vivant convendrá conmigo que solo por saborear su exquisita carne vale la pena viajar a este recóndito rincón del planeta. Más aún si la experiencia incluye capturarlo, serrando un agujero en un fiordo helado. No te resistas, acabarás haciéndote la típica foto para ponderar su peso que puede llegar a alcanzar los 15 kilos.

Pesca del cangro real en Kirkenes. Laponia noruega

El cangrejo real, un imprescindible de la gastronomía de la Laponia noruega

Mi momento: Concluida la pesca. En una encantadora cabaña de madera caldeada por una chimenea. Alejada del frío que contemplo desde la ventana. Con una copa de vino blanco y unas patas de King Crab recién cocidas en mi plato. ¿La vida que nos merecemos? Exacto.

Trekking con raquetas de nieve, deporte y naturaleza

Ir convenientemente abrigado, calzarte un par de raquetas y asirte a los bastones de marcha. No necesitas nada más para disfrutar de una buena caminata por los paisajes nevados del norte de Noruega. Tampoco hacer gala de un envidiable estado físico ya que hay rutas para todo tipo de públicos. Más largas, más cortas, de baja dificultad, de mayor intensidad… Escojas el sendero que escojas el resultado será el mismo: acabarás sintiendo algo parecido a lo que pudo experimentar el mismísimo Roald Amundsen, el explorador polar de origen noruego más importante de la historia, o Fridtjof Nansen que en 1888 emprendió su propia aventura en el Ártico.

Raquetas de nieve en la Laponia noruega

Paisaje de la Laponia noruega

Mi momento: Dejar que el grupo avance un buen puñado de metros. Los suficientes para no perderlos de vista. Los necesarios para que sus voces no empañen mis pasos. Para paladear el silencio blanco, llenar los pulmones de aire puro, fijarme en las huellas de los animales que quedaron impresas tras su paso, para inmortalizar vistas de escándalo, para sentir cómo la fuerza de la Laponia noruega se adueña de cada milímetro de mi ser.

Tierra de samis

Estas tierras laponas no serían lo que son sin la presencia de los sami, la minoría étnica más importante del país que las ha poblado desde hace milenios demostrando una extraordinaria adaptación al entorno. Un pueblo, orgulloso de sus raíces y con parlamento propio, que nos obliga a quitarnos el sombrero ante el ancestral respeto que profesan por la naturaleza. ¿Dos ejemplos? Su idioma recoge más de cien palabras para referirse a la nieve y los renos, más que los animales que los trajeron hasta aquí, son parte indivisible de su identidad. Ya son pocos los que en la actualidad siguen pastoreándolos estación tras estación, eso sí, con motos de nieve, embarcaciones y GPS, pero estos conatos de modernidad no han afectado a los pilares de su forma de vida como guardianes de la cultura de los nativos del norte.

Sami. Laponia noruega

Reno. Laponia noruega

Mi momento: Tras el trekking con las raquetas, degustar un reconfortante bidos, el tradicional guiso de reno del pueblo sami, en una lavvo, la típica tienda que desde tiempos inmemorables han utilizado como refugio en la tundra noruega.

Los sabores del norte

Cocina local y sostenible que encuentra su despensa natural en los sabores de la tierra y el mar. El ya mencionado cangrejo real o el reno, que preparan de cuantas formas puedas imaginar, comparten mesa con el omnipresente salmón, el bacalao -fresco o secado al viento-, el lenguado o la caballa, a los que se suman en menor medida carnes de cordero, cerdo o buey que pueden disparar los precios de una buena comida. Como comenté a mis compañeros -gracias por todos esos fantásticos momentos que compartimos-, este es el primer viaje en el que no he perdido peso. ¿La razón? Todo lo que probé era excelente, tanto en forma como en contenido.

Bidos, el tradicional guiso de reno del pueblo sami. Laponia Noruega

Bacalao. Laponia noruega

Mi momento: En el restaurante Fiskekompaniet de Tromsø, especializado en pescados y mariscos. Allí descubrí la lengua de bacalao, toda una delicatessen de la gastronomía noruega, y la mejor sopa de marisco que he catado en la vida.

Dormir en un hotel de hielo en la Laponia noruega

“¿Vas a pasar la noche en un hotel de hielo? ¿Tú, con lo friolera que eres a menos cinco grados? Estás loca”. No, lo irracional e imperdonable sería no haber querido formar parte de los 50.000 privilegiados que hasta la fecha han vivido esta experiencia que aúna una buena dosis de aventura y un punto muy atractivo de curiosidad. Hallé mi morada helada en el Kirkenes Snowhotel que se construye cada año a finales de diciembre para desaparecer con la llegada de la primavera. Una vida físicamente efímera que se vuelve inmortal en la memoria de sus huéspedes. La respuesta a la pregunta del millón es sí. Se duerme y además calentito gracias a un saco térmico que resiste temperaturas de hasta -35 grados.

Ice bar. Kirkenes Snowhotel. Laponia noruega

Mi habitación en el Kirkenes Snowhotel. Laponia noruega Mi momento: Tras probar un licor típico en su Ice bar y dar buena cuenta de la cena, llegó la hora. Me enfundé en el saco cual crisálida y empecé a recorrer con la mirada cada rincón de mi gélida habitación. Algo fallaba y no era el frío. Iba a ser incapaz de pegar ojo con aquel pasamontañas que me agobiaba y no me dejaba respirar. Decidí quitármelo y el instante en que mi melena cayó por mi cuello es lo último que recuerdo. No fue Morfeo sino Ull, el dios nórdico del hielo, quien vino a buscarme y me retuvo con él hasta que una campanilla anunció la llegada del nuevo día. Desperté como me habían augurado que sería, con una sonrisa. La de una princesa, esta vez oriental, en su palacio de hielo.

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Aurora boreal, en busca de la gran dama

Go, go, go… La palabra fetiche que cada noche esperaba encontrar en Norway Lights, una bola de cristal en formato app de Turismo de Noruega indispensable para saber cuándo y dónde cazar una aurora boreal. Para la ciencia, la colisión de las partículas solares con los gases de la atmósfera de la tierra; para los esquimales, un sendero que conduce a las regiones celestiales; para los vikingos, la armadura de las míticas valkirias; para los samis, la luz audible. Para el que la contempla, el mayor espectáculo del firmamento, algo que todo el mundo debería presenciar al menos una vez en la vida en la Laponia noruega, el destino europeo donde se ven más auroras boreales.

Aurora boreal en Kirkenes. Laponia noruega

La magia de una aurora boreal. Laponia noruega

Mi momento: Nos saludó desde la ventanilla del avión, a lo lejos, difusa, pero innegablemente real, coqueteó con nosotros en Tromsø y se hizo de rogar hasta la última noche en Kirkenes. Llámame optimista, soñadora o crédula pero estaba convencida. Acudiría a nuestro encuentro. Con su delicada danza, sus haces de luz tiñendo la oscuridad con verdes, naranjas y reflejos rojizos, rodeada de hielo y nieve, y haciéndome sentir la partícula más pequeña del universo. Cuando se cruce en tu camino, mira al cielo, emociónate y trata de capturar su magia en un puñado de píxeles, sí, pero reserva un instante para ver la cara de aquellos que te acompañan. ¿No sabes cómo definir qué expresan sus rostros? Te ayudo. Se llama felicidad.

Más información: La aurora boreal en Noruega

Mi periplo por estas seductoras y atractivas razones de peso concluye aquí. Si he conseguido animarte a hacer las maletas y emprender la aventura de tu vida en la Laponia noruega, objetivo cumplido. Brindo por ello y porque yo pueda volver.

Skål!

Un brindis en la Laponia noruega

Nota: Este viaje ha sido posible gracias a la Oficina de Turismo de Noruega en colaboración con Northern Norway y Norwegian. Mi agradecimiento a todos ellos y en especial a Gøril Ovesen, magnífica anfitriona y embajadora de la Laponia noruega.

La Calzada del Gigante. Nice to meet you, Finn McCool

La Calzada del Gigante. Nice to meet you, Finn McCool

Visitar la Calzada del Gigante es un sueño para muchos viajeros. A continuación, te relato mi experiencia en uno de los paisajes más sugerentes e impresionantes del país, el único rincón de Irlanda del Norte declarado Patrimonio de la Humanidad.

Belfast (Irlanda del Norte). Hotel Park Inn. Siete de la mañana. Estoy harta de dar vueltas en la cama y de mirar la hora en el móvil de forma compulsiva. Decido levantarme. Corro la cortina y ahí está de nuevo el mismo horizonte plomizo de ayer acompañado de algo de lluvia. No importa. Ya he comprobado que en Irlanda el cielo cambia de color en cualquier momento, cuando menos lo esperas. Confirmo mi reserva: excursión a la Calzada del Gigante. Las mariposas revolotean ansiosas en mi estómago y aún faltan dos horas para que el autocar parta rumbo al Condado de Antrim.

Cuando llego al punto de encuentro, veo en las caras de mis compañeros de viaje, en su mayoría alemanes y japoneses, un reflejo de la mía. Se diría que están cansados y somnolientos si no fuera por la ilusión que irradian sus ojos, el preludio de que algo grande está por llegar.

Sin darme cuenta, Belfast va quedando atrás y la carretera empieza a fundirse con el mar atravesando encantadores pueblos costeros salpicados de restos medievales como Larne, Ballygalley, Glenarm, Cushendall, Ballycastle… No me extraña que la ruta costera de la Calzada esté considerada como una de las cinco mejores excursiones en coche del mundo. Es una maravilla y cualquier adjetivo se queda corto ante tanta belleza. Cada curva es una sorpresa en un paisaje cambiante que va del verde de los valles glaciares (los glens de Antrim) al azul del mar de Irlanda con Escocia de fondo.

Ruta costera de la Calzada del Gigante

Los glens de Antrim

Paisaje del Condado de Antrim

El camino continúa y, tras una parada en el puente colgante de Carrick-a-Rede, el autobús se detiene en el aparcamiento del Centro de Visitantes. El guía nos explica que hay cuatro rutas para recorrer la Calzada clasificadas por colores según su dificultad. Como el cielo parece que se vaya a desplomar en cualquier momento, decido apostar por el camino azul, una pista asfaltada que en menos de un kilómetro lleva hasta el corazón de esta joya que la naturaleza decidió regalar a Irlanda.

Inicio de la ruta azul. Calzada del Gigante

Visitar la Calzada del Gigante – Giant’s Causeway

Pongo en marcha la audioguía y me sorprendo al escuchar quién responde al otro lado. Es el mismísimo gigante Finn McCool a quien la leyenda atribuye el origen de la Calzada. No podría ser de otro modo en un rincón tan lleno de magia.

Finn me cuenta que en la vecina orilla de Escocia había otro gigante llamado Benandonner que siempre desafiaba su fuerza y su poder. Un buen día, harto de tantos insultos, empezó a lanzar al mar las enormes piedras de su costa hasta formar un camino que le permitiera cruzar al otro lado y ver con quién se estaba midiendo. Para su sorpresa, al acercarse vio que su rival era mucho más grande que él así que corrió a refugiarse en su casa consciente de que Benandonner no tardaría en aparecer. Necesitaba urdir una treta para confundirlo y su mujer, Oonagh, halló la solución: vestirle de bebé y meterlo en la cuna de uno de sus hijos. Cuando su enemigo llegó, Oonagh le presentó a su «hijito» y al verlo el escocés pensó que si el bebé tenía ese tamaño, el padre debía de ser enorme. Su reacción fue la que esperaban: huyó despavorido destrozando y hundiendo a su paso la Calzada para que Finn no pueda seguirle.

Descendiendo a la bahía de Portnaboe. Calzada del Gigante

Tras conocer los avatares de Finn con el gigante escocés, detengo la locución para centrarme en el paisaje que me rodea. A medida que mis pasos avanzan bordeando la bahía de Portnaboe, empiezo a sentir la fuerza del salvaje Atlántico Norte. Hace frío, el viento golpea mi cara y las olas baten con fuerza contra las rocas de los acantilados.

La brecha del viento. Calzada del Gigante

CONSEJO VIAJERO → Si tu nivel de inglés no es muy alto y no quieres complicarte, te recomiendo que contrates esta excursión de un día en español. Está muy bien valorada por los viajeros que ya la han realizado y, además de visitar la Calzada del Gigante, conocerás la ruta costera de Antrim, y Belfast, la atractiva capital de Irlanda del Norte.

Contemplando la fuerza del océano. Calzada del Gigante

En uno de ellos veo a Humphrey, el camello de Finn, más adelante a su abuela coronado una cima, su órgano… Mientras el cielo juega conmigo regalándome algún minuto de sol, me muevo entre la ciencia y la fantasía por el que sin duda es uno de los rincones más sobrecogedores que han visto mis ojos.

Humphrey, el camello del gigante Finn McCool. Calzada del Gigante

Panorámica de Port Ganny. Calzada del Gigante

Port Ganny. Calzada del Gigante

La Calzada del Gigante

Esta sensación de estar en un lugar que no parece de este mundo se magnifica cuando llego al epicentro de la Calzada. Una maravilla geológica formada por más de 40.000 columnas de basalto que surgió hace 60 millones de años como resultado de una intensa actividad geológica y volcánica. Un capricho nacido tras el enfriamiento de los sucesivos flujos de lava que me deja sin habla, perpleja ante estas formas hexagonales que se deslizan hacia el océano como si fueran peldaños que desaparecen en el horizonte. Pura magia.

Llegando a la Calzada del Gigante

Ruta azul. Calzada del Gigante

Calzada del Gigante. Irlanda del Norte

Vista de la Calzada del Gigante

Dicen los expertos que el mejor momento de la Calzada son las últimas dos horas de sol, sobre todo en primavera y otoño, cuando llega de lado y tiñe las columnas de un precioso color dorado. Veo a muchos con trípode tratando de convertir el fuerte oleaje en una fina capa de seda que cubre y descubre las piedras a su antojo. ¿Lo intento? No. Ya se han tomado miles de fotos espectaculares de la Calzada. Prefiero aprovechar el tiempo captando su belleza en mi retina. He venido en busca de sensaciones, no de fotos para enmarcar. Es más, ni siquiera trato de hallar un encuadre solitario. Prefiero que aparezca gente en mis fotografías. Viajeros que, como yo, han recorrido miles de kilómetros para contemplar este prodigio de la naturaleza que nos habla del pasado más ancestral de la Tierra.

Todo el mundo quiere su foto. Calzada del Gigante

Tras el gran impacto inicial que supone enfrentarme a la Calzada, el subidón de adrenalina se atenúa y empiezo a ser consciente de que verdaderamente estoy allí. Que son mis pies los que están posados en esta tierra de gigantes. Es entonces cuando decido interactuar con ella. Contemplo las columnas de cerca, las subo y bajo cien veces, meto mi mano en las pequeñas pozas que la erosión ha formado sobre algunas de ellas… Me siento como una niña con zapatos nuevos que se divierte retratando a otros turistas, intercambiando sonrisas y frases de cortesía en diferentes idiomas. Y es que este lugar fue creado para hacer feliz a quien lo visite. Tan claro como suena.

Columnas de basalto. Calzada del Gigante

La intensa actividad volcánica originó la Calzada del Gigante

Los más románticos, como yo, sentirán la presencia de Finn a cada paso. El resto probablemente piense que al único gigante que hay que temer es al Atlántico, ese bravo océano que envía olas que rompen con furia sobre las piedras.

Aviso de fuerte oleaje. Calzada del Gigante

Entrada al órgano. Calzada del Gigante <

El órgano de Finn. Calzada del Gigante

Miro el reloj. Falta una hora para que termine la excusión y emprendo con tristeza el camino de vuelta. De nuevo por la costa. Quiero seguir sintiendo cerca el océano, el frío en mi rostro, el viento que te impide avanzar. Así llego al centro de visitantes donde entro en calor recorriendo sus espacios expositivos y viendo un audiovisual protagonizado por Finn. Compro un imán para mi nevera viajera y me dirijo al punto de encuentro. Antes de subir al autocar, me doy la vuelta y me despido de este lugar que me ha calado tan hondo con un it has been a pleasure, Finn McCool.

Detalle de Port Ganny. Calzada del Gigante

Paisaje de la Calzada del Gigante

Exposición en el centro de visitantes. Calzada del Gigante

Información práctica para visitar La Calzada del Gigante

Ubicación: 40 Causeway Road, BT57 8SU Bushmills (Condado de Antrim).

Cómo llegar a La Calzada del Gigante

Por carretera: La Calzada del Gigante está situada a 3 km de Bushmills. Desde Belfast se tarda en llegar una hora y media aproximadamente, y desde Dublín, algo menos de 4 horas. Si lo prefieres, puedes contratar, como hice yo, una excursión organizada desde Belfast o desde Dublín. Hay muchas agencias online que ofertan este tour.

Tren: Hay un servicio regular desde Belfast o Londonderry a Coleraine. Desde allí puedes coger el autobús Ulsterbus Service 172.

Consulta la web de National Trust para conocer el resto de opciones para llegar a la Calzada.

Centro de visitantes. Calzada del Gigante

Precio de las entradas de la Calzada del Gigante (compra online)

  • Adultos: 11 libras.
  • Menores de 5 años: Gratis
  • Niños: 5.50 libras.
  • Familias (2 adultos y hasta 3 niños menores 17 años): 25.50 libras

Estas tarifas incluyen la entrada al Centro de Visitantes, un tour guiado en inglés o audioguía, un folleto informativo y el aparcamiento. Puedes comprar tus entradas en la web de la Calzada del Gigante.

Para bajar a la Calzada hay un autocar lanzadera que parte del centro de visitantes. Tiene un coste adicional de 1 libra.

Autobus lanzadera

Horarios para visitar la Calzada del Gigante:

  • Marzo, abril, mayo y octubre → 9 -18h
  • Junio, julio, agosto, septiembre →  9 – 19h
  • Enero, febrero, noviembre y diciembre → 9 – 17h
  • 24, 25 y 26 diciembre → Cerrado
  • La última admisión al Centro de visitantes es una hora antes del cierre.

¿Qué ropa llevar?

El clima de la costa norte suele cambiar constantemente así que conviene ir preparado. Lleva algo de abrigo y un impermeable para protegerte del fuerte viento y la lluvia, y calzado adecuado para caminar sobre las columnas sin peligro de resbalar.

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Postales de Pasaia: Pasai Donibane, San Pedro, Victor Hugo y un chicharro en la bocana

Postales de Pasaia: Pasai Donibane, San Pedro, Victor Hugo y un chicharro en la bocana

El suave abrazo de la brisa del Cantábrico, esa paleta de verdes que solo se da en las montañas del norte, túneles, pasadizos y calles en los que el sol apenas logra colarse, piedras que evocan un tiempo no tan lejano, el legado de Victor Hugo, el tiempo y la mirada detenidos en su bahía, el afrutado sabor de un txacolí en mis labios, paz… Un soplo de buena vida. Estos son los recuerdos que guardo de Pasaia, un retazo de la costa guipuzcoana que si logró encandilar al genio del romanticismo francés, imagina lo que hizo conmigo.

Vista de Pasai Donibane con la Basílica del Santo Cristo de Bonanza a la izquierda. Pasaia

A diferencia de Victor Hugo yo no me topé con Pasaia por casualidad. Fui a buscarla una soleada mañana de junio cuando mis sentidos todavía estaban embotados por la magia de su vecina más ilustre, Donostia. Llegué tarde a la cita, a la hora de comer, y dejé por el camino Pasai Antxo y Trintxerpe, los dos distritos que junto a Pasai Donibane y Pasai San Pedro conforman el municipio de Pasaia.

Qué ver en Pasaia

Pasadas las dos de la tarde, el casco histórico de Pasai Donibane parecía reservado para mí. Solitario, silencioso, encantador. Apenas me encontré con un puñado de pasaitarras mientras recorría la Donibane Kalea o, como la llamaba el autor de Los Miserables, «la calle única, esa que siempre te lleva a donde quieras ir».

Realmente es así. Esta adoquinada y angosta vía, encajada a presión entre el mar y la ladera del monte, atraviesa el corazón de este pueblo vertebrando con acierto una hermosa combinación de arquitectura popular, religiosa y señorial. Fachadas de sillería, entramados de ladrillo, aleros de piedra tallada, subidas, bajadas… Y arcos que sostienen las casas-puente y que permitieron, allá por el siglo XVIII, que esta calle siguiera su curso sin tener que remontar las escaleras que conducen hasta la ermita de Santa Ana desde donde, por cierto, se divisa una impresionante panorámica que domina toda la bahía.

Donibane Kalea. Pasai Donibane. Pasaia

Pasai Donibane fue durante varios siglos un barrio de Hondarribia. Pasaia

Pasadizos del casco histórico de Pasai Donibane. Pasaia

Una calle que solo se permite respirar cuando desemboca en la marinera y pintoresca Plaza de Santiago. Un espacio rectangular, flanqueado por una larga fila de casas estrechas y altas -entre ellas la antigua Casa Consistorial- que se diría están empotradas en el monte y cuyos balcones corridos miran al mar.

Plaza de Santiago. Pasai Donibane. Pasaia

Pasaitarra en la Plaza de Santiago. Pasai Donibane. Pasaia

Me fijé en todos estos detalles más tarde. A esa hora se imponía hacer un alto en el camino y localizar un buen local para contentar a un paladar que en solo tres días se había rendido por completo a los placeres de la gastronomía vasca. Así pues, puse en práctica un recurso que nunca falla: preguntar a los del terreno. ¿Pescado a la parrilla? «Sigue esta misma calle hasta el final y llegarás al Alabortza. No tiene pérdida.»

No me dieron más datos y tampoco los pedí. Poco a poco fui dejando atrás las últimas casas. El Arco y la Basílica del Santo Cristo de la Bonanza, donde antaño las tripulaciones ofrecían misas para obtener el favor del santo y propiciar una venturosa navegación, las ruinas del Castillo de Santa Isabel, construido en 1621 para proteger el puerto de Pasaia… Tras sobrepasar el último pasadizo, el entorno cambió. Había llegado al Paseo de Bonanza, más conocido como Paseo de Puntas, una preciosa senda que discurre paralela al mar hasta alcanzar la bocana del puerto. La calma, el Cantábrico a mis pies y una vez más el verdor del norte. Pero, ¿y el restaurante?

Callejeando por Pasai Donibane. Pasaia

Paseo de Puntas. Pasai Donibane. Pasaia

Paseo de Puntas. Al fondo, Albaola, la Factoría Marítima Vasca. Pasaia

El restaurante, al que se llega tras una suave caminata de unos 15 minutos desde la Plaza de Santiago, no era tal. Era una sencilla kantina, con un par de mesas corridas de madera y una terracita con vistas de escándalo. Chicharro a la brasa, sardinas y el mejor aliado: una botella de txacolí de Getaria. Para qué más. Una deliciosa comida, preparada con buena mano y enmarcada allí donde la bahía se hace mar, en un maravilloso antojo de la Comarca de Oarsoaldea que durante un buen rato fue solo mío. Uno de esos lujos que el azar cruza en tu camino y que se instalan por méritos propios en tu memoria.

Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Terraza de la Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Preparando el chicharro. Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Chicharro, sardinas y txacolí de Getaria en la Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Aunque me costó horrores despedirme de la Kantina Alabortza, mi camino debía continuar y tocaba deshacer lo andando. Quería recorrer las dependencias de la casa donde se alojó Víctor Hugo durante su estancia en Pasaia. En una de las paredes pude leer: «Cuando dormitamos a la orilla del mar, todo mece y acaricia el oído, el ruido del viento sobre las olas, el ruido de las olas sobre las rocas. Oímos, a través de nuestros sueños, los lejanos cantos de los marinos». Y es que desde las balconadas de cualquiera de sus tres plantas se ve la bahía que inspiró los textos y grabados que este escritor galo ideó en el verano de 1843.

Casa de Victor Hugo. Pasai Donibane. Pasaia

Busto y habitación de Victor Hugo. Pasai Donibane. Pasaia

Estaba de viaje por la zona occidental de los Pirineos, paseando por el monte Ulia y llegó, sin apenas darse cuenta, hasta San Pedro. En aquellos días, las bateleras eran las que se encargaban de transportar a los viajeros en sus botes a remo de una orilla a otra de la bahía, un oficio característico de Pasaia que tiene su homenaje en forma de escultura de metal frente al Palacio Villaviciosa. Tomó una de estas embarcaciones, llegó a Pasai Donibane y el resto es una historia de vivencias y escritos que podemos conocer a través de la exposición «Víctor Hugo, viaje a la memoria”. Su idilio con Pasaia quedó reflejo en su obra en numerosas ocasiones. De todas las palabras que vertió en su honor, me que quedo con éstas: «un pequeño edén resplandeciente…, más célebre si estuviera en Italia».

Palacio Villaviciosa. Pasai Donibane. Pasaia

Homenaje a las bateleras. Pasai Donibane. Pasaia

Tras visitar la casa museo de Victor Hugo, que alberga además la Oficina de Turismo, descubrí otros rincones de su singular caso urbano como la iglesia parroquial de San Juan Bautista, el palacio Arizabalo -actual ayuntamiento-, la Casa Miranda y el Humilladero de la Piedad, frente al que se halla el embarcadero que nos permite salvar ese estrecho brazo de mar que se empeña en separar a los pasaitarras.

Una casa y una barca. Pasai Donibane. Pasaia

Iglesia Parroquial de San Juan Bautista. Pasai Donibane. Pasaia

Casa Miranda. Pasai Donibane. Pasaia

Hoy en día ya no hay bateleras pero sí una lancha motora que une por mar Pasai Donibane con Pasai San Pedro en un par de minutos (0,70€). También se puede acceder por carretera vía Lezo, Pasai Antxo y Trintxerpe, pero si tienes alma marinera, acabarás surcando las aguas de esta ensenada que alberga el puerto comercial más importante de Guipúzcoa.

Travesía a Pasai San Pedro. Pasaia

Pasai Donibane desde Pasai San Pedro. A la derecha, ermita de Santa Ana

Ya en la orilla sanjuandarra, en el que durante varios siglos fue un barrio más de Donostia, salió a mi encuentro otro bonito casco viejo. Un interesante conjunto arquitectónico, con viviendas que hablan del esplendor de otros siglos, como la casa natal del ilustre almirante Blas de Lezo -el héroe que humilló a la armada inglesa en 1741- o la casa de los Ferrer. La cofradía de pescadores, el muelle y la flota pesquera me envolvieron en el ambiente marinero de este pueblo que cuenta con un atunero tradicional reconvertido en buque escuela. Es el Mater, un barco clásico del Cantábrico que, tras su periplo pesquero, se ha reconvertido en un museo flotante sobre la pesca artesanal. Su gestión correo a cargo de Itsas Gela, una asociación sin ánimo de lucro que desde 2001 desarrolla programas de difusión, conservación e investigación del patrimonio marítimo en Pasaia y que además realiza visitas guiadas a la bahía por mar y por tierra.

Barco Museo Mater. Pasai San Pedro. Pasaia

Casco histórico de Pasai San Pedro. Pasaia

Callejeando por Pasai San Pedro. Pasaia

Si se quiere continuar navegando por la historia, se pueden visitar las instalaciones de Albaola, La Factoría Marítima Vasca (Ondartxo Ibilbidea, 1). Aunque la construcción de embarcaciones históricas es su labor principal, también realizan actividades para dar a conocer el pasado marítimo de Euskadi como clases de navegación, representaciones teatrales, experiencias lúdicas para los más pequeños o talleres de modelismo. Una última recomendación: no dejes San Pedro sin acercarte a conocer un faro con ínfulas de castillo, el faro de la Plata. Muchos peregrinos del Camino de Santiago se desvían de su ruta para no perderse las vistas desde la cima del acantilado sobre el que se alza. Otros viajeros, como hiciera en su día Victor Hugo, toman el sendero GR-121 que conduce a Donostia.

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Cierro los ojos y soy capaz de volver ahora mismo a este paisaje esculpido a golpe de mar y. abrigado por los montes Jaizkibel y Ulia. Su sosegado ambiente, el paseo por sus callejuelas, la fugaz travesía por la bahía, sus casas palaciegas… Si he conseguido recrear solo una pequeña parte de lo bien que me sentí en este rincón guipuzcoano, objetivo cumplido.

Más información: Oficina de Turismo. Casa Victor Hugo. Donibane Kalea, 63. Pasai Donibane.

Qué ver en Lekeitio, visitas y experiencias imprescindibles

Qué ver en Lekeitio, visitas y experiencias imprescindibles

Lekeitio es una villa marinera situada en la comarca de Lea-Artibai donde la naturaleza, la historia y sus gentes se han confabulado para crear uno de los rincones más hermosos de la costa vizcaína. Yo caí absolutamente rendida a sus encantos en mi último viaje a Euskadi y por eso te lanzo estas 10 propuestas para que tú también te enamores de Lekeitio.

Panoramica de Lekeitio
Panorámica de Lekeitio

Qué ver en Lekeitio

Voy a hablarte de su casco antiguo, de sus playas, de sus tradiciones y de los enclaves únicos de este pueblo que mira de frente al Cantábrico con elegancia, sin olvidar ni por un instante su estrecha vinculación con la pesca y el mar. O lo que es lo mismo, si quieres saber qué ver en Lekeitio, sigue leyendo.

El puerto y los arrantzales

Una de las visitas imprescindibles para tomarle el pulso a esta villa marinera, es en el puerto. Aunque ya no alberga una gran flota pesquera como en el pasado, mantiene intacto su encanto con sus coloridas barcas de pesca que contrastan con las modernas embarcaciones de recreo.

Puerto de Lekeitio
Puerto de Lekeitio
Vendedora de pescado
Vendedora de pescado

Cualquier momento es bueno para recorrerlo e impregnarte de la atmósfera que se respira. El olor a mar, el viento, el rumor del agua… Podrás ver cómo los pescadores (arrantzales) descargan sus capturas y reparan las redes, a orgullosas vendedoras que exhiben sus mercancías, los balcones de madera que se asoman al Cantábrico. Y disfrutar de preciosas vistas en el rompeolas a mar abierto de La Tala.

Hablando de vistas, no olvides acercarte a la ermita de San Juan. La panorámica que desde allí se contempla abarca toda la costa.

Pescadores faenando en el puerto de Lekeitio
Pescadores faenando en el puerto de Lekeitio
La Tala de Lekeitio
La Tala de Lekeitio

Casco antiguo de Lekeitio

Otra de las piezas que hacen de Lekeito un atractivo destino es su encantador casco antiguo de trazado medieval. Recorrer su empedradas calles supone revivir el pasado pesquero y artesano de esta villa entre casonas, palacios, iglesias, torres y conventos.

La calle principal del barrio de pescadores es la Arranegi Kalea donde comparten espacio un buen número de palacios blasonados con modestas casas de pescadores. Detente en la plazuela de Arranegi para contemplar la Upa-Etxea, ejemplo de casa señorial barroca, y un poco más adelante en la calle Ezpeleta para ver el monumental edificio de estilo neoclásico de la antigua Cofradía de Pescadores de San Pedro.

Plazuela de Arranegi. Lekeitio
Plazuela de Arranegi
Casa señorial Upa-Etxea. Lekeitio
Casa señorial Upa-Etxea

La Gamarra enparantza es el punto de encuentro de estos dos barrios históricos. Muy cerca se encuentra el Ayuntamiento que con sus amplias balconadas y su noble fachada representa un bonito ejemplo de las casas consistoriales barrocas de Esukadi. Junto a él está el precioso Palacio de Oxangoiti, hoy reconvertido en hotel. Desde el punto de vista arquitectónico también destacan otros palacios como el Uriarte, Abaroa y Urribarria, los restos de la muralla medieval y la Torre Turpin, una de las residencias más antiguas y mejor conservadas de la época de los Reyes Católicos. Si quieres conocer más detalles del casco histórico de Lekeitio, acércate a la Oficina de Turismo y hazte con una audioguía (3€).

Casa Consistorial de Lekeitio
Casa Consistorial de Lekeitio
Palacio de Uriarte. Lekeitio
Palacio de Uriarte
Torre Turpin. Lekeitio
Torre Turpin

Basílica de la Asunción de Santa María

Quizá te sorprenda que un pueblo de poco más de siete mil habitantes tenga una iglesia como la Basílica de la Asunción de Santa María. Desde el exterior, este bello ejemplo del gótico tardío vasco parece un catedral, con arbotantes, gárgolas y contrafuertes rematados por pináculos.

Basilica de la Asuncion de Santa Maria. Que ver en Lekeitio
Portada occidental de la Basílica de la Asunción de Santa María

En su interior custodia un impresionante retablo de estilo gótico-flamenco, policromado y bañado en oro. Es el tercero más grande de España, tras los de Sevilla y Toledo. No dudes en gastarte un euro en iluminarlo porque solo así podrás apreciar todos los detalles de esta obra de arte: la imaginería de los paneles, las 70 imágenes de los nichos y columnas, la detallada filigrana de los baldaquinos… Y presidiendo todo el conjunto, una Andra Mari (Virgen María) inspirada en la imagen de Nuestra Señora de la Antigua, titular de la parroquia.

Retablo de la Basilica de la Asuncion de Santa Maria. Lekeitio
Retablo de la Basílica de la Asunción de Santa María

Otros ejemplos de arquitectura religiosa son el Convento de Santo Domingo y la iglesia barroca de San José que alberga un precioso sepulcro donde descansan los restos mortales de José Javier de Uribarren, gran benefactor de Lekeitio, y de su esposa.

Las playas de Lekeitio

No es casualidad que la reina Isabel II, la emperatriz austro-húngara Zita y otras figuras de la aristocracia y burguesía centroeuropea eligieran el Lekeitio del siglo XIX para sus días de veraneo. Su tranquilidad, sus paisajes y sus playas bastaron para cautivarlos.

Hoy en día, el litoral de Lekeitio sigue siendo uno de sus grandes atractivos. Una franja costera que crece y mengua siguiendo los dictados de la marea y que en la desembocadura del río Lea se materializa en las playas de Isuntza y Karraspio. Tanto Isuntza, situada en el mismo casco urbano, como Karraspio, que pertenece al municipio de Mendexa, cuentan con todo tipo de servicios y son accesibles para personas con movilidad reducida.

Lekeitio desde la playa de Isuntza
Lekeitio desde la playa de Isuntza
Playas adaptadas de Lekeitio
Playas adaptadas de Lekeitio
Playa de Karraspio. Que ver Lekeitio
Playa de Karraspio

Cuando la marea está baja y el Lea se retira, aparece una tercera playa, la Salvaje. Un espacio más íntimo, rodeado de naturaleza y enmarcado con unas vistas magníficas. Sin duda, la del río Lea es una de las desembocaduras más hermosas que he visto nunca.

Desembocadura del rio Lea. Lekeitio
Desembocadura del río Lea

La isla de Garraitz

La isla de Garraitz, situada en la pequeña bahía que el Cantábrico forma frente a la playa de Isuntza, es la pincelada final que hace de Lekeito una villa de postal. También conocida como isla de San Nicolás, este risco cubierto por pino marítimo se utilizó en su día para aislar a los enfermos de lepra y proteger así al resto de la población.

Isla de Garraitz. Lekeitio
Isla de Garraitz
Vista de la Isla de Garraitz desde la carretera. Lekeitio
Vista de la Isla de Garraitz desde la carretera

Solo se puede acceder a la isla en marea baja por la arena o por el malecón, que, por cierto, resbala muchísimo. ¿La recompensa al llegar a la cima? Un espléndido mirador que te permitirá contemplar la belleza de Lekeito desde otra perspectiva. Eso sí, estate atento a las fases de la marea no vaya a ser que te quedes encerrado en ella.

Los mejores bares de pintxos y restaurantes de Lekeitio

Como en toda la costa vasca, comer en Lekeitio es un lujo. Aquí encontrarás buenos bares de pintxos y restaurantes con todo tipo de tentaciones surgidas de los fogones lekeitiarras, entre las que destacan los pescados y mariscos que entran a diario desde el puerto. ¿Algunas sugerencias? Prueba los famosos txipis del bar Erkiaga (Uribarren Kalea), las raciones de la taberna Lumentza (Buenaventura Zapirain, 3), o cualquiera de los pintxos que sirven en el Gallo (Igualdegi Kalea, 2) o en el Txalaparta (San Kristobal Enparantza). Si buscas una carta tradicional, puedes dejarte caer por el restaurante Aroa, un pequeño y agradable local situado en el nº 6 de la calle Gamarra.

Comer en Lekeitio
Comer en Lekeitio

Otra buena opción, sobre todo para cenar, es en el muelle Taxtxo donde desfilan una decena de restaurantes y mesones especializados en su mayoría en productos del mar. Conseguir mesa en sus terrazas no es tarea fácil pero vale la pena para disfrutar del ambiente del puerto bajo la luz de la luna. Si quieres tomarte un café o una copa con vistas a la bahía, acude al pub Talako. Está situado justo encima de la Cofradía de Pescadores San Pedro (Txatxo Kaia, 5).

Restaurantes y tabernas del puerto de Lekeitio
Restaurantes y tabernas del puerto de Lekeitio

Faro de Santa Catalina

Sería imperdonable abandonar esta villa sin pasar por el Faro de San Catalina. Este centinela del Cantábrico, que lleva vigilando sus costas desde 1862, es el primer faro visitable de Euskadi. En sus instalaciones se encuentra el Centro de Interpretación de la Tecnología de la Navegación, una visita muy recomendable, sobre todo si viajas con niños, ya que conocerán  las técnicas de navegación e incluso podrán realizar un viaje virtual en barco desde Lekeitio hacía el Elantxobe.

Faro de Santa Catalina. Que ver en Lekeitio
Faro de Santa Catalina
Vistas desde el Faro de Santa Catalina. Lekeitio
Vistas desde el Faro de Santa Catalina

Junto al faro está la Ermita de Santa Catalina y la atalaya del monte Otoio con unas vistas espectaculares de los acantilados de este pedacito de costa vizcaína. Quédate a ver la puesta de sol, otea el horizonte y ponte en la piel de un atalayero que espera paciente la llegada de las ballenas.

Las regatas de traineras

Las regatas de traineras forman parte de la cultura y de la tradición vasca. Pero, ¿conoces el origen de este deporte? La invención de la trainera, allá por 1750, supuso una revolución para los pescadores que se lanzaban al mar en busca de los mejores caladeros ya que la rapidez y agilidad de esta embarcación les permitía llegar antes a puerto y, por tanto, el precio de sus capturas, al ser las más frescas, aumentaba en las lonjas. De esta forma nacieron las primeras competiciones de traineras que con la aparición de los barcos de vapor dejaron de ser una pugna económica para convertirse en desafíos deportivos en los que se retan los equipos de las localidades costeras. El de Lekeitio es el equipo del Club de remo Isuntza.

Club de remo Isuntza
Club de remo Isuntza
El equipo del Club de remo Isuntza dispuesto a entrenar. Lekeitio
El equipo del Club de remo Isuntza dispuesto a entrenar

Vivir los San Pedros

Si visitas Lekeitio a finales de junio, tendrás la oportunidad de vivir los San Pedros, una fiesta que pone de manifiesto el interés de esta villa por mantener vivas sus tradiciones más arraigadas. Su día grande es el 29, festividad de San Pedro, el patrón de los pescadores.

Lekeitio durante los San Pedros
Lekeitio durante los San Pedros

No te sorprendas si a las 7 de la mañana oyes unas voces que llegan de la calle. Son las Dei eittekuak  o llamadoras, un grupo de mujeres que rememoran cómo antaño se despertaba a los marineros para que se preparan para salir a faenar, al grito de Gora jaugoikuen ixenian (Arriba, en nombre del Señor). Tras este singular buenos días, disponte a camuflarte entre el paisanaje para no perderte los principales actos de esta jornada. Tal vez, tras ver las regatas de embarcaciones tradicionales en el puerto, tengas suerte y te topes, como yo, con un amable lekeitiarra entrado en años dispuesto a explicarte los entresijos de esta festividad y sus recuerdos del pasado de Lekeitio.

Regatas en el puerto de Lekeitio
Regatas en el puerto de Lekeitio

Él fue quien me relató el origen de la Kilin-Kala, una ceremonia que se lleva a cabo cuando la procesión de San Pedro llega a la altura del puerto donde se halla una hornacina con otra imagen del Santo. Oficialmente es un rito propiciatorio o interrogatorio en relación con la pesca, que consiste en inclinar la imagen de San Pedro hacia el agua varias veces. O lo que es lo mismo, en palabras de mi nuevo amigo vasco: «Aquí no nos andamos con tonterías y así le advertimos a San Pedro que, si no tenemos una buena temporada de pesca, al mar que va».

Procesion de San Pedro. Que ver en Lekeitio
Procesión de San Pedro

A continuación, presenciarás un baile único en todo Euskadi: la Kaxarranka. El origen de esta tradición se remonta al siglo XV. En aquellos tiempos, los miembros de la Cofradía de Pescadores elegían dos mayordomos para que cuidasen los libros de cuentas y repartieran las ganancias del año. Estas se guardaban en el arca sobre la que baila el danzante de la Kaxarranka, que demuestra una gran destreza ya que el arcón tiene poco más de 1 m2. Ocho marineros la sostienen sobre sus hombros.

El danzante frente a la imagen de San Pedro. Lekeitio.
El danzante frente a la imagen de San Pedro

¿Te has fijado en la indumentaria del danzante? Antiguamente su aspecto representaba a San Pedro, pero como el clero no estaba conforme, tras duros pleitos, se decidió adoptar una curiosa vestimenta civil: frac, camisa y pantalón blancos, chistera en la mano derecha y banderín rojo con las insignias de San Pedro en la izquierda.

La Kaxarranka. Que ver en Lekeitio
La Kaxarranka

Ni que decir tiene que el ambiente es increíble. La música, el gentío que inunda el arco de San Pedro, la emoción de los locales, la sorpresa de los turistas… Después, el baile se repite en varios puntos del pueblo entre ellos la Plaza de la Independencia (Independentzia enparantza), donde también se reviven danzas típicas como la Eguzki dantza, un baile dirigido por mujeres.

Txistularis. Lekeitio
Txistularis en Lekeitio
Bailes tipicos
Bailes típicos

Aviso para navegantes: Además de esta fiesta que rinde culto a su pasado y presente marinero, Lekeitio celebra a primeros de septiembre sus fiestas patronales, los San Antolines.

Conoce a sus gentes

Más allá de sus playas y de su precioso casco viejo se esconde el verdadero tesoro de Lekeito, sus gentes. Un pueblo que ama su tierra, que custodia sus tradiciones con celo y en el que prácticamente toda la población habla euskera. Los lekeitiarras llevan en sus genes la herencia de sus antepasados, pescadores de ballenas, aventureros y navegantes, y eso se nota en su carácter noble y hospitalario. Y es que la pesca ha sido y es un componente básico de la idiosincrasia de este pueblo bañado por el azul del Cantábrico.

Independentzia enparantza. Lekeitio
Independentzia enparantza

Lo podrás comprobar charlando con ellos en la barra de un bar, cuando preguntes una dirección, quieras saber qué pone en un cartel o qué canción están cantando. No pases de puntillas por Lekeitio y conócelos. Son un derroche de amabilidad y les encanta que te intereses por su cultura. Si además les lanzas un egun on (buenos días), un eskerrik asko (gracias) o un agur (adiós), les robarás una sonrisa.

Te he sugerido solo diez propuestas pero podrían ser muchas más las cosas que ver en y hacer Lekeitio: conocer los centros de interpretación del Lagar de Sosoaga -la prensa de txakolí más antigua de Euskadi- y del Molino Marierrota, practicar deportes acuáticos, subir a la cima del monte Lumentza para contemplar toda la villa, asistir al Festival Internacional de Teatro de Calle, bordear el río Lea hasta Munitibar…

Acércate a Lekeitio, enamórate y enriquece esta lista de planes con tus propias vivencias.

Cómo llegar a Lekeitio y dónde dormir

Aunque hay diferentes itinerarios para acceder a Lekeitio, aquí tienes los más comunes.

Desde Bilbao: Coger la autopista A-8, dirección Donostia-San Sebastián, hasta la salida 18 (Amorebieta-Etxano). Allí tomar la carretera BI-635, dirección Gernika-Lumo. En esta localidad enfilar la BI-638 hacia Lekeitio pasando por Kortezubi y Solarte-Gallete.

Desde Donostia-San Sebastián: Coger la autopista A-8 dirección Bilbao hasta la salida 13 (Itziar-Mutriku-Ondarroa) y continuar por la carretera GI-638 hasta llegar a Ondarroa. Una vez allí, tomar la GI-633 dirección Markina-Xemein hasta alcanzar la BI-2405 dirección Lekeitio.

Voy a hablarte de su casco antiguo, de sus playas, de sus tradiciones y de los enclaves únicos de este pueblo que mira de frente al Cantábrico con elegancia, sin olvidar ni por un instante su estrecha vinculación con la pesca y el mar. O lo que es lo mismo, si quieres saber qué ver en Lekeitio, sigue leyendo.
Paseando por Lekeitio

La oferta de alojamientos en Lekeitio da respuesta a todo tipo de bolsillos. Puedes encontrar hoteles de una, dos y tres estrellas, pensiones, casas rurales y agroturismos, un albergue y dos campings. Yo me alojé en el Hotel Oxangoiti, un antiguo palacio situado en pleno centro.

Dónde aparcar en Lekeitio

Como aparcar en el centro de Lekeitio no es tarea fácil, te recomiendo que utilices los dos parkings públicos y gratuitos que encontrarás en las dos entradas al pueblo. Hay una tercera zona de aparcamiento detrás de la avenida de Santa Katalina, pero es mucho más pequeña.

Qué ver en los alrededores de Lekeitio

A poco más de 20 km de Lekeitio está Gernika-Lumo, todo un símbolo de la cultura vasca, y el bosque de Oma de Agustín Ibarrola. También merece mucho la pena visitar las playas de Laga y Laida en Ibarranguelua y localidades como Ipaster, Munitibar, Amoroto, Elantxobe y Ondarroa. 

Castro Urdiales, mi primer contacto con Cantabria

Castro Urdiales, mi primer contacto con Cantabria

Desde que vivo en Madrid, extraño el mar más que nunca. Noto que algo me falta, que el puzzle no está completo. Por eso, en cuanto puedo, me escapo en su busca y, si lo que descubro lo merece, disfruto recomendándotelo desde estas líneas. No debe sorprenderte. Si eres un lector habitual de este blog, ya sabrás de mi debilidad por las villas marineras.

En esta ocasión, quiero presentarte el único destino cántabro que conozco hasta la fecha, Castro Urdiales. Una preciosa localidad situada en el extremo más oriental de Cantabria,  muy cerca de Vizcaya, que junto a Laredo, Santander, Santillana del Mar y San Vicente de la Barquera forma parte de la vía secundaria del Camino de Santiago que recorría la costa del Cantábrico.

El Cantábrico y Castro Urdiales

Había oído que en Cantabria el mar y la montaña se aliaban para crear paisajes increíbles a lo largo de sus más de 200 km de costa. Que sus pueblos marineros recogían buena parte de la belleza del norte de España. Castro Urdiales no hizo más que confirmarme que todas estas afirmaciones son ciertas.

La primera imagen que recibes de Castro ya merece los kilómetros recorridos. A orillas del mar, dominando la bahía y protegido por los Picos de Europa que presiden las verdes montañas de la Cordillera Cantábrica.

Puerto de Castro Urdiales. Cantabria

Bordeando el mar en Castro Urdiales. Cantabria

Un buen punto de partida para conocer Castro Urdiales es visitar su conjunto monumental, también conocido como Puebla Vieja, que fue declarado Conjunto Histórico Artístico en el año 1978. Su estampa más emblemática, la que aparece siempre en todas las fotografías, es el conjunto que forman la iglesia de Santa María de la Asunción, el castillo-faro que se encuentra junto a ella, el puente medieval y las ruinas de la iglesia románica de San Pedro.

Iglesia de Santa María de la Asunción y castillo-faro de Santa Ana. Castro Urdiales. Cantabria

La impresionante iglesia de Santa María de la Asunción, con trazas de catedral, es el mejor ejemplo del gótico clásico que encontraremos en todo el Cantábrico. Comenzó a edificarse a principios del siglo XIII, bajo el mandato del rey Alfonso VIII de Castilla que repobló y fortificó las villas de esta costa, y sus trabajos se prolongaron hasta el siglo XV. El castillo formaba parte, junto a esta iglesia, del entramado defensivo de la villa que se completaba con la desaparecida muralla. Se utilizó por primera vez como faro en 1.853.

Iglesia de Santa María de la Asunción. Castro Urdiales. Cantabria

Tras conocer lo más importante de su rico patrimonio, te recomiendo que deambules sin prisas por la calles del casco viejo para descubrir cómo Castro Urdiales sabe combinar el encanto de un pueblo pesquero con su pasado ilustre como uno de los destinos estivales preferidos de la burguesía cántabra y vizcaína. A tu paso por la antigua Flavióbriga romana, que sirvió de origen a esta villa medieval, encontrarás sus características casas con balconadas de madera, el Ayuntamiento e interesantes edificaciones de finales del siglo XIX y principios del XX como la Casa de los Chelines. En esta zona se congregan buena arte de los restaurantes, tascas y mesones así que, si quieres probar los exquisitos besugos o las famosas anchoas de Castro, ya sabes dónde acudir.

Casa de Los Chelines. Castro Urdiales. Cantabria Castro Urdiales. Cantabria

Paseando por Castro Urdiales. Cantabria

Este recorrido por Castro Urdiales quedaría incompleto si no mencionara el precioso litoral que lo envuelve entre abruptos acantilados y playas. Uno de los arenales más frecuentados por los castreños es la Playa de Brazomar que junto el Solarium de Don Luis forma una pequeña bahía. Ostende, por su parte, es una bonita playa artificial con forma de concha, situada en el extremo occidental de la ciudad, de aguas tranquilas, perfecta para ir con niños. Entre ambas playas, muy cerca del casco antiguo, en el barrio de los marineros, encontramos un capricho de la naturaleza, El Pedregal. Como su nombre indica, es una playa de piedras que se esconde entre los acantilados creando una piscina natural en la que puedes darte un baño mientras escuchas cómo el Cantábrico rompe con fuerza en las rocas. También te sugiero que te acerques a Oriñón. Está muy cerca de Castro Urdiales y tiene una inmensa playa rodeada de acantilados donde se dan cita muchos surfistas.

Solarium de Don Luis. Castro Urdiales. Cantabria

Playa de Ostende. Castro Urdales. Cantabria

Playa El Pedregal. Castro Urdiales. Cantabria

Una última recomendación. Si tienes tiempo, quizá te interese conocer el importante patrimonio minero que se extiende por la zona oriental del este municipio. Puedes hacerlo a través de las Vías Verdes de Castro Urdiales, cinco itinerarios culturales que recorren los antiguos trazados del ferrocarril y las vías mineras.

Nota: El azar quiso que visitase Castro un 26 de junio coincidiendo con la Semana Grande y la fiesta de San Pelayo, patrón de la ciudad. De ahí los adornos marineros que verás en algunas de las fotografías. Aún recuerdo el sabor de la ventresca de atún y de las sardinas que comí en una de las casetas situadas junto a la Cofradía de Pescadores.

Cesenatico Camping-Village*** (Cesenatico. Italia)

Cesenatico Camping-Village*** (Cesenatico. Italia)

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No puedo cerrar el capítulo del blog tour internacional #cesenaticobellavita sin la consiguiente reseña del que fue nuestro hogar por unas horas: el Cesenatico Camping-Village. Como ya sabes, deberíamos haber pasado dos noches alojados allí pero el retraso del vuelo de ida hizo que nuestra experiencia campista quedase reducida a poco más de una jornada. Aun así, saqué tiempo de donde literalmente no había para hacer algunas fotografías y reunir mis impresiones sobre este camping.

 

El porqué de la Camping People

La historia de la Camping People empezó con la llegada de un e-mail. Era de la organización y en él había un documento adjunto con la lista de todos los blogueros participantes y el hotel en el que nos alojaríamos cada uno. La idea del Consorcio Cesenatico Bellavita era distribuirnos de forma individual en los 30 establecimientos que lo conforman, para dar así una visión lo más amplia posible de la oferta de alojamientos que tiene Cesenatico. Pues bien, las tres primeras filas del excel parecían un podium de Moto3. Liderazgo español absoluto. Sara, Alberto y yo. Éramos los únicos que íbamos a alojarnos en un camping y, además, juntos. Esta «singularidad» hizo que cuando por fin llegamos a Cesenatico, un día después de lo previsto, nos encontráramos con toda la comunidad bloguera que nos acompañaba en este viaje súper intrigada por saber quién era la Camping People. La primera vez que oímos nuestro apodo nos hizo muchísima gracia, decidimos adoptarlo como propio y el resto ya es historia.

Anécdotas viajeras al margen, vamos con la review de este camping.

Recepción del Cesenatico Camping-Village. Cesenatico Desmontando el Cesenatico Camping-Village

El Cesenatico Camping-Village es un tres estrellas situado a 1.5 km de Cesenatico que permanece abierto todo el año. Sus dos playas son un buen ejemplo del paisaje del sur de la costa adriática de Emilia-Romagna: aguas turquesas, arena fina, clima templado y largos arenales flanqueados por extensos pinares. Fue una lástima no poder disfrutarlas por lo apretado del programa y porque la climatología no acompañó demasiado -nos llovió durante buena parte del viaje.

Además hay que tener en cuenta que lo visitamos a finales de mayo y estaba a medio gas por lo que pudimos disfrutar de una tranquila estancia fuera de temporada. Aún así, fue fácil imaginar su bulliciosa y animada estampa en pleno mes de agosto, con cientos de turistas repartidos entre sus 940 parcelas, 24 bungalows de madera, 150 mobile homes y 24 cottages. ¿Enorme? Sí. 225.000 m2.

Cesenatico Camping-Village. Cesenatico Camping-Village. Cesenatico Cesenatico Camping-Village. Cesenatico

Nosotros nos alojamos en un confortable Riviera Cottage. Sus 30 m2 estaban distribuidos en una sala de estar con sofá-cama doble, cocina equipada, baño con cabina de ducha y lavabo, WC separado, 1 habitación con cama de matrimonio y 1 habitación con dos camas individuales. Todo impoluto. Lo que más me gustó fue su gran terraza cubierta. Lo que menos: las camas individuales eran bastante pequeñas y la conexión wi-fi gratuita no funcionaba nada bien.

Riviera Cottage. Cesenatico Camping-Village Nuestro Riviera Cottage en el Cesenatico Camping-Village. Cesenatico La cocina del cottage. Cesenatico Camping-Village. Cesenatico El salón de nuestro Riviera Cottage. Cesenatico Camping-Village Otra imagen de nuestro Riviera Cottage. Cesenatico Camping-Village Habitación doble del Riviera Cottage. Cesenatico Camping-Village. Exterior de nuestro Riviera Cottage en el Cesenatico Camping-Village

Otro punto fuerte a destacar es la amabilidad del personal que tratamos. No tanto en la recepción -se les notaba un poco molestos con nuestra tardía llegada- pero sí en el restaurante. Como no sabíamos a qué hora volveríamos para comer, les pregunté si sería posible llevarnos nuestro menú al cottage fuera del horario de servicio de comidas. No hubo ningún problema. Nos prepararon una bandeja con los platos y bebidas y comimos tranquilamente en nuestra estupenda terraza al aire libre.

Comiendo en el Cesenatico Camping-Village. Cesenatico

Otros detalles que sí importan

Accesibilidad: En el Cesenatico Camping-Village la accesibilidad forma parte del concepto bella vita. Las calles principales están asfaltadas y todas las zonas comunes están adaptadas. No hay barreras ni obstáculos que dificulten la movilidad por el camping. Cuenta con cabañas para personas con movilidad reducida.

Si no quieres ir andando, puedes usar el tren del Cesenatico Camping-Village

Tren lanzadera: Desde principios de junio hasta finales de agosto, un tren lanzadera gratuito conecta el camping con las playas y con el centro de Cesenatico. Además, si te gusta ir en bici, puedes alquilar una.

Pet-friendly Village: Se permiten perros pequeños y otros animales domésticos. Eso sí, deben ir siempre con correa y no pueden acceder a la playa. Kiba tuvo su propio kit de bienvenida: un juguete, un recipiente para beber y un porta bolsas.

MI CALIFICACIÓN

Ubicación: 7

Alojamiento en el Cottage Riviera: 7

Limpieza: 9

Servicios e instalaciones: 7

Relación calidad/precio: 7

FICHA DEL CESENATICO CAMPING-VILLAGE

Dirección: Via Mazzini, 182 – 47042 Cesenatico (FC). Italia

Coordenadas GPS: N 44º 12′ 53»   E 12°22′ 44»

Teléfono: (+39) 0547 81344

Web: Cesenatico Camping-Village  e-mail: info@campingcesenatico.it

Categoría: 3 estrellas.

Distancia al centro de Cesenatico: 1.5 km

Distancia a Bolonia: 108 km

Distancia a Rimini: 25 km

Servicios: Acceso directo a la playa. Wi-fi gratuito. Ambulatorio y médico de junio a septiembre. Área deportiva y recreativa (3 piscinas -abiertas desde finales de mayo a principios de septiembre-, 2 jacuzzis, campo de fútbol, cancha de voleibol, pista de tenis, petanca, parque infantil, sala de juegos). Animación. Tienda. Autoservicio de lavandería. Centro Wellness. Peluquería durante el verano. Alquiler de bicicletas. Restaurante-pizzería. Bar. Depósito de seguridad. Servicio de tren lanzadera. Programas de entretenimiento.

 

 

Un recorrido por la costa asturiana (II)

Un recorrido por la costa asturiana (II)

Despierta un nuevo día en la Casa Vieja del Sastre y lo primero que hacemos es mirar por la ventana de nuestra habitación. El sol lucha por hacerse un hueco entre la maraña de nubes que cubre el horizonte. ¿Lloverá? Una ducha rápida, bajamos a desayunar y nos ponemos en marcha. Tenemos solo un día para recorrer la costa oriental y para acabar de completar nuestro particular puzzle de paisajes, pueblos y sabores por tierras asturianas.

Un recorrido por la costa asturiana: Llanes

Ya en la carretera ponemos rumbo a Llanes, nuestro primer destino. Una vez allí logramos aparcar sin problemas en los alrededores de la playa del Sablón e iniciamos la subida al Paseo de San Pedro para contemplar esta villa monumental y marinera desde lo alto. La imagen que discurre a nuestros pies es increíble. Por un lado, Llanes y la Sierra del Cuera, antesala de los Picos de Europa. Por el otro, el Cantábrico. Y en medio, una senda verde de césped que bordea los acantilados sobre el mar. Un escenario de película… Al final de este paseo está el Mirador de San Pedro que nos regala una bonita panorámica de los coloridos bloques de hormigón que protegen el muelle pesquero de Llanes. Son Los Cubos de la Memoria de Agustín Ibarrola.

Llanes desde el Paseo de San Pedro

Los Cubos de la Memoria, Llanes. Asturias

A pesar de los incendios que sufrió en la edad media y del derribo de parte de su muralla, en el casco antiguo de Llanes, declarado conjunto histórico-artístico, aún se respira el legado de su ilustre pasado. La historia de Llanes se materializa en rincones como la Plaza de Santa Ana, con el austero Palacio de Castañaga, en las casonas de indianos de la calle Concepción, en el Casino o en la Basílica de Santa María, uno de los principales hitos del Camino de Santiago a su paso por este concejo. Si vas en busca de la oficina de turismo, te llevarás una grata sorpresa. Está ubicada en el interior del torreón de defensa que forma parte de la antigua muralla medieval de la villa.

Palacio de Gastañaga, Llanes. Asturias

Casino y Ayuntamiento de Llanes. Asturias

Sidrería El Almacén, Llanes. Asturias

En nuestro caso la sorpresa fue doble porque resultó que justo al lado está la Sidrería El Almacén. Una sidrería típica asturiana a la que llegamos, una vez más, siguiendo los consejos de TripAdvisor. Queríamos tapear algo y, sobre todo, tomarnos una sidra en condiciones. Fue una buena elección. Las raciones que pedimos (ensalada, chorizo a la sidra, revuelto de setas y parrochas) estaban muy buenas y la sidra que nos ofrecieron para acompañarlas -del lagar de Viuda de Palacio-, con alma y cuerpu, como debe ser. Lo mejor de todo, sin duda, fue comprobar la maestría de los camareros que nos escanciaban la sidra sin mirar ni la botella ni el vaso. ¡Qué cracks!

Tomando sidra en Llanes, Asturias

Parrochas de la Sidrería El Almacén, Llanes

Después de comer -y para bajar un poco la sidra, todo hay que decirlo-, decidimos acercarnos a la cara más marinera de Llanes así que atravesamos el Puente de las Barqueras en dirección al paseo de San Antón. Este pequeña ruta es muy interesante porque te permite tener una visión global de la ría de Llanes, con el puerto deportivo y el pesquero, y una perspectiva distinta de Los Cubos de la Memoria. Al final de este paseo está el Faro Punta de San Antón y muy cerquita otra de las playas urbanas de Llanes: Puertu Chicu.

Puerto deportivo de Llanes. Asturias

Hablando de su litoral, he olvidado mencionar que el concejo de Llanes tiene más de 30 playas, repartidas a lo largo de sus 56 kilómetros de costa. Muchos de estos escenarios naturales han servido de platós para el rodaje de películas como Remando al viento y You’re the one (playa de Borizu), El Abuelo y El detective y la muerte (playa de Toró), Marianela (acantilados de Buelna), Historia de un beso y El Portero (playa de Barru) o El Orfanato (senda costera de Poo). Si no quieres perderte ninguna de estas localizaciones, puedes seguir los itinerarios cinematográficos que el ayuntamiento ha diseñado dentro del proyecto Llanes de cine. Tienes toda la información aquí.

Un recorrido por la costa asturiana: Ribadesella, Lastres y Tazones

De nuevo en la carretera pusimos rumbo a Ribadesella, a 31 kilómetros de Llanes. Lo que más nos gustó es la entrada al pueblo ya que vas bordeando el río Sella hasta su desembocadura. Además, nos apetecía ver en directo -y no por la tele como cada año- el escenario donde se realiza el Descenso Internacional del Sella. Si, como nosotros, no dispones de mucho tiempo, quédate con estas sugerencias: los palacetes indianos de la playa Santa Marina, las vistas panorámicas desde la Ermita de Guía y el paseo de la Grúa, en el que el gran Mingote dejó plasmada la historia del puerto de Ribadesella en seis murales de cerámica. Nota mental para la próxima escapada: visitar la Cueva de Tito Bustillo, uno de los grandes santuarios del arte paleolítico de Europa.

Ribadesella, Asturias

Después del paseo por Ribadesella nos acercamos a Lastres, un pequeño pueblo marinero que muchos ubicaron en el mapa gracias a la serie Doctor Mateo. Pertenece al concejo de Colunga y buena parte de su encanto, al igual que en Cudillero, reside en su emplazamiento: un caserío blanco de calles estrechas y empinadas que se desliza por la ladera de la montaña hasta llegar al mar. Dejar el coche no es tarea fácil, así que ármate de paciencia. Nosotros conseguimos aparcarlo en las inmediaciones del puerto por lo que nos tocó subir para disfrutar del centro de la villa  hasta que las piernas dijeron basta (todo el día dando brincos acaba pasando factura). De vuelta al puerto, nos tomamos un café en la terraza del restaurante La Rula y nos relajamos un buen rato viendo pescar a las gentes del lugar.

Lastres desde el puerto. Asturias

Pescador en Lastres, Asturias

Para despedirnos de Asturias (no un adiós definitivo sino un rotundo hasta la próxima), escogimos Tazones, un encantador pueblecito de la costa del concejo de Villaviciosa en el que mar y montaña se dan la mano. Sus sencillas casas blancas de arquitectura tradicional con coloridas ventanas y balcones de madera, sus calles empedradas, su arteria principal llena de restaurantes que huelen a pescado y marisco fresco, el pequeño puerto, la lonja… Puede sonar a topicazo, sí, pero, sinceramente, puso el broche de oro a nuestra ruta por el litoral asturiano.

Tazones, Asturias.

Rincón de Tazones, Asturias

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Un recorrido por la costa asturiana (I)

Un recorrido por la costa asturiana (I)

Por fin he podido cumplir uno de los objetivos viajeros que tenía pendientes en mi agenda desde hace tiempo: recorrer la costa asturiana. Una parte al menos porque aunque explotamos nuestro tiempo al máximo, soy consciente de lo mucho que nos dejamos por el camino. ¿Qué he traído en mi maleta de vuelta? Un pedacito de Asturias condensado en un puñado de pueblos marineros, la fuerza del Cantábrico, el increíble verdor de su paisaje, el calor y la cercanía de sus gentes y la firme decisión de que quiero volver. Esta es la crónica de mi escapada a tierra astur.

Puerto de Cudillero. Asturas

Como ya comenté en mi anterior entrada, montamos nuestra base de operaciones en Soto de Luiña, una pequeña parroquia situada a solo del 10 km de nuestro primer destino: Cudillero.

La primera impresión que nos transmitió Cudillero fue la de un pueblo marinero de postal. Un lienzo natural que la mano del hombre ha ido moldeando entre las montañas que lo abrazan dando forma a uno de los pueblos más bonitos de la costa asturiana. Mi consejo es que lo recorras con calma para no perderte ninguno de sus rincones: callejea sin rumbo, pasea por el muelle viejo hasta el faro, siéntate a tomar algo en alguna de las terrazas de la Plaza de la Marina y, sobre todo, sigue la estela de las barandillas azules para acceder a los diferentes miradores de la villa. Son escaleras de piedra muy empinadas, sí, pero el esfuerzo trae como recompensa unas vistas de Cudillero sencillamente espectaculares.

Cudillero. Asturias

Plaza de la Marina, Cudillero

En la subida a uno de estos miradores, el de Cimadevilla, me encontré con un marinero ya jubilado que se sorprendió al verme llegar casi sin resuello. ¡Si esto lo subo y lo bajo yo veinte veces todos los días! No sé cuánto tiempo pasamos charlando con Cudillero a nuestros pies pero recuerdo con especial cariño este momento. Hablamos sobre la estrecha vinculación del pueblo y del mar, sobre el «pixueto» -un dialecto del asturiano que solo se habla en Cudillero- y sobre la rabia que a este buen hombre le dan los turistas que «hacen la foto típica y salen corriendo sin ver nada más».

Panorámica de Cudillero desde el mirador de Cimadevilla.

Rincón de Cudillero, Asturias.  Marineros en tierra

Tras pasar toda la mañana en el que en su día fue el puerto más importante de Asturias, pusimos rumbo a Luarca. La entrada en la capital del concejo de Valdés fue un poco caótica. Nuestro GPS perdió el norte y nos tuvo dando vueltas hasta que decidimos apagar su voz metálica y buscar un parking como se ha hecho toda la vida: siguiendo los cartelitos. Al final conseguimos aparcar al lado de la playa. Se imponía un momento de relax frente al Cantábrico.

El Cantábrico en Luarca. Asturias

Con los ánimos más relajados empezamos a visitar la Villa Blanca de la Costa Verde. Lo primero que hicimos fue perdernos por los alrededores del puerto, recorriendo barrios de marcado carácter marinero como el Cambaral o la Pescadería, con sus estrechas callejuelas y casas blancas. En esta zona está uno de los siete puentes de Luarca que cruzan el río Negro: el Puente del Beso. Como ya habrás imaginado, detrás de su nombre hay una leyenda. La del amor imposible entre el temido pirata Cambaral y la hija del noble luarqués que logró capturarlo.

Puente del Beso, Luarca. Asturias.

  El río Negro a su paso por Luarca. Asturias

Cuando nos dimos cuenta ya eran las dos y media y estábamos sin comer así que nos dirigimos al centro, hacia la Luarca más burguesa, para comprobar si la fabada asturiana del restaurante Brasas era tan buena como la pintan en la Red. Lo es. Te dejan la sopera en la mesa y el compango que acompaña a las fabes además de generoso está buenísimo: morcilla, chorizo, tocino, lacón… Lo mejor de todo, forma parte de su menú de 10 euros así que, si tienes buen saque, puedes seguir disfrutando con los segundos y los postres. Yo solo fui capaz de probar un poco de mis escalopines al cabrales.

Fabada asturiana. Rte. Brasas. Luarca

Con el café y mapa en mano discutimos qué veríamos a continuación. Las casas de indianos del barrio de Villar, el mirador del Chano, el cementerio blanco cuya silueta nos llamó la atención nada más bajar del coche… Como suele pasar siempre que viajas, demasiadas opciones y poco tiempo. Al final optamos por despedirnos de Luarca desde su campo santo. Como ya nos había apuntado nuestra camarera, es un lugar increíble. Está prácticamente colgado sobre el mar y solo el rumor del Cantábrico se atreve a perturbar la calma que allí se respira.

Nuestro siguiente alto en el camino nos llevó hasta Puerto de Vega, un pintoresco pueblecito del concejo de Navia en el que el tiempo parece haberse detenido. Si te dejas caer por aquí, no olvides estos imprescindibles: la lonja, el mirador de la Riva -que nos recuerda su pasado como puerto ballenero-, la Iglesia de Santa Marina, la centenaria Plaza de Cupido y la Ermita de la Virgen de la Atalaya.

Puerto de Vega, Asturias.

  Estampa marinera en Puerto de Vega, Asturias.

¿Con qué imagen me quedo de este día que pasamos recorriendo la costa occidental asturiana? Me lo pones muy difícil pero seguramente escogería el Cabo Vidio, nuestra última parada en el camino de vuelta a Soto de Luiña.

El Cabo Vidio es el saliente más septentrional del concejo de Cudillero. Nosotros llegamos atravesando el pueblo de Oviñana. Una vez allí te encuentras un paisaje difícil de olvidar. No solo por sus impresionantes acantilados de casi 100 metros de altura. Con la mirada puedes recorrer el litoral occidental asturiano desde el cabo Busto hasta el cabo Peñas e incluso, según cuentan, en días despejados se ve hasta la coruñesa Estaca de Bares. Las vistas más espectaculares están detrás del faro. Eso sí, no es una senda muy recomendable si tienes vértigo porque el camino es bastante estrecho y no hay barandillas. Si te animas, podrás ver el islote del Horrión del Cabo con sus colonias de gaviotas y cormoranes.

Cabo Vidio, Asturias.

  Horrión del Cabo, Cabo Vidio. Asturias

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