Guía práctica y consejos para viajar a Túnez

Guía práctica y consejos para viajar a Túnez

Tras mi viaje a tierras tunecinas, he elaborado esta guía práctica de Túnez que espero te ayude y anime a viajar al país más pequeño del Magreb. ¿Por qué viajar a Túnez? Porque en apenas dos horas de vuelo desde Madrid y hora y media desde Barcelona, podemos conocer un país fascinante, uno de los más avanzados del mundo islámico, que cuenta con grandes contrastes naturales que van desde el desierto a los oasis, pasando por un litoral de más de 1300 km de costa, con playas de arena fina bañadas por el Mediterráneo. Por la hospitalidad y amabilidad del pueblo tunecino, siempre dispuesto a conversar y compartir su modo de vida. Por su legado cultural, fruto de la huella que fenicios, cartagineses, romanos, bizantinos y árabes dejaron en esta tierra. Por su gastronomía, su artesanía… La lista podría ser interminable.

Hammamet. Tunez

Guía práctica y consejos para viajar a Túnez: situación

Túnez está situado en el norte de África, en la región del Magreb. Limita al norte y al este con el Mar Mediterráneo, al sureste y sur con Libia y al oeste con Argelia. Nombre oficial: República de Túnez. Superficie: 164.150 km2.

Requisitos de entrada y vacunas para viajar a Túnez

Para entrar en Túnez los ciudadanos de la Unión Europea solo necesitan tener el pasaporte en vigor con una validez de al menos tres meses desde la fecha de llegada. No es necesario visado.

Aunque la normativa sanitaria de Túnez no exige ninguna vacuna, te aconsejo que estés al día de las vacunas universales (tétanos, difteria, tifus y hepatitis A+B). Para más información sobre salud y vacunas, te sugiero que visites la web del Ministerio de Sanidad.  Y, por supuesto, tómate tu tiempo para preparar un botiquín básico de viaje en el que no deberían faltar analgésicos, antihistamínicos, laxantes, antidiarréicos, Omeprazol, Almax, protector solar, repelente de mosquitos, termómetro y materiales de cura. Ya en Túnez, recuerda beber siempre agua embotellada (los cubitos de hielo también cuentan), comer la carne muy hecha y lavar y pelar la fruta. ¡Un viajero prevenido vale por dos!

Volar a Túnez

Tunisair es la compañía estatal tunecina. Tiene vuelos directos desde Barcelona (1h30) y Madrid (2h.) Los vuelos desde Barcelona salen desde el Aeropuerto del Prat (Terminal 1) y los de Madrid desde el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas (Terminal 1).  Su filial, Tunisair Express, se encarga de los vuelos internos entre los aeropuertos de Túnez-Cartago, Monastir, Djerba-Zarzis, Tozeur, Tabarka, Gafsa-Ksar y Sfax.

La mayoría de las compañías aéreas europeas también vuelan a Túnez pero con escalas.

Guía práctica para viajar a Túnez: cuándo viajar a Túnez y qué ropa llevar

La mejor época del año para visitar Túnez es entre los meses de marzo y septiembre. Eso sí, ten en cuenta que en verano, aunque el tiempo en la costa es magnífico, en el interior y en el sur el calor puede ser insoportable. Si vas a hacer un viaje por todo el país, te sugiero que lo hagas en primavera u otoño. La época de lluvias abarca de diciembre a febrero, mejor evitarla.

Oasis de Chebika. Tunez

Obviamente, la ropa a llevar depende del momento de tu viaje. En cualquier caso, no olvides las gafas de sol, el protector solar, un chubasquero o paraguas, calzado cómodo y algo de abrigo (las noches en el desierto son muy frías). Otro imprescindible es llevar algún pañuelo o pareo. No solo te servirá para cubrirte los hombros y las piernas en las mezquitas y en otros lugares de culto que así lo requieran, también te protegerá del viento del desierto.

¿Es seguro viajar a Túnez?

¿Viajar a Túnez es peligroso? Esa es la pregunta que probablemente te estés haciendo ahora. Por mi experiencia, la respuesta es no. Sin contar los días del circuito en los que íbamos siempre con un guía, cuando nos movimos por libre no tuvimos ningún tipo de problema. Eso sí, en Túnez, como en cualquier otro país, hay carteristas así que nada de mochilas ni bolsos a la espalda en lugares concurridos y el monedero siempre en el bolsillo delantero del pantalón.

De todos modos, antes de realizar un viaje al extranjero, sea cual sea el destino, te recomiendo que dejes tus datos en el registro de viajeros informático del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación para que puedan localizarte y asistirte en caso de emergencia.

Embajada de España en Túnez: 24, Av. Dr. Ernest Conseil, Cité Jardin. Túnez capital.

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Transporte: Cómo desplazarte por Túnez

Si no quieres contratar un viaje organizado, con la buena infraestructura de transportes que tiene Túnez podrás recorrer el país por libre sin ningún problema. De hecho, cuando volvamos así lo haremos.

Autocar: Hay una importante red de autocares que cubren las principales ciudades y pueblos de Túnez. Es el medio de transporte más económico. Los autobuses nacionales de la empresa SNTRI tienen aire acondicionado y conectan con la mayoría de poblaciones del país.

Tren: La red de trenes cuenta con más de 2.000 km de vías férreas que comunican toda la zona norte del país. Son un poco más caros que el autocar. Tienes toda la información aquí.

Sousse

Louage: Para trayectos no muy largos el transporte ideal es el louage. Encontrarás estas furgonetas o minibuses por todo el país. Es la forma más rápida para moverte por Túnez. La única pega es que no tienen un horario fijo ya que parten cuando están llenos.

Taxi: Los taxis en Túnez son baratos, perfectos para distancias cortas. Son de color amarillo, llevan taxímetro y no pueden salir de la periferia de las ciudades. Los taxis grandes, tipo furgoneta, sí pueden realizar trayectos entre poblaciones. Nosotros los utilizamos para ir a Hammamet y Nabeul,  fijando el precio de antemano según nos habían aconsejado en el hotel. Un ejemplo: de Yasmine Hammamet a Hammamet 6 dinares, unos 3€, por un trayecto de cinco kilómetros.

Moneda y tarjetas de crédito en Túnez

La moneda nacional es el dinar tunecino (TND) que se divide en 1000 millimes y que equivale a unos 0,50€ aproximadamente. Como esta moneda no cotiza en España, hay que viajar con euros y cambiar el dinero en los bancos, hoteles u oficinas de cambio de Túnez. No olvides conservar el resguardo del cambio para poder cambiar los dinares que te sobren a euros antes de salir del país. En este conversor de divisas puedes ver cómo está el de cambio de moneda.

Las tarjetas de crédito internacionales más habituales (Visa, MasterCard, y American Express) se aceptan en los hoteles, restaurantes y en la mayoría de los grandes comercios.

Billete de 10 dinares y monedas tunecinas. Guia Tunez

Idioma en Túnez

El idioma oficial es el árabe, aunque la mayoría de la gente habla francés ya que Túnez fue una colonia francesa desde 1881 hasta 1956, fecha en la que se independizó. En las zonas más turísticas también hablan español, italiano, inglés y alemán. Si quieres sorprender a un tunecino, aprende algunas palabras y lánzate a usarlas.

    • Hola: Asslema
    • Adiós: Besslema
    • Sí: Naam
    • No: Lá
    • No, gracias: Lá, shukran
    • Por favor: Min fadlak
    • Gracias: Shukran
    • ¿Cómo se llama usted?: Ma Ismok?
    • Me llamo…: Ismi…
    • ¿Cuánto cuesta?: Kadesh?
    • Es muy caro: Ghalia katheer
    • Foto: Sura
    • ¿Puedo hacerle una foto?: Mumkin sura?

Electricidad en Túnez

El voltaje en Túnez es de 220 voltios. Los enchufes son del tipo C y E.

Religión en Túnez

La religión oficial de Túnez es el Islam que practica el 98% de la población. La Constitución de 1959 garantiza la libertad de fe religiosa y de culto, dando prueba del carácter tolerante y progresista de los musulmanes tunecinos, a diferencia de otros países del mundo islámico en los que reina la intolerancia y el fanatismo.

Kairouan, la primera ciudad musulmana del Magreb, es la cuarta ciudad santa del Islam, después de La Meca, Medina y Jerusalén. Esta considerada la capital espiritual del país.

Gran Mezquita de Kairouan. Tunez

Compras en Túnez

Una vez que te has familiarizado con la técnica del regateo, comprar en Túnez puede convertirse en una locura irrefrenable dada la variedad de objetos artesanales que encontrarás en los zocos. A modo de resumen, aquí van unas pistas:

    • Cerámica en Nabeul
    • Artículos de cuero en Monastir y Sousse
    • Alfombras y tapices en Kairouán
    • Joyas de plata y oro en Túnez capital, Sfax y Djerba
    • Dátiles en Tozeur
    • Narguiles o shishas en Túnez capital
    • Rosas del desierto en la zona sur
    • Exóticas jaulas para pájaros en Sidi Bou Saïd (se cuelgan en las casas, con la puerta abierta como signo de prosperidad)
    • Perfumes y esencias
    • Objetos tallados en madera de olivo
    • Bandejas, vasijas y teteras de cobre o latón
    • Especias

Como ya comenté en mi primera entrada sobre Túnez, si no te apetece regatear, acude a las tiendas de precio fijo de la Oficina Nacional de Artesanía de Túnez.

Souvenirs de Tunez

Telefonía en Internet en Túnez

Aunque las principales compañías de telefonía móvil tienen cobertura en Túnez, te recomiendo que consultes el servicio de roaming con tu operadora para confirmarlo y, sobre todo, para informarte de las tarifas. Si no quieres utilizar el móvil, en cualquier ciudad encontrarás locutorios con cabinas que funcionan con monedas (taxiphones). Nunca llames ni te conectes a Internet desde el hotel porque es muy caro. En el norte del país hay buena cobertura 3G y empiezan a proliferar los cibercafés.

Alojamiento en Túnez

La oferta de alojamiento en Túnez es muy variada en todas las zonas turísticas del país. Hay opciones para todos los gustos y bolsillos. Desde hoteles de primera categoría a alojamientos más modestos -normalmente situados en la medina o cerca de las estaciones de tren y autobuses-, pasando por albergues juveniles y algún que otro camping.

Nosotros nos alojamos en el hotel Vincci Taj Sultan, un cinco estrellas situado en la zona de Yasmine Hammamet. Lo mejor: su situación frente a la playa. Lo peor: el buffet era demasiado internacional para nuestro gusto, con pocos platos locales. De todos modos, fue con mucha diferencia el mejor hotel en el que estuvimos porque los del circuito por la zona sur del país son muy exóticos por fuera pero las habitaciones son más bien tipo albergue.

Playa del hotel Vincci Taj Sultan. Yasmine Hammamet

Viajar a Túnez: gastronomía

Un festival de olores, colores y sabores. Así es la gastronomía tunecina. Si quieres disfrutar plenamente de ella, huye de los restaurantes que estén llenos de turistas y busca aquellos cuya parroquia sean gentes del lugar. Siempre acertarás.

Para empezar, a modo de entrantes, te sugiero la ensalada mechouia elaborada con tomates y pimientos asados, unos bricks (una especie de crêpe muy fina rellena de huevo, queso y carne o atún) o unos dedos de Fátima (rollitos de pasta brick con diferentes tipos de carne y verdura). Como plato principal, no dejes de probar todas las variedades de cuscús, los deliciosos tajines -pasteles de carne y verdura cocidos al horno con huevo y queso-, o un buen pescado a la brasa. Otro de los platos tradicionales de Túnez es el mechoui (cordero asado). Si te gusta el picante, te encantará la harissa, una salsa hecha a base de pimientos rojos que se utiliza para condimentar muchos platos. Para terminar, nada mejor que unos dátiles o unos dulces elaborados con miel y frutos secos. Baklawa, makroud, samsa

Para acompañar la comida puedes tomar un vino tunecino (blanco, tinto o rosado) o una cerveza -la Celtia es la más popular. Si te animas, tras los postres, prueba el boukha, un  aguardiente de higos fermentados. Y en cualquier momento del día, un té a la menta, la bebida tradicional tunecina.

Más información: Turismo de Túnez

Espero que esta guía práctica para viajar a Túnez te haya resultado útil. Si tienes cualquier duda, no dudes en dejarme un comentario y trataré de ayudarte.

Túnez: 8 días / 7 noches (Segunda Parte)

Túnez: 8 días / 7 noches (Segunda Parte)

Nuestro quinto día en este seductor país del norte de África nos tocó madrugar para hacer las maletas. ¡Por fin íbamos a empezar el circuito por Túnez! Si te soy sincera, lo que más me apetecía era cumplir uno de mis sueños: posar mis pies en el Sáhara tunecino, rodeada de dunas, en silencio, esperando el atardecer… Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos paso a paso.

Circuito por Túnez segunda parte: El Jem, Matmata, Douz, el desierto, Chott El Jerid, Tozeur, Chebika, Tamerza, Kairouan y Sousse

Anfiteatro de El Jem

El recorrido rumbo al sur empezó con uno de los platos fuertes de este circuito por Túnez: el anfiteatro de El Jem. Declarado Patrimonio de la Humanidad, fue construido en el siglo III y está muy bien conservado. Tanto que no cuesta nada imaginar en las gradas a 35.000 espectadores vitoreando a los gladiadores que se enfrentaban a las fieras. Como nos dejaron bastante tiempo libre, lo vistamos de cabo a rabo. Primero subimos hasta el último nivel para admirar sus colosal envergadura -148 metros de largo y 124 de ancho- y ya de bajada, deambulamos entre sus magníficos arcos y muros de piedra hasta llegar a la arena. Te recomiendo que antes de bajar a los fosos y mazmorras, donde esperaban su turno animales y luchadores, te sitúes justo en el centro y gires sobre ti mismo. La imagen del cuarto anfiteatro romano más grande el mundo desde la arena es impactante.

Anfiteatro de El Jem. Túnez

Recorriendo el anfiteatro de El Jem. Túnez

Matmata

La siguiente parada, vía Sfax y Gabes, la hicimos en Matmata. En esta zona pre-sahariana, árida y seca, fue donde las tribus bereberes se refugiaron tras la invasión de los árabes que los consideraban musulmanes de segunda clase. De este modo, con el fin de protegerse de los invasores, empezaron a excavar cuevas en la roca que acabaron convirtiéndose en sus viviendas. Son las famosas casas trogloditas, auténticos pozos de entre 5 y 10 metros de profundidad, alrededor de los cuales se distribuyen las diferentes estancias de la casa. Hoy en día, las pocas casas habitadas que quedan son el objetivo de las agencias de viajes que llevan a centenares de turistas a visitarlas. Aunque la experiencia de adentrarte en una de ellas merece la pena porque es realmente curioso ver este tipo de viviendas, la visita acaba siendo, cómo decirlo, un poco artificial, con los bereberes repitiendo las mismas acciones cada vez que llega un nuevo autocar. No sé, tal vez fue impresión mía, pero la cara de la mujer que nos enseñó cómo molía el trigo me dio esa sensación. Una curiosidad: el poblado de Matmata empezó a conocerse cuando George Lucas decidió rodar en este paisaje casi lunar muchas escenas de La Guerra de las Galaxias.

Bereber en Matmata. Túnez

Casa troglodita en Matmata, Túnez.

Mujer moliendo trigo en una casa troglodita de Matmata. Túnez

A la hora del almuerzo nos llevaron al Hotel Sidi Driss de Matmata para degustar, y cito según el folleto, una «comida troglodita». Imagino que lo de troglodita se refería al hotel -una antigua vivienda troglodita llena de pasillos, grutas y patios interiores- porque lo que nos dieron de comer fue espaguetis con tomate. Ni que decir tiene que el cachondeo entre nuestro grupo fue monumental. Ni siquiera un poco de cuscús o cordero. No. Espaguetis y, encima, en plan mili.

Douz, la puerta del desierto

La turistada de la comida nos importó bien poco porque por fin había llegado la etapa del circuito por Túnez que más esperábamos: Douz, la puerta del desierto, el último oasis que da paso al Gran Erg Oriental del Sáhara. Erg significa mar de dunas en árabe y eso es exactamente lo que vimos nada más bajar del autocar. La inmensidad de un desierto dorado, sin palmeras y apenas vegetación.

La fina arena del Sáhara en Túnez

Nuestro paquete incluía un paseo en dromedario o en carro por las dunas. Yo rápidamente opté por el carro porque aún recuerdo el cabezazo que me dio un camello en el Parque Nacional de Timanfaya en Lanzarote. Así, al más puro estilo Cachuli y Pantoja, pero con mucho menos glamour que ya es decir -el carro se caía a trozos-, empezamos nuestra pequeña travesía por el desierto. Nos hicieron una foto montados en el carro, sí, pero esa me la guardo por decoro. El recorrido es una maravilla. Mires donde mires solo ves arena y cada duna da paso a un nuevo horizonte más hermoso si cabe. De la puesta de sol en el desierto solo puedo decir una cosa: increíble.

Mi foto preferida en el Gran Erg Oriental del Sáhara. Túnez

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Los guías de los dromedarios en el Sáhara tunecino. Túnez

Dunas, camellos y guías en el Gran Erg Oriental del Sáhara. Túnez

Puesta de sol en el Sáhara tunecino. Túnez

Esa noche nos alojamos en el hotel El Faouar de Douz. Es bonito por fuera pero las habitaciones son bastante austeras. Tampoco nos importó porque no pasamos muchas horas allí. Queríamos ver amanecer en el desierto, así que pusimos la alarma en el móvil, nos abrigamos cuanto pudimos y salimos del hotel rumbo a las dunas. Ver aparecer la luz del día, con el sol iluminando lentamente la arena, solos y en un silencio abrumador fue una experiencia única, de esas que se quedan grabadas en la memoria para siempre.

A la mañana siguiente, de nuevo madrugar y en ruta. Tras una breve parada en el pueblo de Debebcha para ver el curioso paisaje que forman sus rocas de arenisca, atravesamos el lago salado de Chott El Jerid rumbo a Tozeur.

Figuras arenosas de Debebcha. Túnez

Chott El Jerid

Chott El Jerid es el lago salado más grande del norte de África. Debido al clima extremo de la región, en invierno, durante la temporada de lluvias, algunas zonas se llenan de agua formando pequeñas lagunas que se evaporan con la llegada del verano dejando a la vista un paisaje infinito de sal y más sal. Dicen que en días de mucho calor es fácil ver espejismos pero nosotros, en febrero, no vimos ninguno. El recorrido en autocar por la carretera que atraviesa este desierto de sal en línea recta es tremendamente bello, mágico. Solo los puestos de venta de rosas del desierto que aparecen de vez en cuando te devuelven a la realidad.

Chott El Jerid. Túnez

El lago de sal de Chott El Jerid. Circuito por Tunez segunda parte

Rosas del desierto. Túnez

  • Aquí tienes una completa guía práctica de Túnez con toda la información y consejos que necesitas para preparar tu viaje: requisitos de entrada, transporte, moneda, idioma, etc.

Tozeur

Después de comer, nos dirigimos a Tozeur. Capital de la comarca del Jerid, Tozeur es el oasis más importante de Túnez y cuenta con un inmenso palmeral que parece no tener fin. De hecho, es prácticamente imposible saber la cantidad de palmeras que alberga en sus más de mil hectáreas. Nosotros recorrimos una parte de este vergel en calesa. Durante la visita nos enseñaron cómo fertilizan las palmeras -es sorprendente ver la facilidad con la que trepan y, además, descalzos-, fumamos una pipa de hoja de palmera -el sabor es muy fuerte, casi infumable- y probamos la famosa variedad de dátil conocida como deglet nour. Una auténtica delicia.

Calesa. Tozeur. Circuito por Túnez segunda parte

Palmeral de Tozeur. Túnez

Oasis de montaña de Chebika y Tamerza

De allí nos desplazamos en 4×4 hasta los oasis de montaña de Chebika y Tamerza. El de Chebika, que aparece de repente, tras pasar el viejo pueblo abandonado, es un capricho de la naturaleza. Desde lo alto del cañón apenas se distingue un mancha verde que nos indica su existencia pero, a medida que vas descendiendo por el sendero, el paisaje desértico da paso a pequeñas pozas y cascadas rodeadas de palmeras. El de Tamerza, por su parte, también tiene su encanto, sobre todo, cuando llegas a la Gran Cascada, un salto de agua de unos diez metros de altura que se encuentra en una estrecha garganta perdida en medio del desierto.

Oasis de Chebika. Túnez

Paisaje del oasis de Chebika. Túnez

Cascada del oasis de Chebika. Túnez

Gran cascada del oasis de Tamerza. Túnez

Tras la excursión por los oasis nos llevaron al Caravanserail Hotel, situado a las afueras del pueblo de Nefta. Estéticamente es un lugar muy bonito a modo de castillo pero, de nuevo, el exterior luce más que sus habitaciones. Nos dio tiempo a darnos un ducha rápida y poco más. Nos esperaba un espectáculo folclórico con cena típica. La verdad es que a pesar de ser otra turistada, ésta con mayúsculas, fue divertido. La comida resultó ser la mejor de todo el circuito, en el escenario uno grupo de músicos tocaba temas populares con flautas y tambores, vimos juegos de equilibrio y malabares, alguna que otra serpiente y hasta me hice un pequeño tatuaje de henna. Lo mejor, la conga bereber que nos marcamos entre las mesas. Después de todo, era nuestra última noche en Túnez.

Tatuaje de henna. Túnez

Kairouan y Sousse

El último día de nuestro circuito, de camino a Hammamet, pudimos visitar brevemente Kairouan y Sousse. Kairouan es la cuarta ciudad santa del Islam, después de La Meca, Medina y Jerusalén. La Gran Mezquita es el mayor de sus atractivos. Nosotros solo pudimos ver el exterior porque estaba cerrada. Una pena.

Gran Mezquita de Kairouan. Túnez

En Sousse tuvimos más tiempo para disfrutar de esta preciosa ciudad bañada por el Mediterráneo. Su medina, perfectamente conservada y rodeada por altas murallas, es una de las mejores del país. En su interior se encuentra la Gran Mezquita, los zocos que la atraviesan de un lado a otro, y el Ribat, una fortaleza del siglo VIII rematada por una torre de vigilancia. Te animo a que subas a esta atalaya para disfrutar de las magníficas vistas de la medina que desde allí se divisan.

Gran Mezquita de Sousse. Circuito por Tunez

Sousse desde el Ribat. Circuito por Tunez

Y hasta aquí la segunda parte de nuestro circuito por Túnez había acabado. El autocar nos dejó donde empezó todo, en hotel Vincci Taj Sultan de Yasmine Hammamet. A partir de aquí y como decía el folleto: «traslado al aeropuerto, vuelo y fin de nuestros servicios».

 

Túnez: 8 días / 7 noches (Primera Parte)

Túnez: 8 días / 7 noches (Primera Parte)

Más de una vez he contratado un paquete vacacional de esos que te lo dan todo hecho. No es el tipo de viajes que me gustan porque te llevan a golpe de pito, apenas tienes tiempo libre, los horarios son muy estrictos y ese largo etcétera de inconvenientes que todos conocemos. Pero cuando, de repente, te cae del cielo una semana con la que no contabas y no quieres complicarte la vida, la cosa cambia. Eso fue lo que nos pasó hace un par de años, así que nos fuimos a una agencia de viajes y, tras mucho mirar y comparar, decidimos que nuestro destino sería un circuito por Túnez. Un paquete de 8 días, tres de circuito y cuatro en la costa en el hotel Vincci Taj Sultan situado en Yasmine Hammamet. Perfecto. Primero veríamos lo más importante del país más pequeño del Magreb y luego a nuestro aire. Pues no. Ya en el aeropuerto, resultó que nuestra agencia había cambiado alegremente el orden del viaje y haríamos el circuito al final. A mi pareja le vino de perlas porque lo que realmente le apetecía era relajarse en la playa y poco más. Pero como yo soy un culo inquieto, me las ingenié para combinar su sed de mar con mis ganas de ver cuanto más mejor. La crónica de esos días en Túnez a continuación.

El primer día ya te lo puedes imaginar: vuelo, traslado al hotel y reunión con la representante de la agencia para darnos la bienvenida al país y ofrecernos si queríamos contratar alguna excursión adicional. Como Sidi Bou Saïd quedaba fuera de nuestro circuito y a mí me apetecía muchísimo conocerlo, nos apuntamos a una salida que incluía, además, la visita al Museo del Bardo y a Cartago.

Hotel Vincci Taj Sultan. Yasmine Hammamet. Circuito por Túnez

Circuito por Túnez: Hammamet, Nabeul, el Museo del Bardo, Cartago y Sidi Bou Saïd

El segundo día pasamos la mañana paseando por Yasmine Hammamet, un complejo vacacional lleno de hoteles como el nuestro en el que no hay mucho que hacer ni ver salvo disfrutar de sus playas de arena fina, bañadas por un Mediterráneo de color turquesa que no puedes dejar de mirar. Después de comer en el hotel, cogimos un taxi para ir a Hammamet que nos dejó justo a la entrada de las murallas de la medina. Como nos habían recomendado, fijamos el precio de antemano. Seis dinares, unos 3€, por un trayecto de cinco kilómetros.

Ya en la ciudad turística más importante de Túnez (su nombre procede de la palabra hamman que en árabe significa baño), lo primero que hicimos fue visitar el Fuerte de Hammamet. Lo mejor de esta fortaleza es, sin duda, sus murallas desde donde puedes ver toda la ciudad. En la torre más alta hay una pequeña cafetería turca.

Vista de Hammamet desde el Fuerte. Circuito por Túnez

Cafetería turca del Fuerte de Hammamet. Túnez

Hammamet desde la fortaleza. Circuito por Túnez

Cuando empezamos a recorrer la medina serían las cinco de la tarde y estaba prácticamente vacía a excepción de los vendedores de los pequeños zocos que íbamos encontrando por el camino. A pesar de no ser una medina muy grande, el paseo por sus pequeñas y estrechas calles blancas, rodeadas de altas murallas, estaba siendo muy agradable hasta que en una de esas callejuelas vi a una hermosa mujer apostada a la entrada de lo que parecía una pequeña tienda. La rana Gustavo que llevo dentro pensó «qué foto más estupenda, entramos en la tienda así me inicio en la técnica del regateo y después de comprar algo quizá sea más fácil que me deje fotografiarla». ¡Qué mala idea! La pequeña tienda resultó ser un laberinto enorme y claustrofóbico que parecía no tener fin. Estábamos solos, la mujer más que hablar parecía que gritaba y yo me iba poniendo cada vez más nerviosa. Tanto que en un momento dado, con la vendedora insistiendo en que compráramos algo y yo sin ver nada que llamará mi atención, me agobié como nunca. Yo solo quería salir de allí y respirar aire fresco así que cogí una figurita de un dromedario que olía fatal, regateamos lo mínimo y salimos pitando de la que en ese momento bauticé como «la tienda de los horrores». Sé que fue culpa mía porque la situación me sobrepasó pero salí de la medina de Hammamet pensando que en Túnez no iba a ser capaz de comprar ni un triste juego de té. A no ser, claro, que acudiera a las tiendas de precio fijo de la Oficina Nacional de Artesanía de Túnez.

Medina de Hammamet. Circuito por Túnez

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La tienda de los horrores. Medina de Hammamet. Circuito por Túnez

Al salir de la medina nos sentamos en la terraza del Café Sidi Bou Hadid, un local encantador situado al lado de las murallas del fuerte. Fue allí, con la vista perdida en el mar y esperando la puesta del sol, cuando me reconcilié con Hammamet y conmigo misma por el numerito de la tienda.

Café Sidi Bou Hdid. Hammamet. Circuito por Túnez

De regreso al hotel y después de cenar, el azar quiso que conociéramos a tres chicas simpatiquísimas con las que congeniamos enseguida. Cuando les conté mi fiasco como compradora novata en Túnez casi se mueren de la risa y con razón. Al día siguiente querían ir a Nabeul y nos invitaron a ir con ellas para que «me espabilara en el arte del regateo». Además, ya tenían el teléfono de un taxista que conducía una furgoneta de seis plazas así que podríamos ir todos juntos. Dicho y hecho. A las 12 de la mañana -ellas ya habían hecho el circuito y no tenían ganas de madrugar- nuestro taxi nos estaba esperando en la puerta del hotel.

No dejes de leer esta guía práctica de Túnez con toda la información y consejos que necesitas para preparar tu viaje: requisitos de entrada, transporte, moneda, idioma, etc.

Nabeul. Circuito por Túnez

Recuerdo ese día como el más divertido de todo el viaje. Llegamos enseguida porque Nabeul está a solo 10 km de Hammamet. Una vez allí, nos dedicamos a perdernos sin rumbo por las calles y pasajes de la medina. Nabeul está considerada la capital tunecina de la alfarería y muchas tiendas lucen en su fachada preciosos platos de cerámica de alegres colores. Cuando las vi entrar en acción me quedé impactada. Eran el ejemplo perfecto de cómo se debe encarar el regateo con un vendedor tunecino: con actitud positiva, sin prisa, teniendo muy claro cuánto se quiere pagar por el producto y, sobre todo, pensando que no deja de ser un juego, un divertido toma y daca que nos permite interactuar con la gente del país. Con la lección aprendida, por fin pude comprar mi ansiado juego de té, un bol de madera de olivo y varios frasquitos de khol, un polvo muy negro y fino que usan tanto mujeres como hombres como máscara de ojos para protegerlos del sol y las bacterias.

Callejeando por Nabeul. Túnez

Slow shopping en Nabeul. Circuito por Túnez

Después de la mañana de slow shopping, fuimos a comer a comer a un modesto restaurante. Pedimos cuscús, unos briks, tajines y cordero a la menta. Por la tarde, dimos un paseo por la playa que rematamos fumando una shisha en uno de los cafés del centro. Un día redondo, sin duda.

Preparando un shisha en Nabeul. Túnez

El cuarto día de nuestra estancia en Túnez hicimos la excursión que contratamos en el hotel para visitar el Museo del Bardo, Cartago y Sidi Bou Saïd. La pena es que el día amaneció encapotado y amenazando lluvia.

El Museo del Bardo, a unos seis kilómetros de la capital, es el más importante del país ya que contiene la mejor colección de mosaicos romanos del mundo. Recorrer cada una de las plantas y salones de este hermoso palacio es recorrer tesela a tesela la historia de Túnez: la época púnica, griega, cartaginesa, cristiana e islámica. La visita guiada merece mucho la pena aunque dura 2 horas y al final se acaba haciendo un poco larga.

Museo del Bardo. Túnez

Del Museo del Bardo nos llevaron a Cartago para visitar lo poco que queda de la antigua capital púnica. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el enclave más  importante en su día del Mediterráneo es hoy un conjunto de ruinas diseminadas. Los restos arqueológicos que se conservan en mejor estado son las Termas de Antonino de época romana. Al lado de las termas se encuentra el Palacio Presidencial de Túnez por lo que ni se te ocurra disparar tu cámara en esa dirección porque está absolutamente prohibido.

Termas de Antonino. Cartago. Circuito por Túnez

Detalle de las Termas de Antonino. Circuito por Túnez

Cuando llegamos a Sidi Bou Saïd ocurrió lo que me temía. Estaba lloviendo a cántaros, tanto que la mayoría de nuestro grupo corrió a refugiarse en el Café des Nattes, uno de los más típicos y bonitos del lugar. Por suerte, nuestra guía, muy profesional, dijo que ella iba a hacer el recorrido que tenía previsto y que quien quisiera la siguiera.

Así, bajo un paraguas y acompañados por un intenso olor a jazmín, fue como empezamos a ascender por las calles de Sidi Bou Saïd, confirmando a cada paso que todos los piropos que recibe son más que merecidos. Sus casas blancas inmaculadas, con las puertas y ventanas pintadas de azul y resguardadas por misteriosas celosías para mirar sin ser visto, sus intrincadas y empedradas callejuelas, las vistas al Mediterráneo… Arquitectura y paisaje se dan la mano para dar forma a Sidi Bou Saïd, un pueblo encantador que, en lo alto de un acantilado, dominando el golfo de Túnez, me enamoró bajo la lluvia.

Sidi Bou Saïd. Circuito por Túnez

Tienda en Sidi Bou Saïd. Túnez

Café des Nattes. Sidi Bou Saïd. Túnez
  • Sigue leyendo la segunda parte de este circuito por Túnez aquí.
Un recorrido por la costa asturiana (II)

Un recorrido por la costa asturiana (II)

Despierta un nuevo día en la Casa Vieja del Sastre y lo primero que hacemos es mirar por la ventana de nuestra habitación. El sol lucha por hacerse un hueco entre la maraña de nubes que cubre el horizonte. ¿Lloverá? Una ducha rápida, bajamos a desayunar y nos ponemos en marcha. Tenemos solo un día para recorrer la costa oriental y para acabar de completar nuestro particular puzzle de paisajes, pueblos y sabores por tierras asturianas.

Un recorrido por la costa asturiana: Llanes

Ya en la carretera ponemos rumbo a Llanes, nuestro primer destino. Una vez allí logramos aparcar sin problemas en los alrededores de la playa del Sablón e iniciamos la subida al Paseo de San Pedro para contemplar esta villa monumental y marinera desde lo alto. La imagen que discurre a nuestros pies es increíble. Por un lado, Llanes y la Sierra del Cuera, antesala de los Picos de Europa. Por el otro, el Cantábrico. Y en medio, una senda verde de césped que bordea los acantilados sobre el mar. Un escenario de película… Al final de este paseo está el Mirador de San Pedro que nos regala una bonita panorámica de los coloridos bloques de hormigón que protegen el muelle pesquero de Llanes. Son Los Cubos de la Memoria de Agustín Ibarrola.

Llanes desde el Paseo de San Pedro

Los Cubos de la Memoria, Llanes. Asturias

A pesar de los incendios que sufrió en la edad media y del derribo de parte de su muralla, en el casco antiguo de Llanes, declarado conjunto histórico-artístico, aún se respira el legado de su ilustre pasado. La historia de Llanes se materializa en rincones como la Plaza de Santa Ana, con el austero Palacio de Castañaga, en las casonas de indianos de la calle Concepción, en el Casino o en la Basílica de Santa María, uno de los principales hitos del Camino de Santiago a su paso por este concejo. Si vas en busca de la oficina de turismo, te llevarás una grata sorpresa. Está ubicada en el interior del torreón de defensa que forma parte de la antigua muralla medieval de la villa.

Palacio de Gastañaga, Llanes. Asturias

Casino y Ayuntamiento de Llanes. Asturias

Sidrería El Almacén, Llanes. Asturias

En nuestro caso la sorpresa fue doble porque resultó que justo al lado está la Sidrería El Almacén. Una sidrería típica asturiana a la que llegamos, una vez más, siguiendo los consejos de TripAdvisor. Queríamos tapear algo y, sobre todo, tomarnos una sidra en condiciones. Fue una buena elección. Las raciones que pedimos (ensalada, chorizo a la sidra, revuelto de setas y parrochas) estaban muy buenas y la sidra que nos ofrecieron para acompañarlas -del lagar de Viuda de Palacio-, con alma y cuerpu, como debe ser. Lo mejor de todo, sin duda, fue comprobar la maestría de los camareros que nos escanciaban la sidra sin mirar ni la botella ni el vaso. ¡Qué cracks!

Tomando sidra en Llanes, Asturias

Parrochas de la Sidrería El Almacén, Llanes

Después de comer -y para bajar un poco la sidra, todo hay que decirlo-, decidimos acercarnos a la cara más marinera de Llanes así que atravesamos el Puente de las Barqueras en dirección al paseo de San Antón. Este pequeña ruta es muy interesante porque te permite tener una visión global de la ría de Llanes, con el puerto deportivo y el pesquero, y una perspectiva distinta de Los Cubos de la Memoria. Al final de este paseo está el Faro Punta de San Antón y muy cerquita otra de las playas urbanas de Llanes: Puertu Chicu.

Puerto deportivo de Llanes. Asturias

Hablando de su litoral, he olvidado mencionar que el concejo de Llanes tiene más de 30 playas, repartidas a lo largo de sus 56 kilómetros de costa. Muchos de estos escenarios naturales han servido de platós para el rodaje de películas como Remando al viento y You’re the one (playa de Borizu), El Abuelo y El detective y la muerte (playa de Toró), Marianela (acantilados de Buelna), Historia de un beso y El Portero (playa de Barru) o El Orfanato (senda costera de Poo). Si no quieres perderte ninguna de estas localizaciones, puedes seguir los itinerarios cinematográficos que el ayuntamiento ha diseñado dentro del proyecto Llanes de cine. Tienes toda la información aquí.

Un recorrido por la costa asturiana: Ribadesella, Lastres y Tazones

De nuevo en la carretera pusimos rumbo a Ribadesella, a 31 kilómetros de Llanes. Lo que más nos gustó es la entrada al pueblo ya que vas bordeando el río Sella hasta su desembocadura. Además, nos apetecía ver en directo -y no por la tele como cada año- el escenario donde se realiza el Descenso Internacional del Sella. Si, como nosotros, no dispones de mucho tiempo, quédate con estas sugerencias: los palacetes indianos de la playa Santa Marina, las vistas panorámicas desde la Ermita de Guía y el paseo de la Grúa, en el que el gran Mingote dejó plasmada la historia del puerto de Ribadesella en seis murales de cerámica. Nota mental para la próxima escapada: visitar la Cueva de Tito Bustillo, uno de los grandes santuarios del arte paleolítico de Europa.

Ribadesella, Asturias

Después del paseo por Ribadesella nos acercamos a Lastres, un pequeño pueblo marinero que muchos ubicaron en el mapa gracias a la serie Doctor Mateo. Pertenece al concejo de Colunga y buena parte de su encanto, al igual que en Cudillero, reside en su emplazamiento: un caserío blanco de calles estrechas y empinadas que se desliza por la ladera de la montaña hasta llegar al mar. Dejar el coche no es tarea fácil, así que ármate de paciencia. Nosotros conseguimos aparcarlo en las inmediaciones del puerto por lo que nos tocó subir para disfrutar del centro de la villa  hasta que las piernas dijeron basta (todo el día dando brincos acaba pasando factura). De vuelta al puerto, nos tomamos un café en la terraza del restaurante La Rula y nos relajamos un buen rato viendo pescar a las gentes del lugar.

Lastres desde el puerto. Asturias

Pescador en Lastres, Asturias

Para despedirnos de Asturias (no un adiós definitivo sino un rotundo hasta la próxima), escogimos Tazones, un encantador pueblecito de la costa del concejo de Villaviciosa en el que mar y montaña se dan la mano. Sus sencillas casas blancas de arquitectura tradicional con coloridas ventanas y balcones de madera, sus calles empedradas, su arteria principal llena de restaurantes que huelen a pescado y marisco fresco, el pequeño puerto, la lonja… Puede sonar a topicazo, sí, pero, sinceramente, puso el broche de oro a nuestra ruta por el litoral asturiano.

Tazones, Asturias.

Rincón de Tazones, Asturias

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Un recorrido por la costa asturiana (I)

Un recorrido por la costa asturiana (I)

Por fin he podido cumplir uno de los objetivos viajeros que tenía pendientes en mi agenda desde hace tiempo: recorrer la costa asturiana. Una parte al menos porque aunque explotamos nuestro tiempo al máximo, soy consciente de lo mucho que nos dejamos por el camino. ¿Qué he traído en mi maleta de vuelta? Un pedacito de Asturias condensado en un puñado de pueblos marineros, la fuerza del Cantábrico, el increíble verdor de su paisaje, el calor y la cercanía de sus gentes y la firme decisión de que quiero volver. Esta es la crónica de mi escapada a tierra astur.

Puerto de Cudillero. Asturas

Como ya comenté en mi anterior entrada, montamos nuestra base de operaciones en Soto de Luiña, una pequeña parroquia situada a solo del 10 km de nuestro primer destino: Cudillero.

La primera impresión que nos transmitió Cudillero fue la de un pueblo marinero de postal. Un lienzo natural que la mano del hombre ha ido moldeando entre las montañas que lo abrazan dando forma a uno de los pueblos más bonitos de la costa asturiana. Mi consejo es que lo recorras con calma para no perderte ninguno de sus rincones: callejea sin rumbo, pasea por el muelle viejo hasta el faro, siéntate a tomar algo en alguna de las terrazas de la Plaza de la Marina y, sobre todo, sigue la estela de las barandillas azules para acceder a los diferentes miradores de la villa. Son escaleras de piedra muy empinadas, sí, pero el esfuerzo trae como recompensa unas vistas de Cudillero sencillamente espectaculares.

Cudillero. Asturias

Plaza de la Marina, Cudillero

En la subida a uno de estos miradores, el de Cimadevilla, me encontré con un marinero ya jubilado que se sorprendió al verme llegar casi sin resuello. ¡Si esto lo subo y lo bajo yo veinte veces todos los días! No sé cuánto tiempo pasamos charlando con Cudillero a nuestros pies pero recuerdo con especial cariño este momento. Hablamos sobre la estrecha vinculación del pueblo y del mar, sobre el «pixueto» -un dialecto del asturiano que solo se habla en Cudillero- y sobre la rabia que a este buen hombre le dan los turistas que «hacen la foto típica y salen corriendo sin ver nada más».

Panorámica de Cudillero desde el mirador de Cimadevilla.

Rincón de Cudillero, Asturias.  Marineros en tierra

Tras pasar toda la mañana en el que en su día fue el puerto más importante de Asturias, pusimos rumbo a Luarca. La entrada en la capital del concejo de Valdés fue un poco caótica. Nuestro GPS perdió el norte y nos tuvo dando vueltas hasta que decidimos apagar su voz metálica y buscar un parking como se ha hecho toda la vida: siguiendo los cartelitos. Al final conseguimos aparcar al lado de la playa. Se imponía un momento de relax frente al Cantábrico.

El Cantábrico en Luarca. Asturias

Con los ánimos más relajados empezamos a visitar la Villa Blanca de la Costa Verde. Lo primero que hicimos fue perdernos por los alrededores del puerto, recorriendo barrios de marcado carácter marinero como el Cambaral o la Pescadería, con sus estrechas callejuelas y casas blancas. En esta zona está uno de los siete puentes de Luarca que cruzan el río Negro: el Puente del Beso. Como ya habrás imaginado, detrás de su nombre hay una leyenda. La del amor imposible entre el temido pirata Cambaral y la hija del noble luarqués que logró capturarlo.

Puente del Beso, Luarca. Asturias.

  El río Negro a su paso por Luarca. Asturias

Cuando nos dimos cuenta ya eran las dos y media y estábamos sin comer así que nos dirigimos al centro, hacia la Luarca más burguesa, para comprobar si la fabada asturiana del restaurante Brasas era tan buena como la pintan en la Red. Lo es. Te dejan la sopera en la mesa y el compango que acompaña a las fabes además de generoso está buenísimo: morcilla, chorizo, tocino, lacón… Lo mejor de todo, forma parte de su menú de 10 euros así que, si tienes buen saque, puedes seguir disfrutando con los segundos y los postres. Yo solo fui capaz de probar un poco de mis escalopines al cabrales.

Fabada asturiana. Rte. Brasas. Luarca

Con el café y mapa en mano discutimos qué veríamos a continuación. Las casas de indianos del barrio de Villar, el mirador del Chano, el cementerio blanco cuya silueta nos llamó la atención nada más bajar del coche… Como suele pasar siempre que viajas, demasiadas opciones y poco tiempo. Al final optamos por despedirnos de Luarca desde su campo santo. Como ya nos había apuntado nuestra camarera, es un lugar increíble. Está prácticamente colgado sobre el mar y solo el rumor del Cantábrico se atreve a perturbar la calma que allí se respira.

Nuestro siguiente alto en el camino nos llevó hasta Puerto de Vega, un pintoresco pueblecito del concejo de Navia en el que el tiempo parece haberse detenido. Si te dejas caer por aquí, no olvides estos imprescindibles: la lonja, el mirador de la Riva -que nos recuerda su pasado como puerto ballenero-, la Iglesia de Santa Marina, la centenaria Plaza de Cupido y la Ermita de la Virgen de la Atalaya.

Puerto de Vega, Asturias.

  Estampa marinera en Puerto de Vega, Asturias.

¿Con qué imagen me quedo de este día que pasamos recorriendo la costa occidental asturiana? Me lo pones muy difícil pero seguramente escogería el Cabo Vidio, nuestra última parada en el camino de vuelta a Soto de Luiña.

El Cabo Vidio es el saliente más septentrional del concejo de Cudillero. Nosotros llegamos atravesando el pueblo de Oviñana. Una vez allí te encuentras un paisaje difícil de olvidar. No solo por sus impresionantes acantilados de casi 100 metros de altura. Con la mirada puedes recorrer el litoral occidental asturiano desde el cabo Busto hasta el cabo Peñas e incluso, según cuentan, en días despejados se ve hasta la coruñesa Estaca de Bares. Las vistas más espectaculares están detrás del faro. Eso sí, no es una senda muy recomendable si tienes vértigo porque el camino es bastante estrecho y no hay barandillas. Si te animas, podrás ver el islote del Horrión del Cabo con sus colonias de gaviotas y cormoranes.

Cabo Vidio, Asturias.

  Horrión del Cabo, Cabo Vidio. Asturias

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Siete razones para visitar Jávea / Xàbia

Siete razones para visitar Jávea / Xàbia

A principios de verano, antes de la llegada del tremendo calor que hemos tenido que soportar, nos planteamos una breve escapada al mar. No queríamos ir muy lejos para no pasarnos los dos días que teníamos libres en la carretera. Unos 400 kilómetros como máximo desde Madrid. Mapa en mano escudriñamos el litoral de la Comunidad Valenciana en busca de un destino nuevo en el que ejercer de viajeros aunque fuera por unas pocas horas. Peñíscola, Benicàssim, Dénia… ¡Xàbia! Una pequeña población marinera, situada al norte de la Costa Blanca, entre los cabos de La Nau y Sant Antoni. Encajaba perfectamente con lo que andábamos buscando y allí nos dirigimos confiando plenamente en la capacidad de nuestro Toyota Corolla del 2001 (250.000 kilómetros y sumando).

La verdad es que acertamos de pleno y regresamos al asfalto de Madrid con las pilas cargadas y decididos a repetir la experiencia con más calma en un futuro. ¿Por qué Xàbia? Aquí van mis siete razones para visitarla.

Playas y calas

Sin duda, lo que más nos llamó la atención de Xàbia fue ver cómo va cambiando el paisaje a lo largo de sus 25 km. de costa. Playas abiertas de grava, pequeñas calas de cantos rodados, una extensa playa de fina arena, acantilados de vértigo… Algunas pistas:

Playa Arenal: Es la más conocida y frecuentada ya que es la única playa de arena del municipio y sus aguas son poco profundas. Está situada en el centro de la Bahía de Xàbia. A lo largo del paseo marítimo hay un montón de tiendas, restaurantes de todo tipo y pubs para tomar una copa frente al mar.

Cala Blanca: Está formada por dos calitas contiguas: Caleta I y Caleta II. Su acceso se realiza a pie desde la Avda. Ultramar. Son calas rústicas de grava y roca, de aguas tranquilas y cristalinas.

Cala La Barraca o Portitxol: A esta recoleta cala se puede llegar en coche desde la carretera del Cabo de la Nao o bien a pie desde el Mirador de la Cruz del Portitxol. Frente a la cala está la Isla del Portixol que cuenta con unos fondos marinos muy apreciados por los submarinistas. Un consejo: lleva gafas de bucear y sandalias que sujeten el tobillo para las piedras.

Cala Granadella: Nuestro rincón favorito de Xàbia. Acceder a ella no es muy fácil pero realmente merece la pena. Se llega en unos 20 minutos en coche a través de una carreterita que se toma desde la Ctra. Cabo de la Nao (la señalización no es muy buena así que fíjate bien para no pasarte el desvío). El trayecto de por sí ya es todo un regalo ya que vas sorteando un espeso bosque de pinos mediterráneos salpicados por elegantes villas. Una vez allí lo que encuentras es una cala rústica de grava, bolos y rocas que se cierra casi totalmente a un mar verde turquesa. Un entorno prácticamente virgen de aguas transparentes con unas pocas casas de colores a su alrededor y algún que otro restaurante. El único inconveniente es que no hay mucho sitio donde aparcar así que mejor visitarla entre semana.

Ruta de los Miradores

Uno de los principales atractivos naturales del litoral de Xàbia son las increíbles panorámicas que se divisan desde cada uno de sus quince miradores. Podría detenerme en cada uno de ellos y describir las espectaculares vistas del Mediterráneo que ofrecen, pero prefiero recoger un extracto de la carta que el genial Joaquín Sorolla escribió a su esposa, allá por 1896: «Xàbia tiene todo lo que deseo, y más, y si tuvieras lo que yo tengo delante de mi casita, no encontrarías palabras para enaltecerlo, yo enmudezco de la emoción que aún me domina(…). Es el sitio que soñé siempre, mar y montaña, pero ¡qué mar!». 

Y es que durante cuatro veranos, Sorolla quedó prendado de este bello tramo del litoral alicantino que plasmó en más de un centenar de cuadros. A nosotros nos bastó un par de días para suscribir sus palabras. Si no dispones de mucho tiempo, quédate con estos tres miradores: el Cap de Sant Antoni, la Creu del Portitxol y el Cap de la Nau, el punto peninsular más cercano a la isla de Ibiza.

Más información: Miradores de Jávea, una ruta entre pinos y acantilados

Recorrer el casco histórico

Recorrer el centro histórico de Xàbia a última hora de la tarde, tras una mañana de sol y playa y una pequeña siesta, es algo imprescindible. Entre sus edificios más notables destacan la Iglesia-Fortaleza de San Bartolomé, de estilo gótico isabelino y declarada Monumento Artístico Nacional, el Ayuntamiento, el Mercado Municipal de Abastos y las ostentosas casas que la burguesía local mandó construir a finales del s. XVIII gracias al comercio de la pasa. Algunos ejemplos son la Casa dels Bolufer, Ca Lambert o la Casa de les Primícies. Otro edificio relevante de la villa es el Museo Arqueológico y Etnográfico Soler Blasco, un palacio gótico del XVII con una magnífica fachada de piedra tosca.

Tras estos citas obligadas, mi recomendación es que te dejes llevar sin rumbo fijo por el entramado de calles que rodean la iglesia y que fijes tu mirada en las fachadas blancas de sus casas, en sus ventanales góticos y en los hermosos enrejados de forja que las decoran. Si te apetece tomar algo, siéntate en una de las terrazas de la Plaça de Baix. Nota para los padres: si viajas en familia, infórmate en las oficinas de turismo de Xàbia sobre las rutas teatralizadas, una forma lúdica y divertida para acercarte a la historia del municipio con tus hijos.

Un paseo por el puerto

La silueta en el horizonte de los barcos que traen al atardecer el pescado recién capturado, la serena estampa de Xàbia desde el espigón, la tradicional subasta en la lonja, las antiguas casitas de los pescadores, la puesta de sol sobre el puerto… El barrio marinero conocido como Duanes de la Mar es uno de los lugares que mejor guardan la historia y la esencia de Xàbia. Aquí se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto, un original ejemplo de arquitectura religiosa de vanguardia. Si te fijas verás como su cubierta, de madera de pino rojo, tiene la forma de la quilla de un barco. Ni que decir tiene que esta zona se pone hasta la bandera por las noches gracias a la variedad de restaurantes y bares de tapeo que alberga.

Senderismo y naturaleza

Si te gusta practicar senderismo, estás en el lugar correcto. A tu aire o con un servicio de guías gratuito facilitado por el departamento de turismo del Ayuntamiento de Xàbia (consulta el calendario de salidas en su web). Hay muchas rutas entre las que escoger que te llevarán a conocer paso a paso el accidentado y singular paisaje de Xàbia. El Parque Natural del Montgó, Cala Granadella y su castillo, de Cala Barraca al Cap Prim…

Despertar frente al Mediterráneo

Un pequeño lujo al alcance de todos si optas, como nosotros, por alojarte en el Hotel Solymar y dejas la opción del Parador de Turismo para tiempos mejores. Un dos estrellas acogedor y tranquilo, situado en primera línea de playa donde no te será complicado aparcar. Precio hab. doble con vistas al mar en junio y entre semana: 64,81€.

La gastronomía de Xàbia

Imposible resistirse a la cocina local de Xàbia que toma forma en exquisiteces como el «cruet de peix», las frituras, el arroz en cualquiera de sus variantes, el pulpo a la plancha o el «suc roig», un guiso de pescado elaborado con tomate, ñora y pimentón. ¿Dos rincones perfectos para sucumbir a sus sabores? El restaurante Sur de Cala Granadella -al que pienso dedicarle un post próximamente- y La Cantina de Jávea (Muelle pesquero. Lonja, s/n).

Completa tu escapada a Jávea con estas actividades:

Si quieres aprovechar al máximo tu estancia en Jávea, aquí tienes una serie de actividades y excursiones que pueden interesarte:

Excursión en catamarán por los cabos de Jávea e isla de Portitxol: Navega por el litoral de Jávea y descubre la belleza de los cabos de Sant Antoni, Sant Martí y la Nau.

Bautismo de buceo en Jávea: Iníciate en el mundo del submarinismo explorando las profundidades de la bahía de Jávea y sus impresionantes fondos marinos.

Curso de buceo PADI Open Water: Conviértete en un buceador certificado con este curso de buceo en Jávea, cuyas aguas son perfectas para las inmersiones.

Tour en kayak por Jávea + snorkel: Toda una aventura para conocer los acantilados, las pequeñas calas y la famosa Laguna Azul de Jávea. Además, podrás practicar snorkel en la cueva marina más grande de España

Tour en vespa por Jávea: Descubre todos los encantos de Jávea conduciendo esta moto clásica mientras sientes la brisa del Mediterráneo.

Paseo en catamarán al atardecer: Disfruta de una impresionante puesta de sol desde el mar

Un día en Brighton (Segunda Parte)

Un día en Brighton (Segunda Parte)

Cuando volvimos a la playa de Brighton todo estaba en su sitio. La niebla había desparecido por completo, el sol bañaba el paseo marítimo y la silueta del Brighton Pier ya no era un espejismo sino un poderoso imán que captó nuestra atención de inmediato. Y es que visto desde lejos, este muelle de estilo victoriano, inaugurado en 1899, sigue conservando buena parte de su encanto.

El encanto de Brighton

Brighton Pier, una de las joyas de Brighton

Visitando Brighton

Una vez allí lo que te encuentras es una larga pasarela con restaurantes, bares, heladerías y tiendas de recuerdos que desemboca en un parque de atracciones construido literalmente sobre el mar. Todo muy colocado, como en un escenario de película de cartón piedra. ¿Demasiado artificial? No tanto. Basta con echar un vistazo alrededor para comprobar que la proporción turistas-lugareños está bastante equilibrada. Los primeros, enganchados a las máquinas recreativas, haciendo cola en la montaña rusa o disparando sus cámaras de forma compulsiva. Los segundos, al principio del muelle, apoltronados en las tumbonas, disfrutando de las vistas de la ciudad y tomando el sol.

Brighton Pier. Brighton Hamacas del Brighton Pier. Brighton

Llegó la hora de comer y pese a estar en la segunda ciudad culinaria del país, con más de 400 restaurantes entre los que elegir, el ambiente marinero se impuso y optamos por barrer para casa. Gracias a Tripadvisor enseguida localizamos nuestro destino: el restaurante Aguadulce, en el nº 10 de Kings Road. Las críticas eran muy buenas y cuando vimos el reluciente grifo de Mahou sobre la barra lo tuvimos claro. Muy mal se nos tenía que dar para no comer estupendamente. Y así fue. Boquerones, ensalada, mejillones al vapor, cazón en adobo, dos cervezas y una deliciosa tarta de Santiago, gentileza de la casa, confraternizando en la lengua de Cervantes con los camareros. Imposible pedir más por £31.50.

Restaurante Aguadulce. Brighton

Para reposar ese pedacito de Almería que nos había dejado tan buen sabor de boca, decidimos volver al Brighton Pier, olvidarnos que estábamos de paso y apoderarnos de las tumbonas que antes mencionaba. ¡Qué lujazo! El gentío había disminuido considerablemente y con él el atronador bullicio de un par de horas antes. El murmullo del mar, la madera crujiendo bajo nuestros pies, el intenso olor a salitre, el sol… Exacto. Acabamos dormitando en una de las mejores siestas que recuerdo como viajera (momentos como este son los que realmente perduran en la memoria y hacen que cuando los revives, como hago yo ahora, esboces una sonrisa frente a la pantalla del ordenador).

Vista del litoral desde el Brighton Pier. Brighton Lady gaviota. Brighton

Tras nuestro particular pit stop a la española y con energías renovadas, echamos a andar por el nivel inferior del paseo marítimo con la idea de seguir descubriendo qué hace que este rincón del litoral inglés sea uno de esos imprescindibles que tienes que conocer sí o sí. Lo primero que nos encontramos fue una retahíla de tiovivos, restaurantes y chiringuitos de fish’n’chips que dan paso al Artists’ Quarter. Aquí la parada es obligatoria si quieres conocer el trabajo de los artistas locales que han transformado las antiguas viviendas de los pescadores de Brighton en coquetas galerías de arte.

Playa de Brighton Terraza del paseo maritimo. Brighton

Poco después llegamos a la altura del que en su día fue uno de los muelles más famosos del mundo, el West Pier. Tras sufrir varios incendios y desplomarse la pasarela que lo unía a tierra, solo queda en pie su esqueleto de hierro, testigo mudo de un glorioso pasado, allá por los años 20, en el que fue el centro de ocio de la ciudad.

  West Pier. Brighton

Fue allí, sentados frente al viejo muelle y elucubrando cómo sería todo en aquella época, cuando nos dimos cuenta de que ya no dábamos para más. Quedaba mucha playa por recorrer y muchos rincones de Brighton por descubrir, sí, pero los siete días que llevábamos pateando Londres de arriba a bajo pesaban como una losa. Tocaba arriar las velas, deshacer nuestros pasos camino de la estación y despedirnos de Brighton como se merecía.

Para ello nos dirigimos al nº 15 de Black Lion Street, al pub más antiguo de la ciudad, The Cricketers, donde supuestamente vivió Jack el destripador antes de mudarse a Whitechapel. Un lugar con mucho encanto que se precia de servir las mejores ales de Brighton. A tu salud, Brighton. See you soon…

The Cricketers. Black Lion Street. Brighton

Más opciones en Brighton

Recorrer Kemp Town: Brighton es la capital gay del Reino Unido y tiene en Kemp Town su centro de operaciones. Este barrio está muy cerca del centro de la ciudad y es un buen lugar para alojarse ya que hay muchos bed and breakfast y elegantes hoteles-boutique. Su Brighton Pride es uno de los festivales del orgullo más importantes de Europa. Este año se celebra el primer fin de semana de septiembre.

Vivir la ciudad de noche: Si el ambiente de día es increíble, las noches de Brighton tienen que ser memorables con tantos teatros, bares, pubs y discotecas por metro cuadrado. Apunta estos nombres: El Komedia (el teatro más auténtico de Brighton, en North Laine), el Concorde 2 (un local de música en directo, en Madeira Drive) y The Evening Star (un pub con todas las variedades de cerveza que puedas imaginar situado muy cerca de la estación de tren).

Brighton en Internet

Página oficial de turismo de Brighton.

Web de la Compañía Nacional de Trenes. Para conseguir la tarifa más económica prueba varias combinaciones. Por extraño que parezca, a veces dos single salen más baratos que un return ticket. Los códigos de la estaciones son: London Victoria [VIC] y Brighton (East Sussex) [BTN].

Calendario de eventos del Brighton Dome y venta online de entradas.

Asociación de comerciantes de North Laine. Descárgate su mapa y planifica tu visita.

Todas las atracciones, restaurantes y bares que encontrarás en el Brighton Pier.

Un día en Brighton (Primera Parte)

Un día en Brighton (Primera Parte)

Cuando preparaba el que hasta la fecha ha sido mi último viaje a Londres -lo confieso, la capital británica me fascina y volvería una y mil veces-, una amiga me recomendó visitar Brighton. A golpe de Google di con su página oficial de turismo donde afirman que es la mejor cuidad costera del Reino Unido. Vibrante, colorida, divertida y libre. Una escapada a la playa sonaba como un fantástico paréntesis en la semana que iba a pasar como cicerone en Londres así que… ¿Por qué no?

Según los meteorólogos de la BBC, el fin de semana el sol brillaría en Brighton. Decidido. Lo haríamos al más puro estilo british, en domingo, como tantos londinenses que huyen del asfalto en busca del mar.

La estación de London Victoria era un hervidero de gente, maletas y prisas. Seguramente, utilizar las máquinas de venta de billetes hubiera sido lo más fácil y cómodo pero nos hubiéramos perdido la cara de resignación de la taquillera que veía ante sí una larga fila de sonrientes viajeros. Porque en la cola, evidentemente, solo estábamos los de paso. Los del terreno llegaban a la estación billete en mano gracias a National Rail  y su venta anticipada. No nos dejó ni acabar de pronunciar nuestro destino. Respiró profundamente y nos estampó en el cristal de la ventanilla un folio que rezaba: Brighton. Platform 16. Next trains: 10:06  10:36  11:06. Estaba claro que la buena mujer no tenía su mejor día así que pagamos (£22.50 por persona i/v), recogimos nuestra sonrisa y derechitos al andén.

Durante el trayecto -poco menos de una hora- nos dedicamos a escudriñar nuestro mapa en busca de la mejor ruta. La idea era exprimir al máximo nuestras horas en la que en su día fue una pequeña aldea de pescadores, más tarde el destino vacacional preferido por la aristocracia inglesa, y hoy por hoy una ciudad de lo más cool que recibe nada menos que ocho millones de visitantes al año. Y lo mejor de todo: puedes ir andando a todas partes.

Queen's Road. Brighton

Qué ver en Brighton

Nada más bajar del tren, enfilamos nuestros pasos en busca de uno de los puntos calientes de la ciudad: North Laine. Este barrio alternativo y lleno de vida, cuajado de restaurantes y pubs, da cobijo a más de 300 tiendas en las que puedes encontrar prácticamente de todo: ropa vintage y retro, antiguedades, bonsáis, alfombras de diseño, discos descatalogados, peluquerías, bisutería, muebles, libros de segunda mano… Aquí tienes dos opciones, o volverte loco fisgoneando escaparates o sentarte en una terraza a ver la vida pasar y disfrutar del ambiente bohemio y multicultural que se respira en sus calles. Optamos por lo segundo -un delicioso café con leche en Hell’s Kitchen (Gardner Street, 4).

En nuestra siguiente parada pudimos visitar una pequeña parte del mítico Brighton Dome, considerado el corazón cultural de Brighton. Su completo programa de conciertos, danza y teatro lo han convertido en uno de los locales de referencia del sur de Inglaterra. Dos curiosidades: en 1972 Pink Floyd estrenó aquí su Dark Side of the Moon y en el 74 albergó el festival de Eurovisión que ganó Abba.

Gardner Street. Brighton Church Street. Al fondo, Brighton Dome. Brighton

Con las notas de Waterloo repiqueteando aún en nuestras cabezas, llegamos hasta el Royal Pavilon. Este exótico palacio, cuyo exterior parece sacado de una película de Bollywood, no puede entenderse sin la figura de su ideólogo, el disoluto y extravagante rey George IV, que transformó lo que era un modesta villa en un suntuoso palacio de inspiración hindú rodeado de encantadores jardines. Aunque visitar su interior nos atraía y mucho (la entrada cuesta £10.00 e incluye una audioguía), recorrer todas sus estancias nos llevaría más tiempo del que disponíamos así que decidimos colocarlo en nuestra carpeta mental de «asuntos pendientes». Y es que a estas alturas de nuestro periplo, si algo nos había quedado claro es que esta pequeña ciudad nos estaba gustando demasiado como para no pensar en volver algún día.

Royal Pavilion. Brighton

Además, de pronto recordé que le había «vendido» a mi copiloto de aventuras un día de playa y de momento ni brisa marina, ni gaviotas graznando, ni nada… Así que decidimos alcanzar el mar por la vía más rápida y dejar The Lanes para más tarde. Craso error. Cuando llegamos a la playa una tupida niebla tapaba todo el horizonte y el tan anhelado litoral parecía haberse difuminado por completo. Aún así, no nos resistimos a descalzarnos para sentir el duro tacto de sus cantos rodados e incluso nos atrevimos a meter los pies en el agua durante unos segundos, bajo la atenta mirada de una pareja cuya expresión parecía decir «estamos en junio y esto es Inglaterra, ¿qué esperabais?»

Brighton La playa de Brighton con sus caracteristicas pebbles

A la espera de que el sol hiciera acto de presencia y se llevara consigo la niebla, decidimos  volver sobre nuestros pasos y vagabundear un rato por el laberinto de callejuelas que componen The Lanes. Este antiguo barrio de pescadores es hoy otra las zonas imprescindibles de compras en Brighton. Aquí básicamente lo que encontrarás son joyerías, anticuarios, boutiques y muchos restaurantes de lo más chic. Si te apetece tomar algo, una buena opción es la terraza de The Gallery (East Street, 28). No es fácil encontrar mesa pero la espera merece la pena porque siempre hay una banda de jazz o algún guitarrista tocando en directo. Hablando de música. La multitudinaria pelea entre mods y rockers de la película Quadrophenia se rodó en estas calles a ritmo de los Who.

Jazz en East Street. Brighton

Un día en Brighton (Segunda Parte)

Isla Saona: una escapada imprescindible

Isla Saona: una escapada imprescindible

Una excursión a la Isla Saona que empezó así… Son las 7 de la mañana, estamos en la recepción del hotel y a duras penas podemos mantener los ojos abiertos. La fiesta en la playa de la noche anterior se alargó más de la cuenta porque nadie pudo resistirse al último tragto de Vitamina R, que es como los dominicanos llaman al ron. Pero ahora toca madrugar. Hemos contratado la que nos aseguran es la excursión más vendida en la República Dominicana: la visita a la Isla Saona. 160 € por persona. ¿Valdrá la pena?

Dos horas de recorrido en autobús entre plantaciones de caña de azúcar y café, salpicadas por humildes poblaciones, nos llevan hasta la provincia de La Romana, mundialmente conocida como la Casa de Campo, un complejo de ocio y recreo para millonarios al que acuden fielmente ‘celebrities’ como Julio Iglesias, Oscar de La Renta, Bill Clinton, Shakira o Sharon Stone. Allí nos espera nuestro catamarán, “el encargado de llevarnos hasta el paraíso”, comenta nuestro guía.

Catamarán. Isla Saona

Isla Saona Tras una relajante travesía por un Caribe manso y cálido, y abrazados por el ritmo de una bachata (género musical que va ganando terreno al clásico merengue), nuestra embarcación se detiene a 400 metros de la costa. Estamos en el banco de arena más grande de la zona, una piscina natural de poco más de un metro de profundidad, en la que habitan muchas especies marinas como las estrellas de mar.

Regresamos al barco y Manuel nos recibe con una bandeja de canapés y unos chupitos. Este domicano, de tez mulata y barriguita de bon vivant, es, sin duda, el alma de la tripulación. Una de sus frases favoritas: “Venga, señorita, que siempre es buen momento para tomar un roncito”. El turismo es su vida y disfruta como un enano entreteniendo a los turistas. Y aunque su día a día es una rutina sin apenas sorpresas (agasajar a los visitantes, entretenerles enseñándoles a mover los pies al son del merengue, servir el marisco a la hora de la comida, etc.), no lo cambiaría por nada. De hecho, un amigo de Higüey le ha ofrecido el triple de su sueldo actual por estar al frente de su tienda de souvenirs. Pero “de eso nada, aquí vivo como un rey, me río mucho con los turistas y no soportaría estar encerrado en una tienda todo el día. Esto es el Caribe y hay que disfrutarlo mientras el cuerpo aguante”.

Mientras charlamos con él, notamos que el barco se para de nuevo. En un abrir y cerrar de ojos, la cubierta del catamarán se ha llenado de gafas de buceo, aletas y snorkels. Por fin vamos a descubrir la riqueza de los fondos marinos de la zona, una fauna y una flora marina que discurre entre magníficos arrecifes de coral.

La primera en volver al barco es Maite, una guapísima valenciana de 21 años que conocimos en el avión. Su cara tiene la misma expresión que la del resto del grupo. Radiante. Feliz. Como para la mayoría, esta es la primera vez que practica el buceo de superficie y sencillamente está alucinada. “Aunque me ha dicho que hay enclaves mejores que éste para ver peces tropicales y corales, para mí ha sido increíble. Al principio me daba mucho miedo por si rozaba algún coral pero luego me he relajado y ha sido fantástico».

Isla Saona

De repente, la música ambiental cesa y todo el grupo vuelve su mirada al horizonte para atisbar los primeros trazos de Isla Saona. La estampa es soberbia y nos deja sin habla: un entramado de palmeras que se retuercen formando un tupido bosque de cocoteros a los pies de kilométricas playas solitarias de finísima arena blanca. El color del agua recorre todas las posibilidades del azul, aquí más claro, allá más turquesa…

Panorámica Isla Saona

Palmeras en Isla Saona Isla Saona Agua de coco. Isla Saona

Aprovechando el silencio reinante, el capitán del catamarán da un golpe de efecto y nos empieza a relatar la llegada de Cristóbal Colón a esta tierra. Fue el 14 de septiembre del 1494, durante su segundo viaje, y la nombró Bella Savonesa en honor al savonés Michele da Cuneo, el primero en darse cuenta que se trataba de una isla independiente de la entonces ya nombrada La Española. Para los indígenas taínos, acostumbrados a llamarla Adamanay, el nuevo nombre resultaba muy difícil de pronunciar por lo que con el tiempo pasó a denominarse definitivamente Isla Saona.

También nos cuenta cómo el famoso cacique Cotubanamá, orgulloso jefe indígena de esta región, se refugió sin éxito en una de las numerosas cuevas de esta isla huyendo del las matanzas protagonizadas por los conquistadores españoles.

Así, entre pinceladas históricas que no hacen sino aumentar la emoción del momento, arribamos a la isla de mayor extensión del país. Estamos dentro del Parque Nacional del Este dispuestos a descubrir por qué ha sido elegida una de las Ocho Islas de Ensueño del Caribe por la prestigiosa revista Caribbean Travel & Life Magazine.

Gracias a un guiño del azar, la inmensa playa que discurre bajo nuestros pies está vacía, a excepción de un par de lugareños que nos ofrecen agua de coco. Instintivamente, el grupo se disuelve para colonizar un pedazo de arena blanca como el azúcar y disfrutar en solitario del espectacular entorno que nos rodea.

Más tarde, tras degustar una buena comida y sintiéndonos ya parte del paisaje, recorremos el poblado de Mano Juan, una pintoresca localidad de pescadores acostumbrados a ver interrumpida su tranquila vida con la llegada de los turistas.

Con la puesta de sol, llega el momento de regresar a nuestra embarcación. Atrás queda una larga jornada llena de experiencias inolvidables, de imágenes paradisíacas que conservaremos en nuestras retinas porque hemos comprobado que el paraíso en la tierra existe y se llama Isla Saona. ¿Valió la pena? Definitivamente, sí.