Qué ver en Galway, Irlanda en estado puro

Qué ver en Galway, Irlanda en estado puro

Dicen que cuando los irlandeses quieren pasar un buen rato se acercan a Galway. No me extraña. Esta ciudad, situada en la costa oeste del Atlántico, condensa lo mejor de Irlanda: tradición y vanguardia, historia, música, un ambiente increíble… ¿El resultado? Un lugar que invita a disfrutar de la vida, que sabe cómo conquistarte y en el que desearías pasar al menos un par de días. Si te preguntas qué ver en Galway, aquí tienes la respuesta. ¿Listo para conocer uno de los destinos imprescindibles de esta maravillosa y siempre sorprendente isla?

El Burren. Irlanda
Paisaje de El Burren

Antes de llegar, tras visitar los acantilados de Moher y con los sentidos colapsados por tanta belleza, Irlanda me regaló otra de sus imponentes estampas, El Burren. Algunos apuntan a que este paisaje de piedra caliza, erosionado por el viento, la lluvia y las glaciaciones, inspiró a J. R. R. Tolkien para escribir El señor de los anillos, algo totalmente factible teniendo en cuenta que solía frecuentar este Parque Nacional en la época en la que ideó su famosa novela.

Sea como sea, lo que es indudable es que esta meseta kárstica es un capricho para los sentidos, un escenario que me cautivó con su desolada y áspera fisonomía que se diría pertenece a otro mundo. ¿Un deseo? Regresar en primavera. Tiene que ser fascinante ver cómo cientos de flores árticas, alpinas y mediterráneas surgen entre las grietas de las rocas  dando nueva vida a este valioso ecosistema que se desarrolla alrededor de importantes restos arqueológicos como, por ejemplo, el dolmen de Poulnabrone.

Explorando El Burren. Irlanda
Explorando El Burren

NO VIAJES A IRLANDA SIN SEGURO DE VIAJE

Antes de continuar, permíteme una sugerencia. Tu tranquilidad es lo primero, así que, aunque viajes dentro de Europa, no olvides contratar un buen seguro de viajes que te ayudará a resolver cualquier incidente que puedas tener durante tus vacaciones. No lo dudes, haz como yo y contrata un seguro de viajes con Chapka. Para estancias inferiores a 90 días, te recomiendo el Cap Trip Plus por sus amplias coberturas. Además, si lo contratas a través de mi web, obtendrás un 7% de descuento usando el código OBJETIVOVIAJAR. No lo dudes, contrata aquí tu seguro de viajes y disfruta de una aventura asegurada.

Qué ver en Galway

Galway, conocida como la ciudad de las tribus ya que fue gobernada por 14 familias tribales a lo largo de su historia -verás sus banderas ondeando al viento en Eyre Square-, me recibió con un cielo encapotado y gris que parecía iba a desplomarse en cualquier momento sobre mi cabeza.

Rio Corrib, Galway
Río Corrib

Esa es la sensación que tuve nada más bajar del autocar y plantarme frente a la Catedral de Galway, el último templo construido en piedra en Irlanda cuya enorme cúpula forma parte del skyline de la ciudad desde 1965. No dejes que su austera apariencia te llame a engaño, por dentro tiene su encanto con sus rosetones, pinturas murales y demás obras de arte de factura católica. Además, la entrada es gratuita.

Catedral de Galway desde el Salmon Weir Bridge. Que ver en Galeay
Catedral de Galway desde el Salmon Weir Bridge

Tras cruzar el Salmon Weir Bridge, uno de los puentes que salvan el río Corrib, empezamos a callejear acompañados de nuestra guía que desde el primer instante confesó ser una incondicional de esta pequeña ciudad medieval. «Es bohemia, es auténtica y, sobre todo, divertida. Aquí nadie se aburre», fueron sus palabras. Cierto, su calendario de eventos lo confirma: festivales de arte, teatro, conciertos, las carreras de caballos que tienen lugar en verano…

Callejeando por Galway
Callejeando por Galway
Joven musico callejero en Galway
Joven músico callejero en Galway

El barrio latino (Latin Quarter)

El centro histórico de Galway se articula alrededor del Barrio Latino. No te preocupes si vas sin mapa, tus pasos te guiarán a su arterial principal, una bulliciosa y siempre animada vía que va cambiando de nombre en su descenso hacia la bahía, donde no faltan cafés, restaurantes y tiendas tradicionales como Thomas Dillon’s, una joyería famosa por sus magníficas reproducciones de los anillos de Claddagh. Fíjate bien en la fotografía y sabrás de qué te hablo.

Mural en el Barrio Latino. Galway
Mural en el Barrio Latino
Joyeria Thomas Dillon's. Galway
Joyería Thomas Dillon’s
Thomas Dillon's. Galway
Thomas Dillon’s

Los mejores pubs de Galway

Y, cómo no, pubs y más pubs en los que obviamente reside buena parte de la magia y del buen rollo que desprende Galway. Aunque sus coloridas fachadas te invitarán a entrar en cualquiera de ellos, por si no vas muy sobrado de tiempo, te dejo tres sugerencias. La primera, Tigh Coili, uno de los más populares. Aquí se va a tomar una buena pinta, sí, pero fundamentalmente a escuchar música tradicional en directo. De hecho, no tienen televisión ni mesas de billar que distraigan al personal. Lo encontrarás en Mainguard St, en un desvío de High Street.

Pub Tig Cóili. Galway
Pub Tig Cóili

De vuelta a la calle principal, en el nº 15 de High Street está The Kings Head. Su público es principalmente joven, algo normal teniendo en cuenta que un cuarto de la población de Galway son estudiantes. Por lo demás, bonita decoración, legados de su longeva vida y conciertos a diario.

Musica en directo en Galway
Música en directo en Galway

Un poco más adelante, a la altura de Upper Cross St, seguro que te llama la atención la fachada azul de Séhán Ua Neáchtain. Mi favorito. ¿Por qué? Tal vez porque en la mesa de al lado tenía a unos chicos hablando en gaélico y me enganché discretamente a su conversación como si fuese capaz de entender algo, o porque el pelirrojo camarero que me atendió me regaló unos minutos de charla con una sonrisa que no le cabía en la cara, por su decoración, por su contagiosa energía… Lo cierto es que fue un alto en el camino de lo más agradable que hubiera deseado prolongar durante horas.

Pubs de Galway
Pub Séhan Ua Neáchtain
Pub de Galway
El ambiente de los pubs en Galway es increíble

Si quieres descubrir a qué sabe Galway, mi recomendación es que vayas a Mc Donagh’s. Es toda una institución en la ciudad y sus fantásticos y premiados fish and chips son de los mejores que he probado. El salmón y los mejillones, otras dos opciones a tener en cuenta (22 Quay Street).

Blake’s Castle. Galway
Blake’s Castle

Desde aquí, dejando atrás el Blake’s Castle, un buen ejemplo junto al Lynch’s Castle del legado que dejaron estas familias a finales de la Edad Media, lo que se impone es poner rumbo al Spanish Arch. No solo para visitar esta extensión de lo que fue la antigua muralla que protegía la ciudad y cuyo nombre muchos asocian al próspero comercio que mantuvieron ambos países en el siglo XIX, sobre todo, para disfrutar del ambiente que se respira a orillas del río. Es una de las zonas preferidas de los universitarios que se reúnen aquí para divertirse, tomar algo, ver la puesta de sol o, si el cielo lo permite, divisar la silueta de las islas Aran.

Puerto de Galway
Puerto de Galway

¿Otra opción? Recorrer las salas del cercano Galway City Museum, un moderno edificio que recoge en sus exposiciones la herencia arqueológica, histórica y patrimonial de la ciudad. La entrada es gratuita y desde la azotea las vistas de la bahía son espectaculares.

Spanish Arch. Que ver en Galway
Spanish Arch
Galway City Museum
Galway City Museum
Vista de la bahia de Galway
Vista de la bahía de Galway

De vuelta, cuando te canses de pasear por las estrechas y sinuosas calles del centro sin rumbo fijo, puedes aprovechar para visitar la Iglesia Colegiata de San Nicolás. Esta iglesia parroquial, levantada para honrar al patrón de los marineros, es la más grande de Irlanda y, según cuentan, Cristóbal Colón rezó en ella en 1477. También puedes hacer como yo y regalarte un dulce instante en forma de cupcake en Griffin’s Bakery, una panadería familiar abierta desde 1876 (21 Shop Street). Por cierto, no te sorprendas cuando unos metros más adelante te topes con dos distinguidos escritores que conversan plácidamente al principio de William Street. Son el irlandés Oscar Wilde y el estonio Eduard Vilde.

Iglesia Colegiata de San Nicolas. Galway
Iglesia Colegiata de San Nicolás
Estatua de Oscar Wilde y Eduard Vilde. Galway
Estatua de Oscar Wilde y Eduard Vilde

Espíritu bohemio, una atractiva escena artística, ambiente multicultural, pubs en los que desearías detener el tiempo, el mar … y por debajo de su piel, un corazón tradicional que sigue latiendo con fuerza aferrado a sus raíces gaélicas. Ahora que ya sabes qué ver en Galway, ¿imaginas una combinación mejor?

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Próximo destino: Marruecos

Próximo destino: Marruecos

Hay destinos que sin ser buscados, aunque sí deseados, llegan a ti de la forma más inesperada. Esto ocurrió con la escapada que estoy a punto de realizar a Marruecos y que me llevará durante siete días al norte de África.

El origen de esta aventura empezó a gestarse a mediados de noviembre. Fui convocada junto a otros blogueros de viajes a la presentación de Evaneos, una plataforma que pone en contacto a los viajeros con las agencias locales de cada país. Me encantó su concepto global: huir de los estándares de las mayoristas para proporcionar viajes personalizados al 100%. Etapas, alojamientos, experiencias… Sin intermediarios y con la ventaja añadida de que todos sus agentes hablan español.

En un receso de esta distendida charla, le comenté a Sara Rodríguez (Mindful Travel by Sara) que me apetecería muchísimo viajar a Marruecos. Tras conocernos personalmente durante un blogtrip a Cesenatico (Italia), ya habíamos compartido en varias ocasiones el deseo de volver a viajar juntas. Lo nuestro, se podría decir, fue feeling viajero a primera vista. Mi sorpresa fue que ella también quería hacer ese viaje y que le quedaba una semana de vacaciones en enero. Dicho y hecho. Sin apenas darme tiempo a reaccionar, a la mañana siguiente me mandó un pantallazo con los vuelos de Ryanair a Marrakech: 99.96€. ¡Imposible resistirse!

Mapa Marruecos

Tras varias conversaciones y cruces de correos, empezamos a elaborar nuestra lista de imprescindibles: Marrakech, subir en globo si la climatología lo permite (confieso que desde que sobrevolé Segovia me he vuelto adicta) y una excusión al desierto. Pero, ¿el desierto por libre? Por motivos laborales no teníamos tiempo para organizarlo y, lo más importante, queríamos descubrirlo con alguien del terreno. Ya puedes imaginar el resto. Recurrimos a Evaneos y encontramos una opción que nos encajaba: un itinerario de tres días desde Marrakech al desierto de Merzouga.

Como sabes que no me gusta hablar a priori de algo que no he probado personalmente, tendrás que esperar a mi regreso para saber si esta escapada ha estado a la altura de mis expectativas. De momento, solo puedo decir que nuestro guía ha dado respuesta rápidamente a todas las cuestiones que le hemos ido planteando y que solo repasando el recorrido ya siento mariposas en el estómago.

Ruta del desierto

A modo de resumen, partiremos de la que llaman la ciudad roja para atravesar las montañas del Atlas a través del puerto de Col Tickha, seguiremos camino hasta Ouarzazate y Skoura y, tras cruzar el Valle de las Rosas hacia las gargantas de Dades, remataremos la jornada durmiendo junto al río en el hotel Chez Pierre.

El segundo día realizaremos la ruta Valle del DadesDesierto Erg Chebbi. Nos esperan las espectaculares gargantas del Todra, Erfoud, Rissani, Merzouga y el que intuyo será uno de los grandes momento de este tour: adentrarnos en el desierto a lomos de un dromedario para cenar bajo las estrellas y dormir en un campamento de haimas (las mariposas se inquietan al escribir estas líneas). Los desiertos me fascinan y pasar la noche en uno es algo que todavía no he podido experimentar.

Finalmente, el último día regresaremos a Marrakech a través del valle del Draa, uno de los ríos más largos de Marruecos, viendo las kasbahs de adobe, las formaciones geológicas y las aldeas beréberes que jalonan el camino.

Marrakech 

¿Qué espero de Marrakech? Todo y nada. Voy con la mente en blanco, virgen, libre de prejuicios y comparaciones. No sé si me enamoraré de esta ciudad como le pasa a muchos o sí pasará a engrosar mi lista de destinos visitados sin pena ni gloria . Lo que sí que tengo claro es que quiero vivirla.

Mapa Marrakech

Por supuesto que visitaré sus principales atractivos como las tumbas Saadíes, la Mezquita Koutoubia, la Madraza Ben Youssef, los Jardines Majorelle (imprescindible para una incondicional de Yves Saint Laurent) o el Palacio Badi, pero lo que realmente anhelo es tratar de desentrañar su esencia. Ser capaz de destilar la explosión de colores, olores, sabores y sonidos que sé que allí me esperan. No quiero que las prisas me impidan perderme una y mil veces en su medina, trastear por los zocos, rendirme a su gastronomía o ver la vida pasar en una terraza de Jemaa El Fna con un té en las manos.

Las prisas se quedarán en Madrid el domingo 11 a las 21:15 y no quiero volver a oír a hablar de ellas hasta el sábado siguiente, cuando al aterrizar en la capital finalice nuestra aventura marroquí y mi maleta sea un cúmulo de experiencias, sensaciones y nuevos horizontes conquistados.

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Resumen viajero y personal del 2014

Resumen viajero y personal del 2014

Como ya va siendo tradición, en estas fechas en las que al 2014 le queda apenas un suspiro, me gusta echar la vista atrás y recordar todo lo que han dado de sí estos doce meses. La verdad es que el balance no puede ser más positivo ya que ha sido un buen año que me ha regalado vivencias únicas e instantes mágicos que ya forman parte de mí. Si he decidido recopilarlos una vez más, es porque llega un momento en la vida de todo trotamundos en el que las fechas se confunden entre aeropuertos, reservas, escapadas y cientos de fotografías acumuladas en el disco duro. Un maravilloso puzzle de colores, sabores, olores y sonidos que espero encajar a continuación y que seguro me encantará releer cuando pinte canas. El año empezó con un ritual que ya he perdido la cuenta de cuántas veces se ha producido: la asistencia a FITUR, la Feria Internacional de Turismo más importante de nuestro país. Allí conocí lo mucho que tienen que ofrecer países como Noruega, Guatemala, Eslovenia o Uruguay que han pasado a engrosar mi interminable lista de destinos pendientes. Y es que no me canso de repetirlo: sigo pensado que el mundo es demasiado grande para una sola vida.

Fitur 2014

¿Lo mejor de esta feria? Reencontrarme con otros blogueros de viajes y periodistas del sector, y desvirtualizar a los que aún no tenía el gusto de conocer en persona. Puede sonar a topicazo pero no lo es ya que, en mi caso, algunos de ellos ya son más que simples conocidos. En febrero me desplacé a mi querida Teruel para sumergirme en un viaje en el tiempo que me llevó al siglo XIII donde pude revivir la historia de sus famosos amantes gracias a una recreación histórica impecable en la que participa con orgullo toda la población. El casco histórico de esta encantadora ciudad, que conserva su trazado medieval y cuyo conjunto mudéjar ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, fue un año más el mejor de los escenarios para celebrar Las Bodas de Isabel.

Viaducto de Teruel. Bodas de Isabel Pétalos de rosa para los Amantes. Bodas de Isabel. Teruel Sin duda, el articulo que escribí a la vuelta ha sido uno de los que más satisfacciones me ha reportado a nivel profesional y, sobre todo, personal. Y no me refiero al premio de fotografía que me otorgó la Sociedad Fotográfica Turolense ni al alcance que tuvo fuera y dentro de la Red. No hablo de cifras. Hablo de sentimientos, de los comentarios que me hicieron llegar los propios turolenses. El mejor regalo que una juntaletras puede recibir.

Estambul. No sé que más puedo añadir a todo lo que ya he dicho sobre la que fue capital de tres imperios. Me conquistó como pocas ciudades han conseguido hacerlo. Tanto que desearía estar escribiendo estas líneas desde allí. La primera vez que escuchas el canto del muecín llamando a la oración, esa luz tan especial que reina en Santa Sofía, surcar las aguas del Bósforo e ir al encuentro del Mar Negro, contemplar el atardecer desde Üsküdar con un té entre las manos, dejar correr los minutos viendo la vida pasar en el Puente de Gálata, atravesar el Cuerno de Oro… Ya lo comenté en su día, aún sigo perpleja y abrumada al recordar tanta belleza. Sé que una parte de mi corazón se coló por sus rendijas y sé que tarde o temprano volveré a retomar el diálogo con esta ciudad que me caló tan hondo.

Estambul Interior de Santa Sofía. Estambul Üsküdar. Estambul A finales de abril, subí a un tren rumbo a Girona. Siempre es un placer volver a Catalunya y más si es para ver cómo esta ciudad embellece su rico patrimonio con la celebración de Girona Temps de Flors. Un festival en el que se preparan casi 200 proyectos florales en diferentes espacios de la capital como las callejuelas del Call -una de las juderías mejor conservadas de toda Europa-, los baños árabes, la Catedral o el río Onyar.

Río Onyar, Girona Girona Temps de Flors Un mes más tarde asistí a mi primer Travel Bloggers Meeting, un encuentro internacional de blogueros de viaje que este año se celebró en Gijón. Charlas viajeras, talleres prácticos, debates sobre la situación del sector… Jornadas maratonianas que acababan como no podía ser de otra manera, entre risas, anécdotas y cervezas. Además del aprendizaje que me traje en la maleta, este viaje me permitió conocer dos joyas asturianas: la propia Gijón, tan marinera y auténtica como la imaginaba, y Oviedo, una ciudad que combina con acierto su pasado señorial y su estatus de capital del Principado de Asturias.

Gijón Paseo de San Lorenzo. Gijón Catedral de Oviedo Santa María del Naranco. Oviedo En julio por fin pude quitarme una espinita viajera: recorrer la costa vasca de principio a fin. Pasaia, Hondarribia, Zarautz, Mutriku, Lekeitio, Mundaka, las playas de Laga y Laida… Preciosos rincones sometidos a la fuerza del Cantábrico y pueblos que huelen y saben a mar que descubrí tras recalar dos días San Sebastián, la gran dama del norte. Todos los piropos se quedan cortos al hablar de la capital guipuzcoana, una ciudad que exploré con los cinco sentidos. El suave tacto de la arena que cubre sus playas, el sabor de sus increíbles pintxos, el murmullo del mar, el olor que envuelve su pequeño puerto, las maravillosas vistas desde el Monte Urgull…

San Sebastián Lekeitio Pasai Donibane Aprovechando esta escapada a Euskadi, visité la villa de Gernika y me perdí durante horas en el Bosque de Oma, el escenario que Ibarrola escogió para plasmar su personal diálogo con la naturaleza.

Bosque de Oma En septiembre, antes del esperadísimo viaje a Irlanda, me di un respiro en toda regla en el Complejo Enoturístico Finca La Estacada, un lugar perfecto para olvidarte de la rutina, desconectar entre viñedos y dejarte mimar. Está situado en Tarancón (Cuenca) y su oferta incluye un hotel, un restaurante con los mejores platos de la cocina castellano-manchega, un coqueto spa y, cómo no, la visita a su bodega donde elaboran caldos cuya relación calidad/precio es innegable. ¿Mi favorito? Finca La Estacada Varietales. La visita al Parque Arqueológico de Segóbriga remató un fin de semana que cumplió con creces su objetivo: regresé a Madrid absolutamente relajada y con ganas de volver.

Junior suite. Finca La Estacada Masaje balinés con uva tinta Parque Arqueológico de Segóbriga Irlanda. Otro de esos rincones del planeta que crean adicción. Adicción a sus paisajes, a su modo de vida, al carácter de sus gentes, a sus ciudades donde el viajero siempre es bien recibido. Allí descubrí que Dublín es mucho más que sus famosos pubs, que Belfast es una ciudad que ha sufrido mucho pero que ha sabido reinventarse gracias a la cultura y el arte, y que la costa irlandesa cuenta con maravillas naturales como los acantilados de Moher o la Calzada del Gigante que simplemente te dejan sin habla.

Dublín Pub The Cobblestone. Dublín Acantilados de Moher Mural en Falls Road. Belfast La Calzada del Gigante En noviembre, gracias a Minube, tuve ocasión de asistir al XXX aniversario de Don Juan en Alcalá, la representación teatral al aire libre más multitudinaria de España. Además fue una ocasión muy especial ya que, con motivo de su trigésima puesta en escena, este espectáculo, catalogado de Interés Turístico Regional, recuperó su formato itinerante convirtiendo el caso histórico de Alcalá de Henares en un teatro a cielo abierto al servicio de los versos de Zorrilla.

XXX aniversario Don Juan en Alcalá Don Juan en Alcalá Mi año viajero ha acabado con una grata sorpresa: la #GranCanariaExperience. Un blogtrip que me llevó a un paraíso en forma de isla que bien se podría definir como un continente en miniatura. En Gran Canaria aprendí a cocinar sus famosas papas arrugadas y el mojo picón, me inicié en el mundo del submarinismo, navegué por su litoral, recorrí bajo la luna el encantador barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria, descubrí los preciosos parajes naturales de su interior y me quedé prendada de las dunas de Maspalomas.

Maspalomas. Gran Canaria Buceando frente a la playa de Amadores. Gran Canaria Paisaje del interior de la isla. Gran Canaria

Bagaje acumulado en estos doce meses

¿Qué más he hecho además de viajar y contar mis experiencias en este blog? Aparte de seguir buscándome las habichuelas como periodista freelance, básicamente aprender. De los demás y de mí misma. Siento que he madurado como viajera, que mi objetivo no es tanto alcanzar nuevos horizontes sino vivir nuevas experiencias, que cada vez me gusta más invertir mi tiempo conociendo a la población local de los lugares que visito, que me importan más las historias que los paisajes, y me reafirmo en algo que siempre he pensado: puedes encontrar tu momento mágico a miles de kilómetros o a la vuelta de la esquina. Solo tienes que abrir tu mente, despertar tus sentidos y disfrutar de lo que acontece a tu alrededor.

Dicho esto, solo me queda agradecer tu compañía, esa que me ha hecho crecer como persona y como bloguera de viajes, y desearte con todo mi cariño un magnífico 2015.

Descubriendo Gran Canaria, una isla con infinitas posibilidades

Descubriendo Gran Canaria, una isla con infinitas posibilidades

Acabo de regresar de Gran Canaria, un paraíso en forma de isla que, como dicen los lugareños, es todo un continente en miniatura que fascina por sus contrastes. Ahora puedo dar fe de ello. Y es que, a pesar de su reducidas dimensiones, Gran Canaria es una sorpresa a cada paso que combina sus codiciadas playas con la variedad paisajista que le confiere su posición central dentro del archipiélago canario. Palmerales, dunas, acantilados, caminos reales, profundos barrancos… Regalos que la naturaleza ha otorgado a esta tierra y que la UNESCO ha sabido reconocer declarando el 46% de la isla Reserva de la Biosfera.

Durante los cuatro días que he pasado allí, formando parte del blogtrip #GranCanariaExperience, he podido captar buena parte de su magia a través de una serie de experiencias diseñadas para sentir y vivir Gran Canaria con los cinco sentidos. Actividades de lo más diversas que iré desgranando en próximos artículos y que ahora te presento a modo de pequeñas pinceladas que espero sirvan como aperitivo para despertar tu interés por esta isla. Comenzamos.

Momentos únicos en plena naturaleza

El singular relieve orográfico de Gran Canaria hace de esta isla un enclave perfecto para la práctica del senderismo en cualquiera de sus 33 espacios naturales protegidos por los que desfilan una vasta red de senderos y caminos reales. Una de estas rutas es la que discurre en la parte oeste del municipio de San Bartolomé de Tirajana conectando la Presa de Chira con la Presa de Soria.

La llegada a la Presa de Chira no pudo ser más emocionante ya que recorrimos en 4×4 una complicada pista de tierra que nos permitió contemplar, entre traqueteo y traqueteo, algunos de los paisajes más bonitos de la isla.

En 4x4 rumbo a la Presa de Chira. Gran Canaria

Paisaje del interior de la isla. Gran Canaria

Una vez allí iniciamos una caminata de cinco kilómetros salpicada de originales formaciones rocosas y barrancos de impresión que pusieron a prueba mi vértigo y mi pericia al transitar por los tramos más complicados. Eso sí, cada parada era un regalo para la vista. Sensacionales panorámicas que alcanzaban el Roque Nublo -símbolo natural de Gran Canaria-, caseríos como La Palma, pequeños embalses naturales y, cómo no, la imponente Presa de Soria con sus 120 metros de altura sobre el cauce del barranco de Arguineguín. ¿Valió la pena el esfuerzo? Júzgalo tú mismo con estas imágenes.

Presa de Chira. Gran Canaria

La belleza natural de Gran Canaria

Descendiendo hacia la Presa de Soria. Gran Canaria

Presa de Soria, Gran Canaria

Presa de Soria. Gran Canaria

Gran Canaria desde el mar

La excusión marítima entre Puerto Rico y Mogán fue uno de mis momentos estrella de este viaje. Solo fueron 30 minutos de travesía pero, para alguien que en Madrid se siente como una sirena varada en tierra, contemplar la isla desde el mar fue todo un regalo. La cálida brisa sobre mi rostro, los acantilados que recuerdan su origen volcánico, calas solitarias, las playas de Amadores, del Cura, Taurito, Mogán…

La belleza del litoral de Gran Canaria

Playa de Mogán. Gran Canaria

Gran Canaria desde el mar

No es de extrañar que el sur sea la zona turística por excelencia de Gran Canaria. Las montañas del interior son una barrera natural que frenan las nubes del norte dando como resultado días despejados que invitan a realizar todo tipo de actividades náuticas. Pesca deportiva, vela, surf y bodyboard, windsurf, submarinismo…

¿Un bautizo de submarinismo? ¿Por qué no?

Debo confesar que cuando leí que nuestro programa incluía un bautizo de submarinismo pasé de la sorpresa al respeto en un segundo. Iba ser mi primera vez y temía que mi claustrofobia y mi habitual torpeza me jugaran una mala pasada. No fue así y desde aquí quiero agradecer a Álvaro Ojeda, mi instructor del Zeus Dive Center, la infinita paciencia que tuvo conmigo y el cariño con el que me trató en todo momento.

Con su ayuda me enfundé el traje de neopreno, las aletas y el resto del equipo, y me sumergí en las aguas de la playa de Amadores. La verdad es que al principio cuesta adaptarte al respirador y aprender a contrarrestar la flotabilidad del traje pero, si te relajas, respiras con calma y te concentras solo en disfrutar del momento, es una experiencia única que te deja con ganas de repetir.

Bautizo de submarinismo con Zeus Dive Center. Gran Canaria

Buceando frente a la playa de Amadores. Gran Canaria

Pero esta no fue la única actividad que realizamos en la playa. Aunque no pudimos practicar parascending por el viento, la alternativa que nos propuso la organización no pudo ser más divertida. En plan supervivientes, tuvimos que construir una balsa para llegar desde la playa de Mogán al Big Bang Jet Boat que nos estaba esperando. La sensación de surcar el mar a una velocidad tremenda a bordo de esta lancha rápida es fascinante. Te sientes como si estuvieras en un rally pero en el agua, saltando del asiento cada dos por tres y dando trompos de 360º. Un subidón de adrenalina en toda regla.

De la balsa a la lancha rápida. Gran Canaria

Un paseo por el Puerto de Mogán

El Puerto de Mogán es uno de los rincones más pintorescos de la isla. Su entramado de callejuelas peatonales y canales de agua salada, los pequeños puentes, el olor de las buganvillas que decoran cualquier recodo, sus coquetas casas, los muelles donde comparten espacio lujosos yates y barcas de pesca, las terrazas con vistas al mar, su peculiar ubicación… Se diría que en este barrio marinero, situado en el suroeste de Gran Canaria, todo está diseñado para ser disfrutado con calma. Y más al atardecer, cuando el sol acaricia con suavidad su litoral.

Puerto de Mogán. Gran Canaria

Callejeando por el Puerto de Mogán. Gran Canaria

Canal del Puerto de Mogán. Gran Canaria

Puerto de Mogán, Gran Canaria

Por cierto, según tengo entendido, el municipio de Mogán en una de las zonas con mejor clima de todo el archipiélago y los fondos de su costa son muy apreciados entre los submarinistas por su belleza y diversidad.

Perder la mirada en un mar de dunas

La Playa de Maspalomas, con sus tres kilómetros que van desde el Faro hasta la punta de Maspalomas, donde muda su nombre por Playa del Inglés, alberga la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas. Un enorme mar de arena dorada a la vera del océano que no deja indiferente a nadie por su belleza y en el que recalan todos aquellos que visitan la isla.

Reserva Natural Dunas de Maspalomas. Gran Canaria

Dunas de Maspalomas. Gran Canaria

No es para menos. Ya sea desde el paseo marítimo o hundiendo tus pies en la arena, la sensación de estar en un espacio de excepcional valor te invade y podrías pasarte mil horas contemplando las dunas. Sus matices de color, sus formas, las huellas que otros dejaron antes que tú…

Las dunas y el océano. Gran Canaria

Detalle de las dunas de Maspalomas. Gran Canaria

Descubriendo los secretos de la cocina canaria

Sazona tu alma. Condimenta tu felicidad. Sonríe cocinando. Este es el inspirador lema de Smile Cooking, un aula de cocina donde aprendí a elaborar, de la mano del cocinero Roberto Bernal, platos tan típicos como las papas arrugadas y el gofio, pescados como la sama y deliciosas salsas como el mojo verde y el mojo rojo.

Roberto Bernal. Smile Cooking. Gran Canaria

Con las manos en la masa. Smile Cooking. Gran Canaria

Papas arrugadas y gofio. Smile Cooking. Gran Canaria

Fue una experiencia culinaria muy recomendable porque el ambiente que se creó entre los fogones, con una buena copa de vino en la mano y participando en cada una de las elaboraciones, resultó tan íntimo como enriquecedor. Además de seminarios de cocina local, en Smile Cooking realizan talleres de gastronomía marroquí, libanesa, japonesa… Este punto de encuentro creado para disfrutar del placer de cocinar cuenta también con una tienda gourmet de productos exclusivos. Si te animas a ponerte con las manos en la masa, solo tienes que acercarte al barrio de Triana en Las Palmas de Gran Canaria (C/ Travieso, 22).

Vegueta bajo la luna

Las Palmas de Gran Canaria, fundada en 1478, cuenta con un interesante casco histórico cuajado de muestras de arquitectura tradicional. Su nombre es Vegueta y recorrerlo supone adentrarse en la historia de la capital. Un buen punto de partida para conocer este atractivo espacio urbano es la Plaza de Santa Ana. Este conjunto monumental, que mezcla con armonía diversos estilos, fue la primera plaza mayor planificada en España y su modelo se exportó a toda la América Colonial.

Desde su construcción fue ideada como espacio cívico y administrativo y por ello en torno a la plaza podemos ver la Catedral, las Casas Consistoriales, el Obispado, la Casa Regental, el Tribunal Superior de Justicia de Canarias y el Archivo Histórico. Sus guardianes son unos perros de bronce que se instalaron a finales del siglo XIX. La plazoleta del Espíritu Santo, la Casa de Colón o la plaza de Santo Domingo son otros rincones de Vegueta que conservan el ambiente de la vieja ciudad.

Plaza de Santa Ana. Las Palmas de Gran Canaria

Hubiera deseado tener más tiempo para recorrer este barrio que junto al de Triana conforman los más antiguos de la ciudad. En cualquier caso, este paseo nocturno cumplió su objetivo: despertar mis ganas de volver algún día a Las Palmas de Gran Canaria.

Alameda de Colón. Las Palmas de Gran Canaria

Disfrutando de la dolce vita canaria

Todo viaje que se precie precisa algún momento de relajación, una pausa en el camino para recuperar fuerzas y disfrutar con calma de las bondades de la tierra que pisas. Y más en Gran Canaria, una isla que gracias a la benevolencia de su clima y a sus aguas se ha convertido en un destino de salud y bienestar reconocido internacionalmente. Yo tuve ocasión de relajarme y desconectar del mundo en el Siam Spa, un auténtico spa tailandés ubicado en el hotel Bohemia Suites & Spa. ¿Mi elección? El Bali Massage.

Imagina conmigo. Una cabina deliciosamente decorada. Silencio. Aromas a mandarina, romero y naranja dulce que en forma de aceites van recorriendo tu cuerpo mientras unas manos expertas presionan tu espalda con las palmas de las manos, haciendo hincapié en los puntos claves de energía. Un lujo asiático para recuperar el equilibrio basado en la sabiduría popular de los balineses.

Siam Spa. Bohemia Suites & Spa. Gran Canaria

Bali Massage. Siam Spa. Gran Canaria

Si quieres vivir una experiencia como ésta, te recomiendo que visites la web de la asociación Gran Canaria Spa, Wellness & Health donde encontrarás una amplia oferta de centros donde cuidarte y mimarte.

Acostarme y despertarme con el rumor de las olas  

Eso es lo que hice durante mi estancia en Gran Canaria. Mi amplia y luminosa habitación del Seaside Palm Beach fue mi hogar y mi refugio, el lugar perfecto para descansar tras largas jornadas recorriendo la isla. No voy a extenderme en contarte más sobre este exquisito y acogedor hotel porque próximamente voy a dedicarle una reseña. El motivo es simple: sencillamente me encantó. Como adelanto, te dejo con las vistas desde mi terraza.

Vistas desde mi habitación. Hotel Seaside Palm Beach. Gran Canaria

Nota: Este artículo forma parte de mi viaje a Gran Canaria durante el blogtrip #GranCanariaExperience organizado por Nautalia Viajes, el Patronato de Turismo de Gran Canaria y Turismo de Canarias en colaboración con Hoteles Seaside y Air Europa.

Visitar los acantilados de Moher, la Irlanda más salvaje y fascinante te está esperando

Visitar los acantilados de Moher, la Irlanda más salvaje y fascinante te está esperando

Visitar los acantilados de Moher es descubrir una de las joyas naturales que pueblan la ruta costera del Atlántico. Su imagen siempre aparece en todas las guías y folletos de Irlanda y su descubrimiento es uno de los más deseados. De hecho, son muchos los que afirman que este viaje en carretera, que bordea cada curva del litoral oeste de la isla, es uno de los más espectaculares del mundo, y a tenor de lo que yo vi, solo una pequeña parte, no dudo que sea así.

Visitar los Acantilados de Moher. Irlanda

Me hubiera gustado recorrer este itinerario de principio a fin, desde Cork a Donegal, para conocer sus más de 2000 km de playas, sus bahías, sus aldeas de pescadores y, en el mejor de los casos, avistar ballenas y delfines. Quizá en un futuro pueda hacerlo, pero en mi primera incursión en tierras irlandesas tuve que conformarme con una pequeña pincelada de este litoral situada en el Condado de Clare.

Rumbo a los acantilados de Moher

Mi escapada empezó dejando atrás los suburbios de Dublín para adentrarnos en los condados de Kildare y Limerick entre pequeñas poblaciones, extensos campos con más tonalidades de verde de las que puedas imaginar, restos celtas, fortalezas como el Bunratty Castle e importantes centros de surf y de golf como Lahinch.

Cómo llegar a los acantilados de Moher desde Dublín

Los acantilados de Moher se encuentran en la costa oeste de Irlanda cerca del pueblo de Liscannor (Condado de Clare). Coordenadas GPS Latitud: 52.9714578 Longitud: -9.4247540. Si te animas a visitarlos en coche, aquí tienes algunas referencias para hacerte una idea de cuánto tiempo necesitarás para llegar:

Desde Galway → 1,5 h.
Desde Ennis → 40 minutos.
Desde Limerick → 1,5 h.
Desde Dublín → 3 h.

Si prefieres el tren, debes saber que las principales ciudades de Irlanda -Dublín, Galway, Cork y Belfast- están conectadas por ferrocarril. Otra opción es llegar desde Ennis y luego coger un autobús. Visita Irish Rail para más información.

En cualquier caso, si no quieres complicarte la vida con los traslados, puedes contratar una excursión de un día desde Dublín. En esta que te recomiendo podrás conocer el paisaje kárstico del Parque Nacional The Burren, Galway -una de mis ciudades favoritas- y, cómo no, visitar los acantilados de Moher. Además, este tour se realiza exclusivamente en español y las críticas de los viajeros que lo han hecho son muy buenas.

¿Qué tiempo va a hacer? – ¿Qué ropa llevar para visitar los acantilados de Moher?

El clima en la costa oeste de Irlanda es absolutamente cambiante por lo que conviene ir preparado. Para visitar los acantilados lo suyo es vestirse en plan cebolla sin olvidar algo de abrigo, un impermeable y un buen calzado. Y si luce el sol, pues a disfrutarlo al máximo.

Visitar los acantilados de Moher

Al llegar a los acantilados de Moher el día no podía ser más desapacible. El cielo parecía que iba a desplomarse en cualquier momento, lloviznaba y hacía muchísimo viento. Un viento helador que en ningún caso invitaba a pasear al borde de estos colosales vigías del Atlántico. Pensé en refugiarme en el centro de visitantes y entrar en calor tomando un café pero las ganas de contemplar aquello que tantas veces había soñado conocer hizo que mis pasos, desatendiendo a la razón, se encaminaran hacia ellos. Quería cumplir mi objetivo: visitar los acantilados de Moher.

Centro de visitantes y zona de aparcamiento. Acantilados de Moher

Los acantilados de Moher esculpidos en madera

De camino a la plataforma principal. Acantilados de Moher

Cuando alcancé la plataforma principal, me encontré con uno de los paisajes más sorprendentes que han visto mis ojos e impactado mis sentidos. Hasta donde se perdía la vista, una cadena de imponentes acantilados presidía el horizonte, resistiendo impasible las sacudidas de un océano que los golpeaba con fuerza.

Visitar los acantilados de Moher

Tal vez mis impresiones hubiesen sido diferentes si el sol hubiese lucido ese día, pero el manto gris que los cubría, el olor a tierra y a hierba mojada, y el frío que calaba mis huesos los hacían aún más sobrecogedores. No sé cuánto tiempo pasé apoyada en uno de los muros que delimitan el recorrido. Sin habla, tiritando e increíblemente apabullada por este rincón irlandés esculpido por la naturaleza hace más de 320 millones de años, que toma su nombre de las ruinas de una fortaleza llamada en gaélico antiguo «Mothar».

Tras superar el impacto inicial que supone ver por primera vez los acantilados, encaré la rampa urbanizada que conduce a la Torre de O’Brien, no sin antes detenerme a escuchar los delicados sonidos que un músico callejero ya entrado años arrancaba de su acordeón.

Pese al frio, la musica no cesa en los Acantilados de Moher

Subiendo hacia la Torre de O'Brien. Acantilados de Moher

Curiosamente, esta atalaya fue construida en 1835 para desempeñar la misma función que cumple hoy en día, un mirador panorámico que ya disfrutaban los cientos de visitantes que a principios del siglo XIX recibían los acantilados. Su constructor fue Cornelius O ‘Brien, un terrateniente de noble linaje que creía en la fuerza del turismo como potenciador de la economía local. No se equivocaba pues hoy en día la visita a los acantilados de Moher atrae hasta un millón de viajeros cada año.

Torre de O'Brien. Acantilados de Moher

Esta torre está situada muy cerca del punto más alto de los acantilados, a 214 metros sobre el nivel del mar, y, según dicen, en días despejados las vistas pueden alcanzar hasta cinco condados. Las islas Aran, la bahía de Galway, las montañas de los Twelve Pins en Connemara,  el faro de Loop Head…

Desestimada la opción de subir al mirador porque la bruma cubría buena parte del horizonte, continué mi paseo hacia el norte. Es realmente complicado tratar de describir tanta belleza. A un lado, vastos prados en los que las vacas pastan plácidamente ajenas al trasiego de turistas. Al otro, el fin del mundo con sus titánicas paredes verticales que se enfrentan al Atlántico.

Verdes prados frente al Atlantico. Que ver en los Acantilados de Moher Verdes prados frente al Atlantico. Acantilados de Moher

A partir de aquí, el camino se estrecha y un rótulo avisa que no conviene seguir. Aunque ya no hay muros de protección, algunos se lanzan a sobrepasar esta barrera para hallar mejores encuadres y hacerse el selfie de turno al borde de los acantilados. Una auténtica locura y más con la tierra resbaladiza y el tremendo viento que apenas permitía caminar con tranquilidad.

CONSEJO VIAJERO  → Si eres un lector habitual de este blog, ya sabrás que no me canso de repetir lo importante que es viajar con un buen seguro de viajes. Yo siempre viajo asegurada con Chapka por su amplia cobertura internacional. Si haces números, comprobarás que el coste diario del seguro compensa con creces su precio. Además, si lo contratas a través de mi web, obtendrás un 7% de descuento usando el código OBJETIVOVIAJAR. No lo dudes, contrata aquí tu seguro de viajes y disfruta de una aventura asegurada.

Deshaciendo el camino, rumbo a la plataforma sur, me fijé en la cantidad de carteles que hay de una organización llamada Samaritans que ofrece una línea de ayuda para evitar los suicidios que en más de una ocasión se han producido en los acantilados. De hecho, hay un pequeño monumento dedicado a los que perdieron la vida en esta franja del litoral irlandés.

Monumento en memoria de los que murieron en los acantilados de Moher

The Burren Way. Acantilados de Moher

Los senderos que recorren los acantilados de Moher

Una vez allí intenté localizar la colonia de frailecillos (puffins) que anidan en Goat Island. No pudo ser porque por lo visto, estas aves, conocidas como los payasos de los océanos, llegan del Atlántico en abril y regresan a finales de julio. Tal vez tú tengas más suerte cuando los visites y puedas disfrutar de la variada fauna que hay en estos acantilados. Y es que este espacio es una zona de protección especial que acoge la mayor colonia de aves marinas de Irlanda. Una veintena de especies a las que hay que sumar los delfines, focas y ballenas jorobadas que en ocasiones se pueden ver en mar abierto.

Vistas desde la plataforma sur. Acantilados de Moher

Un capricho de la naturaleza

¿Otra curiosidad de los acantilados de Moher? En determinadas épocas del año, se dan las condiciones necesarias para originar gigantescas olas que alcanzan los doce metros de altura. Una de ellas es la Aileen’s Wave. Los expertos aseguran que además de ser una de las más grandes de Europa es lo más parecido a lo que se conoce como la ola perfecta. Todas las estrellas mundiales del surf se han citado aquí alguna vez para cabalgarla.

Pásate por el Centro de Visitantes de los acantilados

Mi visita a los acantilados concluyó en el Centro de Visitantes, una enorme cueva abovedada que se mimetiza con el entorno para que el impacto de la huella del hombre sea solo una anécdota en este increíble escenario. En su interior acoge exposiciones fotográficas, áreas interactivas con muchísima información de la zona y una pequeña sala de proyecciones. Te sugiero que no te vayas sin ver el documental Ledge Experience. Sentirás que vuelas a lo largo de las cornisas y promontorios de los acantilados para acabar descubriendo el mundo marino que se oculta bajo las aguas del Atlántico. Aunque el centro cuenta con su propia tienda de souvenirs, si quieres llevarte un recuerdo más auténtico, puedes visitar las tiendas que encontrarás justo al lado. La mayoría ofrecen originales productos artesanales.

Vista exterior del centro de visitantes. Acantilados de Moher

Centro de visitantes

Mientras curioseaba en una de ellas, oí el sonido del claxon de mi autocar. Tocaba abandonar este entorno bendecido por la naturaleza y continuar camino hacia el Parque Nacional Burren para finalizar la jornada brindando con cerveza al son de la música celta en la encantadora ciudad de Galway.

Películas que se rodaron en los acantilados de Moher

Con tal despliegue de naturaleza, es normal que el mundo del cine haya puesto sus ojos en los acantilados de Moher. Como me comentó Katherine Webster, directora del centro de visitantes, lo que los hace únicos es lo escarpados que son y la brutal belleza de sus ocho fotogénicos promontorios que se alejan en la distancia. Un escenario real de casi 13 km de longitud que en la gran pantalla luce en todo su esplendor.

Detalle de los acantilados de Moher

De hecho, los acantilados son tan especiales que forman parte del Geoparque Global de la UNESCO Burren and Cliffs of Moher y por eso su grandeza está presente en películas como La princesa prometida, El hombre de Mackintosh o Harry Potter y el Misterio del Príncipe. Eso sí, ninguna pantalla es capaz de captar lo que se siente cuando te plantas cara a cara frente a ellos. Y es que no me cansaré nunca de repetirlo: visitar los acantilados de Moher es algo que todo viajero debería hacer sí o sí al menos una vez en la vida.

Consejos e información práctica para visitar los acantilados de Moher

Horarios de apertura:

Los acantilados de Moher están abiertos todo el año excepto los días 24, 25 y 26 de diciembre.

Enero y febrero → 9-17h
Marzo y abril → 8-19h
De mayo a agosto →  8-21h
Septiembre y octubre → 8-19h
Noviembre y diciembre → 9-17h

El mejor momento para visitar los acantilados:

Ten en cuenta que la afluencia de visitantes aumenta entre las 11 y las 16h. Si tu agenda te lo permite, intenta ir entre semana y por la tarde ya que la luz del sol -que se esconde en el oeste- es preciosa.

Si el día de tu visita hace mucho viento, ten en cuenta las señales de advertencia que se muestran en la entrada al parque. Estado amarillo: precaución adicional. Estado naranja: condiciones climáticas demasiado peligrosas, conviene refugiarse en el Centro de Visitantes y esperar a que amaine. Estado rojo: los acantilados se cierran al público.

Precio de la entradas:

Adultos:

Visita matutina de 9 a 10:59h → 4€
Visita tarde de 11 a 15:59h → 8€
Visita nocturna de 16 a 17, 19 o 21h (dependiendo de la estación) → 4€

Menores de 16 años → Gratis

Más información: Turismo de Irlanda (Ruta costera del Atlántico). Cliffs of Moher

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La Calzada del Gigante. Nice to meet you, Finn McCool

La Calzada del Gigante. Nice to meet you, Finn McCool

La Calzada del Gigante. Nice to meet you, Finn McCool

Visitar la Calzada del Gigante es un sueño para muchos viajeros. A continuación, te relato mi experiencia en uno de los paisajes más sugerentes e impresionantes del país, el único rincón de Irlanda del Norte declarado Patrimonio de la Humanidad.

Belfast (Irlanda del Norte). Hotel Park Inn. Siete de la mañana. Estoy harta de dar vueltas en la cama y de mirar la hora en el móvil de forma compulsiva. Decido levantarme. Corro la cortina y ahí está de nuevo el mismo horizonte plomizo de ayer acompañado de algo de lluvia. No importa. Ya he comprobado que en Irlanda el cielo cambia de color en cualquier momento, cuando menos lo esperas. Confirmo mi reserva: excursión a la Calzada del Gigante. Las mariposas revolotean ansiosas en mi estómago y aún faltan dos horas para que el autocar parta rumbo al Condado de Antrim.

Cuando llego al punto de encuentro, veo en las caras de mis compañeros de viaje, en su mayoría alemanes y japoneses, un reflejo de la mía. Se diría que están cansados y somnolientos si no fuera por la ilusión que irradian sus ojos, el preludio de que algo grande está por llegar.

Sin darme cuenta, Belfast va quedando atrás y la carretera empieza a fundirse con el mar atravesando encantadores pueblos costeros salpicados de restos medievales como Larne, Ballygalley, Glenarm, Cushendall, Ballycastle… No me extraña que la ruta costera de la Calzada esté considerada como una de las cinco mejores excursiones en coche del mundo. Es una maravilla y cualquier adjetivo se queda corto ante tanta belleza. Cada curva es una sorpresa en un paisaje cambiante que va del verde de los valles glaciares (los glens de Antrim) al azul del mar de Irlanda con Escocia de fondo.

Ruta costera de la Calzada del Gigante

Los glens de Antrim

Paisaje del Condado de Antrim

El camino continúa y, tras una parada en el puente colgante de Carrick-a-Rede, el autobús se detiene en el aparcamiento del Centro de Visitantes. El guía nos explica que hay cuatro rutas para recorrer la Calzada clasificadas por colores según su dificultad. Como el cielo parece que se vaya a desplomar en cualquier momento, decido apostar por el camino azul, una pista asfaltada que en menos de un kilómetro lleva hasta el corazón de esta joya que la naturaleza decidió regalar a Irlanda.

Inicio de la ruta azul. Calzada del Gigante

Visitar la Calzada del Gigante – Giant’s Causeway

Pongo en marcha la audioguía y me sorprendo al escuchar quién responde al otro lado. Es el mismísimo gigante Finn McCool a quien la leyenda atribuye el origen de la Calzada. No podría ser de otro modo en un rincón tan lleno de magia.

Finn me cuenta que en la vecina orilla de Escocia había otro gigante llamado Benandonner que siempre desafiaba su fuerza y su poder. Un buen día, harto de tantos insultos, empezó a lanzar al mar las enormes piedras de su costa hasta formar un camino que le permitiera cruzar al otro lado y ver con quién se estaba midiendo. Para su sorpresa, al acercarse vio que su rival era mucho más grande que él así que corrió a refugiarse en su casa consciente de que Benandonner no tardaría en aparecer. Necesitaba urdir una treta para confundirlo y su mujer, Oonagh, halló la solución: vestirle de bebé y meterlo en la cuna de uno de sus hijos. Cuando su enemigo llegó, Oonagh le presentó a su «hijito» y al verlo el escocés pensó que si el bebé tenía ese tamaño, el padre debía de ser enorme. Su reacción fue la que esperaban: huyó despavorido destrozando y hundiendo a su paso la Calzada para que Finn no pueda seguirle.

Descendiendo a la bahía de Portnaboe. Calzada del Gigante

Tras conocer los avatares de Finn con el gigante escocés, detengo la locución para centrarme en el paisaje que me rodea. A medida que mis pasos avanzan bordeando la bahía de Portnaboe, empiezo a sentir la fuerza del salvaje Atlántico Norte. Hace frío, el viento golpea mi cara y las olas baten con fuerza contra las rocas de los acantilados.

La brecha del viento. Calzada del Gigante

CONSEJO VIAJERO → Si tu nivel de inglés no es muy alto y no quieres complicarte, te recomiendo que contrates esta excursión de un día en español. Está muy bien valorada por los viajeros que ya la han realizado y, además de visitar la Calzada del Gigante, conocerás la ruta costera de Antrim, y Belfast, la atractiva capital de Irlanda del Norte.

Contemplando la fuerza del océano. Calzada del Gigante

En uno de ellos veo a Humphrey, el camello de Finn, más adelante a su abuela coronado una cima, su órgano… Mientras el cielo juega conmigo regalándome algún minuto de sol, me muevo entre la ciencia y la fantasía por el que sin duda es uno de los rincones más sobrecogedores que han visto mis ojos.

Humphrey, el camello del gigante Finn McCool. Calzada del Gigante

Panorámica de Port Ganny. Calzada del Gigante

Port Ganny. Calzada del Gigante

La Calzada del Gigante

Esta sensación de estar en un lugar que no parece de este mundo se magnifica cuando llego al epicentro de la Calzada. Una maravilla geológica formada por más de 40.000 columnas de basalto que surgió hace 60 millones de años como resultado de una intensa actividad geológica y volcánica. Un capricho nacido tras el enfriamiento de los sucesivos flujos de lava que me deja sin habla, perpleja ante estas formas hexagonales que se deslizan hacia el océano como si fueran peldaños que desaparecen en el horizonte. Pura magia.

Llegando a la Calzada del Gigante

Ruta azul. Calzada del Gigante

Calzada del Gigante. Irlanda del Norte

Vista de la Calzada del Gigante

Dicen los expertos que el mejor momento de la Calzada son las últimas dos horas de sol, sobre todo en primavera y otoño, cuando llega de lado y tiñe las columnas de un precioso color dorado. Veo a muchos con trípode tratando de convertir el fuerte oleaje en una fina capa de seda que cubre y descubre las piedras a su antojo. ¿Lo intento? No. Ya se han tomado miles de fotos espectaculares de la Calzada. Prefiero aprovechar el tiempo captando su belleza en mi retina. He venido en busca de sensaciones, no de fotos para enmarcar. Es más, ni siquiera trato de hallar un encuadre solitario. Prefiero que aparezca gente en mis fotografías. Viajeros que, como yo, han recorrido miles de kilómetros para contemplar este prodigio de la naturaleza que nos habla del pasado más ancestral de la Tierra.

Todo el mundo quiere su foto. Calzada del Gigante

Tras el gran impacto inicial que supone enfrentarme a la Calzada, el subidón de adrenalina se atenúa y empiezo a ser consciente de que verdaderamente estoy allí. Que son mis pies los que están posados en esta tierra de gigantes. Es entonces cuando decido interactuar con ella. Contemplo las columnas de cerca, las subo y bajo cien veces, meto mi mano en las pequeñas pozas que la erosión ha formado sobre algunas de ellas… Me siento como una niña con zapatos nuevos que se divierte retratando a otros turistas, intercambiando sonrisas y frases de cortesía en diferentes idiomas. Y es que este lugar fue creado para hacer feliz a quien lo visite. Tan claro como suena.

Columnas de basalto. Calzada del Gigante

La intensa actividad volcánica originó la Calzada del Gigante

Los más románticos, como yo, sentirán la presencia de Finn a cada paso. El resto probablemente piense que al único gigante que hay que temer es al Atlántico, ese bravo océano que envía olas que rompen con furia sobre las piedras.

Aviso de fuerte oleaje. Calzada del Gigante

Entrada al órgano. Calzada del Gigante <

El órgano de Finn. Calzada del Gigante

Miro el reloj. Falta una hora para que termine la excusión y emprendo con tristeza el camino de vuelta. De nuevo por la costa. Quiero seguir sintiendo cerca el océano, el frío en mi rostro, el viento que te impide avanzar. Así llego al centro de visitantes donde entro en calor recorriendo sus espacios expositivos y viendo un audiovisual protagonizado por Finn. Compro un imán para mi nevera viajera y me dirijo al punto de encuentro. Antes de subir al autocar, me doy la vuelta y me despido de este lugar que me ha calado tan hondo con un it has been a pleasure, Finn McCool.

Detalle de Port Ganny. Calzada del Gigante

Paisaje de la Calzada del Gigante

Exposición en el centro de visitantes. Calzada del Gigante

Información práctica para visitar La Calzada del Gigante

Ubicación: 40 Causeway Road, BT57 8SU Bushmills (Condado de Antrim).

Cómo llegar a La Calzada del Gigante

Por carretera: La Calzada del Gigante está situada a 3 km de Bushmills. Desde Belfast se tarda en llegar una hora y media aproximadamente, y desde Dublín, algo menos de 4 horas. Si lo prefieres, puedes contratar, como hice yo, una excursión organizada desde Belfast o desde Dublín. Hay muchas agencias online que ofertan este tour.

Tren: Hay un servicio regular desde Belfast o Londonderry a Coleraine. Desde allí puedes coger el autobús Ulsterbus Service 172.

Consulta la web de National Trust para conocer el resto de opciones para llegar a la Calzada.

Centro de visitantes. Calzada del Gigante

Precio de las entradas de la Calzada del Gigante (compra online)

  • Adultos: 11 libras.
  • Menores de 5 años: Gratis
  • Niños: 5.50 libras.
  • Familias (2 adultos y hasta 3 niños menores 17 años): 25.50 libras

Estas tarifas incluyen la entrada al Centro de Visitantes, un tour guiado en inglés o audioguía, un folleto informativo y el aparcamiento. Puedes comprar tus entradas en la web de la Calzada del Gigante.

Para bajar a la Calzada hay un autocar lanzadera que parte del centro de visitantes. Tiene un coste adicional de 1 libra.

Autobus lanzadera

Horarios para visitar la Calzada del Gigante:

  • Marzo, abril, mayo y octubre → 9 -18h
  • Junio, julio, agosto, septiembre →  9 – 19h
  • Enero, febrero, noviembre y diciembre → 9 – 17h
  • 24, 25 y 26 diciembre → Cerrado
  • La última admisión al Centro de visitantes es una hora antes del cierre.

¿Qué ropa llevar?

El clima de la costa norte suele cambiar constantemente así que conviene ir preparado. Lleva algo de abrigo y un impermeable para protegerte del fuerte viento y la lluvia, y calzado adecuado para caminar sobre las columnas sin peligro de resbalar.

No viajes sin seguro a Irlanda del Norte

Tu tranquilidad es lo primero, así que, aunque viajes dentro de Europa, no olvides contratar un buen seguro de viajes que te ayudará a resolver cualquier incidente que puedas tener durante tus vacaciones. No lo dudes, haz como yo y contrata un seguro de viajes con Chapka. Además, si lo contratas a través de mi web, obtendrás un 7% de descuento usando el código OBJETIVOVIAJAR. No lo dudes, contrata aquí tu seguro de viajes y disfruta de una aventura asegurada.

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San Sebastián en clave de cine. 7 tomas para descubrir la ciudad

San Sebastián en clave de cine. 7 tomas para descubrir la ciudad

San Sebastián no es Madrid ni Barcelona. Ni falta que le hace. Le basta y le sobra con saberse la dama del norte. La chica guapa del baile, la que recibe todas las flores y deja a su paso una hilera de admiradores que matan por un guiño suyo. Por sentir el abrazo de su bahía, por una caricia en forma de ola, por un beso gourmet. Para plasmar su apabullante encanto he buscado un hilo conductor que fusiona mis dos grandes aficiones: viajar y el séptimo arte. El resultado lo tienes a continuación. Si Alfred Hitchcock se paseó por su Festival Internacional de Cine para presentar Con la muerte en los talones y Vértigo, Coppola, Llueve sobre mi corazón, y Fellini, Las noches de Cabiria, yo te presento San Sebastián en clave de cine.

El Peine del Viento de Eduardo Chillida. San Sebastián

Si tuviera que lanzarle un piropo a la capital guipuzcoana, le diría que es una ciudad tremendamente fotogénica. El paraíso para cualquier técnico en localizaciones. Y es que, por mucho que se empeñen en colocar la alfombra roja en el Kursaal, su impagable plató está a cielo abierto y delimitado por el Cantábrico.

Toma 1. Playa de La Concha, Ondarreta, Isla de Santa Clara y Zurriola

Dicen que La Concha es el arenal más bonito de la cornisa cantábrica y una de las mejores playas urbanas del mundo. Para mí es un kilómetro y medio de puro glamour, que aparece y desaparece a merced de la marea, enmarcado en la bahía y flanqueado por un paseo que cualquier ciudad desearía tener. Todos sus compañeros de reparto rezuman elegancia: sus delicadas farolas que dan forma al Premio Donostia, los distinguidos edificios que la contemplan y, sobre todo, su preciosa barandilla que nunca te cansarías de fotografiar. Imagina a Audrey Hepburn apoyada sobre ella con su mirada perdida en el mar y dime si no es un escenario de película, amenace lluvia o haga sol.

Paseo y playa de La Concha. San Sebastian

Playa de La Concha. San Sebastián

Centro Talaso-Sport La Perla. Playa de La Concha. San Sebastián

Farola del Paseo de la Concha. San Sebastián

Aunque se acuse a La Concha de copar todos los planos, no es la única playa de San Sebastián. Hay tres más, cada una con su propia personalidad y su público. Su vecina más inmediata es Ondarreta, que se extiende desde la falda del Monte Igueldo hasta el Palacio de Miramar, donde la reina María Cristina fijó la residencia veraniega de la corte. A pesar de ser bastante más pequeña que La Concha, es la más popular entre las familias donostiarras que acuden aquí a jugar al volley, al fútbol o las palas. Su imagen, salpicada por la silueta de sus tradicionales casetas -en las que aún se cambian los bañistas más pudorosos-, está inevitablemente ligada a la Isla de Santa Clara que, a su vez, cuenta con una pequeña playa con espectaculares vistas a la ciudad.

Playa de Ondarreta desde el Paseo Eduardo Chillida. San Sebastián

Playa de Ondarreta. San Sebastián

Familia jugando en la playa de Ondarreta. San Sebastián

Isla de Santa Clara desde el paseo marítimo. San Sebastián

Al este de la desembocadura del río Urumea, en pleno barrio de Gros, se encuentra Zurriola, una de las playas con más oleaje de la costa cantábrica. Territorio de expertos surfistas y de aficionados que acuden a sus escuelas para aprender a cazar la ola perfecta a la sombra de las dos rocas varadas frente al mar que ideó Rafael Moneo, el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal.

Kursaal y playa de Zurriola. San Sebastián

Escuela de surf en la playa de Zurriola. San Sebastián

¿La conexión de este atractivo litoral con el cine? El entorno natural de San Sebastián ha sido tradicionalmente un filón para rodar películas. El año pasado, sin ir más lejos, la ciudad atrajo 86 rodajes. Centrándonos en sus arenales, te pondré varios ejemplos. La playa de La Concha fue el telón de fondo en el que Marlene Dietrich y Gary Cooper desataron su Deseo allá por los 40, también se dejó ver en El cantor de México, y más recientemente en la ópera prima de Fernando Franco La Herida. La playa de Ondarreta aparece en Hoy como ayer y Zurriola en el largometraje indio Shivaji.

Toma 2. El Peine del viento

Nuestro segundo escenario nos lleva al final de Bahía de La Concha para descubrir tres esculturas de hierro, aferradas a las rocas, que llevan resistiendo los envites del Cantábrico desde 1977, el Peine del Viento. Este conjunto escultórico es la materialización del sueño adolescente de Eduardo Chillida, un chaval que hacía novillos los días de temporal para venir hasta aquí y quedarse ensimismado viendo cómo las olas penetraban en San Sebastián por la falda del monte Igueldo. Su anhelo era lograr que «el viento entrase peinado a la ciudad» y así bautizó esta obra que el tiempo convirtió en un símbolo.

Peine del Viento. San Sebastián

Encontrar el mejor encuadre y el mejor momento del día para inmortalizar este finisterre donostiarra no es fácil. Demasiada magia junta, demasiados cambios de luz, demasiados ángulos posibles, demasiadas sensaciones. El viento, las rocas del acantilado, el hierro, una niña jugando con los respiraderos que permiten a las olas seguir su curso, una pareja de enamorados… No imagino cuántos storyboards se podrían dibujar en un entorno como éste.

Confesiones en el Peine del Viento. San Sebastián

Jugando con los respiraderos. Peine del Viento. San Sebastián

Toma 3. El Monte Igueldo

Subir al Monte Igueldo supone protagonizar un flashback en toda regla que nos transporta al San Sebastián de 1912. Lo coronaremos a bordo de un viejo funicular rojo -el más antiguo de Euskadi- que aún conserva su carrocería de madera original. En tres minutos nos dejará en el centenario parque de atracciones. Fantasea conmigo de nuevo. Fíjate en su Montaña Suiza -que no rusa-, en las casetas de feria, en el carrusel, y visualiza todo el conjunto en blanco y negro. ¿Eres capaz de imaginar a la reina María Cristina inaugurándolo rodeada de la alta sociedad donostiarra? Yo sí y por eso, más que trasnochado y decadente, lo encuentro cargado de solera y seductoramente nostálgico.

Funicular de San Sebastián

Caseta del parque de atracciones de San Sebastián

Tras este ejercicio de divagación temporal, vuelve al color y prepárate para rodar una espectacular panorámica que recoge toda la fuerza de la bahía con la isla de Santa Clara y la impresionante silueta del otro guardián de la ciudad, el Monte Urgull. Será muda porque te dejará sin habla.

San Sebastián desde el Monte Igueldo

El Monte Igueldo y el mar. San Sebastián

Anotación al pie: Si quieres hacer un alto en la camino, pásate por su terraza self service. Toma algo, olvídate del mapa y del reloj, y disfruta. Estás en San Sebastián.

Cafetería en el Monte Igueldo. San Sebastián

Toma 4. Lo Viejo

El centro histórico de San Sebastián, más conocido como Lo Viejo, es donde se tejen y se desarrollan los mejores guiones. Basta pasear por sus estrechas y bulliciosas calles, encajadas entre el puerto y la desembocadura del río Urumea, para comprobar que aquí se cuecen todo tipo de historias que nos hablan del pasado y del presente de la ciudad.

Paseando por Lo Viejo. San Sebastián

La mayoría llegamos a esta zona atraídos por la fama de sus pintxos, esas pequeñas obras de arte en miniatura que copan las barras de sus bares y que fusionan tradición y vanguardia a partes iguales. Es un buen planteamiento que mejora si, además, nos ponemos en la piel de un enamorado de la cocina vasca como era Orson Welles. Eso sí, que impere la calma porque la oferta parece no tener fin en calles como Fermín Calbetón, 31 de Agosto, Pescadería o la Mayor. Si nos sabes por dónde empezar, puedes consultar la ruta de pintxos que elaboré hace poco. Una osadía, lo sé, pero cada vez que la releo mis papilas gustativas me recuerdan que debo volver.

Si tu cartera te lo permite, no olvides que además de las del firmamento y de las que desfilan alrededor del Festival de Cine, San Sebastián atesora otras igual de apreciadas: las estrellas que reconocen la labor de chefs como Arzak, Berasategui o Subijana, entre otros. 16 estrellas Michelín nada menos.

Casa Vergara. San Sebastián

Recorriendo Lo Viejo, te toparás inevitablemente con la Plaza de La Constitución, cuyos coloridos balcones numerados nos hablan de su pasado como plaza de toros, y con dos de sus templos más importantes: la Basílica de Santa María del Coro -patrona de la ciudad- y la Iglesia San Vicente, su templo más antiguo.

Plaza de la Constitución. San Sebastián

Homenaje a la población civil tras el incendio de 1813. San Sebastián

Basílica de Santa María del Coro. San Sebastián

En esta zona también se encuentra el Museo San Telmo y el renovado mercado de La Bretxa, llamado así por ser el lugar que eligieron las tropas inglesas para iniciar el asalto a la ciudad en 1813. Este asedio fue una auténtica película de terror para la ciudad ya que un desolador incendio arrasó Lo Viejo casi por completo. Hoy en día aquí acuden los grandes cocineros en busca de las mejores materias primas y también los tenderos que ofrecen sus productos traídos directamente de la huerta.

Mercado tradicional de La Bretxa. San Sebastián

Toma 5. El Puerto

Por sus dimensiones podría parecer que el puerto no es más que un actor secundario de San Sebastián. Nada más lejos de la realidad. Es pequeñito, sí, pero absolutamente encantador. Protegido bajo la ladera rocosa del Urgull y a los pies de la estatua del Sagrado Corazón, da cobijo a barcos de pesca y de recreo que ofrecen paseos por la bahía, a sencillas casas blancas de pescadores, a restaurantes de pescado y marisco y a viejos marineros que añoran volver a faenar. También acoge el Aquarium -uno de los más modernos de Europa- y el Museo Naval que muestra la ancestral relación de los vascos con el mar.

Puerto de San Sebastián

Museo Naval. San Sebastián

Paseando por el puerto de San Sebastián

Aquarium de San Sebastián

Barcas en el puerto. San Sebastián

Anotación al pie: Si quieres sentir la fuerza del Cantábrico, toma el Paseo Nuevo que bordea el Monte Urgull desde el Puerto. Y si buscas un espacio cargado de romanticismo, acércate al Cementerio de los Ingleses, en la ladera norte del monte. ¿Otra opción? El Castillo de la Mota, testigo de las guerras que han sufrido los donostiarras a lo largo de la historia.

Toma 6. Del Boulevard al parque de Araba

Este recorrido por los principales escenarios de San Sebastián quedaría incompleto sin mencionar el conjunto urbano que discurre a lo largo del Ensanche, diseñado a mediados del XIX tras el derribo de la muralla. Es lo que se conoce como área romántica, una zona que comienza en el Boulevard y que nos lleva a descubrir algunos de los rincones con más solera de la ciudad sin apenas cruzarnos con construcciones modernas. Como el actual Ayuntamiento que nació con vocación de Gran Casino y que vio desfilar a la flor y nata local de la Belle Époque donostiarra entre sus ruletas. O como la Plaza de Gipuzkoa, la Catedral del Buen Pastor o la calle Prim, con sus distinguidas fachadas y portales modernistas de principios del siglo XX.

Ayuntamiento y monumento en memoria de las víctimas del terrorismo y la violencia. Jardines de Alderdi Eder. San Sebastián

Vista de la Catedral del Buen Pastor desde la calle Loiola. San Sebastián

Elegantes fachadas como ésta jalonan la calle Prim. San Sebastián

Pero para escenario elegante y sereno el que envuelve el Urumea, con sus románticos puentes, su Paseo del Árbol de Gernika y, sobre todo, abrazando a la pareja más cinematográfica de la ciudad: el dúo inseparable que forman el Hotel María Cristina y el Teatro Victoria Eugenia. Un plató de brutal belleza por el que han desfilado y desfilan los grandes del cine: Audrey Hepburn, Coppola, Lana Turner, Al Pacino, Robert de Niro, Almodóvar, Tarantino… Aún recuerdo la imagen de La Loba recogiendo el Premio Donostia en el escenario del Victoria Eugenia. Vestida de negro, fumando y muy enferma, pero tan Bette Davis como siempre. El cine y San Sebastián. Donostia y el séptimo arte.

Hotel María Cristina y Teatro Victoria Eugenia. San Sebastián

Estatua homenaje al Almirante Oquendo. San Sebastián

No olvido la otra sede del Festival Internacional de Cine, el Kursaal. Me puede gustar su estampa en forma de cubos que se enfrentan al mar pero no juega en la misma liga porque no deja de ser un principiante al lado de ambos. Le falta el encanto y la magia de un pasado centenario.

Anotación al pie para cinéfilos: Para tomarte algo rodeado de todas las estrellas que han pasado por la ciudad, el Café Oquendo, y para dormir sintiéndote una de ellas, el Hotel Astoria7.

Toma 7. Los protagonistas y su banda sonora

Por mucha belleza que ostente, San Sebastián no sería lo que es sin su paisanaje. Un casting de primera formado por gente que se muestra amable con los de fuera, cercana y con un sentido del humor muy peculiar, muy del norte. ¿El resultado? Consiguen que los cameos, o lo que es lo mismo, los más de 450.000 visitantes que recibe cada año, se marchen pensando en volver. ¿Y su banda sonora? San Sebastián suena a viento, a oleaje, a tintineo de vasos y platos en sus bares de pintxos, a risas contagiosas, a saludos a voz en grito y a silencios.

Parque de Araba. San Sebastián

Aquí concluye mi rodaje en esta ciudad única que nació para ser admirada. Llega el momento de despedirse de los actores y de los escenarios, apagar las cámaras, guardar los focos y la claqueta. Llega el momento de que seas tú quien se lance a escribir su propio guión en San Sebastián.

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Títulos de crédito: Si quieres exprimir al máximo tu estancia en la ciudad, hazte con la San Sebastián Card, una tarjeta turística que podrás utilizar en el transporte público y que te permitirá obtener importantes descuentos en museos, restaurantes y comercios. Puedes comprarla en las oficinas de San Sebastián Turismo.

Postales de Pasaia: Pasai Donibane, San Pedro, Victor Hugo y un chicharro en la bocana

Postales de Pasaia: Pasai Donibane, San Pedro, Victor Hugo y un chicharro en la bocana

El suave abrazo de la brisa del Cantábrico, esa paleta de verdes que solo se da en las montañas del norte, túneles, pasadizos y calles en los que el sol apenas logra colarse, piedras que evocan un tiempo no tan lejano, el legado de Victor Hugo, el tiempo y la mirada detenidos en su bahía, el afrutado sabor de un txacolí en mis labios, paz… Un soplo de buena vida. Estos son los recuerdos que guardo de Pasaia, un retazo de la costa guipuzcoana que si logró encandilar al genio del romanticismo francés, imagina lo que hizo conmigo.

Vista de Pasai Donibane con la Basílica del Santo Cristo de Bonanza a la izquierda. Pasaia

A diferencia de Victor Hugo yo no me topé con Pasaia por casualidad. Fui a buscarla una soleada mañana de junio cuando mis sentidos todavía estaban embotados por la magia de su vecina más ilustre, Donostia. Llegué tarde a la cita, a la hora de comer, y dejé por el camino Pasai Antxo y Trintxerpe, los dos distritos que junto a Pasai Donibane y Pasai San Pedro conforman el municipio de Pasaia.

Qué ver en Pasaia

Pasadas las dos de la tarde, el casco histórico de Pasai Donibane parecía reservado para mí. Solitario, silencioso, encantador. Apenas me encontré con un puñado de pasaitarras mientras recorría la Donibane Kalea o, como la llamaba el autor de Los Miserables, «la calle única, esa que siempre te lleva a donde quieras ir».

Realmente es así. Esta adoquinada y angosta vía, encajada a presión entre el mar y la ladera del monte, atraviesa el corazón de este pueblo vertebrando con acierto una hermosa combinación de arquitectura popular, religiosa y señorial. Fachadas de sillería, entramados de ladrillo, aleros de piedra tallada, subidas, bajadas… Y arcos que sostienen las casas-puente y que permitieron, allá por el siglo XVIII, que esta calle siguiera su curso sin tener que remontar las escaleras que conducen hasta la ermita de Santa Ana desde donde, por cierto, se divisa una impresionante panorámica que domina toda la bahía.

Donibane Kalea. Pasai Donibane. Pasaia

Pasai Donibane fue durante varios siglos un barrio de Hondarribia. Pasaia

Pasadizos del casco histórico de Pasai Donibane. Pasaia

Una calle que solo se permite respirar cuando desemboca en la marinera y pintoresca Plaza de Santiago. Un espacio rectangular, flanqueado por una larga fila de casas estrechas y altas -entre ellas la antigua Casa Consistorial- que se diría están empotradas en el monte y cuyos balcones corridos miran al mar.

Plaza de Santiago. Pasai Donibane. Pasaia

Pasaitarra en la Plaza de Santiago. Pasai Donibane. Pasaia

Me fijé en todos estos detalles más tarde. A esa hora se imponía hacer un alto en el camino y localizar un buen local para contentar a un paladar que en solo tres días se había rendido por completo a los placeres de la gastronomía vasca. Así pues, puse en práctica un recurso que nunca falla: preguntar a los del terreno. ¿Pescado a la parrilla? «Sigue esta misma calle hasta el final y llegarás al Alabortza. No tiene pérdida.»

No me dieron más datos y tampoco los pedí. Poco a poco fui dejando atrás las últimas casas. El Arco y la Basílica del Santo Cristo de la Bonanza, donde antaño las tripulaciones ofrecían misas para obtener el favor del santo y propiciar una venturosa navegación, las ruinas del Castillo de Santa Isabel, construido en 1621 para proteger el puerto de Pasaia… Tras sobrepasar el último pasadizo, el entorno cambió. Había llegado al Paseo de Bonanza, más conocido como Paseo de Puntas, una preciosa senda que discurre paralela al mar hasta alcanzar la bocana del puerto. La calma, el Cantábrico a mis pies y una vez más el verdor del norte. Pero, ¿y el restaurante?

Callejeando por Pasai Donibane. Pasaia

Paseo de Puntas. Pasai Donibane. Pasaia

Paseo de Puntas. Al fondo, Albaola, la Factoría Marítima Vasca. Pasaia

El restaurante, al que se llega tras una suave caminata de unos 15 minutos desde la Plaza de Santiago, no era tal. Era una sencilla kantina, con un par de mesas corridas de madera y una terracita con vistas de escándalo. Chicharro a la brasa, sardinas y el mejor aliado: una botella de txacolí de Getaria. Para qué más. Una deliciosa comida, preparada con buena mano y enmarcada allí donde la bahía se hace mar, en un maravilloso antojo de la Comarca de Oarsoaldea que durante un buen rato fue solo mío. Uno de esos lujos que el azar cruza en tu camino y que se instalan por méritos propios en tu memoria.

Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Terraza de la Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Preparando el chicharro. Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Chicharro, sardinas y txacolí de Getaria en la Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Aunque me costó horrores despedirme de la Kantina Alabortza, mi camino debía continuar y tocaba deshacer lo andando. Quería recorrer las dependencias de la casa donde se alojó Víctor Hugo durante su estancia en Pasaia. En una de las paredes pude leer: «Cuando dormitamos a la orilla del mar, todo mece y acaricia el oído, el ruido del viento sobre las olas, el ruido de las olas sobre las rocas. Oímos, a través de nuestros sueños, los lejanos cantos de los marinos». Y es que desde las balconadas de cualquiera de sus tres plantas se ve la bahía que inspiró los textos y grabados que este escritor galo ideó en el verano de 1843.

Casa de Victor Hugo. Pasai Donibane. Pasaia

Busto y habitación de Victor Hugo. Pasai Donibane. Pasaia

Estaba de viaje por la zona occidental de los Pirineos, paseando por el monte Ulia y llegó, sin apenas darse cuenta, hasta San Pedro. En aquellos días, las bateleras eran las que se encargaban de transportar a los viajeros en sus botes a remo de una orilla a otra de la bahía, un oficio característico de Pasaia que tiene su homenaje en forma de escultura de metal frente al Palacio Villaviciosa. Tomó una de estas embarcaciones, llegó a Pasai Donibane y el resto es una historia de vivencias y escritos que podemos conocer a través de la exposición «Víctor Hugo, viaje a la memoria”. Su idilio con Pasaia quedó reflejo en su obra en numerosas ocasiones. De todas las palabras que vertió en su honor, me que quedo con éstas: «un pequeño edén resplandeciente…, más célebre si estuviera en Italia».

Palacio Villaviciosa. Pasai Donibane. Pasaia

Homenaje a las bateleras. Pasai Donibane. Pasaia

Tras visitar la casa museo de Victor Hugo, que alberga además la Oficina de Turismo, descubrí otros rincones de su singular caso urbano como la iglesia parroquial de San Juan Bautista, el palacio Arizabalo -actual ayuntamiento-, la Casa Miranda y el Humilladero de la Piedad, frente al que se halla el embarcadero que nos permite salvar ese estrecho brazo de mar que se empeña en separar a los pasaitarras.

Una casa y una barca. Pasai Donibane. Pasaia

Iglesia Parroquial de San Juan Bautista. Pasai Donibane. Pasaia

Casa Miranda. Pasai Donibane. Pasaia

Hoy en día ya no hay bateleras pero sí una lancha motora que une por mar Pasai Donibane con Pasai San Pedro en un par de minutos (0,70€). También se puede acceder por carretera vía Lezo, Pasai Antxo y Trintxerpe, pero si tienes alma marinera, acabarás surcando las aguas de esta ensenada que alberga el puerto comercial más importante de Guipúzcoa.

Travesía a Pasai San Pedro. Pasaia

Pasai Donibane desde Pasai San Pedro. A la derecha, ermita de Santa Ana

Ya en la orilla sanjuandarra, en el que durante varios siglos fue un barrio más de Donostia, salió a mi encuentro otro bonito casco viejo. Un interesante conjunto arquitectónico, con viviendas que hablan del esplendor de otros siglos, como la casa natal del ilustre almirante Blas de Lezo -el héroe que humilló a la armada inglesa en 1741- o la casa de los Ferrer. La cofradía de pescadores, el muelle y la flota pesquera me envolvieron en el ambiente marinero de este pueblo que cuenta con un atunero tradicional reconvertido en buque escuela. Es el Mater, un barco clásico del Cantábrico que, tras su periplo pesquero, se ha reconvertido en un museo flotante sobre la pesca artesanal. Su gestión correo a cargo de Itsas Gela, una asociación sin ánimo de lucro que desde 2001 desarrolla programas de difusión, conservación e investigación del patrimonio marítimo en Pasaia y que además realiza visitas guiadas a la bahía por mar y por tierra.

Barco Museo Mater. Pasai San Pedro. Pasaia

Casco histórico de Pasai San Pedro. Pasaia

Callejeando por Pasai San Pedro. Pasaia

Si se quiere continuar navegando por la historia, se pueden visitar las instalaciones de Albaola, La Factoría Marítima Vasca (Ondartxo Ibilbidea, 1). Aunque la construcción de embarcaciones históricas es su labor principal, también realizan actividades para dar a conocer el pasado marítimo de Euskadi como clases de navegación, representaciones teatrales, experiencias lúdicas para los más pequeños o talleres de modelismo. Una última recomendación: no dejes San Pedro sin acercarte a conocer un faro con ínfulas de castillo, el faro de la Plata. Muchos peregrinos del Camino de Santiago se desvían de su ruta para no perderse las vistas desde la cima del acantilado sobre el que se alza. Otros viajeros, como hiciera en su día Victor Hugo, toman el sendero GR-121 que conduce a Donostia.

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Cierro los ojos y soy capaz de volver ahora mismo a este paisaje esculpido a golpe de mar y. abrigado por los montes Jaizkibel y Ulia. Su sosegado ambiente, el paseo por sus callejuelas, la fugaz travesía por la bahía, sus casas palaciegas… Si he conseguido recrear solo una pequeña parte de lo bien que me sentí en este rincón guipuzcoano, objetivo cumplido.

Más información: Oficina de Turismo. Casa Victor Hugo. Donibane Kalea, 63. Pasai Donibane.

Qué ver en Lekeitio, visitas y experiencias imprescindibles

Qué ver en Lekeitio, visitas y experiencias imprescindibles

Lekeitio es una villa marinera situada en la comarca de Lea-Artibai donde la naturaleza, la historia y sus gentes se han confabulado para crear uno de los rincones más hermosos de la costa vizcaína. Yo caí absolutamente rendida a sus encantos en mi último viaje a Euskadi y por eso te lanzo estas 10 propuestas para que tú también te enamores de Lekeitio.

Panoramica de Lekeitio
Panorámica de Lekeitio

Qué ver en Lekeitio

Voy a hablarte de su casco antiguo, de sus playas, de sus tradiciones y de los enclaves únicos de este pueblo que mira de frente al Cantábrico con elegancia, sin olvidar ni por un instante su estrecha vinculación con la pesca y el mar. O lo que es lo mismo, si quieres saber qué ver en Lekeitio, sigue leyendo.

El puerto y los arrantzales

Una de las visitas imprescindibles para tomarle el pulso a esta villa marinera, es en el puerto. Aunque ya no alberga una gran flota pesquera como en el pasado, mantiene intacto su encanto con sus coloridas barcas de pesca que contrastan con las modernas embarcaciones de recreo.

Puerto de Lekeitio
Puerto de Lekeitio
Vendedora de pescado
Vendedora de pescado

Cualquier momento es bueno para recorrerlo e impregnarte de la atmósfera que se respira. El olor a mar, el viento, el rumor del agua… Podrás ver cómo los pescadores (arrantzales) descargan sus capturas y reparan las redes, a orgullosas vendedoras que exhiben sus mercancías, los balcones de madera que se asoman al Cantábrico. Y disfrutar de preciosas vistas en el rompeolas a mar abierto de La Tala.

Hablando de vistas, no olvides acercarte a la ermita de San Juan. La panorámica que desde allí se contempla abarca toda la costa.

Pescadores faenando en el puerto de Lekeitio
Pescadores faenando en el puerto de Lekeitio
La Tala de Lekeitio
La Tala de Lekeitio

Casco antiguo de Lekeitio

Otra de las piezas que hacen de Lekeito un atractivo destino es su encantador casco antiguo de trazado medieval. Recorrer su empedradas calles supone revivir el pasado pesquero y artesano de esta villa entre casonas, palacios, iglesias, torres y conventos.

La calle principal del barrio de pescadores es la Arranegi Kalea donde comparten espacio un buen número de palacios blasonados con modestas casas de pescadores. Detente en la plazuela de Arranegi para contemplar la Upa-Etxea, ejemplo de casa señorial barroca, y un poco más adelante en la calle Ezpeleta para ver el monumental edificio de estilo neoclásico de la antigua Cofradía de Pescadores de San Pedro.

Plazuela de Arranegi. Lekeitio
Plazuela de Arranegi
Casa señorial Upa-Etxea. Lekeitio
Casa señorial Upa-Etxea

La Gamarra enparantza es el punto de encuentro de estos dos barrios históricos. Muy cerca se encuentra el Ayuntamiento que con sus amplias balconadas y su noble fachada representa un bonito ejemplo de las casas consistoriales barrocas de Esukadi. Junto a él está el precioso Palacio de Oxangoiti, hoy reconvertido en hotel. Desde el punto de vista arquitectónico también destacan otros palacios como el Uriarte, Abaroa y Urribarria, los restos de la muralla medieval y la Torre Turpin, una de las residencias más antiguas y mejor conservadas de la época de los Reyes Católicos. Si quieres conocer más detalles del casco histórico de Lekeitio, acércate a la Oficina de Turismo y hazte con una audioguía (3€).

Casa Consistorial de Lekeitio
Casa Consistorial de Lekeitio
Palacio de Uriarte. Lekeitio
Palacio de Uriarte
Torre Turpin. Lekeitio
Torre Turpin

Basílica de la Asunción de Santa María

Quizá te sorprenda que un pueblo de poco más de siete mil habitantes tenga una iglesia como la Basílica de la Asunción de Santa María. Desde el exterior, este bello ejemplo del gótico tardío vasco parece un catedral, con arbotantes, gárgolas y contrafuertes rematados por pináculos.

Basilica de la Asuncion de Santa Maria. Que ver en Lekeitio
Portada occidental de la Basílica de la Asunción de Santa María

En su interior custodia un impresionante retablo de estilo gótico-flamenco, policromado y bañado en oro. Es el tercero más grande de España, tras los de Sevilla y Toledo. No dudes en gastarte un euro en iluminarlo porque solo así podrás apreciar todos los detalles de esta obra de arte: la imaginería de los paneles, las 70 imágenes de los nichos y columnas, la detallada filigrana de los baldaquinos… Y presidiendo todo el conjunto, una Andra Mari (Virgen María) inspirada en la imagen de Nuestra Señora de la Antigua, titular de la parroquia.

Retablo de la Basilica de la Asuncion de Santa Maria. Lekeitio
Retablo de la Basílica de la Asunción de Santa María

Otros ejemplos de arquitectura religiosa son el Convento de Santo Domingo y la iglesia barroca de San José que alberga un precioso sepulcro donde descansan los restos mortales de José Javier de Uribarren, gran benefactor de Lekeitio, y de su esposa.

Las playas de Lekeitio

No es casualidad que la reina Isabel II, la emperatriz austro-húngara Zita y otras figuras de la aristocracia y burguesía centroeuropea eligieran el Lekeitio del siglo XIX para sus días de veraneo. Su tranquilidad, sus paisajes y sus playas bastaron para cautivarlos.

Hoy en día, el litoral de Lekeitio sigue siendo uno de sus grandes atractivos. Una franja costera que crece y mengua siguiendo los dictados de la marea y que en la desembocadura del río Lea se materializa en las playas de Isuntza y Karraspio. Tanto Isuntza, situada en el mismo casco urbano, como Karraspio, que pertenece al municipio de Mendexa, cuentan con todo tipo de servicios y son accesibles para personas con movilidad reducida.

Lekeitio desde la playa de Isuntza
Lekeitio desde la playa de Isuntza
Playas adaptadas de Lekeitio
Playas adaptadas de Lekeitio
Playa de Karraspio. Que ver Lekeitio
Playa de Karraspio

Cuando la marea está baja y el Lea se retira, aparece una tercera playa, la Salvaje. Un espacio más íntimo, rodeado de naturaleza y enmarcado con unas vistas magníficas. Sin duda, la del río Lea es una de las desembocaduras más hermosas que he visto nunca.

Desembocadura del rio Lea. Lekeitio
Desembocadura del río Lea

La isla de Garraitz

La isla de Garraitz, situada en la pequeña bahía que el Cantábrico forma frente a la playa de Isuntza, es la pincelada final que hace de Lekeito una villa de postal. También conocida como isla de San Nicolás, este risco cubierto por pino marítimo se utilizó en su día para aislar a los enfermos de lepra y proteger así al resto de la población.

Isla de Garraitz. Lekeitio
Isla de Garraitz
Vista de la Isla de Garraitz desde la carretera. Lekeitio
Vista de la Isla de Garraitz desde la carretera

Solo se puede acceder a la isla en marea baja por la arena o por el malecón, que, por cierto, resbala muchísimo. ¿La recompensa al llegar a la cima? Un espléndido mirador que te permitirá contemplar la belleza de Lekeito desde otra perspectiva. Eso sí, estate atento a las fases de la marea no vaya a ser que te quedes encerrado en ella.

Los mejores bares de pintxos y restaurantes de Lekeitio

Como en toda la costa vasca, comer en Lekeitio es un lujo. Aquí encontrarás buenos bares de pintxos y restaurantes con todo tipo de tentaciones surgidas de los fogones lekeitiarras, entre las que destacan los pescados y mariscos que entran a diario desde el puerto. ¿Algunas sugerencias? Prueba los famosos txipis del bar Erkiaga (Uribarren Kalea), las raciones de la taberna Lumentza (Buenaventura Zapirain, 3), o cualquiera de los pintxos que sirven en el Gallo (Igualdegi Kalea, 2) o en el Txalaparta (San Kristobal Enparantza). Si buscas una carta tradicional, puedes dejarte caer por el restaurante Aroa, un pequeño y agradable local situado en el nº 6 de la calle Gamarra.

Comer en Lekeitio
Comer en Lekeitio

Otra buena opción, sobre todo para cenar, es en el muelle Taxtxo donde desfilan una decena de restaurantes y mesones especializados en su mayoría en productos del mar. Conseguir mesa en sus terrazas no es tarea fácil pero vale la pena para disfrutar del ambiente del puerto bajo la luz de la luna. Si quieres tomarte un café o una copa con vistas a la bahía, acude al pub Talako. Está situado justo encima de la Cofradía de Pescadores San Pedro (Txatxo Kaia, 5).

Restaurantes y tabernas del puerto de Lekeitio
Restaurantes y tabernas del puerto de Lekeitio

Faro de Santa Catalina

Sería imperdonable abandonar esta villa sin pasar por el Faro de San Catalina. Este centinela del Cantábrico, que lleva vigilando sus costas desde 1862, es el primer faro visitable de Euskadi. En sus instalaciones se encuentra el Centro de Interpretación de la Tecnología de la Navegación, una visita muy recomendable, sobre todo si viajas con niños, ya que conocerán  las técnicas de navegación e incluso podrán realizar un viaje virtual en barco desde Lekeitio hacía el Elantxobe.

Faro de Santa Catalina. Que ver en Lekeitio
Faro de Santa Catalina
Vistas desde el Faro de Santa Catalina. Lekeitio
Vistas desde el Faro de Santa Catalina

Junto al faro está la Ermita de Santa Catalina y la atalaya del monte Otoio con unas vistas espectaculares de los acantilados de este pedacito de costa vizcaína. Quédate a ver la puesta de sol, otea el horizonte y ponte en la piel de un atalayero que espera paciente la llegada de las ballenas.

Las regatas de traineras

Las regatas de traineras forman parte de la cultura y de la tradición vasca. Pero, ¿conoces el origen de este deporte? La invención de la trainera, allá por 1750, supuso una revolución para los pescadores que se lanzaban al mar en busca de los mejores caladeros ya que la rapidez y agilidad de esta embarcación les permitía llegar antes a puerto y, por tanto, el precio de sus capturas, al ser las más frescas, aumentaba en las lonjas. De esta forma nacieron las primeras competiciones de traineras que con la aparición de los barcos de vapor dejaron de ser una pugna económica para convertirse en desafíos deportivos en los que se retan los equipos de las localidades costeras. El de Lekeitio es el equipo del Club de remo Isuntza.

Club de remo Isuntza
Club de remo Isuntza
El equipo del Club de remo Isuntza dispuesto a entrenar. Lekeitio
El equipo del Club de remo Isuntza dispuesto a entrenar

Vivir los San Pedros

Si visitas Lekeitio a finales de junio, tendrás la oportunidad de vivir los San Pedros, una fiesta que pone de manifiesto el interés de esta villa por mantener vivas sus tradiciones más arraigadas. Su día grande es el 29, festividad de San Pedro, el patrón de los pescadores.

Lekeitio durante los San Pedros
Lekeitio durante los San Pedros

No te sorprendas si a las 7 de la mañana oyes unas voces que llegan de la calle. Son las Dei eittekuak  o llamadoras, un grupo de mujeres que rememoran cómo antaño se despertaba a los marineros para que se preparan para salir a faenar, al grito de Gora jaugoikuen ixenian (Arriba, en nombre del Señor). Tras este singular buenos días, disponte a camuflarte entre el paisanaje para no perderte los principales actos de esta jornada. Tal vez, tras ver las regatas de embarcaciones tradicionales en el puerto, tengas suerte y te topes, como yo, con un amable lekeitiarra entrado en años dispuesto a explicarte los entresijos de esta festividad y sus recuerdos del pasado de Lekeitio.

Regatas en el puerto de Lekeitio
Regatas en el puerto de Lekeitio

Él fue quien me relató el origen de la Kilin-Kala, una ceremonia que se lleva a cabo cuando la procesión de San Pedro llega a la altura del puerto donde se halla una hornacina con otra imagen del Santo. Oficialmente es un rito propiciatorio o interrogatorio en relación con la pesca, que consiste en inclinar la imagen de San Pedro hacia el agua varias veces. O lo que es lo mismo, en palabras de mi nuevo amigo vasco: «Aquí no nos andamos con tonterías y así le advertimos a San Pedro que, si no tenemos una buena temporada de pesca, al mar que va».

Procesion de San Pedro. Que ver en Lekeitio
Procesión de San Pedro

A continuación, presenciarás un baile único en todo Euskadi: la Kaxarranka. El origen de esta tradición se remonta al siglo XV. En aquellos tiempos, los miembros de la Cofradía de Pescadores elegían dos mayordomos para que cuidasen los libros de cuentas y repartieran las ganancias del año. Estas se guardaban en el arca sobre la que baila el danzante de la Kaxarranka, que demuestra una gran destreza ya que el arcón tiene poco más de 1 m2. Ocho marineros la sostienen sobre sus hombros.

El danzante frente a la imagen de San Pedro. Lekeitio.
El danzante frente a la imagen de San Pedro

¿Te has fijado en la indumentaria del danzante? Antiguamente su aspecto representaba a San Pedro, pero como el clero no estaba conforme, tras duros pleitos, se decidió adoptar una curiosa vestimenta civil: frac, camisa y pantalón blancos, chistera en la mano derecha y banderín rojo con las insignias de San Pedro en la izquierda.

La Kaxarranka. Que ver en Lekeitio
La Kaxarranka

Ni que decir tiene que el ambiente es increíble. La música, el gentío que inunda el arco de San Pedro, la emoción de los locales, la sorpresa de los turistas… Después, el baile se repite en varios puntos del pueblo entre ellos la Plaza de la Independencia (Independentzia enparantza), donde también se reviven danzas típicas como la Eguzki dantza, un baile dirigido por mujeres.

Txistularis. Lekeitio
Txistularis en Lekeitio
Bailes tipicos
Bailes típicos

Aviso para navegantes: Además de esta fiesta que rinde culto a su pasado y presente marinero, Lekeitio celebra a primeros de septiembre sus fiestas patronales, los San Antolines.

Conoce a sus gentes

Más allá de sus playas y de su precioso casco viejo se esconde el verdadero tesoro de Lekeito, sus gentes. Un pueblo que ama su tierra, que custodia sus tradiciones con celo y en el que prácticamente toda la población habla euskera. Los lekeitiarras llevan en sus genes la herencia de sus antepasados, pescadores de ballenas, aventureros y navegantes, y eso se nota en su carácter noble y hospitalario. Y es que la pesca ha sido y es un componente básico de la idiosincrasia de este pueblo bañado por el azul del Cantábrico.

Independentzia enparantza. Lekeitio
Independentzia enparantza

Lo podrás comprobar charlando con ellos en la barra de un bar, cuando preguntes una dirección, quieras saber qué pone en un cartel o qué canción están cantando. No pases de puntillas por Lekeitio y conócelos. Son un derroche de amabilidad y les encanta que te intereses por su cultura. Si además les lanzas un egun on (buenos días), un eskerrik asko (gracias) o un agur (adiós), les robarás una sonrisa.

Te he sugerido solo diez propuestas pero podrían ser muchas más las cosas que ver en y hacer Lekeitio: conocer los centros de interpretación del Lagar de Sosoaga -la prensa de txakolí más antigua de Euskadi- y del Molino Marierrota, practicar deportes acuáticos, subir a la cima del monte Lumentza para contemplar toda la villa, asistir al Festival Internacional de Teatro de Calle, bordear el río Lea hasta Munitibar…

Acércate a Lekeitio, enamórate y enriquece esta lista de planes con tus propias vivencias.

Cómo llegar a Lekeitio y dónde dormir

Aunque hay diferentes itinerarios para acceder a Lekeitio, aquí tienes los más comunes.

Desde Bilbao: Coger la autopista A-8, dirección Donostia-San Sebastián, hasta la salida 18 (Amorebieta-Etxano). Allí tomar la carretera BI-635, dirección Gernika-Lumo. En esta localidad enfilar la BI-638 hacia Lekeitio pasando por Kortezubi y Solarte-Gallete.

Desde Donostia-San Sebastián: Coger la autopista A-8 dirección Bilbao hasta la salida 13 (Itziar-Mutriku-Ondarroa) y continuar por la carretera GI-638 hasta llegar a Ondarroa. Una vez allí, tomar la GI-633 dirección Markina-Xemein hasta alcanzar la BI-2405 dirección Lekeitio.

Voy a hablarte de su casco antiguo, de sus playas, de sus tradiciones y de los enclaves únicos de este pueblo que mira de frente al Cantábrico con elegancia, sin olvidar ni por un instante su estrecha vinculación con la pesca y el mar. O lo que es lo mismo, si quieres saber qué ver en Lekeitio, sigue leyendo.
Paseando por Lekeitio

La oferta de alojamientos en Lekeitio da respuesta a todo tipo de bolsillos. Puedes encontrar hoteles de una, dos y tres estrellas, pensiones, casas rurales y agroturismos, un albergue y dos campings. Yo me alojé en el Hotel Oxangoiti, un antiguo palacio situado en pleno centro.

Dónde aparcar en Lekeitio

Como aparcar en el centro de Lekeitio no es tarea fácil, te recomiendo que utilices los dos parkings públicos y gratuitos que encontrarás en las dos entradas al pueblo. Hay una tercera zona de aparcamiento detrás de la avenida de Santa Katalina, pero es mucho más pequeña.

Qué ver en los alrededores de Lekeitio

A poco más de 20 km de Lekeitio está Gernika-Lumo, todo un símbolo de la cultura vasca, y el bosque de Oma de Agustín Ibarrola. También merece mucho la pena visitar las playas de Laga y Laida en Ibarranguelua y localidades como Ipaster, Munitibar, Amoroto, Elantxobe y Ondarroa.