Camden Town, el sitio de mi recreo en Londres

Camden Town, el sitio de mi recreo en Londres

Divertido, multicultural, sorprendente, imprescindible… Seguro que si preguntamos a los que ya conocen el barrio de Camden Town la lista de adjetivos sería interminable. Para mí, sencillamente, Camden es el sitio de mi recreo, mi momento Londres. Porque visitar la última exposición de la Tate o asistir a un musical en el West End puede ser la excusa perfecta para dejarse caer por la siempre atractiva capital británica, por supuesto, pero un domingo sin Camden no es un viaje a Londres.

Camden Road.  Camden Town. Londres

Los que han vuelto hace poco dicen que está cambiado, que es mucho más turístico y menos trasgresor de como lo recordaban. Y yo me pregunto: ¿realmente es Camden el que ha cambiado o nosotros? Yo lo descubrí por primera vez con mis 20 recién estrenados, unos años en los que en Barcelona triunfaban las tiendas que traían ropa de Londres y en los que si querías hacerte con un vinilo de importación no te quedaba otra que recurrir al catálogo de venta por correo de Discoplay o a las tiendas de la calle Tallers. Volver a recorrer sus calles en la era Amazon, con las tribus urbanas como un elemento más del paisaje urbano de nuestras ciudades y con cientos de fotos en Instagram que poco espacio dejan para la imaginación, puede que no sea lo mismo. Pero el que tuvo, retuvo y, por muchas veces que vuelva a Camden, este barrio del norte de Londres nunca dejará de sorprenderme.

Camden Market

Nada más salir de la estación de metro de Camden Town ya puedes hacerte una idea del microcosmos de razas, credos y culturas que comulgan juntas para hacer de Camden un lugar único: rastas, crestas de colores, tatuajes y looks góticos se entremezclan con ejecutivos trajeados, vecinos de toda la vida y miles de turistas que acuden a este barrio para conocer el que probablemente sea uno de los mercadillos con más personalidad del mundo.

High Street.  Camden Town. Londres

  Camden High Street. Camden Town. Londres

Un mercado que en realidad son seis: Camden Lock Market, Stables Market, Camden Lock Village, Inverness St., Buck St Market y Camden High St. Market. Mi consejo es que los recorras todos sin prisas, tómate el día entero y, a ser posible, con un buen puñado de libras en el bolsillo. Porque da igual cual sea tu condición y tu manera de entender la vida, algo, creéme, acabarás comprando. El clásico souvenir de recuerdo, un disco descatalogado, bisutería artesanal de segunda mano, una camiseta de tu grupo preferido, una lámpara vintage, ropa de todos los estilos… Camden es el paraíso de las compras alternativas.

Camden Lock. Camden Town. Londres

The Stables Market. Camden Town

A la hora de comer, sobre todo si es tu primera visita, lo suyo es que te dejes seducir por el batiburrillo de aromas que desprenden los innumerables puestos de comida que encontrarás a tu paso: mejicana, japonesa, china, india, tailandesa… Hazte con tu bandeja, siéntate donde puedas y disfruta del carnaval de energía y color que discurre a tu alrededor.

  Puestos callejeros de comida, Camden Market. Camden Town

Sabores del mundo en Camden. Camden Town

Si te estás preguntando qué día de la semana es el mejor para vivir tu experiencia en Camden, yo te diría que un domingo. Es su día grande, encontrarás todo abierto y sin la marea humana que recorre sus calles -más de cien mil personas cada fin de semana- no sería Camden. Además, en Camden hay que ir a por todas: a ver y a dejarte ver, a probar todo tipo de sabores del mundo, a fisgonear en sus tiendas, a perderte entre la multitud, a relajarte tomándote un café a orillas del Regent’s Canal…

Stables Market. Camden Town

Camden Lock Place, Camden Town. Londres

Un tour musical por Camden

Bienvenido a la cuna del britpop, al que fuera el barrio de Amy Winehouse, al distrito londinense que vio nacer a bandas como Madness, Blur o Radiohead y que acogió conciertos emblemáticos de gente como Jimy Hendrix, Pink Floyd o The Doors. Y es que más allá de sus variopintos y extravagantes mercados callejeros, las calles de Camden Town son un referente en el mundo de la música. Si te gusta ponerle banda sonora a tus viajes, busca tiempo para dejarte caer por:

The Dublin Castle (Parkway, 94): A solo dos minutos de la estación de metro de Camden Town, nos encontramos con The Dublin Castle, toda una institución en el universo indie. En este legendario pub, Madness dio su primer concierto. Hay música en directo todas las noches y tienen una buena selección de cervezas y vinos.

The Electric Ballroom. Camden Town

The Electric Ballroom (Camden High Street, 184): Un clásico en Camden. Funciona como discoteca, sala de conciertos y los fines de semana como mercado. Los sábados puedes comprar películas, discos, revistas y cualquier artículo de coleccionista que puedas imaginar. Los domingos es el turno de la ropa: retro, vintage, punk…

The Hawley Arms (Castlehaven Road, 2): Uno de los pubs preferidos de Amy Winehouse donde no era extraño ver a la diva del soul despachando pintas detrás de la barra. Buen ambiente y un sitio muy agradable para escuchar grupos en directo y para comer (su fish and chips está buenísimo).

Roundhouse (Chalk Farm Road): Instalado en un antiguo taller de trenes, en este mítico auditorio Pink Floyd dio su primer concierto en 1966 y dos años más tarde The Doors ofrecieron aquí su única actuación en el Reino Unido. Hoy por hoy es una de las mejores salas de conciertos y espectáculos escénicos de Londres.

Cómo llegar a Camden Town

En metro: Camden está a diez minutos del centro de Londres. Tienes que coger la Northern Line y bajar en la parada de Camden Town. Para volver lo mejor es que utilices la parada de Chalk Farm porque es muy probable -sobre todo si es fin de semana- que no te dejen acceder al metro desde Camden Town ya que dada la afluencia de público esta estación se utiliza solo de salida.

Camden Town Station. Londres

En bus: Líneas 24, 27, 29, 31, 134, 135, 168, 214, 253, 274 y C2.

En barco: Navegar por el Regent’s Canal a bordo de un waterbus con destino Camden es algo que hay que hacer por lo menos una vez en la vida. Tienes todos los detalles en esta entrada: Un paseo en barco por Regent’s Canal.

Más información sobre CamdenBest of Camden y Camden Guide.

Un día en Brighton (Segunda Parte)

Un día en Brighton (Segunda Parte)

Cuando volvimos a la playa de Brighton todo estaba en su sitio. La niebla había desparecido por completo, el sol bañaba el paseo marítimo y la silueta del Brighton Pier ya no era un espejismo sino un poderoso imán que captó nuestra atención de inmediato. Y es que visto desde lejos, este muelle de estilo victoriano, inaugurado en 1899, sigue conservando buena parte de su encanto.

El encanto de Brighton

Brighton Pier, una de las joyas de Brighton

Visitando Brighton

Una vez allí lo que te encuentras es una larga pasarela con restaurantes, bares, heladerías y tiendas de recuerdos que desemboca en un parque de atracciones construido literalmente sobre el mar. Todo muy colocado, como en un escenario de película de cartón piedra. ¿Demasiado artificial? No tanto. Basta con echar un vistazo alrededor para comprobar que la proporción turistas-lugareños está bastante equilibrada. Los primeros, enganchados a las máquinas recreativas, haciendo cola en la montaña rusa o disparando sus cámaras de forma compulsiva. Los segundos, al principio del muelle, apoltronados en las tumbonas, disfrutando de las vistas de la ciudad y tomando el sol.

Brighton Pier. Brighton Hamacas del Brighton Pier. Brighton

Llegó la hora de comer y pese a estar en la segunda ciudad culinaria del país, con más de 400 restaurantes entre los que elegir, el ambiente marinero se impuso y optamos por barrer para casa. Gracias a Tripadvisor enseguida localizamos nuestro destino: el restaurante Aguadulce, en el nº 10 de Kings Road. Las críticas eran muy buenas y cuando vimos el reluciente grifo de Mahou sobre la barra lo tuvimos claro. Muy mal se nos tenía que dar para no comer estupendamente. Y así fue. Boquerones, ensalada, mejillones al vapor, cazón en adobo, dos cervezas y una deliciosa tarta de Santiago, gentileza de la casa, confraternizando en la lengua de Cervantes con los camareros. Imposible pedir más por £31.50.

Restaurante Aguadulce. Brighton

Para reposar ese pedacito de Almería que nos había dejado tan buen sabor de boca, decidimos volver al Brighton Pier, olvidarnos que estábamos de paso y apoderarnos de las tumbonas que antes mencionaba. ¡Qué lujazo! El gentío había disminuido considerablemente y con él el atronador bullicio de un par de horas antes. El murmullo del mar, la madera crujiendo bajo nuestros pies, el intenso olor a salitre, el sol… Exacto. Acabamos dormitando en una de las mejores siestas que recuerdo como viajera (momentos como este son los que realmente perduran en la memoria y hacen que cuando los revives, como hago yo ahora, esboces una sonrisa frente a la pantalla del ordenador).

Vista del litoral desde el Brighton Pier. Brighton Lady gaviota. Brighton

Tras nuestro particular pit stop a la española y con energías renovadas, echamos a andar por el nivel inferior del paseo marítimo con la idea de seguir descubriendo qué hace que este rincón del litoral inglés sea uno de esos imprescindibles que tienes que conocer sí o sí. Lo primero que nos encontramos fue una retahíla de tiovivos, restaurantes y chiringuitos de fish’n’chips que dan paso al Artists’ Quarter. Aquí la parada es obligatoria si quieres conocer el trabajo de los artistas locales que han transformado las antiguas viviendas de los pescadores de Brighton en coquetas galerías de arte.

Playa de Brighton Terraza del paseo maritimo. Brighton

Poco después llegamos a la altura del que en su día fue uno de los muelles más famosos del mundo, el West Pier. Tras sufrir varios incendios y desplomarse la pasarela que lo unía a tierra, solo queda en pie su esqueleto de hierro, testigo mudo de un glorioso pasado, allá por los años 20, en el que fue el centro de ocio de la ciudad.

  West Pier. Brighton

Fue allí, sentados frente al viejo muelle y elucubrando cómo sería todo en aquella época, cuando nos dimos cuenta de que ya no dábamos para más. Quedaba mucha playa por recorrer y muchos rincones de Brighton por descubrir, sí, pero los siete días que llevábamos pateando Londres de arriba a bajo pesaban como una losa. Tocaba arriar las velas, deshacer nuestros pasos camino de la estación y despedirnos de Brighton como se merecía.

Para ello nos dirigimos al nº 15 de Black Lion Street, al pub más antiguo de la ciudad, The Cricketers, donde supuestamente vivió Jack el destripador antes de mudarse a Whitechapel. Un lugar con mucho encanto que se precia de servir las mejores ales de Brighton. A tu salud, Brighton. See you soon…

The Cricketers. Black Lion Street. Brighton

Más opciones en Brighton

Recorrer Kemp Town: Brighton es la capital gay del Reino Unido y tiene en Kemp Town su centro de operaciones. Este barrio está muy cerca del centro de la ciudad y es un buen lugar para alojarse ya que hay muchos bed and breakfast y elegantes hoteles-boutique. Su Brighton Pride es uno de los festivales del orgullo más importantes de Europa. Este año se celebra el primer fin de semana de septiembre.

Vivir la ciudad de noche: Si el ambiente de día es increíble, las noches de Brighton tienen que ser memorables con tantos teatros, bares, pubs y discotecas por metro cuadrado. Apunta estos nombres: El Komedia (el teatro más auténtico de Brighton, en North Laine), el Concorde 2 (un local de música en directo, en Madeira Drive) y The Evening Star (un pub con todas las variedades de cerveza que puedas imaginar situado muy cerca de la estación de tren).

Brighton en Internet

Página oficial de turismo de Brighton.

Web de la Compañía Nacional de Trenes. Para conseguir la tarifa más económica prueba varias combinaciones. Por extraño que parezca, a veces dos single salen más baratos que un return ticket. Los códigos de la estaciones son: London Victoria [VIC] y Brighton (East Sussex) [BTN].

Calendario de eventos del Brighton Dome y venta online de entradas.

Asociación de comerciantes de North Laine. Descárgate su mapa y planifica tu visita.

Todas las atracciones, restaurantes y bares que encontrarás en el Brighton Pier.

Un día en Brighton (Primera Parte)

Un día en Brighton (Primera Parte)

Cuando preparaba el que hasta la fecha ha sido mi último viaje a Londres -lo confieso, la capital británica me fascina y volvería una y mil veces-, una amiga me recomendó visitar Brighton. A golpe de Google di con su página oficial de turismo donde afirman que es la mejor cuidad costera del Reino Unido. Vibrante, colorida, divertida y libre. Una escapada a la playa sonaba como un fantástico paréntesis en la semana que iba a pasar como cicerone en Londres así que… ¿Por qué no?

Según los meteorólogos de la BBC, el fin de semana el sol brillaría en Brighton. Decidido. Lo haríamos al más puro estilo british, en domingo, como tantos londinenses que huyen del asfalto en busca del mar.

La estación de London Victoria era un hervidero de gente, maletas y prisas. Seguramente, utilizar las máquinas de venta de billetes hubiera sido lo más fácil y cómodo pero nos hubiéramos perdido la cara de resignación de la taquillera que veía ante sí una larga fila de sonrientes viajeros. Porque en la cola, evidentemente, solo estábamos los de paso. Los del terreno llegaban a la estación billete en mano gracias a National Rail  y su venta anticipada. No nos dejó ni acabar de pronunciar nuestro destino. Respiró profundamente y nos estampó en el cristal de la ventanilla un folio que rezaba: Brighton. Platform 16. Next trains: 10:06  10:36  11:06. Estaba claro que la buena mujer no tenía su mejor día así que pagamos (£22.50 por persona i/v), recogimos nuestra sonrisa y derechitos al andén.

Durante el trayecto -poco menos de una hora- nos dedicamos a escudriñar nuestro mapa en busca de la mejor ruta. La idea era exprimir al máximo nuestras horas en la que en su día fue una pequeña aldea de pescadores, más tarde el destino vacacional preferido por la aristocracia inglesa, y hoy por hoy una ciudad de lo más cool que recibe nada menos que ocho millones de visitantes al año. Y lo mejor de todo: puedes ir andando a todas partes.

Queen's Road. Brighton

Qué ver en Brighton

Nada más bajar del tren, enfilamos nuestros pasos en busca de uno de los puntos calientes de la ciudad: North Laine. Este barrio alternativo y lleno de vida, cuajado de restaurantes y pubs, da cobijo a más de 300 tiendas en las que puedes encontrar prácticamente de todo: ropa vintage y retro, antiguedades, bonsáis, alfombras de diseño, discos descatalogados, peluquerías, bisutería, muebles, libros de segunda mano… Aquí tienes dos opciones, o volverte loco fisgoneando escaparates o sentarte en una terraza a ver la vida pasar y disfrutar del ambiente bohemio y multicultural que se respira en sus calles. Optamos por lo segundo -un delicioso café con leche en Hell’s Kitchen (Gardner Street, 4).

En nuestra siguiente parada pudimos visitar una pequeña parte del mítico Brighton Dome, considerado el corazón cultural de Brighton. Su completo programa de conciertos, danza y teatro lo han convertido en uno de los locales de referencia del sur de Inglaterra. Dos curiosidades: en 1972 Pink Floyd estrenó aquí su Dark Side of the Moon y en el 74 albergó el festival de Eurovisión que ganó Abba.

Gardner Street. Brighton Church Street. Al fondo, Brighton Dome. Brighton

Con las notas de Waterloo repiqueteando aún en nuestras cabezas, llegamos hasta el Royal Pavilon. Este exótico palacio, cuyo exterior parece sacado de una película de Bollywood, no puede entenderse sin la figura de su ideólogo, el disoluto y extravagante rey George IV, que transformó lo que era un modesta villa en un suntuoso palacio de inspiración hindú rodeado de encantadores jardines. Aunque visitar su interior nos atraía y mucho (la entrada cuesta £10.00 e incluye una audioguía), recorrer todas sus estancias nos llevaría más tiempo del que disponíamos así que decidimos colocarlo en nuestra carpeta mental de «asuntos pendientes». Y es que a estas alturas de nuestro periplo, si algo nos había quedado claro es que esta pequeña ciudad nos estaba gustando demasiado como para no pensar en volver algún día.

Royal Pavilion. Brighton

Además, de pronto recordé que le había «vendido» a mi copiloto de aventuras un día de playa y de momento ni brisa marina, ni gaviotas graznando, ni nada… Así que decidimos alcanzar el mar por la vía más rápida y dejar The Lanes para más tarde. Craso error. Cuando llegamos a la playa una tupida niebla tapaba todo el horizonte y el tan anhelado litoral parecía haberse difuminado por completo. Aún así, no nos resistimos a descalzarnos para sentir el duro tacto de sus cantos rodados e incluso nos atrevimos a meter los pies en el agua durante unos segundos, bajo la atenta mirada de una pareja cuya expresión parecía decir «estamos en junio y esto es Inglaterra, ¿qué esperabais?»

Brighton La playa de Brighton con sus caracteristicas pebbles

A la espera de que el sol hiciera acto de presencia y se llevara consigo la niebla, decidimos  volver sobre nuestros pasos y vagabundear un rato por el laberinto de callejuelas que componen The Lanes. Este antiguo barrio de pescadores es hoy otra las zonas imprescindibles de compras en Brighton. Aquí básicamente lo que encontrarás son joyerías, anticuarios, boutiques y muchos restaurantes de lo más chic. Si te apetece tomar algo, una buena opción es la terraza de The Gallery (East Street, 28). No es fácil encontrar mesa pero la espera merece la pena porque siempre hay una banda de jazz o algún guitarrista tocando en directo. Hablando de música. La multitudinaria pelea entre mods y rockers de la película Quadrophenia se rodó en estas calles a ritmo de los Who.

Jazz en East Street. Brighton

Un día en Brighton (Segunda Parte)

Tierra adentro: en busca del auténtico espíritu dominicano

Tierra adentro: en busca del auténtico espíritu dominicano

Quedarse en los complejos turísticos al abrigo del todo incluído, entre baños de sol, partidas de golf y actividades náuticas, es lo más fácil. El camino directo a unos días de relax sin preocupaciones ni estrés en los que disfrutar de la cara más amable y convencional de la República Dominicana. Pero es sólo tierra adentro, más allá de las playas y los magníficos resorts, donde el viajero puede compartir el día a día dominicano y conocer, realmente, la tierra que pisa.

Tratando de captar esta imagen, partimos hacia el interior de la provincia de La Altagracia, una tierra habitada originariamente por los indios taínos, que nos permite acercarnos al mundo del tabaco dominicano, de la caña de azúcar y de las plantaciones de café.

En una de las haciendas que se cruzan a nuestro paso, conocemos a Nicolás. A sus 71 años, está al frente de una pequeña finca que mantiene gracias a las visitas de los que no se quedan dormitando en la playa. «Los que se acercan al interior vuelven encantados. Aquí les explicamos cómo nos ganamos la vida, nuestras costumbres, el origen del cacao, el cultivo de la caña de azúcar y del tabaco, y cómo se prepara una auténtica mamajuana”, sentencia Nicolás sin perder la sonrisa ni por un instante. “Lo de la mamajuana les resulta muy curioso y aunque muchos dudan de la eficacia de la viagra dominicana siempre apuntan la receta. El secreto es hacerse con unos buenos palos (raíces) de canela, marabeli, maguei, guayacán, clavo dulce y anís, y dejarla curar con cariño».

Tras saborear una típica comida criolla con nuestro anfitrión (habichuelas rojas, arroz, sancocho, mangú y dulce de coco), seguimos ruta. En el camino encontramos grupos de colegialas uniformadas que regresan a casa, pequeñas tiendas de artesanía, niños que nos saludan desde cualquier rincón y pueblos prefabricados en los que la pobreza no se esconde. Son los bateyes, poblaciones de trabajadores agrícolas que se sitúan alrededor de las plantaciones de caña de azúcar. Barracones y casuchas de madera en los que malviven las comunidades más pobres del país y los llegados de la vecina Haití en busca de una vida mejor. Y es que son miles los haitianos que entran cada año en la República Dominicana huyendo de la pobreza absoluta de su país. Para la mayoría, el gran sueño de una vida mejor queda reducido a trabajar en las plantaciones de caña de azúcar o en la construcción. Al atardecer, esta mano de obra temporera, barata, y en la mayoría de los casos explotada, regresa exhausta tras una dura jornada de trabajo. Su única esperanza: no ser expulsados del país antes de cobrar la paga.

Así, mecidos por un baile incesante de sensaciones enfrentadas, aromas y colores, llegamos a Higüey, capital de la provincia de La Altagracia. Sus más de 160.000 habitantes la convierten en la ciudad más grande de la zona, en un hervidero humano que trabaja en su mayoría en los cercanos complejos hoteleros de Punta Cana o en el comercio de productos turísticos. El día a día en Higüey no tiene nada que ver con la tranquilidad que se respira en las pequeñas poblaciones que hemos dejado atrás. Para comprobarlo, solo hay que armarse de un poco de valor -el tráfico es bastante caótico-y contratar los servicios de un motoconcho. Estas motocicletas que funcionan como un  taxi son el modo más rápido y económico para desplazarse por las calles de la bulliciosa Higüey.

Para los creyentes Higüey tiene un significado muy especial ya que aquí se alza el Santuario de la Milagrosa Virgen de la Altagracia, patrona del pueblo dominicano. La romería del que se conoce como el primer santuario de América tiene lugar el 21 de enero y congrega a millares de devotos que si es necesario recorren toda la isla para rendirle culto a su virgen, representada en una pintura al óleo del siglo XVI. El impresionante edificio, construido sobre un antiguo santuario, es obra de los franceses Dunover de Segonazc y Pierre Dupré y fue inaugurado en 1971.

Cae la noche y tras comprobar que el país tiene más páginas que leer de las que salen en los folletos, es hora de regresar al hotel, al mundo de lujo y confort que hemos comprado a golpe de tarjeta de crédito. Allí nos espera de nuevo un traguito de vitamina R, unos pasos de merengue y esa sensación agridulce de que volvemos a ser turistas, no viajeros.