Perito Moreno: el día en que me enamoré de un glaciar

Perito Moreno: el día en que me enamoré de un glaciar

Hoy quiero compartir contigo uno de los momentos que más me han impactado en mi humilde currículum viajero: el día que pude posar mis ojos frente al Glaciar Perito Moreno. Fue hace ya algunos años, en un viaje de prensa que me permitió conocer una pequeña parte de ese fantástico país que es Argentina. Apenas fueron un puñado de pinceladas, cierto, pero suficientes como para querer regresar algún día.

De entrada nos ofrecieron la mejor de las bienvenidas: un recorrido por Buenos Aires para conocer algunos de sus barrios más emblemáticos como La Boca, San Telmo, Monserrat… Aún recuerdo el exquisito sabor del bife de chorizo del asador criollo La Estancia y la magia del los tangos que puede presenciar en La esquina de Carlos Gardel. Tras esta breve pero muy intensa toma de contacto con la capital porteña, volamos hasta Ushuaia para visitar el Parque Nacional Tierra del Fuego. Nuestro viaje por tierras argentinas finalizó en El Calafate, la población más cercana al Parque Nacional Los Glaciares.

El Calafate. Argentina

Dada su ubicación, El Calafate, también conocido como la Capital Nacional de los Glaciares, es uno de los enclaves turísticos más importantes de la provincia de Santa Cruz. Nada más poner los pies en esta ciudad te das cuenta de que todo gira en torno al Parque Nacional y al más impresionante de sus glaciares: el Perito Moreno. Solo hay que ver la cantidad de agencias de viaje que hay por metro cuadrado que ofrecen todo tipo de excursiones al gigante de hielo.

Recorrer los 80 kilómetros que separan El Calafate del Perito Moreno en autocar no hace sino aumentar la expectación de lo que está por llegar. Los primeros 40 km discurren por la estepa patagónica, un paisaje árido de grandes llanuras que cambia de forma radical cuando te aproximas al Parque Nacional Los Glaciares y la estepa da paso al bosque andino patagónico. En un momento dado, nuestro guía nos advierte por megafonía: llegamos a la famosa Curva de los Suspiros. El autocar se detiene y vemos por primera vez a lo lejos la sobrecogedora estampa del Perito Moreno abriéndose paso entre las montañas hasta llegar al Lago Argentino. Da igual las veces que lo hayas visto por la tele o en fotos, da igual la cantidad de artículos que hayas leído sobre este glaciar. Nada es comparable a tenerlo frente a ti. No sabes si el frío que recorre tu cuerpo es por la emoción o porque realmente ya lo tienes muy cerca.

El Perito Moreno desde la Curva de los Suspiros. Argentina

Recuerdo que los seis kilómetros que faltaban para llegar a la zona de las pasarelas que están frente al glaciar se me hicieron eternos. Parecía que nunca íbamos a llegar y yo me moría por bajar del autocar y empezar a contemplarlo desde todos los ángulos posibles.

Tramo de las pasarelas del Perito Moreno. Argentina

El descenso por la red de pasarelas de madera es sencillamente increíble. A cada paso tienes una nueva panorámica que supera la anterior y que te deja sin aliento. Pero es cuando llegas al balcón inferior y lo tienes casi al alcance de la mano cuando realmente puedes tomarle el pulso a esta maravilla de la naturaleza. No solo te das cuenta de sus dimensiones -su frente es de 5 km de ancho y sobrepasa los 60 metros de altura en su punto más alto-, además puedes sentir que está vivo, que respira. Y cuando menos te lo esperas, la pared de hielo azul sucumbe a la presión y te regala un pequeño desprendimiento que cae al lago. Es un momento mágico, hipnótico, único, imposible de describir. Hay que estar allí para vivirlo. Apoyada en la barandilla como yo, en silencio, y sintiéndote pequeña, muy pequeña.

El Glaciar Perito Moreno. Argentina

Un tramo de las pasarelas. Perito Moreno, Argentina.

Perito Moreno. Argentina

Pequeño desprendimiento del Perito Moreno. Argentina

Tras contemplarlo desde tierra firme, embarcamos en un catamarán para navegar por el Lago Argentino hasta llegar al extremo sur del Canal de los Témpanos. La perspectiva es totalmente diferente y de nuevo impactante. La embarcación se acerca bastante a las paredes del glaciar y puedes ver sus grietas, sus caprichosas aristas, los tonos blancos y azules del hielo… Y otra vez vuelves a sentirte pequeña, muy pequeña, ante tanta belleza.

Catamarán en frente del Perito Moreno. Argentina

El Perito Moreno desde el catamarán. Argentina

Un recorrido por la costa asturiana (II)

Un recorrido por la costa asturiana (II)

Despierta un nuevo día en la Casa Vieja del Sastre y lo primero que hacemos es mirar por la ventana de nuestra habitación. El sol lucha por hacerse un hueco entre la maraña de nubes que cubre el horizonte. ¿Lloverá? Una ducha rápida, bajamos a desayunar y nos ponemos en marcha. Tenemos solo un día para recorrer la costa oriental y para acabar de completar nuestro particular puzzle de paisajes, pueblos y sabores por tierras asturianas.

Un recorrido por la costa asturiana: Llanes

Ya en la carretera ponemos rumbo a Llanes, nuestro primer destino. Una vez allí logramos aparcar sin problemas en los alrededores de la playa del Sablón e iniciamos la subida al Paseo de San Pedro para contemplar esta villa monumental y marinera desde lo alto. La imagen que discurre a nuestros pies es increíble. Por un lado, Llanes y la Sierra del Cuera, antesala de los Picos de Europa. Por el otro, el Cantábrico. Y en medio, una senda verde de césped que bordea los acantilados sobre el mar. Un escenario de película… Al final de este paseo está el Mirador de San Pedro que nos regala una bonita panorámica de los coloridos bloques de hormigón que protegen el muelle pesquero de Llanes. Son Los Cubos de la Memoria de Agustín Ibarrola.

Llanes desde el Paseo de San Pedro

Los Cubos de la Memoria, Llanes. Asturias

A pesar de los incendios que sufrió en la edad media y del derribo de parte de su muralla, en el casco antiguo de Llanes, declarado conjunto histórico-artístico, aún se respira el legado de su ilustre pasado. La historia de Llanes se materializa en rincones como la Plaza de Santa Ana, con el austero Palacio de Castañaga, en las casonas de indianos de la calle Concepción, en el Casino o en la Basílica de Santa María, uno de los principales hitos del Camino de Santiago a su paso por este concejo. Si vas en busca de la oficina de turismo, te llevarás una grata sorpresa. Está ubicada en el interior del torreón de defensa que forma parte de la antigua muralla medieval de la villa.

Palacio de Gastañaga, Llanes. Asturias

Casino y Ayuntamiento de Llanes. Asturias

Sidrería El Almacén, Llanes. Asturias

En nuestro caso la sorpresa fue doble porque resultó que justo al lado está la Sidrería El Almacén. Una sidrería típica asturiana a la que llegamos, una vez más, siguiendo los consejos de TripAdvisor. Queríamos tapear algo y, sobre todo, tomarnos una sidra en condiciones. Fue una buena elección. Las raciones que pedimos (ensalada, chorizo a la sidra, revuelto de setas y parrochas) estaban muy buenas y la sidra que nos ofrecieron para acompañarlas -del lagar de Viuda de Palacio-, con alma y cuerpu, como debe ser. Lo mejor de todo, sin duda, fue comprobar la maestría de los camareros que nos escanciaban la sidra sin mirar ni la botella ni el vaso. ¡Qué cracks!

Tomando sidra en Llanes, Asturias

Parrochas de la Sidrería El Almacén, Llanes

Después de comer -y para bajar un poco la sidra, todo hay que decirlo-, decidimos acercarnos a la cara más marinera de Llanes así que atravesamos el Puente de las Barqueras en dirección al paseo de San Antón. Este pequeña ruta es muy interesante porque te permite tener una visión global de la ría de Llanes, con el puerto deportivo y el pesquero, y una perspectiva distinta de Los Cubos de la Memoria. Al final de este paseo está el Faro Punta de San Antón y muy cerquita otra de las playas urbanas de Llanes: Puertu Chicu.

Puerto deportivo de Llanes. Asturias

Hablando de su litoral, he olvidado mencionar que el concejo de Llanes tiene más de 30 playas, repartidas a lo largo de sus 56 kilómetros de costa. Muchos de estos escenarios naturales han servido de platós para el rodaje de películas como Remando al viento y You’re the one (playa de Borizu), El Abuelo y El detective y la muerte (playa de Toró), Marianela (acantilados de Buelna), Historia de un beso y El Portero (playa de Barru) o El Orfanato (senda costera de Poo). Si no quieres perderte ninguna de estas localizaciones, puedes seguir los itinerarios cinematográficos que el ayuntamiento ha diseñado dentro del proyecto Llanes de cine. Tienes toda la información aquí.

Un recorrido por la costa asturiana: Ribadesella, Lastres y Tazones

De nuevo en la carretera pusimos rumbo a Ribadesella, a 31 kilómetros de Llanes. Lo que más nos gustó es la entrada al pueblo ya que vas bordeando el río Sella hasta su desembocadura. Además, nos apetecía ver en directo -y no por la tele como cada año- el escenario donde se realiza el Descenso Internacional del Sella. Si, como nosotros, no dispones de mucho tiempo, quédate con estas sugerencias: los palacetes indianos de la playa Santa Marina, las vistas panorámicas desde la Ermita de Guía y el paseo de la Grúa, en el que el gran Mingote dejó plasmada la historia del puerto de Ribadesella en seis murales de cerámica. Nota mental para la próxima escapada: visitar la Cueva de Tito Bustillo, uno de los grandes santuarios del arte paleolítico de Europa.

Ribadesella, Asturias

Después del paseo por Ribadesella nos acercamos a Lastres, un pequeño pueblo marinero que muchos ubicaron en el mapa gracias a la serie Doctor Mateo. Pertenece al concejo de Colunga y buena parte de su encanto, al igual que en Cudillero, reside en su emplazamiento: un caserío blanco de calles estrechas y empinadas que se desliza por la ladera de la montaña hasta llegar al mar. Dejar el coche no es tarea fácil, así que ármate de paciencia. Nosotros conseguimos aparcarlo en las inmediaciones del puerto por lo que nos tocó subir para disfrutar del centro de la villa  hasta que las piernas dijeron basta (todo el día dando brincos acaba pasando factura). De vuelta al puerto, nos tomamos un café en la terraza del restaurante La Rula y nos relajamos un buen rato viendo pescar a las gentes del lugar.

Lastres desde el puerto. Asturias

Pescador en Lastres, Asturias

Para despedirnos de Asturias (no un adiós definitivo sino un rotundo hasta la próxima), escogimos Tazones, un encantador pueblecito de la costa del concejo de Villaviciosa en el que mar y montaña se dan la mano. Sus sencillas casas blancas de arquitectura tradicional con coloridas ventanas y balcones de madera, sus calles empedradas, su arteria principal llena de restaurantes que huelen a pescado y marisco fresco, el pequeño puerto, la lonja… Puede sonar a topicazo, sí, pero, sinceramente, puso el broche de oro a nuestra ruta por el litoral asturiano.

Tazones, Asturias.

Rincón de Tazones, Asturias

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Un recorrido por la costa asturiana (I)

Un recorrido por la costa asturiana (I)

Por fin he podido cumplir uno de los objetivos viajeros que tenía pendientes en mi agenda desde hace tiempo: recorrer la costa asturiana. Una parte al menos porque aunque explotamos nuestro tiempo al máximo, soy consciente de lo mucho que nos dejamos por el camino. ¿Qué he traído en mi maleta de vuelta? Un pedacito de Asturias condensado en un puñado de pueblos marineros, la fuerza del Cantábrico, el increíble verdor de su paisaje, el calor y la cercanía de sus gentes y la firme decisión de que quiero volver. Esta es la crónica de mi escapada a tierra astur.

Puerto de Cudillero. Asturas

Como ya comenté en mi anterior entrada, montamos nuestra base de operaciones en Soto de Luiña, una pequeña parroquia situada a solo del 10 km de nuestro primer destino: Cudillero.

La primera impresión que nos transmitió Cudillero fue la de un pueblo marinero de postal. Un lienzo natural que la mano del hombre ha ido moldeando entre las montañas que lo abrazan dando forma a uno de los pueblos más bonitos de la costa asturiana. Mi consejo es que lo recorras con calma para no perderte ninguno de sus rincones: callejea sin rumbo, pasea por el muelle viejo hasta el faro, siéntate a tomar algo en alguna de las terrazas de la Plaza de la Marina y, sobre todo, sigue la estela de las barandillas azules para acceder a los diferentes miradores de la villa. Son escaleras de piedra muy empinadas, sí, pero el esfuerzo trae como recompensa unas vistas de Cudillero sencillamente espectaculares.

Cudillero. Asturias

Plaza de la Marina, Cudillero

En la subida a uno de estos miradores, el de Cimadevilla, me encontré con un marinero ya jubilado que se sorprendió al verme llegar casi sin resuello. ¡Si esto lo subo y lo bajo yo veinte veces todos los días! No sé cuánto tiempo pasamos charlando con Cudillero a nuestros pies pero recuerdo con especial cariño este momento. Hablamos sobre la estrecha vinculación del pueblo y del mar, sobre el «pixueto» -un dialecto del asturiano que solo se habla en Cudillero- y sobre la rabia que a este buen hombre le dan los turistas que «hacen la foto típica y salen corriendo sin ver nada más».

Panorámica de Cudillero desde el mirador de Cimadevilla.

Rincón de Cudillero, Asturias.  Marineros en tierra

Tras pasar toda la mañana en el que en su día fue el puerto más importante de Asturias, pusimos rumbo a Luarca. La entrada en la capital del concejo de Valdés fue un poco caótica. Nuestro GPS perdió el norte y nos tuvo dando vueltas hasta que decidimos apagar su voz metálica y buscar un parking como se ha hecho toda la vida: siguiendo los cartelitos. Al final conseguimos aparcar al lado de la playa. Se imponía un momento de relax frente al Cantábrico.

El Cantábrico en Luarca. Asturias

Con los ánimos más relajados empezamos a visitar la Villa Blanca de la Costa Verde. Lo primero que hicimos fue perdernos por los alrededores del puerto, recorriendo barrios de marcado carácter marinero como el Cambaral o la Pescadería, con sus estrechas callejuelas y casas blancas. En esta zona está uno de los siete puentes de Luarca que cruzan el río Negro: el Puente del Beso. Como ya habrás imaginado, detrás de su nombre hay una leyenda. La del amor imposible entre el temido pirata Cambaral y la hija del noble luarqués que logró capturarlo.

Puente del Beso, Luarca. Asturias.

  El río Negro a su paso por Luarca. Asturias

Cuando nos dimos cuenta ya eran las dos y media y estábamos sin comer así que nos dirigimos al centro, hacia la Luarca más burguesa, para comprobar si la fabada asturiana del restaurante Brasas era tan buena como la pintan en la Red. Lo es. Te dejan la sopera en la mesa y el compango que acompaña a las fabes además de generoso está buenísimo: morcilla, chorizo, tocino, lacón… Lo mejor de todo, forma parte de su menú de 10 euros así que, si tienes buen saque, puedes seguir disfrutando con los segundos y los postres. Yo solo fui capaz de probar un poco de mis escalopines al cabrales.

Fabada asturiana. Rte. Brasas. Luarca

Con el café y mapa en mano discutimos qué veríamos a continuación. Las casas de indianos del barrio de Villar, el mirador del Chano, el cementerio blanco cuya silueta nos llamó la atención nada más bajar del coche… Como suele pasar siempre que viajas, demasiadas opciones y poco tiempo. Al final optamos por despedirnos de Luarca desde su campo santo. Como ya nos había apuntado nuestra camarera, es un lugar increíble. Está prácticamente colgado sobre el mar y solo el rumor del Cantábrico se atreve a perturbar la calma que allí se respira.

Nuestro siguiente alto en el camino nos llevó hasta Puerto de Vega, un pintoresco pueblecito del concejo de Navia en el que el tiempo parece haberse detenido. Si te dejas caer por aquí, no olvides estos imprescindibles: la lonja, el mirador de la Riva -que nos recuerda su pasado como puerto ballenero-, la Iglesia de Santa Marina, la centenaria Plaza de Cupido y la Ermita de la Virgen de la Atalaya.

Puerto de Vega, Asturias.

  Estampa marinera en Puerto de Vega, Asturias.

¿Con qué imagen me quedo de este día que pasamos recorriendo la costa occidental asturiana? Me lo pones muy difícil pero seguramente escogería el Cabo Vidio, nuestra última parada en el camino de vuelta a Soto de Luiña.

El Cabo Vidio es el saliente más septentrional del concejo de Cudillero. Nosotros llegamos atravesando el pueblo de Oviñana. Una vez allí te encuentras un paisaje difícil de olvidar. No solo por sus impresionantes acantilados de casi 100 metros de altura. Con la mirada puedes recorrer el litoral occidental asturiano desde el cabo Busto hasta el cabo Peñas e incluso, según cuentan, en días despejados se ve hasta la coruñesa Estaca de Bares. Las vistas más espectaculares están detrás del faro. Eso sí, no es una senda muy recomendable si tienes vértigo porque el camino es bastante estrecho y no hay barandillas. Si te animas, podrás ver el islote del Horrión del Cabo con sus colonias de gaviotas y cormoranes.

Cabo Vidio, Asturias.

  Horrión del Cabo, Cabo Vidio. Asturias

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Siete razones para visitar Jávea / Xàbia

Siete razones para visitar Jávea / Xàbia

A principios de verano, antes de la llegada del tremendo calor que hemos tenido que soportar, nos planteamos una breve escapada al mar. No queríamos ir muy lejos para no pasarnos los dos días que teníamos libres en la carretera. Unos 400 kilómetros como máximo desde Madrid. Mapa en mano escudriñamos el litoral de la Comunidad Valenciana en busca de un destino nuevo en el que ejercer de viajeros aunque fuera por unas pocas horas. Peñíscola, Benicàssim, Dénia… ¡Xàbia! Una pequeña población marinera, situada al norte de la Costa Blanca, entre los cabos de La Nau y Sant Antoni. Encajaba perfectamente con lo que andábamos buscando y allí nos dirigimos confiando plenamente en la capacidad de nuestro Toyota Corolla del 2001 (250.000 kilómetros y sumando).

La verdad es que acertamos de pleno y regresamos al asfalto de Madrid con las pilas cargadas y decididos a repetir la experiencia con más calma en un futuro. ¿Por qué Xàbia? Aquí van mis siete razones para visitarla.

Playas y calas

Sin duda, lo que más nos llamó la atención de Xàbia fue ver cómo va cambiando el paisaje a lo largo de sus 25 km. de costa. Playas abiertas de grava, pequeñas calas de cantos rodados, una extensa playa de fina arena, acantilados de vértigo… Algunas pistas:

Playa Arenal: Es la más conocida y frecuentada ya que es la única playa de arena del municipio y sus aguas son poco profundas. Está situada en el centro de la Bahía de Xàbia. A lo largo del paseo marítimo hay un montón de tiendas, restaurantes de todo tipo y pubs para tomar una copa frente al mar.

Cala Blanca: Está formada por dos calitas contiguas: Caleta I y Caleta II. Su acceso se realiza a pie desde la Avda. Ultramar. Son calas rústicas de grava y roca, de aguas tranquilas y cristalinas.

Cala La Barraca o Portitxol: A esta recoleta cala se puede llegar en coche desde la carretera del Cabo de la Nao o bien a pie desde el Mirador de la Cruz del Portitxol. Frente a la cala está la Isla del Portixol que cuenta con unos fondos marinos muy apreciados por los submarinistas. Un consejo: lleva gafas de bucear y sandalias que sujeten el tobillo para las piedras.

Cala Granadella: Nuestro rincón favorito de Xàbia. Acceder a ella no es muy fácil pero realmente merece la pena. Se llega en unos 20 minutos en coche a través de una carreterita que se toma desde la Ctra. Cabo de la Nao (la señalización no es muy buena así que fíjate bien para no pasarte el desvío). El trayecto de por sí ya es todo un regalo ya que vas sorteando un espeso bosque de pinos mediterráneos salpicados por elegantes villas. Una vez allí lo que encuentras es una cala rústica de grava, bolos y rocas que se cierra casi totalmente a un mar verde turquesa. Un entorno prácticamente virgen de aguas transparentes con unas pocas casas de colores a su alrededor y algún que otro restaurante. El único inconveniente es que no hay mucho sitio donde aparcar así que mejor visitarla entre semana.

Ruta de los Miradores

Uno de los principales atractivos naturales del litoral de Xàbia son las increíbles panorámicas que se divisan desde cada uno de sus quince miradores. Podría detenerme en cada uno de ellos y describir las espectaculares vistas del Mediterráneo que ofrecen, pero prefiero recoger un extracto de la carta que el genial Joaquín Sorolla escribió a su esposa, allá por 1896: «Xàbia tiene todo lo que deseo, y más, y si tuvieras lo que yo tengo delante de mi casita, no encontrarías palabras para enaltecerlo, yo enmudezco de la emoción que aún me domina(…). Es el sitio que soñé siempre, mar y montaña, pero ¡qué mar!». 

Y es que durante cuatro veranos, Sorolla quedó prendado de este bello tramo del litoral alicantino que plasmó en más de un centenar de cuadros. A nosotros nos bastó un par de días para suscribir sus palabras. Si no dispones de mucho tiempo, quédate con estos tres miradores: el Cap de Sant Antoni, la Creu del Portitxol y el Cap de la Nau, el punto peninsular más cercano a la isla de Ibiza.

Más información: Miradores de Jávea, una ruta entre pinos y acantilados

Recorrer el casco histórico

Recorrer el centro histórico de Xàbia a última hora de la tarde, tras una mañana de sol y playa y una pequeña siesta, es algo imprescindible. Entre sus edificios más notables destacan la Iglesia-Fortaleza de San Bartolomé, de estilo gótico isabelino y declarada Monumento Artístico Nacional, el Ayuntamiento, el Mercado Municipal de Abastos y las ostentosas casas que la burguesía local mandó construir a finales del s. XVIII gracias al comercio de la pasa. Algunos ejemplos son la Casa dels Bolufer, Ca Lambert o la Casa de les Primícies. Otro edificio relevante de la villa es el Museo Arqueológico y Etnográfico Soler Blasco, un palacio gótico del XVII con una magnífica fachada de piedra tosca.

Tras estos citas obligadas, mi recomendación es que te dejes llevar sin rumbo fijo por el entramado de calles que rodean la iglesia y que fijes tu mirada en las fachadas blancas de sus casas, en sus ventanales góticos y en los hermosos enrejados de forja que las decoran. Si te apetece tomar algo, siéntate en una de las terrazas de la Plaça de Baix. Nota para los padres: si viajas en familia, infórmate en las oficinas de turismo de Xàbia sobre las rutas teatralizadas, una forma lúdica y divertida para acercarte a la historia del municipio con tus hijos.

Un paseo por el puerto

La silueta en el horizonte de los barcos que traen al atardecer el pescado recién capturado, la serena estampa de Xàbia desde el espigón, la tradicional subasta en la lonja, las antiguas casitas de los pescadores, la puesta de sol sobre el puerto… El barrio marinero conocido como Duanes de la Mar es uno de los lugares que mejor guardan la historia y la esencia de Xàbia. Aquí se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto, un original ejemplo de arquitectura religiosa de vanguardia. Si te fijas verás como su cubierta, de madera de pino rojo, tiene la forma de la quilla de un barco. Ni que decir tiene que esta zona se pone hasta la bandera por las noches gracias a la variedad de restaurantes y bares de tapeo que alberga.

Senderismo y naturaleza

Si te gusta practicar senderismo, estás en el lugar correcto. A tu aire o con un servicio de guías gratuito facilitado por el departamento de turismo del Ayuntamiento de Xàbia (consulta el calendario de salidas en su web). Hay muchas rutas entre las que escoger que te llevarán a conocer paso a paso el accidentado y singular paisaje de Xàbia. El Parque Natural del Montgó, Cala Granadella y su castillo, de Cala Barraca al Cap Prim…

Despertar frente al Mediterráneo

Un pequeño lujo al alcance de todos si optas, como nosotros, por alojarte en el Hotel Solymar y dejas la opción del Parador de Turismo para tiempos mejores. Un dos estrellas acogedor y tranquilo, situado en primera línea de playa donde no te será complicado aparcar. Precio hab. doble con vistas al mar en junio y entre semana: 64,81€.

La gastronomía de Xàbia

Imposible resistirse a la cocina local de Xàbia que toma forma en exquisiteces como el «cruet de peix», las frituras, el arroz en cualquiera de sus variantes, el pulpo a la plancha o el «suc roig», un guiso de pescado elaborado con tomate, ñora y pimentón. ¿Dos rincones perfectos para sucumbir a sus sabores? El restaurante Sur de Cala Granadella -al que pienso dedicarle un post próximamente- y La Cantina de Jávea (Muelle pesquero. Lonja, s/n).

Completa tu escapada a Jávea con estas actividades:

Si quieres aprovechar al máximo tu estancia en Jávea, aquí tienes una serie de actividades y excursiones que pueden interesarte:

Excursión en catamarán por los cabos de Jávea e isla de Portitxol: Navega por el litoral de Jávea y descubre la belleza de los cabos de Sant Antoni, Sant Martí y la Nau.

Bautismo de buceo en Jávea: Iníciate en el mundo del submarinismo explorando las profundidades de la bahía de Jávea y sus impresionantes fondos marinos.

Curso de buceo PADI Open Water: Conviértete en un buceador certificado con este curso de buceo en Jávea, cuyas aguas son perfectas para las inmersiones.

Tour en kayak por Jávea + snorkel: Toda una aventura para conocer los acantilados, las pequeñas calas y la famosa Laguna Azul de Jávea. Además, podrás practicar snorkel en la cueva marina más grande de España

Tour en vespa por Jávea: Descubre todos los encantos de Jávea conduciendo esta moto clásica mientras sientes la brisa del Mediterráneo.

Paseo en catamarán al atardecer: Disfruta de una impresionante puesta de sol desde el mar

Tierra adentro: en busca del auténtico espíritu dominicano

Tierra adentro: en busca del auténtico espíritu dominicano

Quedarse en los complejos turísticos al abrigo del todo incluído, entre baños de sol, partidas de golf y actividades náuticas, es lo más fácil. El camino directo a unos días de relax sin preocupaciones ni estrés en los que disfrutar de la cara más amable y convencional de la República Dominicana. Pero es sólo tierra adentro, más allá de las playas y los magníficos resorts, donde el viajero puede compartir el día a día dominicano y conocer, realmente, la tierra que pisa.

Tratando de captar esta imagen, partimos hacia el interior de la provincia de La Altagracia, una tierra habitada originariamente por los indios taínos, que nos permite acercarnos al mundo del tabaco dominicano, de la caña de azúcar y de las plantaciones de café.

En una de las haciendas que se cruzan a nuestro paso, conocemos a Nicolás. A sus 71 años, está al frente de una pequeña finca que mantiene gracias a las visitas de los que no se quedan dormitando en la playa. «Los que se acercan al interior vuelven encantados. Aquí les explicamos cómo nos ganamos la vida, nuestras costumbres, el origen del cacao, el cultivo de la caña de azúcar y del tabaco, y cómo se prepara una auténtica mamajuana”, sentencia Nicolás sin perder la sonrisa ni por un instante. “Lo de la mamajuana les resulta muy curioso y aunque muchos dudan de la eficacia de la viagra dominicana siempre apuntan la receta. El secreto es hacerse con unos buenos palos (raíces) de canela, marabeli, maguei, guayacán, clavo dulce y anís, y dejarla curar con cariño».

Tras saborear una típica comida criolla con nuestro anfitrión (habichuelas rojas, arroz, sancocho, mangú y dulce de coco), seguimos ruta. En el camino encontramos grupos de colegialas uniformadas que regresan a casa, pequeñas tiendas de artesanía, niños que nos saludan desde cualquier rincón y pueblos prefabricados en los que la pobreza no se esconde. Son los bateyes, poblaciones de trabajadores agrícolas que se sitúan alrededor de las plantaciones de caña de azúcar. Barracones y casuchas de madera en los que malviven las comunidades más pobres del país y los llegados de la vecina Haití en busca de una vida mejor. Y es que son miles los haitianos que entran cada año en la República Dominicana huyendo de la pobreza absoluta de su país. Para la mayoría, el gran sueño de una vida mejor queda reducido a trabajar en las plantaciones de caña de azúcar o en la construcción. Al atardecer, esta mano de obra temporera, barata, y en la mayoría de los casos explotada, regresa exhausta tras una dura jornada de trabajo. Su única esperanza: no ser expulsados del país antes de cobrar la paga.

Así, mecidos por un baile incesante de sensaciones enfrentadas, aromas y colores, llegamos a Higüey, capital de la provincia de La Altagracia. Sus más de 160.000 habitantes la convierten en la ciudad más grande de la zona, en un hervidero humano que trabaja en su mayoría en los cercanos complejos hoteleros de Punta Cana o en el comercio de productos turísticos. El día a día en Higüey no tiene nada que ver con la tranquilidad que se respira en las pequeñas poblaciones que hemos dejado atrás. Para comprobarlo, solo hay que armarse de un poco de valor -el tráfico es bastante caótico-y contratar los servicios de un motoconcho. Estas motocicletas que funcionan como un  taxi son el modo más rápido y económico para desplazarse por las calles de la bulliciosa Higüey.

Para los creyentes Higüey tiene un significado muy especial ya que aquí se alza el Santuario de la Milagrosa Virgen de la Altagracia, patrona del pueblo dominicano. La romería del que se conoce como el primer santuario de América tiene lugar el 21 de enero y congrega a millares de devotos que si es necesario recorren toda la isla para rendirle culto a su virgen, representada en una pintura al óleo del siglo XVI. El impresionante edificio, construido sobre un antiguo santuario, es obra de los franceses Dunover de Segonazc y Pierre Dupré y fue inaugurado en 1971.

Cae la noche y tras comprobar que el país tiene más páginas que leer de las que salen en los folletos, es hora de regresar al hotel, al mundo de lujo y confort que hemos comprado a golpe de tarjeta de crédito. Allí nos espera de nuevo un traguito de vitamina R, unos pasos de merengue y esa sensación agridulce de que volvemos a ser turistas, no viajeros.