«El amor es tan importante como la comida pero no alimenta». Con esta frase de Gabriel García Márquez, nos da la bienvenida el restaurante Yain, parada obligada para los incondicionales de la buena mesa y el vino que recalan en la ciudad de los Amantes y de la estrella de ocho puntas, en tierra mudéjar, en Teruel.
El Yain está ubicado en pleno casco histórico, a unos 100 metros de la Plaza del Torico, en la antigua judería turolense. Su nombre en hebreo significa vino. No podía ser otro. Estaba predestinado a llamarse así. Y es que cuando empezaron a construir el restaurante, descubrieron bajo sus cimientos los restos de una bodega judía del siglo XIV, con su trujal y susánforas de barro enterradas a modo de tinas de fermentación. Pero la vinculación del Yain con el mundo del vino va mucho más allá. Al frente de este negocio encontramos a Raúl Igual, un joven emprendedor que, a base de tesón y esfuerzo, consiguió alzarse con el premio al mejor sumiller de España en el año 2010.
Desde que abrió sus puertas, en julio de 2007, Raúl Igual y su equipo han hecho del Yain todo un referente gracias a la pasión con la que promocionan la culturadelvino y los saboresaragoneses. Plato a plato, maridaje a maridaje. Sin grandes aspavientos, con humildad y ofreciendo un trato cercano, profesional y amable que afianza y aumenta su cartera de comensales servicio tras servicio.
¿Qué sale de los fogones del Yain? Sencillamente una mezcla afortunada de tradición e innovación. Una cocina de mercado y de temporada que podemos degustar a la carta, en formato menú del día, menú degustación con maridaje, o bien, como hicimos nosotros, con el menú Rueda de Sabores. Este menú consta de tres entrantes para compartir y un segundo a elegir entre ocho platos. En función de la opción elegida, su precio oscila entre 28 y 35€ e incluye postre sorpresa, agua y copa de vino -o cerveza o refresco.
Como entrantes, pedimos ensalada de quesos y membrillo, vieira gratinada y ratatouille de verduras al horno. Los tres estaban buenísimos pero el que derritió mi paladar fue este último con sus verduritas asadas y su vinagreta de tomate y tomillo. Un bocado exquisito.
Luego llegaron los segundos. En nuestro caso, confit de pato al Oporto y jarrete de ternasco guisado. Buen producto y esmerada presentación. Para acompañar estas carnes, Raúl nos recomendó un excelente somontano de la zona de Barbastro. El dulce colofón realmente fue una sorpresa: semiesfera de chocolate con café y helado de violetas. Apetitoso y lleno de creatividad.
Como ya habrás imaginado, la bodega del Yain es una de las grandes bazas de este restaurante. Ubicada a siete metros bajo la cota del suelo, atesora con mimo en su interior una personalísima selección de caldos que nos ofrece un viaje alrededor del mundo. No solo están presentes muchas de nuestras denominaciones de origen, también hay espacio para referencias extranjeras que copa a copa nos trasladan a países como Francia, Alemania, Australia, Portugal, Italia, Hungría o Nueva Zelanda. Espumosos, generosos, blancos, rosados, tintos, dulces… Entre los cavas está uno de mis preferidos, Agustí Torelló, puro Penedès.
En cuanto al local, puedo decir que me gustó mucho la atmósfera que han creado para cobijar este capricho culinario turolense. Es acogedor, íntimo y de diseño minimalista. Manteles de hilo, vajilla y cristalería moderna y funcional, buena música de fondo… El escenario perfecto para no robar ni un ápice de protagonismo a las verdaderas estrellas del Yain: sus platos y sus vinos.
Una vez más, espero haber despertado tu curiosidad y las ganas de probarlo.
Que el turismo gastronómico va tomando cada vez más fuerza en nuestro país no es algo que voy a descubrir yo ahora. La razón es bien sencilla. Un paladar satisfecho es un viajero satisfecho. Por ello, cada vez son más los que planifican sus escapadas teniendo muy presente la gastronomía que van a poder degustar en el destino elegido.
Si formas parte de este grupo de gastroturistas que siempre encuentran tiempo para disfrutar de los placeres de la buena mesa, tienes un cita con Aranda de Duero durante el próximo mes de junio. ¿El motivo? La celebración de las XIII Jornadas Gastronómicas del Lechazo Asado.
Aranda de Duero, tierra de cordero y vino
La localidad burgalesa de Aranda de Duero se prepara un año más para celebrar una de las festividades culinarias más importantes de la comarca de la Ribera del Duero, las Jornadas Gastronómicas del Lechazo Asado. Una oportunidad magnífica para disfrutar de un cuarto de cordero lechal asado, como manda la tradición, en horno de leña. El menú especial que acompaña a este manjar está formado por una selección de entrantes (paté de lechazo, morcilla, hamburguesas de lechazo, etc.) y por dos productos de reconocida calidad como son la Lechuga de Medina y la tradicional Torta de Aceite de Aranda. Todo ello regado, obviamente, con los excelentes vinos de la Denominación de Origen Ribera del Duero.
Este completo y suculento menú podrás degustarlo en los diez asadores de Aranda de Duero que aparecen detallados al final de esta entrada. Su precio: 37 € por persona.
¿Qué hace que el lechazo sea uno de los platos más destacados de la gastronomía de Castilla y León y por ende de Aranda? Sin duda, su calidad y exquisito sabor. Es un cordero lechal con Indicación Geográfica Protegida (IGP), de raza churra, castellana y ojalada, pesa entre 4 y 7 kilos y se deshace en la boca desprendiendo el aroma del horno de leña en el que se ha asado poco a poco.
El cordero lechal que pude degustar en la presentación de las XIII Jornadas del Lechazo Asado de Aranda de Duero estaba delicioso. El restaurante elegido fue el Asador La Tahona de Madrid.
La visita a la capital de la Ribera del Duero te permitirá, además, disfrutar de una de las localidades con mayor tradición enogastronómica de nuestro país. Y es que en Aranda la cultura del vino y de la vid está muy presente. Para comprobarlo, solo tienes que entrar en una de las muchas bodegas subterráneas que recorren esta ciudad desde la Edad Media.
No olvides tampoco recorrer el casco histórico de Aranda de Duero. Su fisonomía es la misma que hace 500 años y guarda gratas sorpresas como la Iglesia de Santa María la Real, cuya monumental fachada sur fue inaugurada en 1515 por el rey Fernando el Católico. La Plaza Mayor, la casa-palacio de los Berdugo -magnífico ejemplo de las casonas de la hidalguía local-, la Iglesia y Museo Sacro de San Juan Bautista, y el puente medieval de las Tenerías, con su preciosa panorámica sobre el Duero, no deben faltar tampoco en tu itinerario por Aranda.
Gastronomía, folclore tradicional, patrimonio histórico, visitas a las típicas bodegas situadas bajo tierra… No lo dudes: escápate a Aranda en junio y forma parte de este festival gastronómico y cultural que cada año atrae a miles de visitantes.
Cómo llegar en coche desde Madrid: El acceso a Aranda de Duero se realiza desde Madrid por la autovía N-I, dirección Burgos. Está a 159 km. de la capital o, como dicen los arandinos, «en el kilómetro 159 del Paseo de la Castellana”.
En esta ocasión no voy a recomendarte un restaurante como es habitual en esta sección. Voy a hablarte de una experiencia gastronómica que pude disfrutar la semana pasada. Y es que la agencia de comunicación RV Edipress tuvo a bien invitarme a la presentación de la nueva carta de Catering Chinchón, una de las empresas más importantes de catering de nuestro país. El escenario elegido no podría ser otro que Chinchón ya que fue en esta preciosa localidad del sureste de la Comunidad de Madrid donde nació Miguel Fernández, máximo responsable de este innovador proyecto de cocina fusión y de vanguardia.
Tras una visita guiada a los principales puntos de interés de Chinchón (de los que hablaré en un futuro post), nos dirigimos hasta Chinchón Ochenta, uno de los bares de copas más populares de esta localidad. Hablo en plural porque pude disfrutar de esta jornada de turismo y gastronomía en compañía de otros periodistas y blogueros entre los que se encontraban una de mis parejas viajeras favoritas, Edu y Érika de Edu & Eri Viajes.
Fue en este acogedor local donde asistimos a un desfile de formas, colores y sabores realmente sorprendente. Cada bandeja que aparecía ante nuestros ojos retaba a nuestro paladar en un divertido juego de adivinanzas. ¿Una galleta Oreo? Su forma exterior así lo sugería pero en realidad eran unas pequeñas rodajas de morcilla y queso. ¿Un Ferrero Rocher? Sí, pero de queso de cabra y arándanos. ¿Un bocadillo de panceta? Exacto, pero sobre yuca y virutas de tomate seco. Como ves, ingredientes de toda la vida que en las manos del equipo de Catering Chinchón se transforman en creaciones únicas, originales y, sobre todo, sabrosas.
En más de una ocasión, tuvimos que recurrir al propio Miguel Fernández para que nos desvelara los ingredientes de deliciosos bocados como la flor de hibiscus rellena de crema de queso o el papel de violeta sobre una royal de boletus.
Tampoco faltaron en esta degustación platos tan castellanos y contundentes como las migas y el solomillo de buey, y pescados y mariscos reinventados bajo el sello Catering Chinchón, que antes de satisfacer nuestros estómagos nos sedujeron con su cuidada presentación. ¡25 años de experiencia en los fogones dan para mucho!
El colofón a este festival gastronómico llegó con los postres. Confieso que no los probé porque no soy muy de dulces y además era incapaz de comer más, pero a tenor de los comentarios te puedo asegurar que estaban riquísimos.
Y hasta aquí mi experiencia gastronómica con Catering Chinchón. Si con mis palabras he despertado tu curiosidad y las ganas de probar cómo la cocina tradicional puede transformarse en cocina de vanguardia con ingenio y buen saber hacer, misión cumplida.
Como ya comenté en mi anterior entrada Siete razones para visitar Xàbia, la Cala Granadella nos dejó sin palabras: su privilegiado enclave entre dos acantilados, el bosque de pinos que la rodea, sus aguas cristalinas… Al magnífico recuerdo que conservamos de ese día de naturaleza y mar, contribuyó, y mucho, nuestra experiencia gastronómica en el restaurante Sur, una visita obligada para cualquiera que quiera disfrutar de la cocina mediterránea que desde 1959 elabora con mimo la familia Estalrich a pie de playa.
Nos dejamos caer por el restaurante un martes de junio. Nada más llegar a la cala reservamos una mesa en la terraza superior frente a la bahía. Ningún problema, a las dos tendríamos nuestra mesa. Primer objetivo cumplido: comeríamos en la mejor de las compañías, un Mediterráneo del que no puedes apartar la vista. Ya solo quedaba esperar que los fogones del Sur estuvieran a la altura de semejante capricho de la naturaleza.
Tras revisar la carta y viendo el trajín de platos que revoloteaban a nuestro alrededor (a cual más apetecible) optamos por algo que nunca falla: dejarnos aconsejar por el personal de la casa. Así descubrimos que el restaurante tiene su propio huerto y un barco de pesca que les suministra a diario el pescado fresco. Al final nos decantamos por probar un poco de la tierra y un poco del mar: ensalada de tomate y atún, pulpo a la plancha y parrillada de pescado y marisco.
Todo estaba exquisito, las raciones eran abundantes, la calidad-precio más que razonable y el servicio, fruto de muchos años de experiencia, cercano e impecable. La conclusión es obvia: una cocina notable en un entorno sobresaliente. Y eso que dejamos para otra ocasión sus afamados guisos marineros y arroces. Nota para celíacos: el restaurante Sur es miembro de Acecova (Asociación de Celíacos de la Comunidad Valenciana), y CONHOSTUR por lo que buena parte de su carta se adapta a la dieta de los celíacos.
¡Buen provecho! Aunque sea de forma virtual…
Recomendaciones:
Aunque el restaurante tiene 40 mesas distribuidas en dos niveles, reserva antes por teléfono si quieres disfrutar de las espectaculares vistas de la terraza superior (sobre todo si es fin de semana).
Para aparcar sin problemas (no hay mucho sitio) no te queda otra que madrugar un poquito. Valdrá la pena, te lo aseguro.
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