Cosas que el rey de los viajes nunca admitiría y otros rasgos que lo definen

Cosas que el rey de los viajes nunca admitiría y otros rasgos que lo definen

Un puro divertimento literario con ínfulas de robarte una sonrisa que debe ser leído como se pergeñó: con mucha ironía, desenfado y un toque gamberro. Una hipérbole mayúscula llena de típicos y tópicos que coloca bajo mi microscopio la figura del rey de los viajes. ¿Existe realmente este personaje? Y lo más divertido… ¿Llevamos todos un pequeño monarca en nuestro interior? Comprobémoslo.

Mundo viajero

Vaya por delante que el rey de los viajes no tiene un origen geográfico específico. Puede hablar como Cervantes, Shakespeare o Fu Manchú. Su savoir faire no conoce fronteras y hace gala de una personalidad muy concreta que permite identificarlo en poco y menos. Para muestra, un puñado de botones.

Que le llamen turista

¿Perdona? ¿Tengo pinta de ser un ochodías-sietenoches? Bienvenido al debate más estereotipado, absurdo y cansino de la historia. Abordémoslo ahora y así nos lo quitamos de encima: buscar nuevas rutas, huir de las agencias o tirarte dos meses en un destino no hace que tu viaje sea más “pro”, lo hace, simplemente, diferente. El currito de a pie que tiene los días de vacaciones contados y se embarca en un todo incluido no es peor ni mejor que tú, que exhibes los sellos del pasaporte a lo John Wayne como si fueran las muescas de tu culata. Y si no te cabe en la cabeza que hay tantas formas de viajar como tipos de personas, disculpa, pero el problema lo tienes tú que eres tan turista como yo. ¿Más auténtico? No, Weissmuller, por favor, no vayas por ahí o no me quedará otra que imaginarte en taparrabos en medio de la selva diciendo: yo viajerotú, turista.
Turistas

El postureo viajero y las fotos chorras

En todo grupo de viajeros que se precie está el payaso/a (RAE: persona que hace reír con sus dichos o gestos). El cierrabares, el que menos duerme y luce sin pudor alguno su borrachera de sueño -síndrome parecido a una cogorza exenta de resaca, fruto de no chafar la oreja lo que se debiera. Un individuo muy apreciado por la manada al que le encanta hacer fotos grupales lúdico-festivas. Al rey de los viajes ese rollo no le va. Pondrá mala cara y se quejará hasta que se vea obligado a posar jaleado por el resto. Curiosamente, enseguida te pedirá que se la pases por wassap para ser el primero en difundirla en las redes sociales tirando de hashtags como #quélocuradeviaje o #cómoloestamosgozando.

Postureo viajero

Imprimir los billetes. Habrás dejado las gallinas en el pueblo, ¿no?

De turista neopaleto y el neo porque tienes impresora. Esa es la cara que se te queda cuando apareces en el mostrador de facturación con tus hojitas llenas de datos y códigos de barras.

– ¿No lo llevas en el móvil?
– No, cosas mías… La batería puede fallar…
– Sabes que con el DNI es suficiente, ¿verdad?
– Sí, en este tipo de vuelos sí.
– ¿Entonces? Eso no es nada eco…

Entonces, entonces… Entonces es cuando le espetarías a la cara : Mira, si me tengo que subir a una sequoia para que no la talen, yo, la primera, pero los he impreso porque soy una romántica cagueta que no se fía de la tecnología, porque me da buenas vibraciones, porque así la tinta no se seca y porque.. ¿Por qué demonios te estoy dando explicaciones?

Anglicismos al poder

Da igual si va con españoles a Almendralejo o a Pernambuco. Este individuo no factura, hace check-in y lo que lleva en la mano no es una tarjeta de embarque; a él le han dado una boarding pass. Él no hace una escala, lo suyo es un stopover, y tampoco descansa, se toma un break. ¿Efectivo? Demasiado old-fashioned; de llevar, lleva cash.

Enhorabuena. Si te ha venido la imagen Gabino Diego como portavoz estadounidense en Amanece que no es poco, lo has pillado: ¡este tipo nos toca las pelotas! Más aún cuando se queja del deterioro de nuestro idioma y retira el saludo a quien le suelta un “ola k ases?”

Diccionarios

Usar un mapa

Sí, de papel. De esos que una vez has extendido ya no hay forma de volver a plegar. O de carreteras. A este crack nombres como la guía Campsa o Michelín le suenan al jurásico. Ahora estás muy out si no dejas que la voz metálica del Maps te diga cómo llegar a tu destino. Si es a un callejón sin salida o a los pies de un acantilado, las reclamaciones, al maestro armero, digo, San Google.

Cansarse

No sé si tiene algo que ver con los genes de su DA (en el caso de los blogueros de viajes Domain Authority; no confundir con ADN que eso lo llevamos todos de serie), pero no falla. Le verás dormido de pie, bostezando como si no hubiera mañana, boqueando tras una actividad física y elevando al cielo una mirada en la que se lee cuándo leches acaba esta tortura. Aún así, al acabar la jornada, cuando le preguntes si está cansado, obtendrás una condescendiente respuesta tipo “¿Yo? para nada, tengo cuerda para rato”. Será el primero en retirarse pero no porque no dé para más. Tendrá que revisar el correo, cerrar un tema pendiente o hacer una llamada que no puede esperar. Eso sí, en pijama.

Sorprenderse

Y si lo hace, es “para adentro”. Nunca lo dirá en voz alta porque sorprenderse no es guay. Los hoteles siempre están bien. La comida, correcta. La disposición del guía, aunque sea un absoluto encanto, la esperada. ¿Qué hacen con los adjetivos calificativos positivos? ¿Cotizan a la baja en el universo de los muy viajados?

Ir a un McDonald´s

“¿Pretendes comer en un McDonald’s? Por nuestra señora de Kazajistán… Estás en el culo del mundo, te has pasado mil horas encajonada en un avión, tienes un universo de aromas y sabores al alcance de la mano y quieres fast food, ¿en serio?” Sí, me apetece, y por no decirte que tras once días de viaje estoy hasta la peineta de fideos soba o cuscús, te dejo ojiplático soltándote que estoy preparando un artículo titulado Mc Royals por el mundo. Con un par.

Una hamburguesa nipona

Pues yo en “X”… (también llamado el pisa-anécdotas)

Ponte en situación. Estás tomando algo y decides amenizar el rato con un lance, chascarrillo o historieta, no necesariamente viajera, que de repente has recordado. Te pones a ello y cuando crees que has captado la atención de todos los contertulios… ¡Zasca! Alza su voz con su clásico “pues yo en X”….” Esa “X” rellénala con cualquier destino que no sepas muy bien dónde ubicar en el mapa. Él sí lo sabe. Él ha estado. Tú no. No queda otra que envainarte la anécdota que ibas a contar, esperar a que él acabe la suya y rezar para que no las concatene. En tu interior puede que escuches algo parecido a: ¿a este tipo solo le pasan cosas cuando viaja?

El mundo

Viajar a destinos top

No lo admite porque, como he apuntado, nuestro Willy Fog de marras ya ha estado en todas partes. “¿Cuba? Sí hombre, solo faltaba Obama y los Rolling para que aquello se convierta en un parque temático”. “¿Myanmar? La época buena ya ha pasado, ahora está plagado de turistas”. ¿Palma de Mallorca, qué interés puede tener Alemanialand? Apuff… Pues el que yo quiera darle, ni más ni menos. Cuando encuentres una máquina del tiempo que funcione, avisa y me subo en tu DeLorean.

No sin mi mochila, no sin mi Samsonite

La mente de este grande entre los grandes solo funciona en blanco o negro. Para él no hay escala de grises que valga. O es mochilero o es maletero. El destino es lo de menos y pensar que existe una raza de marcianos que eligen cómo transportar sus pertenencias en función de las características del viaje como que no.

Maletas

Viajar con todo programado versus carpe diem

Más de lo mismo. Nuestro sujeto a examen no suele ser de términos medios. O te prepara una agenda al milímetro más apretada que el abdomen de la Obregón posando en la playa, o pan para hoy y hambre para mañana. Hay que dejar espacio a la improvisación, slow travel, mejor todo programado que luego hay sorpresas o dónde queda la aventura son sus muletillas preferidas en función del bando en que milite. ¿Y si combinamos unos gramos de previsión y una pizca de espontaneidad? Bah, eso no es ni chicha ni limoná…

Su maleta da un poco de grima

Llámalo grima, llámalo envidia cochina. Este campeón del Tetris se distingue por lucir una maleta impecable. El summum del orden. La perfección hecha equipaje. No lleva la ropa interior por un lado y el resto por otro como el común de los mortales. Usa bolsas de plástico transparentes que contienen todo lo que va a poner cada día. ¿Ves qué práctico y cómodo? Sí, gran visionario… Al rey lo que es del rey.

El tonto que todo lo sabe dando el dato

Da igual el tema que se trate. Estamos ante un experto en todo. Ese todo, ese todo… Ese todo es lo que le lleva a traspasar la delgada línea entre el tipo interesante y culto, y el Petete arrogante al que le desearías, desde el cariño y el respeto, una buena afonía temporal.

“Aquí no hay nada que ver” o “esto ya está visto”

Si el rey de los viajeros te lanza una de estas perlas, agárrate los machos. Básicamente porque él se ha erigido como el único capaz de determinar si vale la pena. ¿El qué? Todo, evidentemente. Desde madrugar para ver un amanecer, hacer una ruta, visitar un museo, determinar el tiempo que se pasa en cada lugar, etc. Da igual si lo que le apetece es una auténtica soplapollez para el resto, tirará de su rango y tratará de imponer sus preferencias a toda costa.

El “me cuelo en todos tus encuadres”

Para finalizar este listado de virtudes de las que hace gala nuestro monarca, uno de sus rasgos que más me repatea. Si lleva una buena cámara no solo se considerará fotógrafo sino que, además, estará todo el viaje dándote lecciones que no has pedido. Si, por el contrario, luce un smartphone, aunque sea de alta gama, lo primero que te dirá es aquello de “ya me pasarás alguna”. Hasta ahí todo correcto, somos de naturaleza generosa. El problema viene cuando tras haberle explicado que estás de trabajaciones (trabajo + vacaciones) decide no respetar tu faceta laboral y colarse en todos tus encuadres. La primera vez se lo dices con una sonrisa, la segunda con una mueca, la tercera con una mirada amenazante y si hay una cuarta… Houston, tenemos un problema.

Esto es todo amigos...

Hasta aquí este repaso, porque lo he dejado fino, al rey de los viajes. Vuelvo a recogerme la melena, abandono mi acento de psicóloga argentina y escondo mi perfil más irreverente. Si como viajero te has sentido identificado en algún punto, tranquilo (#sabesquepodíapasar, #dealwithit). Yo misma puedo estar detrás de estos pecados y alguno más que solo confesaré en presencia de mi abogado. Nadie es perfecto… Eso sí, nunca olvides esto: #viaja y #dejaviajar. Si es con una sonrisa, mejor que mejor.

9 cosas que no sé hacer. Bonus track: mañana salgo de viaje rumbo a Irlanda

9 cosas que no sé hacer. Bonus track: mañana salgo de viaje rumbo a Irlanda

Cuando Marta de La Mochila de Mamá me lanzó el reto de hacer una lista con 9 cosas que no sé hacer -una especie de cadena que corre entre el mundillo de los bloggers de viaje y que ella ya había completado-, lo primero que pensé es que sería más fácil y breve enumerar 9 cosas que creo sí sé hacer antes que catalogar todas la que no. En cualquier caso, no voy a ser yo quien cambie las reglas del juego y aquí va mi pequeño striptease personal con las virtudes que la madre naturaleza ha decidido negarme en el día a día y a la hora de viajar. Por algo será…

1. Conducir

No sé. Por algún sitio tengo una tarjeta plastificada -con la foto de una tipa que no conozco- que asegura que en su día sí supe. Se equivoca. No he sabido nunca y las pocas veces que me he puesto al volante me he sentido como el enemigo público número 1. Pegada al cristal y más tensa que un click de Famobil. Si mis compañeras de Facultad hablasen… Lo más curioso de todo es que no lo hago porque tema lastimarme. No. Lo que me da pavor es que mi ineptitud en esta materia me lleve a provocar un accidente que dañe al pobre infeliz que se cruce en mi camino. Eso sí, a optimista no me gana nadie. Después de que mi padre se dejara un dineral para que me sacase el carné en mis lejanos 18 -la práctica a la 4ª, ahí lo dejo-, al llegar a Madrid se me ocurrió la «brillante» idea de volver a intentarlo y me zampé 40 prácticas más. Menuda inversión. No avancé ni de Famobil a Playmobil. Sigo en las mismas. En mi defensa: como copiloto no tengo precio. Si no me duermo, claro.

2. Esquiar

Ignoro cómo se me daría porque nunca lo he intentado a pesar de tener buenos amigos que trabajan como profesores en las estaciones turolenses de Javalambre y Valdelinares. Últimamente reconozco que me ha entrado el gusanillo por aprender pero me frena una de mis grandes lacras: nací torpe y moriré torpe. Vamos, que a priori, me veo más haciendo la fotosíntesis en el bar con una coca cola en la mano y disfrutando del paisaje que deslizándome como una grácil gacela por las pistas.

No sé conducir ni esquiar

3. Ser ordenada

También llegué tarde al reparto del concepto orden y lo reconozco, vivo dentro del caos organizado. Prueba de ello es mi zona de trabajo. Tal vez no recuerde de qué color es mi mesa porque una montaña de papeles, folletos y notas la sepultan, pero sé exactamente dónde tengo todo lo que necesito. Tú ni lo intentes. Pregunta antes y, sobre todo, no se te ocurra tocar nada. Podrías romper mi ecosistema y las consecuencias serían devastadoras. Tampoco me regales nunca una agenda. Otros antes que tú han tratado de canalizar mi desorden y han fracasado. Soy la reina del pósit. Manía asociada: antes de salir de viaje, dejo mi escritorio como una patena. Consigue que me sienta mejor a la vuelta. Cinco minutos, claro. Un placer breve pero intenso.

4. Tirar recuerdos viajeros

Al hilo de mi defectillo anterior, soy incapaz de tirar el material que acumulo antes y durante un viaje. Lo intento pero, como diría el Vizconde de Valmont, «no puedo evitarlo». De vez en cuando trato de hacer limpieza pero es inútil. Solo consigo aumentar el desorden y la papelera continúa tan vacía como al principio. Itinerarios, tarjetas de embarque, resguardos de maletas, cuentas de restaurantes, entradas… Es uno de mis talones de Aquiles, mi particular síndrome de Diógenes viajero.

Tampoco sé deshacerme de los recuerdos de mis viajes

5. Dormir plácidamente la noche antes de viajar

Nunca lo he conseguido y a estas alturas de la película ni lo intento. La noche antes de viajar es una pesadilla que me acompaña desde que me enviaron a mis primeros campamentos (4 añitos, precoz que es una). Retraso al máximo el momento de tumbarme con excusas tan fundamentales como quitar el polvo, intercambiar tuits con otro insomne o volver a mirar el tiempo que va a hacer donde quiera que vaya a viajar. Ya en la cama sigo siendo un manojo de nervios pero en versión horizontal. Doy mil vueltas, cambio de postura, pienso que la habitación necesita una buena mano de pintura, repaso mentalmente el itinerario, ¿me dejo algo?…  Eso sí, espero que nunca llegue el día en que deje de sentir esas maravillosas mariposas en el estómago porque significará que he roto el cordón umbilical que me une a la maleta, o lo que es lo mismo, significará que he dejado de ser yo. Aviso para futuros compañeros de viaje: si no me conoces en persona, no te preocupes, me reconocerás por los ojos de panda que luciré en el meeting point.

 6. Dejar de revisar toda la documentación antes de partir

Una de las cosas que me impiden conciliar el sueño la noche de autos es que no soy capaz de dejar de revisar toda la documentación para ver si está en regla. No sé si llega a la altura de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) pero un poco tortura sí es. No conozco ningún caso en el que las fechas o el horario de una tarjeta de embarque hayan cambiado por ciencia infusa pero ahí estoy. Imprimo los billetes y los releo. Todo ok. Los guardo en mi montaña de papeles (ver punto 3). Los vuelvo a mirar al cabo de una semana y como tres veces antes de salir de casa para cerciorarme que no se han escapado de mi bolsa. Doctor, ¿es muy grave?

 7. Someterme de buena gana a las «recomendaciones»

No es que sea una temeraria pero basta que alguien me aconseje no visitar tal país o no adentrarme por tal barrio para que me entren unas ganas irrefrenables de hacerlo. De no ser así no hubiera viajado a Israel cuando el terreno estaba bastante calentito, ni hubiera paseado por La Boca en Buenos Aires, ni visitado un mercado local en Lima mientras se producía el rescate de los rehenes retenidos en la embajada de Japón… Una cosa es hacer locuras y otra preferir el respeto al miedo como compañero de viaje.

8. No pegar la hebra con los locales

Adoro hacerlo y quiero seguir así. Me encanta trabar conversaciones con las gentes de los países que visito. Prefiero mil veces alargar una buena charla con alguien del terreno que una visita al mejor de los museos. Cada persona es una historia y mis oídos siempre están dispuestos a escucharla.

9. Enfadarme cuando viajo

Si por regla general me cuesta enfadarme con mayúsculas -soy como una botella de gaseosa, si me agitas mucho te caerá un chaparrón pero luego soy tan pánfila que te ayudaré a limpiarte-, cuando viajo me resulta prácticamente imposible. ¿Que nadie recuerda dónde hemos dejado el coche? Ya aparecerá. ¿Que el vuelo nos deja tiradas en Bolonia? Algún sitio encontraremos para dormir. ¿Que el restaurante no es tan maravilloso como decían? Cosas de TripAdvisor. Viajar es vivir, es sentirte libre, abrirte al mundo con los ojos de un niño. ¿Voy a cabrearme por unas piedras en el camino? En absoluto. El tiempo pasa mucho más rápido fuera de casa y no es cuestión de desaprovecharlo.

Finalizada mi lista, con muchas ausencias por cierto, toca nominar a las tres siguientes víctimas que en este caso son Eva, Sara y Laura. ¿Cogerán el testigo estas grandes viajeras?

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Próximo destino: Irlanda

Cambio de tercio para anunciarte con una sonrisa de oreja a oreja que mañana salgo de viaje para quitarme una espinita que tengo pendiente desde hace muchísimo tiempo: pisar tierra irlandesa. Por cuestiones laborales solo dispongo de una semana, pero estoy convencida de que será un estupendo aperitivo para futuras escapadas. ¿Ya estoy pensando en volver antes de partir? Así es. Preparando este viaje he descubierto que Irlanda está llena de espectaculares rincones que deseo conocer que evidentemente no caben en siete días. Te hablo de la costa surfera de Sligo y Donegal, de las Islas Aran, de Cork y el Anillo de Kerry, de Limerick, Kilkenny o de Derry-Londonderry.

Dublín copará buena parte de mi tiempo. Quiero saludar a Molly Malone y a Joyce, contemplar la ciudad desde el Gravity Bar de la Guiness Storehouse, recorrer los muros de la cárcel de Kilmainham, callejear por el Temple Bar, seguir la huella de U2, ver el libro de Kells en el Trinity College, fotografiar sus casas georgianas, perderme por las salas de la National Gallery of Ireland, disfrutar de sus pubs… Desde la capital haré una excursión a la costa atlántica para conocer los acantilados de Moher, el Parque Nacional del Burren y Galway.

Próximo destino, Irlanda

Después llegará el momento de subirse al tren rumbo a Belfast para pasar un día y medio en la capital de Irlanda del Norte. El barrio del Titanic, los murales políticos, el Mercado de San Jorge y el Museo del Ulster parten como favoritos. Al día siguiente, mi destino será el Condado de Antrim donde visitaré la famosa Calzada del Gigante (Patrimonio Mundial de la UNESCO), el puente de cuerda de Carrick-a-Rede -ya veremos si me atrevo a cruzarlo- y la Old Bushmills Distillery, la destilería en funcionamiento más antigua de Irlanda. De regreso a Dublín aún tendré un día entero antes de volar de vuelta a Madrid. Creo que he trazado una buena combinación: dos escapadas urbanas y dos excursiones a la costa. ¿Tú que opinas?

Nota: Todavía me quedan algunos cabos por atar y no he empezado a hacer la maleta pero bueno, no importa. Total, esta noche no voy a dormir. ¡Nos vemos a la vuelta!

Más allá del blog tour a Cesenatico: la precuela boloñesa y demás historietas

Más allá del blog tour a Cesenatico: la precuela boloñesa y demás historietas

Todo viaje tiene un previo, un desarrollo y un después. Ahora estoy en el momento remember de mi blog tour a Cesenatico y, tal y como prometí, me dispongo a relatarte un puñado de historietas que pueden ser dignas de ser contadas (o no). Vaya por delante que voy a saltarme un poco el estilo narrativo que acostumbro a utilizar y que voy a contártelo como si te tuviera enfrente en la barra de un bar. En petite comité. O lo que es lo mismo, pienso ofrecerte la extended version que tuvieron que soportar amigos y familiares a mi regreso. ¿Mi intención? Acordarme de ello cuando pinte canas y hacerte partícipe de cómo un retraso en un vuelo puede acabar convertido en el guión de una película con aspiraciones a ser filmada por los Coen. Además, si mis abnegados allegados se echaron unas risas bien aparentes, no es justo que tú, que me lees y das vida a esta bitácora, te quedes al margen de la fiesta. Si quieres salir corriendo, ahora es el momento. ¿Te quedas? ¡Genial! Arrancamos.

Chapter 1 

El vuelo (Creo que hubiéramos llegado antes nadando)

Cast: Sara, Kiba y yo

El modo más rápido para llegar a la hermosa Cesenatico es en avión. En 2h30m aproximadamente, te plantas en Bolonia desde Madrid y desde allí tienes que coger el tren (otras dos horas y pico) para disfrutar de la bella vita. El viaje es largo sí pero, tras mis dos entradas anteriores, espero haberte convencido de que esta población costera de Emilia-Romagna vale la pena y mucho.

Nosotras lo teníamos todo calculado. Aterrizaríamos en Bolonia a las 18:15. Teniendo en cuenta los 20 minutos que tarda el Aerobús en llegar a la estación de Bologna Centrale, coger el tren a Rimini de las 18:58 sería imposible pero al de las 20:06 llegaríamos de sobra. ¡Ilusas! El primer grupo de transporte aéreo en España, tercero en Europa y sexto del mundo en términos de facturación (no lo digo yo, lo dice su web), decidió regalarnos un bonito retraso de hora y media. Cuadrante al carajo.

Llegar, lo que se dice llegar, llegamos

Nos plantamos frente a la máquina expendedora de billetes a las 20:14 -miré la hora en el móvil, señoría. El último tren a Cesenatico, vía Ferrara y Ravenna, salía en dos minutos. Comprar el billete, localizar la vía…Ni Speedy Gonzales lo hubiera conseguido. Ya era un hecho. Estábamos literalmente tiradas en Bolonia. ¿Contactar con la organización del blog tour? Descartado, menuda faena hacerles recorrer 200 km para venir a buscarnos. ¿Un taxi? No creas que no se nos pasó por la cabeza, pero pagar 150€ para llegar al camping como que no. Además, ya me imaginaba la escena. Aparecemos a las mil, lógicamente ya no nos espera nadie, y acabamos despertando al vigilante de seguridad para contarle la película de que somos dos blogueras españolas que tenemos reservado un Riviera Cottage. Demasiado friki hasta para mí…

Chapter 2

Kiba’s eye  (De suero fisiológico a soluzione fisiologica va un mundo)

Cast: Kiba, el farmacéutico espeso y yo

Podríamos habernos cabreado, maldecir porque las horas que íbamos a pasar en Cesenatico menguaban por momentos etc., etc. Pero no. Yo estaba en plena borrachera de sueño, un curioso  fenómeno que me ocurre cuando voy mal dormida pero me lo estoy pasando genial- y decidí tomármelo toooodo con mucha calma. Al fin y al cabo estaba de viaje, tenía tabaco y Sara, esa chica que había conocido en persona seis horas antes en Barajas, resultó ser un encanto de niña que, como yo, no estaba dispuesta a que ninguna compañía aérea le fastidiase la escapada.

En esas estábamos cuando nos acordamos que antes de coger el tren queríamos pasar por una farmacia a comprar suero para la preciosa mascota de cuatro patas de Sara. Kiba tenía una pequeña infección en el ojo y nosotras, a estas alturas, todo el tiempo del mundo.

Kiba, la mascota viajera de Sara

Al lado de la estación había una así que allá fui, arengada por Sara que decía que mi italiano era buenísimo. Enseguida me di cuenta que el “a little” que me respondió el farmacéutico boloñés en respuesta al manido “do you speak english?” fue más que generoso. No me entendía ni pa trás. A modo de resumen: probé con “acqua per gli occhi”, “physiologic saline solution”, le dije que tenía un pequeño “dog”, él interpretó “doc” y acabó preguntándome que si me había enviado el doctor por qué no me había dicho el nombre del medicamento… Apuff… Por mucho que lo intentaba no podía aguantar la risa. La situación era almodovariana. Tirada en Bolonia, sin saber dónde iba a dormir, comprando suero para un perro y frente a un tipo que me miraba como si fuera una marciana. No sé cómo pero acabé repitiendo de forma compulsiva “suero fisiológico”, alternándolo con algún “guau, guau” para ver si así lo pillaba. Hasta que se obró el milagro y el hombre me espetó con toda su pachorra: ”Ahhhh… Soluzione fisiologica”. No sabía si darle un beso o matarle. No hice ni una cosa ni otra. Sonreí y salí a la calle victoriosa con mi colirio en la mano.

Chapter 3

Una hamburguesa de camuflaje, Autopromotec y una expedición casi imposible (Cuando todo parecía perdido… va la cosa y empeora)

Cast: Sara, Kiba, dos buenos samaritanos, Alberto y yo

El tema de la cena lo solucionamos en un pispás. En toda estación que se precie tiene que haber un McDonald’s y la de Bolonia acataba esta premisa. Eso sí, en la puerta lucía una bonita señal de cani non ammessi. En situaciones normales hubiésemos buscado una alternativa, pero como ésta de normal no tenía nada, activamos el modo ponerse el mundo por montera, metimos a Kiba en su trasportín y que fuera lo que Dios quisiera (versión para creyentes) o lo que decida el Karma (para seguidores de Me llamo Earl). Ni se enteraron de la presencia de Kiba…

Ahora venía la prueba final de nuestro particular Pekín Express a la italiana: encontrar alojamiento. A priori no parecía nada del otro mundo y presumimos que ganaríamos nuestro amuleto sin complicaciones. ¡Zas en toda la boca! No contábamos con un duro rival: Autopromotec 2013, una feria bienal de equipamientos y productos para el automóvil que no tenía otra fecha para celebrarse que justo ese fin de semana. No bastaba con el handicap de que aceptaran a nuestro adorable perrito, además teníamos que luchar por una cama a las once de la noche.

Tras varios intentos frustrados, empecé a pensar en un plan B, C y D. El B: mandar un S.O.S. por Twitter. El C: como era viernes y estábamos en una de las ciudades universitarias por excelencia de Europa, muy mal se nos tendría que dar para no encontrar algún couchsurfero por el centro de Bolonia. El D: volver al aeropuerto y dormir allí con Alberto. Y es que el tercer integrante de la Camping People ya sabía, por la hora de llegada de su vuelo, que le iba a tocar dormir en el aeropuerto por narices. Antes de que preguntes, . Fue el último en salir de Madrid y el primero en llegar al Cesenatico Camping-Village. De hecho, lo sacamos de la cama cuando por fin llegamos a nuestro destino a la mañana siguiente. Así somos los blogueros. Gente abierta y sin complejos… Si hay que conocer a alguien en pijama, se le conoce y punto. Y más aún si resulta ser un crack como él. Conocimiento previo: un puñado de MD en Twitter.

Avión, tren, barco, taxi...

Sigo. Cuando la esperanza de ver una sábana se apagaba por momentos, apareció nuestro particular ángel de la guarda nº 1. Un encantador italiano que paseaba a su cachorro. Fue él quien nos habló de una pensión cercana. Tras arrastrarnos por los 800 metros que nos separaban de ella -el cansancio era ya demoledor-, conocimos a nuestro ángel de la guarda nº 2. Estaba detrás del mostrador, materializado en forma de recepcionista. No pienses que no doy el nombre de la pensión por no hacerles publicidad gratuita. Al revés, según las normas, no admiten perros y no quiero causarle ningún problema a este buen samaritano que hizo la vista gorda con Kiba. Si quieres saber cuál era, te lo digo en privado.

Y hasta aquí nuestra precuela boloñesa. A la mañana siguiente alcanzamos nuestro objetivo y nos incorporamos, por fin, al blog tour #cesenaticobellavita. Económicamente hablando, llegar a Cesenatico fue una ruina. Personalmente y pese a todo, una gozada. Hacía tiempo que no me reía tanto. Bendita sensación, por cierto. Ya puedes levantarte de tu butaca y encender el móvil. La comedia ha terminado.

THE END

Nota mental 1: Lo poco que pude ver de Bolonia me gustó mucho. Tengo que volver.

Nota mental 2: Que nadie se confunda. La organización de este blog tour fue espléndida. Ellos no tuvieron nada que ver con nuestra odisea boloñesa.

Nota mental 3: Si me dieran un Oscar al mejor guión, en mi speech, obviamente, compartiría la preciada estatuilla con el fantástico elenco de co-protagonistas que me acompañaron en esta aventura: Sara, Alberto y Kiba.

 

Con mis compañeros de viaje. Cesenatico Un jump desde Cesenatico