Postales de Pasaia: Pasai Donibane, San Pedro, Victor Hugo y un chicharro en la bocana

Postales de Pasaia: Pasai Donibane, San Pedro, Victor Hugo y un chicharro en la bocana

2 septiembre, 2014

El suave abrazo de la brisa del Cantábrico, esa paleta de verdes que solo se da en las montañas del norte, túneles, pasadizos y calles en los que el sol apenas logra colarse, piedras que evocan un tiempo no tan lejano, el legado de Victor Hugo, el tiempo y la mirada detenidos en su bahía, el afrutado sabor de un txacolí en mis labios, paz… Un soplo de buena vida. Estos son los recuerdos que guardo de Pasaia, un retazo de la costa guipuzcoana que si logró encandilar al genio del romanticismo francés, imagina lo que hizo conmigo.

Vista de Pasai Donibane con la Basílica del Santo Cristo de Bonanza a la izquierda. Pasaia

A diferencia de Victor Hugo yo no me topé con Pasaia por casualidad. Fui a buscarla una soleada mañana de junio cuando mis sentidos todavía estaban embotados por la magia de su vecina más ilustre, Donostia. Llegué tarde a la cita, a la hora de comer, y dejé por el camino Pasai Antxo y Trintxerpe, los dos distritos que junto a Pasai Donibane y Pasai San Pedro conforman el municipio de Pasaia.

Qué ver en Pasaia

Pasadas las dos de la tarde, el casco histórico de Pasai Donibane parecía reservado para mí. Solitario, silencioso, encantador. Apenas me encontré con un puñado de pasaitarras mientras recorría la Donibane Kalea o, como la llamaba el autor de Los Miserables, «la calle única, esa que siempre te lleva a donde quieras ir».

Realmente es así. Esta adoquinada y angosta vía, encajada a presión entre el mar y la ladera del monte, atraviesa el corazón de este pueblo vertebrando con acierto una hermosa combinación de arquitectura popular, religiosa y señorial. Fachadas de sillería, entramados de ladrillo, aleros de piedra tallada, subidas, bajadas… Y arcos que sostienen las casas-puente y que permitieron, allá por el siglo XVIII, que esta calle siguiera su curso sin tener que remontar las escaleras que conducen hasta la ermita de Santa Ana desde donde, por cierto, se divisa una impresionante panorámica que domina toda la bahía.

Donibane Kalea. Pasai Donibane. Pasaia

Pasai Donibane fue durante varios siglos un barrio de Hondarribia. Pasaia

Pasadizos del casco histórico de Pasai Donibane. Pasaia

Una calle que solo se permite respirar cuando desemboca en la marinera y pintoresca Plaza de Santiago. Un espacio rectangular, flanqueado por una larga fila de casas estrechas y altas -entre ellas la antigua Casa Consistorial- que se diría están empotradas en el monte y cuyos balcones corridos miran al mar.

Plaza de Santiago. Pasai Donibane. Pasaia

Pasaitarra en la Plaza de Santiago. Pasai Donibane. Pasaia

Me fijé en todos estos detalles más tarde. A esa hora se imponía hacer un alto en el camino y localizar un buen local para contentar a un paladar que en solo tres días se había rendido por completo a los placeres de la gastronomía vasca. Así pues, puse en práctica un recurso que nunca falla: preguntar a los del terreno. ¿Pescado a la parrilla? «Sigue esta misma calle hasta el final y llegarás al Alabortza. No tiene pérdida.»

No me dieron más datos y tampoco los pedí. Poco a poco fui dejando atrás las últimas casas. El Arco y la Basílica del Santo Cristo de la Bonanza, donde antaño las tripulaciones ofrecían misas para obtener el favor del santo y propiciar una venturosa navegación, las ruinas del Castillo de Santa Isabel, construido en 1621 para proteger el puerto de Pasaia… Tras sobrepasar el último pasadizo, el entorno cambió. Había llegado al Paseo de Bonanza, más conocido como Paseo de Puntas, una preciosa senda que discurre paralela al mar hasta alcanzar la bocana del puerto. La calma, el Cantábrico a mis pies y una vez más el verdor del norte. Pero, ¿y el restaurante?

Callejeando por Pasai Donibane. Pasaia

Paseo de Puntas. Pasai Donibane. Pasaia

Paseo de Puntas. Al fondo, Albaola, la Factoría Marítima Vasca. Pasaia

El restaurante, al que se llega tras una suave caminata de unos 15 minutos desde la Plaza de Santiago, no era tal. Era una sencilla kantina, con un par de mesas corridas de madera y una terracita con vistas de escándalo. Chicharro a la brasa, sardinas y el mejor aliado: una botella de txacolí de Getaria. Para qué más. Una deliciosa comida, preparada con buena mano y enmarcada allí donde la bahía se hace mar, en un maravilloso antojo de la Comarca de Oarsoaldea que durante un buen rato fue solo mío. Uno de esos lujos que el azar cruza en tu camino y que se instalan por méritos propios en tu memoria.

Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Terraza de la Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Preparando el chicharro. Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Chicharro, sardinas y txacolí de Getaria en la Kantina Alabortza. Pasai Donibane. Pasaia

Aunque me costó horrores despedirme de la Kantina Alabortza, mi camino debía continuar y tocaba deshacer lo andando. Quería recorrer las dependencias de la casa donde se alojó Víctor Hugo durante su estancia en Pasaia. En una de las paredes pude leer: «Cuando dormitamos a la orilla del mar, todo mece y acaricia el oído, el ruido del viento sobre las olas, el ruido de las olas sobre las rocas. Oímos, a través de nuestros sueños, los lejanos cantos de los marinos». Y es que desde las balconadas de cualquiera de sus tres plantas se ve la bahía que inspiró los textos y grabados que este escritor galo ideó en el verano de 1843.

Casa de Victor Hugo. Pasai Donibane. Pasaia

Busto y habitación de Victor Hugo. Pasai Donibane. Pasaia

Estaba de viaje por la zona occidental de los Pirineos, paseando por el monte Ulia y llegó, sin apenas darse cuenta, hasta San Pedro. En aquellos días, las bateleras eran las que se encargaban de transportar a los viajeros en sus botes a remo de una orilla a otra de la bahía, un oficio característico de Pasaia que tiene su homenaje en forma de escultura de metal frente al Palacio Villaviciosa. Tomó una de estas embarcaciones, llegó a Pasai Donibane y el resto es una historia de vivencias y escritos que podemos conocer a través de la exposición «Víctor Hugo, viaje a la memoria”. Su idilio con Pasaia quedó reflejo en su obra en numerosas ocasiones. De todas las palabras que vertió en su honor, me que quedo con éstas: «un pequeño edén resplandeciente…, más célebre si estuviera en Italia».

Palacio Villaviciosa. Pasai Donibane. Pasaia

Homenaje a las bateleras. Pasai Donibane. Pasaia

Tras visitar la casa museo de Victor Hugo, que alberga además la Oficina de Turismo, descubrí otros rincones de su singular caso urbano como la iglesia parroquial de San Juan Bautista, el palacio Arizabalo -actual ayuntamiento-, la Casa Miranda y el Humilladero de la Piedad, frente al que se halla el embarcadero que nos permite salvar ese estrecho brazo de mar que se empeña en separar a los pasaitarras.

Una casa y una barca. Pasai Donibane. Pasaia

Iglesia Parroquial de San Juan Bautista. Pasai Donibane. Pasaia

Casa Miranda. Pasai Donibane. Pasaia

Hoy en día ya no hay bateleras pero sí una lancha motora que une por mar Pasai Donibane con Pasai San Pedro en un par de minutos (0,70€). También se puede acceder por carretera vía Lezo, Pasai Antxo y Trintxerpe, pero si tienes alma marinera, acabarás surcando las aguas de esta ensenada que alberga el puerto comercial más importante de Guipúzcoa.

Travesía a Pasai San Pedro. Pasaia

Pasai Donibane desde Pasai San Pedro. A la derecha, ermita de Santa Ana

Ya en la orilla sanjuandarra, en el que durante varios siglos fue un barrio más de Donostia, salió a mi encuentro otro bonito casco viejo. Un interesante conjunto arquitectónico, con viviendas que hablan del esplendor de otros siglos, como la casa natal del ilustre almirante Blas de Lezo -el héroe que humilló a la armada inglesa en 1741- o la casa de los Ferrer. La cofradía de pescadores, el muelle y la flota pesquera me envolvieron en el ambiente marinero de este pueblo que cuenta con un atunero tradicional reconvertido en buque escuela. Es el Mater, un barco clásico del Cantábrico que, tras su periplo pesquero, se ha reconvertido en un museo flotante sobre la pesca artesanal. Su gestión correo a cargo de Itsas Gela, una asociación sin ánimo de lucro que desde 2001 desarrolla programas de difusión, conservación e investigación del patrimonio marítimo en Pasaia y que además realiza visitas guiadas a la bahía por mar y por tierra.

Barco Museo Mater. Pasai San Pedro. Pasaia

Casco histórico de Pasai San Pedro. Pasaia

Callejeando por Pasai San Pedro. Pasaia

Si se quiere continuar navegando por la historia, se pueden visitar las instalaciones de Albaola, La Factoría Marítima Vasca (Ondartxo Ibilbidea, 1). Aunque la construcción de embarcaciones históricas es su labor principal, también realizan actividades para dar a conocer el pasado marítimo de Euskadi como clases de navegación, representaciones teatrales, experiencias lúdicas para los más pequeños o talleres de modelismo. Una última recomendación: no dejes San Pedro sin acercarte a conocer un faro con ínfulas de castillo, el faro de la Plata. Muchos peregrinos del Camino de Santiago se desvían de su ruta para no perderse las vistas desde la cima del acantilado sobre el que se alza. Otros viajeros, como hiciera en su día Victor Hugo, toman el sendero GR-121 que conduce a Donostia.

…………………………………………………………..

Cierro los ojos y soy capaz de volver ahora mismo a este paisaje esculpido a golpe de mar y. abrigado por los montes Jaizkibel y Ulia. Su sosegado ambiente, el paseo por sus callejuelas, la fugaz travesía por la bahía, sus casas palaciegas… Si he conseguido recrear solo una pequeña parte de lo bien que me sentí en este rincón guipuzcoano, objetivo cumplido.

Más información: Oficina de Turismo. Casa Victor Hugo. Donibane Kalea, 63. Pasai Donibane.

6 Comentarios

    • Alícia Bea

      A mí me hacía mucha ilusión conocer Pasai Donibane y la verdad es que se merece todos los piropos que había leído. Y sí, además, tuve suerte porque hizo un día estupendo. ¡Saludos!

      Responder
      • Joxean

        He recibido por email el reportaje con sorpresa incluida ,ya que el señor de la foto en la plaza es mi padre, felicitarte por tan buen reportaje así como la calidad y eleccion de los lugares para las fotos realizadas , lo guardare con cariño tanto por la foto del aitá como por el reportaje de mi pueblo
        Joxean

      • Alícia Bea

        ¡Qué bueno! No sabes la ilusión que me ha hecho recibir tu comentario. Me encanta saber que te ha gustado y te mando un fuerte abrazo para ti y para tu guapo aitá. Eskerrik asko 🙂

  1. Luis Blasco

    Estupendo reportaje. Conocí Pasai Donibane por casualidad hace un par de años y me has devuelto a la memoria aquellos momentos. Muy buenas fotos.

    Responder
    • Alícia Bea

      Gracias por tus palabras, Luis. Un placer tenerte por aquí. Saludos

      Responder

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    • Alícia Bea

      A mí me hacía mucha ilusión conocer Pasai Donibane y la verdad es que se merece todos los piropos que había leído. Y sí, además, tuve suerte porque hizo un día estupendo. ¡Saludos!

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      • Joxean

        He recibido por email el reportaje con sorpresa incluida ,ya que el señor de la foto en la plaza es mi padre, felicitarte por tan buen reportaje así como la calidad y eleccion de los lugares para las fotos realizadas , lo guardare con cariño tanto por la foto del aitá como por el reportaje de mi pueblo
        Joxean

      • Alícia Bea

        ¡Qué bueno! No sabes la ilusión que me ha hecho recibir tu comentario. Me encanta saber que te ha gustado y te mando un fuerte abrazo para ti y para tu guapo aitá. Eskerrik asko 🙂

  1. Luis Blasco

    Estupendo reportaje. Conocí Pasai Donibane por casualidad hace un par de años y me has devuelto a la memoria aquellos momentos. Muy buenas fotos.

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    • Alícia Bea

      Gracias por tus palabras, Luis. Un placer tenerte por aquí. Saludos

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