Descubriendo Petra, la ciudad perdida de los nabateos
por el 25 Nov, 2015 • . Actualizado 10 Sep, 2021 • 6 comentariosEmocionarte hasta cotas que aún no conocías, sentir el peso de la historia sobre tus hombros y bajo tus pies, maravillarte a cada paso, rendirte ante su magia y sus misterios. Poder decir he estado allí y recordar toda la vida que estuviste allí. Estas son solo algunas de las sensaciones que transmite Petra, la ciudad perdida de los nabateos, una meta soñada por muchos que yo alcancé en primavera al tiempo que descubría Jordania, un fascinante país que me regaló momentos únicos como el que voy a relatarte ahora.
Pero antes, retrocedamos más de 2000 años para conocer a los artífices de una de las siete nuevas maravillas del mundo, los nabateos, una tribu árabe que estableció su capital en Petra convirtiéndola en una próspera encrucijada en la que confluían las rutas comerciales de caravanas que unían Oriente y Occidente. Un pueblo sabio que supo forjar un sistema de cisternas y canalizaciones para que el agua nunca faltase en un entorno rodeado por el desierto y que hizo suyas las influencias de otras culturas plasmándolas en sus monumentos. Un reino nativo, rico y poderoso, que vivió momentos de esplendor incluso tras su conquista por el Imperio Romano. Pero el cambio de las rutas comerciales y la expansión del comercio marítimo alrededor de la Península Arábiga iniciaron su decadencia y paulatinamente Petra fue abandonada. Durante siglos no se supo nada de ella hasta que en 1812, el viajero y arqueólogo suizo Johann Ludwig Burckhardt, atraído por las leyendas que hablaban de la mítica ciudad rosada, la redescubrió al mundo. Desde entonces se han vertido ríos de tinta y caudales de imágenes sobre este poderoso imán que está presente en la mente de muchos viajeros. Aquí va un afluente más. Mi experiencia en Petra.
Visitar Petra por la noche, el más espectacular de los anticipos
Debo reconocer que cuando llegué a Wadi Musa Jordania ya me había conquistado. Lo consiguió callejeando por Amán y visitando su Ciudadela, descubriendo el laberinto de paisajes de Wadi Rum por tierra y aire, pasando la noche cual beduina en el desierto, practicando snorkel en las aguas del Mar Rojo, disfrutando del carácter amable y hospitalario de sus gentes, haciéndome sentir segura… Lo hizo antes de mostrarme su bien más preciado, para muchos la principal razón para viajar hasta allí, Petra.
Las ocho de la tarde. Nunca un instante fue tan deseado. A esa hora debía dejar mi hotel para hacer realidad un sueño que llevaba años dormitando en mi mente. Ya no sería necesario que nadie me lo contase ni imaginar que habría más allá del encuadre de una foto. La noche jordana, bajo un cielo de estrellas, me esperaba para guiar mis pasos a la luz de las velas por el Siq, ese espectacular desfiladero que finaliza frente a la fachada del Tesoro.
Tal vez haya quien prefiera recorrer primero Petra de día y dejar la visita nocturna para otro momento. Te aseguro que yo no, y más si esperas a que entre todo el mundo para disfrutar de este impresionante cañón natural en soledad. Como comenté en su día, estaba tan emocionada que me costó horrores hacerme con los controles de mi cámara para inmortalizar el soberbio escenario que intuía me rodeaba, retándome desde la oscuridad a calibrar la magnitud de los guardianes de roca que se cernían sobre mi cabeza, invitándome a tratar de desvelar sus secretos entre sombras y más sombras.
Lo recuerdo como si fuera ahora. El ritmo de mi respiración se aceleraba acompasando mis furiosos latidos. Las piernas me flaqueaban. Sencillamente no podía creer que a tan solo unos metros me esperaba Al-Khazneh, el Tesoro. Por eso, cuando el estrecho paso que lo custodia me permitió ver un retazo suyo, me quedé paralizada. Solo mis ojos fueron capaces de reaccionar materializando en un par de lágrimas las sensaciones que me embargaban. Sí, el mundo está lleno de rincones que desprenden un halo de intensidad y magnetismo difícil de explicar. El Tesoro es uno de ellos y contemplar su fachada excavada en la piedra sobre un manto de velas solo te deja una opción: sucumbir ante su belleza.
El camino de vuelta decidí hacerlo sola. Fue fácil porque no éramos muchos los convocados a esta cita que se conoce como Petra by night. No me apetecía hablar con nadie. Quería templar mis emociones, convencerme de que lo que acababa de ver no era un espejismo y armarme de paciencia a la espera del día siguiente, cuando visitaría Petra a la luz del día.
Visitar Petra de día, un sueño cumplido
Todas las incógnitas que fui acumulando la noche anterior empezaron a difuminarse a media que mis pasos volvían a recorrer el Siq. A primera hora de la mañana, aquellas visiones imposibles de identificar se tornaron obeliscos, templos, terrazas agrícolas y canales que jalonan sus más de 1,200 metros de longitud entre imposibles formaciones geológicas. La garganta en sí ya es abrumadora, pero no menos que los colores que la tiñen: mil tonos de marrones, ocres, vainillas, grises… Ni el más ducho de los pintores hubiera seleccionado una paleta mejor para tintar las paredes de estos acantilados que nunca te cansas de fotografiar sorteando turistas y carruajes. Buscando, en vano, el mejor ángulo que capte este capricho de la naturaleza cincelado por el hombre.
Y así te plantas de nuevo ante la fachada del Tesoro e, inevitablemente, la imagen de Burckhardt, el primer europeo en ver la joya de la corona jordana, se cuela en tus pensamientos. ¿Su cara sería parecida a la del resto de turistas que me rodean? Lo dudo. Él tendría que disimular su asombro mayúsculo para no ser descubierto y expulsado de inmediato de Petra.
Las palabras de nuestro guía me devolvieron a la realidad. Con ellas descubrí la mezcla es estilos que componen esta filigrana esculpida de arriba a abajo, su cornisa formada por 30 flores como días tiene el mes, leones y águilas -símbolos de la riqueza y el poder de los nabateos- y, cómo no, las huellas de los balazos de aquellos que tirotearon su urna desde sus monturas en busca de riquezas sin saber que Al-Khazneh era el verdadero tesoro. ¿Tumba de un importante rey nabateo? ¿Templo? Hermoso enigma para los historiadores. A mí me basta con saber que se ha mantenido en pie hasta nuestros días para mostrarnos su grandeza arquitectónica.
Pero el Tesoro, aunque resulte imposible apartarlo de tu mirada, solo es el acto inicial de una obra colosal que en forma de parque arqueológico alberga 800 monumentos tallados en piedra y cientos de tumbas que se cruzan en el camino. Una enorme ciudad que permaneció oculta a los ojos del mundo occidental durante siglos, resistiendo terremotos, combatiendo guerras, enfrentándose a las tormentas del desierto y a las inundaciones… Alcanzando la eternidad.
A medida que recorría la calle de las Fachadas, con su fila de tumbas nabateas, me fui haciendo una idea de cómo fue Petra en la antigüedad, una ciudad que llegó a tener más de 20.000 habitantes, con mercados, talleres, templos e incluso un teatro excavado en la sólida roca que dirías es romano pero que fue construido por los propios nabateos en el siglo I d.C.
Las Tumbas Reales, que sin el envite de la erosión seguro podrían competir en grandeza con el mismísimo Tesoro, la tumba del gobernador romano Sextius Florentinus, los restos del ninfeo, la calle columnada que conduce al centro de la ciudad, la puerta romana de Temenos, Qsar al-Bintel…
Kilómetros y kilómetros de ruinas de una antigua civilización donde no faltan evidentes reminiscencias helénicas y romanas pero también egipcias, persas, asirias… Un atractiva mezcolanza de monumentos y naturaleza imposible de abarcar en una sola mañana. Ese era mi tiempo y no más. Apenas cuatro horas caminando bajo un sol de justicia, esquivando las ráfagas de arena, hidratándome cada dos por tres para que mi cuerpo aguantara el ritmo, subiendo por caminos menos trillados en busca de nuevas perspectivas…
Aún así me dejé tanto por ver… Sobre todo, el Monasterio cuya imagen sigue siendo para mí solo una fotografía. Hasta que regrese, porque igual que me sucedió con Estambul, deseo volver a Petra sin el lastre de la primera vez, con todo el tiempo del mundo, sin prisas que te hacen acelerar el paso. Para captar más escenas cotidianas ajenas al trasiego de turistas como un conductor de carruajes que se detiene para rezar o un beduino descansando en un roca. Para revivir momentos que trastocaron mis sentidos y dejarme sorprender por lo aún no contemplado.
Consejos para visitar Petra
Reserva al menos dos días completos para visitar Petra. Precio de la entrada: 1 día 50 JD, dos días 55 JD y tres días 60 JD. Espectáculo Petra by night: 17 JD.
Viste ropa adecuada: calzado cómodo, gorra, pañuelo y no olvides usar protección solar.
A lo largo del camino encontrarás pequeñas tiendas de souvenirs donde podrás comprar bebida. Hidrátate constantemente si no quieres empezar a ver espejismos.
Sé un turista responsable con los animales. Aunque a la entrada un cartel nos anime a comprobar si los caballos, burros y mulas tienen un aspecto saludable antes de utilizarlos como medio de transporte, verás que el trato que reciben, sobre todo los burritos, es inaceptable. Sus guías a menudo los golpean mientras un turista con sobrepeso se hace un sonriente selfie. No entres en ese juego. A Petra se la conquista caminando así que, a no ser que tengas problemas de movilidad, olvida los carruajes, caballos, dromedarios y burros y gánatela paso a paso.
Sé responsable también con los niños que se acercarán para venderte postales o cualquier baratija. Te costará mucho no darles una monedas porque son adorables pero ese no debería ser su sitio. Su sitio está en la escuela.
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