La viajera que he sido, la que soy y la que quiero ser

La viajera que he sido, la que soy y la que quiero ser

12 mayo, 2016

Tranquilo. No me ha visitado el fantasma del pasado, el presente y el futuro, ni me he convertido en el protagonista del clásico de Charles Dickens. Tampoco pretendo ganarme unas alas como el ángel de Qué bello es vivir. Simplemente he decidido pararme y verme, cobijándome en este “de cerca”, en el que de vez en cuando me lanzo a teclear. Sintiéndome libre. Sin decenas de páginas abiertas en las que busco más y más información, sin que mi escritorio parezca un campo de batalla sembrado de folletos, anotaciones, pases turísticos o entradas de museos. Solo un documento vacío en mi pantalla que lleno línea a línea por el puro placer de desconectar, de cambiar el chip, por cubrir la necesidad de contar algo diferente. En esta ocasión, divagar repasando la viajera que he sido, centrarme en la que soy y soñar despierta con la que quiero ser. Sí. Esto es un desnudo, un “voy a soltarte mi rollo”, así que si quieres abandonar la lectura, ahora es el momento.

Mapa del mundo

La viajera que he sido

No provengo de una familia de Cooks, Livingstones ni Amundsens. Mi padre nunca fue Phileas Fogg ni mi madre Passepartout. Pertenecen a una generación de luchadores, la del 36, la de los criados en la posguerra; una de tantas parejas que encontró en Mallorca el gran destino para celebrar su viaje de novios. Amigos de lo cercano, las vacaciones de mi infancia y adolescencia transcurrieron en la Costa Brava -de ahí mi devoción por el mar-, con alguna escapada para conocer algo de Andalucía, Levante y poco más. Nada de cruzar fronteras pero todo extraordinario para una chiquilla inquieta y preguntona que adoraba a Gustavo, el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo.

Él tenía su micrófono, yo un globo terráqueo que recibí en mi noveno cumpleaños. Mis padres siempre recuerdan la ilusión que me hizo tener el mundo en mis manos. La ilusión y la tabarra que les di con aquella bola iluminada que me empeñaba en dejar encendida todas las noches, tras pasarme horas dándole vueltas y más vueltas, frenándola con el dedo para ver en qué país se detenía. ¿Y esto dónde está, mamá?; Papá…¿de Barcelona hasta aquí cuantos días tardaría en llegar?; ¿Cuál es la montaña más alta del mundo?; ¿Dónde tengo que ir para ver elefantes y jirafas?

El mundo en mis manos

Nadie, salvo acaso Tintín y ese regalo que vete a saber dónde acabó, me contagiaron el virus viajero cuando levantaba poco más de medio metro del suelo. Fue años más tarde, a base de consumir de forma compulsiva literatura de viajes, cuando despertó con una fuerza brutal aquello que llevaba latiendo desde siempre en mi ADN: la necesidad de viajar. De saber qué había más allá de ese lugar común llamado zona de confort.

En algún lugar leí que la historia de la humanidad es la de los viajes. Hice mía esa frase. Quería escribir mi vida en kilómetros, en millas. Recorrer el mundo con la curiosidad y la sed de conocimiento como único combustible que guiara mis pasos. También aspiraba a vivir de ello así que encontré en el periodismo de viajes aquello que andaba buscando. El medio en el que poder narrar los horizontes que iba conquistando, la vía para saciar mi ansia de respuestas y el modo de conseguir llenar mi nevera. Tuve mucha suerte. Me licencié en mayo y en junio ya estaba trabajando en una revista de viajes. Allí aprendí buena parte de lo que sé. Primero como redactora y al poco tiempo, como redactora jefe. Mi trabajo soñado. Una época dorada, la del papel y los quioscos llenos de grandes cabeceras, en la que siempre viajaba acompañada de un fotógrafo, sin redes sociales que me distrajeran de las explicaciones del guía de turno ni de lo que acontecía a mi alrededor. Años en los que la imprenta recibía la revista en un invento del diablo llamado zip, cuya tremenda capacidad inicial era de 100 MB, e impresa en papel con las diapositivas enganchadas con celo donde correspondía. Muy, 2.0 ¿verdad? Años en los que solo sabíamos de Internet que iba a ser una gran autopista de la información.

La viajera que soy

Luego llegó la crisis, mi traslado a Madrid y el blog. Este rincón viajero que abrí a modo de portfolio, como un “sigo aquí”. Una ventana al mundo que me permite, colaboraciones al margen, desarrollar lo único que, humildemente, creo que sé hacer: viajar y contarlo.

¿Qué viajera soy ahora? Básicamente la misma que en su día cayó en las redes de esta bendita enfermedad que te convierte en un culo inquieto, en un ser impaciente al que le cuesta cada vez más tener la maleta varada en el altillo. Una persona que disfruta cada viaje, a la vuelta de la esquina o al fin del mundo, como si fuera el último. Que sigue tan preguntona que puede llegar a ser cansina. Que se pasa las horas muertas escuchando cómo sus amigos le relatan sus viajes. “Desde el principio, como si fuera una película”, les suelo decir.

Logo Objetivo Viajar

Eso sí, mi bagaje, curtido viaje a viaje, me ha dejado claro una cosa: la vuelta al mundo no es para mí. Admiro, respeto y envidio con infinito cariño a aquellos que son capaces de cerrar puertas y lanzarse a cumplir su sueño con todas las de la ley. Les sigo allá donde quiera que van y viajo a través de sus ojos, de sus palabras, de sus almas. Pero un viaje sin billete de vuelta no es para mí. Tal vez hubiera sido posible en otro momento. Pero no ahora.

Ahora, tras bajarme de un avión, tren o autobús, siento la necesidad de parar. De rebajar la intensidad de las emociones vividas, de recolocarme tras haber dejado un trocito de mí en aquellos rincones que llegaron a calarme hasta los huesos. Como Estambul, Israel, Perú, Jordania y tantos otros. Disfruto enormemente del regreso; de esos momentos en los que paso las fotos -ya digitales- al ordenador, de esos fugaces instantes en los que estoy escribiendo sobre una sierra, levanto la mirada, y en mi ventana veo cómo atardece desde el café de las alfombras de Üsküdar o me rodea un campo de velas en Petra.

Visita nocturna a Petra. Jordania Sería incapaz de saltar de país en país sin pisar el freno. Necesito esa pausa porque mi cabeza lo exige. Para vaciarme del aluvión de imágenes, colores, sonidos y sabores recién descubiertos. Para paladear cada conversación trazada con los del lugar, para sopesar los aciertos y errores cometidos, para disfrutar del placer de recordar, revivir y, si se da el caso, soñar con regresar. Además, tampoco tendría la energía suficiente como para hacerlo más allá de dos meses. Sé que el agotamiento acabaría conmigo. Ya no tengo 20 años…

¿Cuánto dura mi reposo? Hasta que un nuevo viaje se cruza en mi camino. Hasta que a mi revoltoso trasero le quema la silla, hasta que compruebo que todo sigue estando en su sitio, que los míos están bien, que puedo seguir volando allá donde me lleve el viento. Entonces vuelve la impaciente, la inquieta, la mari-nervios, aquella a la que se le cae la casa encima y necesita respirar aires nuevos. Aquella que aún siendo consciente de su frase de cabecera -el mundo es demasiado grande para una sola vida- se empeña en llevarle la contraria e incluso llega a frustrarse viendo lo rápido que se escapan los años, lo mucho que le queda por ver, experimentar y aprender en la gran escuela de la vida: recorriendo el mundo. Tremendo estrés ver cómo corre el calendario y cómo tu wishlist en vez de menguar aumenta…

La viajera que quiero ser

Alguien que se halla liberado de esta losa que tanto le agobia. Que comprenda que por mucho que quiera ni es Superman ni Dorian Gray. Que no se puede detener el tiempo y que ya va siendo hora de asumirlo.

Alguien un poco más ordenado. Presumir de vivir en un “caos organizado” suena muy bien pero no deja de ser un incordio. Como lo es la tortura de revisar una y otra vez si llevo toda la documentación necesaria antes de partir. Pasaporte, reservas, billetes… Billetes, reservas, pasaporte… Reservas, pasaporte, billetes… ¿Te suena de algo la palabra TOC? Pues es el trastorno obsesivo compulsivo que sufro siempre con mis papelitos viajeros.

¿Qué no quiero? Poder conciliar el sueño antes de viajar, dejar de sentir mariposas en el estómago al despegar, deshacerme del material que acumulo antes y durante un viaje, preferir un museo a un café con un desconocido, obsesionarme si, a pesar de tenerlo planificado, una visita se cae de la agenda, permitir que nada ni nadie como diría Sabina me robe el mes de abril

Tampoco quiero dejar de sorprenderme con los pequeños y grandes escenarios que me esperan en mi futuro yo viajero. Porque las ciudades pueden llegar a parecerse, los paisajes aparentar ser otra versión de lo mismo pero, si tu espíritu sigue siendo el de una niña inquieta, si profundizas un poco, si sales de los caminos trillados en busca de algo más, te das cuenta de que no es así. Cada lugar es único, cada destino tiene una historia que merece ser contada y gentes que te dan auténticas lecciones de vida. Porque no hay dos amaneceres ni dos atardeceres iguales.

Puesta de sol en Wadi Rum. Jordania

No. No quiero perder la pasión, el amor por lo diferente y la complicidad con lo que me es más cercano, esa necesidad de viajar que, como te decía, llevo impresa en mi ADN. La que me hace despertar cada mañana deseando estar bajo otro cielo, rodeada de otra cultura, con la mente abierta y los sentidos alerta para empaparme de la tierra que piso. Para poder volver a casa y contarlo en este pequeño rincón viajero que me apasiona construir día a día.

Una necesidad que espero me escolte, como la más fiel de las compañías, hasta el fin de mis días. Cuando las canas, las ojeras y las arrugas no sean un problema sino una bendición. Para poder mirarme al espejo y decir con una sonrisa “que me quiten lo viajado”.

Toda verborrea llega a su fin y tras más de 1.700 palabras, es este. Espero haberte entretenido con mis historietas, hablándote de mi libro, mostrándote una sincera radiografía de quien te escribe. Yo sí lo disfruté. Un mundo.

26 Comentarios

  1. Luis

    Pues eso, que te quiten lo viajado…

    Responder
    • Alícia Bea

      ¡Amén!

      Responder
  2. rosa

    Como siempre un placer leerte. Este viaje ha sido distinto, interior, pero siempre necesario, y como no podía ser una excepción, has hecho un relato estupendo. No cambies.

    Responder
    • Alícia Bea

      Mil gracias, Rosa. Me alegra saber que, como bien dices, este viaje interior te ha parecido interesante. Un saludo

      Responder
  3. belen

    Preciosa historia! Nunca dejes de hacer lo que más «amas» porque en estas líneas se ve pasión y eso es, creo, lo que todos buscamos. Apasionarnos y disfrutar con nuestra vida! Se ve, tú lo has conseguido. Y muuuucho más. Un abrazo y si, que te quiten lo viajado!

    Responder
    • Alícia Bea

      Estoy en ello, Belén, y la verdad es que de momento no tengo queja alguna. Mil gracias por pasarte por mi rincón viajero y un saludo

      Responder
  4. Dónde vamos Eva?

    Gracias por este texto tan sincero Alicia, un placer leerte y aprender de tus palabras y emociones. Qué gusto da este tipo de esccritos sinceros, sin necesidad de maquillaje.
    Un abrazo,
    Eva

    Responder
    • Alícia Bea

      Gracias a ti por leerme y por tus palabras, Eva. Un abrazo

      Responder
  5. Victoria

    Amiga, es siempre un placer leerte, y saber de ti a través de tus viajes y tus espléndidas narraciones. ¿Para cuando un libro? Te echo de menos! Un beso.

    Responder
    • Alícia Bea

      Mil gracias, mi sol. Yo también os echo muchísimo de menos. ¿El libro? Cuando me jubile 😉 Un beso enorme

      Responder
  6. Avistu

    Los desnudos del alma llegan más adentro que los que solo muestran piel. Piel curtida por soles de otros continentes, por fríos árticos de otras latitudes, pero piel al fin y al cabo. Esa piel que envuelve mucho más que músculos y tendones, que envuelve, para protegerla, la voluntad de viajar y de encontrar algo con lo que maravillarse a la vuelta de una esquina, en Madrid o Amman.

    Que su piel se siga curtiendo, que su ansia viajera no decaiga. Gracias por este desnudo, un mundo.

    Responder
    • Alícia Bea

      Preciosas palabras de alguien muy viajado. Y sí, siempre hay algo maravilloso a la vuelta de la esquina, en Las Hurdes, en Jordania o frente al Cantábrico. Gracias a usted por pararse, verme y leerme. Un mundo

      Responder
  7. Carlos olmo

    Este diario de Patricia viajero ha sacado también mi abuelo cebolleta, y he recordado mi globo terráqueo infantil, que todavía conservo en casa de mis padres porque, y yo, que también soy de frases, digo siempre que lo mejor de viajar es el regreso. Desde Maldivas a punto de regresar, un enorme beso viajero

    Responder
    • Alícia Bea

      Todos tenemos lugares comunes, Carlos. Un enorme beso desde Madrid y feliz regreso 😉

      Responder
  8. Núria

    Me ha encantado Ali, empezando por «la chiquilla inquieta y preguntona» que eras, como has sabido encontrar tu trabajo ideal, como lo disfrutas y lo disfrutarás siempre, y sobretodo me gusta leerte porque te expresas de maravilla y es todo un placer hacerlo. Un artículo genial!! Y me voy a quedar con tu frase de «que nos quiten lo viajado»… Un beso viajera!!

    Responder
    • Alícia Bea

      Mil gracias, Núria. Y sí, que nos quiten lo viajado y lo que nos queda. ¡Un beso!

      Responder
  9. De Ilusión a Recuerdo

    Mi querida abuela cebolleta viajera:
    Como siempre un placer leerte, colarse entre tus lineas y saborear la pasión que rezumas. Seas la viajera que seas lo más importante es que eres consciente de lo afortunada que eres porque, a veces, se nos olvida. Me ha encantado esta radiografía interior.
    Un besazo compañera periodista

    Responder
    • Alícia Bea

      Me alegra que te haya gustado, Patricia. Ya te devolveré eso de abuela cebolleta viajera 😉

      Responder
  10. ahoratocaviajar

    Pues yo opino que está muy bien eso de sincerarse!!! Poca gente se atreve a mostrarse tal cómo es de verdad. Me ha encantado la viajera que fuiste. Sobre todo lo de llegar a reportera jefe. Hoy la cosa es mucho más difícil y los que queremos ganarnos la vida con esto lo tenemos crudo. Sobre la parte de la viajera que eres, pues cada uno viaja como quieres y puede. Y si lo de la vuelta al mundo no es para ti, pues ole. Se trata de disfrutar y tú lo haces, se te nota en cómo lo trasmites. Y, por último, si sigues queriendo ser una viajera, nosotros lo agradeceremos infinito. Así podremos leerte 🙂

    Responder
    • Alícia Bea

      Crudo y bien crudo, amigo mío, pero no por eso vamos a dejar de intentarlo, ¿verdad? Y, sí, descuida, tengo cuerda para rato. No concibo el día que no desee cazar más arcoíris. Un abrazo

      Responder
  11. Javi

    A mi lo que me gusta es lo bien que escribes. Y, también, que tengas la delicadeza y la osadía de hacer un striptease en estos días en los que la superficialidad y la tontería lo invaden todo. Por lo demás, a seguir viajando y a seguir contándolo. Un abrazo.

    Responder
    • Alícia Bea

      Gracias, Javi. Era lo que me pedía el cuerpo. Sin más. Un abrazo

      Responder
  12. Dani Keral

    Y yo.

    Podría dejaro así, como el misterioso nombre del libro de McCourt que solo se entiende si has leído su increíble primera parte.

    Pero como me apetece continuar, pues continúo. Creo que todos nos vamos a ver reflejados un cachito en tu «pequeña biografía viajera en 1700 palabras» pero, sin duda, es tuya y solo tuya… y es apasionante.

    Que no me entere yo que dejas de viajar… (por tu bien 😉 )

    Responder
    • Alícia Bea

      Descuida, Dani. Dejar de viajar sería morir un poco cada día. Un abrazo 🙂

      Responder
  13. Emilio

    Gracias por abrirte con este texto tan sincero y espero que te vaya muy bien en lo que parece que es una nueva etapa. ¿Seguiremos leyéndote por aquí? Saludos.

    Responder
    • Alícia Bea

      Gracias a ti por leerme, Emilio. No, no hablo de una nueva etapa. Simplemente me apetecía vaciarme repasando mi pasado, mi presente y cómo quiero que sea mi futuro yo viajero. Por supuesto que voy a seguir escribiendo de viajes. Aquí y donde pueda. No sé hacer nada más 😉

      Responder

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26 Comentarios

  1. Luis

    Pues eso, que te quiten lo viajado…

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    • Alícia Bea

      ¡Amén!

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  2. rosa

    Como siempre un placer leerte. Este viaje ha sido distinto, interior, pero siempre necesario, y como no podía ser una excepción, has hecho un relato estupendo. No cambies.

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    • Alícia Bea

      Mil gracias, Rosa. Me alegra saber que, como bien dices, este viaje interior te ha parecido interesante. Un saludo

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  3. belen

    Preciosa historia! Nunca dejes de hacer lo que más «amas» porque en estas líneas se ve pasión y eso es, creo, lo que todos buscamos. Apasionarnos y disfrutar con nuestra vida! Se ve, tú lo has conseguido. Y muuuucho más. Un abrazo y si, que te quiten lo viajado!

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    • Alícia Bea

      Estoy en ello, Belén, y la verdad es que de momento no tengo queja alguna. Mil gracias por pasarte por mi rincón viajero y un saludo

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  4. Dónde vamos Eva?

    Gracias por este texto tan sincero Alicia, un placer leerte y aprender de tus palabras y emociones. Qué gusto da este tipo de esccritos sinceros, sin necesidad de maquillaje.
    Un abrazo,
    Eva

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    • Alícia Bea

      Gracias a ti por leerme y por tus palabras, Eva. Un abrazo

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  5. Victoria

    Amiga, es siempre un placer leerte, y saber de ti a través de tus viajes y tus espléndidas narraciones. ¿Para cuando un libro? Te echo de menos! Un beso.

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    • Alícia Bea

      Mil gracias, mi sol. Yo también os echo muchísimo de menos. ¿El libro? Cuando me jubile 😉 Un beso enorme

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  6. Avistu

    Los desnudos del alma llegan más adentro que los que solo muestran piel. Piel curtida por soles de otros continentes, por fríos árticos de otras latitudes, pero piel al fin y al cabo. Esa piel que envuelve mucho más que músculos y tendones, que envuelve, para protegerla, la voluntad de viajar y de encontrar algo con lo que maravillarse a la vuelta de una esquina, en Madrid o Amman.

    Que su piel se siga curtiendo, que su ansia viajera no decaiga. Gracias por este desnudo, un mundo.

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    • Alícia Bea

      Preciosas palabras de alguien muy viajado. Y sí, siempre hay algo maravilloso a la vuelta de la esquina, en Las Hurdes, en Jordania o frente al Cantábrico. Gracias a usted por pararse, verme y leerme. Un mundo

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  7. Carlos olmo

    Este diario de Patricia viajero ha sacado también mi abuelo cebolleta, y he recordado mi globo terráqueo infantil, que todavía conservo en casa de mis padres porque, y yo, que también soy de frases, digo siempre que lo mejor de viajar es el regreso. Desde Maldivas a punto de regresar, un enorme beso viajero

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    • Alícia Bea

      Todos tenemos lugares comunes, Carlos. Un enorme beso desde Madrid y feliz regreso 😉

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  8. Núria

    Me ha encantado Ali, empezando por «la chiquilla inquieta y preguntona» que eras, como has sabido encontrar tu trabajo ideal, como lo disfrutas y lo disfrutarás siempre, y sobretodo me gusta leerte porque te expresas de maravilla y es todo un placer hacerlo. Un artículo genial!! Y me voy a quedar con tu frase de «que nos quiten lo viajado»… Un beso viajera!!

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    • Alícia Bea

      Mil gracias, Núria. Y sí, que nos quiten lo viajado y lo que nos queda. ¡Un beso!

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  9. De Ilusión a Recuerdo

    Mi querida abuela cebolleta viajera:
    Como siempre un placer leerte, colarse entre tus lineas y saborear la pasión que rezumas. Seas la viajera que seas lo más importante es que eres consciente de lo afortunada que eres porque, a veces, se nos olvida. Me ha encantado esta radiografía interior.
    Un besazo compañera periodista

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    • Alícia Bea

      Me alegra que te haya gustado, Patricia. Ya te devolveré eso de abuela cebolleta viajera 😉

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  10. ahoratocaviajar

    Pues yo opino que está muy bien eso de sincerarse!!! Poca gente se atreve a mostrarse tal cómo es de verdad. Me ha encantado la viajera que fuiste. Sobre todo lo de llegar a reportera jefe. Hoy la cosa es mucho más difícil y los que queremos ganarnos la vida con esto lo tenemos crudo. Sobre la parte de la viajera que eres, pues cada uno viaja como quieres y puede. Y si lo de la vuelta al mundo no es para ti, pues ole. Se trata de disfrutar y tú lo haces, se te nota en cómo lo trasmites. Y, por último, si sigues queriendo ser una viajera, nosotros lo agradeceremos infinito. Así podremos leerte 🙂

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    • Alícia Bea

      Crudo y bien crudo, amigo mío, pero no por eso vamos a dejar de intentarlo, ¿verdad? Y, sí, descuida, tengo cuerda para rato. No concibo el día que no desee cazar más arcoíris. Un abrazo

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  11. Javi

    A mi lo que me gusta es lo bien que escribes. Y, también, que tengas la delicadeza y la osadía de hacer un striptease en estos días en los que la superficialidad y la tontería lo invaden todo. Por lo demás, a seguir viajando y a seguir contándolo. Un abrazo.

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    • Alícia Bea

      Gracias, Javi. Era lo que me pedía el cuerpo. Sin más. Un abrazo

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  12. Dani Keral

    Y yo.

    Podría dejaro así, como el misterioso nombre del libro de McCourt que solo se entiende si has leído su increíble primera parte.

    Pero como me apetece continuar, pues continúo. Creo que todos nos vamos a ver reflejados un cachito en tu «pequeña biografía viajera en 1700 palabras» pero, sin duda, es tuya y solo tuya… y es apasionante.

    Que no me entere yo que dejas de viajar… (por tu bien 😉 )

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    • Alícia Bea

      Descuida, Dani. Dejar de viajar sería morir un poco cada día. Un abrazo 🙂

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  13. Emilio

    Gracias por abrirte con este texto tan sincero y espero que te vaya muy bien en lo que parece que es una nueva etapa. ¿Seguiremos leyéndote por aquí? Saludos.

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    • Alícia Bea

      Gracias a ti por leerme, Emilio. No, no hablo de una nueva etapa. Simplemente me apetecía vaciarme repasando mi pasado, mi presente y cómo quiero que sea mi futuro yo viajero. Por supuesto que voy a seguir escribiendo de viajes. Aquí y donde pueda. No sé hacer nada más 😉

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