Gijón, una atractiva ciudad teñida de azul y verde
por el 15 May, 2014 • . Actualizado 23 May, 2020 • 32 comentariosSi eres un lector habitual de este rincón viajero, ya sabrás que soy una apasionada del mar. Me crié jugando en las playas de Barcelona, al son de Mediterráneo, un tema de Serrat que canturreo cuando extraño su presencia. Por eso ahora quiero hablarte de una de mis ciudades favoritas a la que apodo con cariño mi casa del norte. ¿Quieres conocerla? Está en Asturias y aquí te la muestro: qué ver en Gijón.
En mi anterior escapada por la costa asturiana, Gijón quedó como un destino pendiente, como una espinita clavada en mi corazón marinero. Ahora, tras conocer la capital de la Costa Verde, esa astilla viajera ha desaparecido. Se diluyó en las aguas del mar que la abraza, en el casco antiguo que guarda su memoria, entre cachopos, bocartes y sidrinas, aprendiendo un puñado de palabras en asturiano y disfrutando del calor de los gijoneses.
¿Me gustó lo que vi? Tanto como para decir que Gijón me presta (me encanta). Mis razones, a continuación.
Índice de contenidos
Qué ver en Gijón: los mejores planes para una escapada
Gijón y el mar
Gijón es una ciudad que vive mirando al mar, a un enérgico y poderoso Cantábrico que a veces acaricia su costa y otras la golpea bruscamente en forma de temporal. Un mar que ha marcado su historia a lo largo de más de 5000 años y que le ha regalado un puñado de playas, urbanas o escondidas entre acantilados, que aparecen o desaparecen al ritmo que marca la marea y que los gijoneses disfrutan sin atender a los dictados del calendario.
La playa principal, y en mi opinión la más bonita, es la de San Lorenzo. Tiene forma de concha, está bordeada por un precioso paseo marítimo de casi tres km. y dicen que es uno de los mejores lugares de España para practicar surf. En ella se encuentra La Escalerona, una de las construcciones más famosas de la ciudad cuya terraza se asemeja a la proa de un barco. La Playa de Poniente, por su parte, es un extenso arenal situado en la parte oeste de la ciudad, junto al puerto deportivo, que se creó en la década de los 90.
Lamentablemente, no tuve tiempo de visitar el resto de playas de Gijón pero te puedo asegurar que contemplar el mar apoyada en la barandilla del paseo fue uno de los regalos más preciados que he traído en mi maleta de vuelta. Ya lo dije al principio, lo mío con el mar es pura adicción.
Qué ver en Gijón: el barrio de Cimavilla
Cada ciudad tiene un rincón especial que la hace única. En el caso de Gijón se llama Cimavilla, el antiguo barrio de pescadores, marisqueras y cigarreras, en torno al cual Gijón desplegó sus alas. Un cerro cargado de historias marineras, de vestigios arquitectónicos y de plazuelas donde corre la sidra. Un barrio que concentra la esencia de Gijón y pide a gritos ser fotografiado.
Yo pude conocerlo durante un recorrido guiado de dos horas que me mostró lo mejor de su pasado y lo más destacado de su presente.
Así fui descubriendo rincones como la Iglesia Mayor de San Pedro, que remata los jardines de Campo Valdés junto a las Termas Romanas. Este yacimiento-museo alberga los restos de los baños públicos que existieron en la ciudad y una parte de la muralla del siglo III d.C.
También me resultó muy interesante recorrer las salas del Museo Casa Natal de Jovellanos. Además de recuerdos del hijo más ilustre de Cimavilla, y de pinturas y esculturas de artistas asturianos contemporáneos, este museo guarda un tesoro en su interior. Se trata del Retablo del Mar, la obra maestra del escultor Sebastián Miranda que ensalza en madera la ancestral tradición pesquera de este barrio.
La Torre del Reloj, la plazuela de la Corrada, la calle del Rosario con sus casas típicas, la Capilla de La Soledad -antigua sede del Gremio de Mareantes- o la Cuesta del Cholo son otros de los nombres propios que hacen de Cimadevilla un barrio realmente atractivo. Por no hablar de sus plazas, llenas de sidrerías y animadas a cualquier hora. Un buen ejemplo es la Plaza de Arturo Arias, más conocida como la Tabacalera.
Tras callejear por las empinadas cuestas del barrio, enfilamos la calle Artillería para subir al Parque del Cerro de Santa Catalina desde donde se divisan unas fantásticas vistas de la costa gijonesa. Aquí se encuentra el que está considerado el símbolo universal de Gijón: el Elogio del Horizonte de Eduardo Chillida. Una enorme escultura de hormigón que emerge en la península de Cimavilla y que yo interpreté como un gran abrazo que acoge entre sus brazos la ciudad que discurre a sus pies. Una curiosidad: Chillida concibió esta escultura para ser contemplada desde su interior ya que se crea un efecto caracola que permite escuchar el eco del mar y que se magnifica al estar asentada sobre un antiguo búnker militar.
El tiempo pasado en el Cerro de Santa Catalina fue otro de mis momentos estrella en Gijón. Puse la mente en blanco, respiré profundamente y dejé que la brisa del viento y el batir de las olas se filtraran por cada poro de mi cuerpo para llevarme conmigo un trocito del Cantábrico.
Nuestra visita guiada acabó en la Plaza del Marqués, frente al Palacio de Revillagigedo y bajo la atenta mirada de la estatua del Rey Pelayo que luce en su mano derecha la Cruz de la Victoria, símbolo de Asturias.
A partir de aquí continué caminando sin rumbo fijo en compañía de Marta Aguilera, para descubrir otros rincones de la ciudad como la Plaza Mayor, sede del Ayuntamiento, el Árbol de la Sidra y la Capilla de San Juan Bautista, la Capilla de San Lorenzo y, cómo no, las famosas Letronas de Gijón situadas al lado del puerto deportivo.
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Aunque no forman parte del conjunto de Cimavilla ya que se encuentran alejadas del centro, sería injusto no nombrar las otras dos joyas de la ciudad: el Jardín Botánico Atlántico y la Laboral Ciudad de La Cultura. Este monumental edificio ideado por el arquitecto Luis Moya, donde confluyen cultura, arte, ocio y educación, fue el escenario elegido para celebrar los talleres y ponencias del #TBMGijón.
En Gijón se vive bien y se come mejor
Si algo me ha quedado claro tras visitar Gijón es que es una ciudad amable, que vive de puertas afuera, que combina con acierto su carácter marinero con su faceta más moderna e innovadora y que además es un destino turístico sostenible ya que ostenta la certificación Biosphere Destination.
Respecto a la gastronomía, en Gijón es una forma de vida. No es de extrañar teniendo en cuenta que su condición de municipio costero les permite preparar exquisiteces como sopas de pescados y mariscos, pulpu con patatines, fritos de pixín, cachopos, bocartes o calamares de potera, entre otras muchas especialidades locales. ¿Un lugar para comer? Mi recomendación sería la Sidrería Los Espumeros, en Cimavilla. Todo lo que sale de su cocina es casero y sus cachopos son una delicia.
Aunque no tuve tiempo de visitar un llagar, sí pude comprobar que la sidra en Gijón es mucho más que una bebida, es un símbolo de identidad. La excusa perfecta para compartir cualquier momento entre culín y culín. Eso sí, como dicen los del terreno, quien escancia no come. Si estás interesado en profundizar en el mundo de la sidra, puedes apuntarte a la Ruta de la Sidra Gijón, un producto turístico que te permitirá disfrutar de todos los matices de la cultura de la sidra.
Las noches de Gijón
Como no puedo hablarte en primera persona ya que le agotamiento me impidió disfrutar de la noche gijonesa, te remito al estupendo artículo de JR Álvaro González, Gijón, all night long, que recoge los mejores pubs para salir de marcha, entre los que no falta La Plaza, cuna del movimiento Xixón Sound.
Me dio mucha rabia porque iba con la lección bien aprendida pero no importa. Ya tengo una excusa más para volver. Espero que tú, tras conocer qué ver en Gijón, también lo hagas.
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