Absolutamente espectacular. Vibrante, divertido e interesante como pocos. Así ha sido mi 2015. Un año al que me está costando decir adiós. Un año que, por méritos propios, merece ser la primera ventana que estrene este rincón viajero del 2016. Porque no quiero que se pierda en la noche de los tiempos, porque quiero que quede constancia de todo lo que dio de sí. Emociones, experiencias y momentos únicos vividos alrededor de uno de mis verbos favoritos: viajar.

Un año que empezó recorriendo Marruecos con mi buena amiga Sara Rodríguez de Mindful Travel by Sara. Siete días en el norte de África, mi gran asignatura pendiente, atravesando las montañas del todopoderoso Atlas, descubriendo la belleza de las gargantas del Todra y del Valle del Dades, las kasbahs de adobe… Adentrándome en el desierto de Erg Chebbi a lomos de un dromedario, cenando bajo las estrellas, durmiendo en una jaima, rindiéndome a esa explosión para los sentidos que es Marrakech y contemplando desde un globo las zonas rurales que rodean esta ciudad imperial a la que seguirle el juego es muy fácil.

Amanece en el desierto. Marruecos

¿Cuatro instantes? Un alto en el camino con un té entre las manos en el Café Glacier viendo como anochece en la Plaza Yamaa el-Fna, un relajante paseo rodeada de la exquisita belleza del Jardín Majorelle, los cantos bereberes alrededor de una fogata, y salir corriendo en pijama para ver el amanecer en el desierto con mis pies enterrados en la arena, sintiendo el roce de la felicidad.

Tras Marruecos, llegó FITUR. Una cita imprescindible para acumular nuevas metas viajeras, saltando de continente en continente, mientras compartes buenos momentos con aquellos que más que blogueros de viajes ya son amigos, y te reencuentras con viejos conocidos que siguen luchando por publicar sus historias y fotografías en papel.

En marzo viajé al pasado, concretamente al siglo XV, asistiendo a la celebración de las Fiestas del Medievo de Villena. Tres días de diversión y cultura en los que el encantador barrio de El Rabal regresa a la Edad Media al son que marcan sus calles engalanadas, los pasacalles, los trovadores y los puestos de productos típicos y artesanales de su mercado.

Las calles de El Rabal durante las Fiestas del Medievo. Villena

En la capital del Alto Vinalopó me sentí una una villenera más. Recibí a los Reyes Católicos, descubrí las mejores vistas de esta villa alicantina desde el campanario de la Iglesia de Santa María, aprendí a preparar las tradicionales Tortas de San José, contribuí a librar la ciudad de las brujas y los malos espíritus procesionando antorcha en mano, presencié combates medievales y experimenté la magia de Atalaya Experience, un itinerario sensorial diseñado para entender la historia del castillo de Villena a través de las emociones.

Ya en abril, mi ruta palmera soñada se hizo realidad y pude conocer un precioso rincón canario que se me resistía desde hacía años: La Palma. Cuatro días bastaron para sentir que la Isla Bonita ya es un poco mía, que buena parte de su magia se coló en mi equipaje de vuelta.

Caldera de Taburiente. La Palma

Espectaculares entornos naturales como la Caldera de Taburiente o el Bosque de Los Tilos, playas y calas que nos recuerdan su pasado volcánico en forma de paisajes vírgenes, salinas como las de Fuencaliente, poder tocar el cielo con las manos en el Roque de los Muchachos, visitar el Observatorio Astrofísico, navegar en un mar de estrellas ante uno de los mejores cielos del mundo, contagiarte del ritmo de vida palmero en Santa Cruz de la Palma entre papas arrugadas, mojos, pescados, malvasías y barraquitos… Una isla que no me canso de recomendar a quienes me preguntan por un destino cercano, único y sorprendente.

Tras el TravelBlogger Meeting que se celebró en Plasencia a principios de mayo, alargué mi estancia en tierras extremeñas para conocer todo el potencial de dos comarcas cacereñas: la Sierra de Gata y Las Hurdes. Dos territorios alejados del turismo de masas que me conquistaron a golpe de cumbres, embalses, meandros, caminos apenas trillados, y pequeños pueblos de innegable personalidad que se adaptan con acierto a la tortuosa orografía en los que el tiempo, por fortuna, parece haberse detenido.

Sierra de GataY de Extremadura a mi querida Lisboa para disfrutar un año más del placer que supone para mí viajar con mis padres mostrándoles mis rincones favoritos del planeta. Sí, la capital lusa es uno de ellos, una ciudad que sigue cautivándome cada vez que la piso. La Lisboa de Pessoa, la del Marqués de Pombal, la de los fados, miradores y tranvías, la del bacalao y los pastéis de Belém, la que nunca pasa de moda.

Lisboa

Como extensión a esta escapada, una mañana en palabras de Camões «onde a terra se acaba e o mar começa«, el Cabo da Roca, el punto más occidental de la Europa continental. El lugar en el que las estribaciones de la Sierra de Sintra se topan de forma brusca con el Atlántico originando un estremecedor lienzo de escarpados acantilados.

El espectacular paisaje del Cabo da RocaNunca imaginé que a finales de junio podría incluir a Jordania en mi currículum viajero. Lo dije en su momento y lo repito: esta joya de Oriente Medio, tantas veces soñada, me sedujo de tal manera que al volver a escribir sobre ella siento mariposas en el estómago y un halo de nostalgia que me acompañará hasta que consiga regresar.

Visita nocturna a Petra. JordaniaPorque me caló hasta los huesos, me besó el alma y acarició mis sentidos. Lo hizo al cortarme la respiración mientras recorría el Siq de noche. Robándome una lágrima cuando me vi envuelta en un manto de velas frente a la fachada del Tesoro de Petra. Navegando y practicando snorkel en los impresionantes fondos marinos del Mar Rojo, callejeando por Amán, bañándome en el Mar Muerto, recorriendo el inmenso desierto de Wadi Rum por tierra y aire, fumando en shisha bajo las estrellas con música árabe tradicional de fondo… Cuando me regaló un precioso atardecer en la Reserva de la Biosfera de Dana. Cuando pedí permiso para hace una fotografía y obtuve una sonrisa por respuesta. Lo dije en su momento y lo repito. No lo dudes, regálate el lujo de viajar a Jordania. Su pueblo, cálido, cercano y tolerante, te recibirá con los brazos abiertos y la mano tendida.

A finales de julio llegó el momento de descubrir Japón. Aunque pueda resultar extraño, no estaba en mi top de destinos a corto plazo pero, como comenté en su día, vi la posibilidad de viajar hasta allí y no quise desaprovecharla. Hice bien. Este país, que puede resultar una locura y una total relajación, donde sientes que tienes todo por aprender, me brindó durante 17 días un aluvión de sensaciones y experiencias que siguen dibujando una sonrisa en mi rostro. Como protagonizar mi propia película en el santuario sintoísta de Fushimi Inari, corriendo montaña abajo y sin protegerme de la lluvia bajo un techo de torii rojos. Como el soplo de aire fresco que sentí al ver el monte Fuji y su precioso reflejo invertido en las aguas. Como el estado de desconcierto y soledad absoluta que me produjo contemplar desde el mirador de la sede del Gobierno Metropolitano la feroz hiedra de rascacielos que copa el horizonte de Tokio. Como las risas protagonizadas en un garito minúsculo de Golden Gai…

Santuario Fushimi Inari, JapónMe puse en la piel de una maiko en la dulce y serena Kioto, me alojé en un ryokan, paseé por el bosque de bambú de Arashiyama, reflexioné sobre la fe en el cementerio de Okunoin en Koyasan, escribí deseos en papel, me perdí y me reencontré mil veces… Este es el Japón que me traje en mi maleta, un puzzle de cuadros futuristas y postales milenarias en el que la sorpresa me acompañó a cada paso.

En septiembre, recibí al otoño en Zamora, una ciudad tranquila y de discreta belleza bañada por el Duero que cuenta con un impresionante patrimonio monumental fruto del Románico y que se enorgullece de formar parte de la Ruta Europea del Modernismo.

Panorámica de ZamoraYa en octubre, tras asistir al I Torneo Internacional de Combate Medieval celebrado en el conquense castillo de Belmonte, me alejé del ritmo frenético de Madrid en la Sierra del Segura, una comarca albaceteña cuyo gran potencial reside en sus paisajes, en sus encantadores pueblos, en su gastronomía, en antiguas tradiciones que han escapado del olvido.

Yeste desde el Monte Ardal. Sierra del SeguraY en noviembre, un deseado reencuentro. Cádiz. Mi Cádiz. La de eterna sonrisa, el pescaíto frito y el callejeo. Una capital andaluza y marinera como ella sola. Con su Playa de la Caleta, su malecón habanero, el Pópulo y la Viña, con sus inolvidables puestas de sol, con esa luz tan suya salpicada por la espuma del Atlántico…

Cádiz desde el Campo del SurEl año, mi año, terminó como el famoso anuncio, volviendo a casa por Navidad. A Barcelona. Paseando por sus playas, callejeando por el Gótico, cenando en Gracia, entre abrazos con amigos y disfrutando cada segundo del cariño de mis mayores.

2016, aquí te espero

No sé si porque la fecha que pone en mi carné de identidad avanza más rápido de lo que me gustaría pero cada vez soy más consciente que lo de tempus fugit va en serio. El tiempo huye, se escurre entre las hojas del calendario sin piedad, se escapa, vuela. Es una verdad absoluta como pocas y lo único que puedes hacer es agarrarte con fuerza a cada día que nace como si fuera tu último amanecer.

Mitigar lo malo, aferrarte a lo bueno y tratar de sonreír a la vida. Ese es mi principal propósito para este año recién estrenado. Quiero que la templanza de espíritu, la constancia, la paciencia y la curiosidad sean las virtudes que me acompañen en este nuevo viaje con doce etapas por delante. Doce meses que espero que lleguen cargados de viajes programados, de correos inesperados que te invitan a conquistar nuevos horizontes, de retos profesionales que me permitan seguir haciendo lo único que sé y quiero hacer: viajar y poder contarlo. ¿Un deseo más? Que estés aquí, a mi lado, acompañándome. Cuento contigo. ¡Feliz 2016!

#‎viveydejavivir‬ ‪#‎viajaydejaviajar‬