Cuando preparaba el que hasta la fecha ha sido mi último viaje a Londres -lo confieso, la capital británica me fascina y volvería una y mil veces-, una amiga me recomendó visitar Brighton. A golpe de Google di con su página oficial de turismo donde afirman que es la mejor cuidad costera del Reino Unido. Vibrante, colorida, divertida y libre. Una escapada a la playa sonaba como un fantástico paréntesis en la semana que iba a pasar como cicerone en Londres así que… ¿Por qué no?

Según los meteorólogos de la BBC, el fin de semana el sol brillaría en Brighton. Decidido. Lo haríamos al más puro estilo british, en domingo, como tantos londinenses que huyen del asfalto en busca del mar.

La estación de London Victoria era un hervidero de gente, maletas y prisas. Seguramente, utilizar las máquinas de venta de billetes hubiera sido lo más fácil y cómodo pero nos hubiéramos perdido la cara de resignación de la taquillera que veía ante sí una larga fila de sonrientes viajeros. Porque en la cola, evidentemente, solo estábamos los de paso. Los del terreno llegaban a la estación billete en mano gracias a National Rail  y su venta anticipada. No nos dejó ni acabar de pronunciar nuestro destino. Respiró profundamente y nos estampó en el cristal de la ventanilla un folio que rezaba: Brighton. Platform 16. Next trains: 10:06  10:36  11:06. Estaba claro que la buena mujer no tenía su mejor día así que pagamos (£22.50 por persona i/v), recogimos nuestra sonrisa y derechitos al andén.

Durante el trayecto -poco menos de una hora- nos dedicamos a escudriñar nuestro mapa en busca de la mejor ruta. La idea era exprimir al máximo nuestras horas en la que en su día fue una pequeña aldea de pescadores, más tarde el destino vacacional preferido por la aristocracia inglesa, y hoy por hoy una ciudad de lo más cool que recibe nada menos que ocho millones de visitantes al año. Y lo mejor de todo: puedes ir andando a todas partes.

Queen's Road. Brighton

Qué ver en Brighton

Nada más bajar del tren, enfilamos nuestros pasos en busca de uno de los puntos calientes de la ciudad: North Laine. Este barrio alternativo y lleno de vida, cuajado de restaurantes y pubs, da cobijo a más de 300 tiendas en las que puedes encontrar prácticamente de todo: ropa vintage y retro, antiguedades, bonsáis, alfombras de diseño, discos descatalogados, peluquerías, bisutería, muebles, libros de segunda mano… Aquí tienes dos opciones, o volverte loco fisgoneando escaparates o sentarte en una terraza a ver la vida pasar y disfrutar del ambiente bohemio y multicultural que se respira en sus calles. Optamos por lo segundo -un delicioso café con leche en Hell’s Kitchen (Gardner Street, 4).

En nuestra siguiente parada pudimos visitar una pequeña parte del mítico Brighton Dome, considerado el corazón cultural de Brighton. Su completo programa de conciertos, danza y teatro lo han convertido en uno de los locales de referencia del sur de Inglaterra. Dos curiosidades: en 1972 Pink Floyd estrenó aquí su Dark Side of the Moon y en el 74 albergó el festival de Eurovisión que ganó Abba.

Gardner Street. BrightonChurch Street. Al fondo, Brighton Dome. Brighton

Con las notas de Waterloo repiqueteando aún en nuestras cabezas, llegamos hasta el Royal Pavilon. Este exótico palacio, cuyo exterior parece sacado de una película de Bollywood, no puede entenderse sin la figura de su ideólogo, el disoluto y extravagante rey George IV, que transformó lo que era un modesta villa en un suntuoso palacio de inspiración hindú rodeado de encantadores jardines. Aunque visitar su interior nos atraía y mucho (la entrada cuesta £10.00 e incluye una audioguía), recorrer todas sus estancias nos llevaría más tiempo del que disponíamos así que decidimos colocarlo en nuestra carpeta mental de «asuntos pendientes». Y es que a estas alturas de nuestro periplo, si algo nos había quedado claro es que esta pequeña ciudad nos estaba gustando demasiado como para no pensar en volver algún día.

Royal Pavilion. Brighton

Además, de pronto recordé que le había «vendido» a mi copiloto de aventuras un día de playa y de momento ni brisa marina, ni gaviotas graznando, ni nada… Así que decidimos alcanzar el mar por la vía más rápida y dejar The Lanes para más tarde. Craso error. Cuando llegamos a la playa una tupida niebla tapaba todo el horizonte y el tan anhelado litoral parecía haberse difuminado por completo. Aún así, no nos resistimos a descalzarnos para sentir el duro tacto de sus cantos rodados e incluso nos atrevimos a meter los pies en el agua durante unos segundos, bajo la atenta mirada de una pareja cuya expresión parecía decir «estamos en junio y esto es Inglaterra, ¿qué esperabais?»

BrightonLa playa de Brighton con sus caracteristicas pebbles

A la espera de que el sol hiciera acto de presencia y se llevara consigo la niebla, decidimos  volver sobre nuestros pasos y vagabundear un rato por el laberinto de callejuelas que componen The Lanes. Este antiguo barrio de pescadores es hoy otra las zonas imprescindibles de compras en Brighton. Aquí básicamente lo que encontrarás son joyerías, anticuarios, boutiques y muchos restaurantes de lo más chic. Si te apetece tomar algo, una buena opción es la terraza de The Gallery (East Street, 28). No es fácil encontrar mesa pero la espera merece la pena porque siempre hay una banda de jazz o algún guitarrista tocando en directo. Hablando de música. La multitudinaria pelea entre mods y rockers de la película Quadrophenia se rodó en estas calles a ritmo de los Who.

Jazz en East Street. Brighton

Un día en Brighton (Segunda Parte)