Hotel Leonor Mirón****

Hotel Leonor Mirón****

Durante el fin de semana que pasamos en Soria nos alojamos en el Hotel Leonor Mirón. Debo confesar que no fue mi primera opción porque está un poco alejado del centro pero una vez allí me di cuenta de que su emplazamiento más que un inconveniente era una ventaja. Aparcar en el casco histórico de Soria es bastante complicado y este hotel resultó ser una estupenda base de operaciones tanto para conocer la ciudad como para realizar las excursiones que teníamos previstas.

Hotel Leonor Mirón. Soria

Lo mejor de este hotel es, sin duda, su ubicación. Está situado en uno de los rincones más bonitos de Soria, el Parque del Mirón, justo enfrente de la ermita del mismo nombre, y a pocos metros del mirador de Los Cuatro Vientos. Te puedo asegurar que ver la puesta de sol en silencio desde esta azotea natural es espectacular. Hacia la derecha tenemos una vasta panorámica del caso antiguo de esta encantadora ciudad castellanoleonesa, a la izquierda los márgenes del Duero que bordean Soria, y al frente una preciosa vista del parque del Castillo. No me extraña que fuera uno de los lugares preferidos por Antonio Machado y Leonor para pasear. La paz que aquí se respira no se puede describir con palabras.

Ermita del Mirón. Soria

Mirador de Los Cuatro Vientos. Soria

Desmontando el Hotel Leonor Mirón

El Hotel Leonor Mirón está situado en una bonita casona de piedra que se integra perfectamente con el entorno que lo rodea. No esperes un hotel moderno ni minimalista porque no lo es. Al contrario. Todas las zonas comunes desprenden un halo añejo propio de la decoración castellana de otra época. Sofás de escay, detalles medievales en las paredes, alfombras, fotos de Leonor y Machado… Seguro que algunos opinarán que necesita una renovación completa pero a mí me gustó como lo encontré. Ya van quedando pocos hoteles cuyo encanto no es fruto de una meditada remodelación sino del tiempo que llevan en pie.

Hall del Hotel Leonor Mirón. Soria

Rincón de Leonor y Machado. Hotel Leonor Mirón. Soria

Recepción del Hotel Leonor Mirón. Soria

Este estilo clásico continúa en el diseño de las habitaciones. Son amplias, confortables y están equipadas con todo lo que esperas de un hotel de estas características: TV vía satélite, conexión Wi-Fi gratuita, caja fuerte, aire acondicionado/calefacción, teléfono, minibar, escritorio, y baño con ducha o bañera de hidromasaje, secador de pelo y amenities. Lo mejor, una vez más, las vistas. Un lujo despertarse, correr las cortinas y ver las montañas y el Duero.

Habitación 006. Hotel Leonor Mirón. Soria

Vistas desde la habitación. Hotel Leonor Mirón. Soria

La nota negativa de esta reseña se la lleva el desayuno que nos pareció que no estaba a altura de un cuatro estrellas. Imagino que en temporada alta será más variado que cuando nos alojamos nosotros a principios de diciembre. La bollería, la fruta y el surtido de embutidos eran correctos pero echamos de menos algunos básicos como los clásicos huevos revueltos, salchichas o beicon. El hotel también tiene restaurante y aunque estuvimos tentados de probar sus especialidades de cocina castellana, al final no se terció por lo que no puedo darte mi valoración sobre sus fogones.

Comedor. Hotel Leonor Mirón. Soria

Desayuno. Hotel Leonor Mirón. Soria

La nota positiva es para su personal. Profesionales de la vieja escuela que nos atendieron estupendamente recomendándonos algunas visitas y siempre atentos a nuestras necesidades.

Excursiones cercanas 

El hecho de poder dejar el coche en la misma puerta del hotel nos permitió movernos libremente por la ciudad y no dejar ni un centímetro de Soria por descubrir. Como comentaba al principio, aparcar en el centro no es tarea fácil pero tampoco una misión imposible si te cargas de paciencia. De todos modos, la distancia al casco viejo tampoco es tanta: algo menos de dos kilómetros para los que deberás calcular unos escasos 15 minutos caminando.

Vista del Hotel Leonor Mirón desde el río Duero. Soria

Si tu estancia en tierras sorianas te lo permite, además de conocer esta amable y poética capital de provincia, te sugiero dos excursiones que personalmente me encantaron. La primera de ellas es el yacimiento arqueológico de Numancia que está situado en Garray, a 7 kilómetros de Soria. Solo necesitarás un par de horas para recorrer a fondo los restos de esta ciudad celtíbera cuya historia refleja la resistencia y el valor de un pueblo frente a la poderosa Roma.

Mi segunda propuesta te llevará hasta la Laguna Negra, uno de los parajes naturales más bellos de la provincia de Soria. Cuando la visitamos vimos su cara más invernal con el paisaje cubierto de nieve y placas de hielo. Ahora que ya está a punto de llegar la primavera seguro que luce fantástica. El Parque Natural Laguna Negra y Circos Glaciares del Urbión está a 50 kilómetros de Soria capital.

Informado quedas. Si tienes pensado viajar a Soria, aquí tienes una opción de alojamiento que te recomiendo sobre todo por su ubicación, por el trato recibido y por su buena relación calidad/precio.  

Ficha del Hotel Leonor Mirón 

Dirección: Paseo de Mirón, s/n. 42005 Soria. Web

Teléfono: 975 220 250

Coordenadas GPS: 41º 46′ 9.63″ N | – 2º 27′ 42.71″ W

Categoría: 4 estrellas.

Nº de habitaciones: 32 habitaciones. Tipo de cama: 2 Individuales o 1 doble.

Servicios: Restaurante. Bar-cafetería. Parking exterior.

Distancia del hotel al centro: 15 minutos caminando.

Soria: un paseo a orillas del Duero

Soria: un paseo a orillas del Duero

Tras mostrarte el centro histórico de Soria, cumplo mi promesa y cierro mi paso por esta preciosa capital de provincia con un paseo por las orillas del Duero. Un río al que la ciudad durante mucho tiempo le dio la espalda hasta convertirlo en lo que es hoy. Una zona de esparcimiento y ocio para los sorianos. Una senda diseñada para caminar, aislarse de todo y dejar volar la imaginación. Un camino marcado una vez más por las huellas de aquellos que tantas veces se citaron aquí con las musas: Antonio Machado, Bécquer y Gerardo Diego.

El Duero a su paso por Soria

Y es que nadie como ellos supo cantar la belleza del curso alto de este río que a su paso por Soria nos regala su conocida curva de la ballesta. El propio Machado encontró en sus riberas la inspiración para forjar Campos de Castilla, en el Monte de las Ánimas ambientó Bécquer su leyenda, y Gerardo Diego le dedicó su Romance del Duero, un emotivo poema que aprendí de pequeña y que me acompañó a lo largo de este recorrido una fría y soleada mañana de diciembre.

Empezamos esta senda literaria junto al río en el Monasterio de San Juan de Duero, un magnífico ejemplo de la arquitectura cristiana medieval que destaca por la variedad de influencias que engloba. Sus orígenes debemos buscarlos en el siglo XII, cuando la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén se instaló aquí reformando la pequeña iglesia románica que ya existía y levantando el monasterio.

San Juan de Duero. Soria

Su claustro, fechado a principios del siglo XIII, es uno de los más singulares del arte románico español. Una sinfonía de arcos a cielo abierto que discurre en cuatro arquerías que combinan diferentes estilos arquitectónicos: el románico, el mudéjar y el árabe. Había visto su imagen en muchas fotografías pero nunca imaginé la magia de este lugar. Los capiteles esculpidos con escenas del medievo, los arcos entrelazados, los chaflanes rematados por arcos califales, la cercana presencia del Monte de las Ánimas… No sé cuánto tiempo pasé admirándolo con la sola compañía del silencio invernal que me rodeaba. Ojeando una u otra vez la guía de visita que nos facilitaron a nuestra llegada. Cada esquina tenía una foto, un misterio que desentrañar y, cómo no, un poema que evocar. En este caso el que Gerardo Diego dedicó a estos arcos: «¿Te levantó el techado ángel cojuelo? O quedaste inconcluso, criatura perfecta, como estás, abierto al cielo?».

Arcos de San Juan de Duero. Soria

Claustro de San Juan de Duero. Soria

Justo al claustro se encuentra una pequeña iglesia de una sola nave y ábside semicircular. Lo más llamativo es el efecto que causan los templetes que se alzan en su cabecera, uno con cúpula piramidal y el otro con cúpula semiesférica. Ambos lucen fantásticos capiteles que representan escenas bíblicas y seres fantásticos. Nota para futuros viajeros: los fines de semana la entrada a San Juan de Duero es gratuita.

Templete con cúpula semiesférica. San Juan de Duero. Soria

Capitel de la iglesia de San Juan de Duero. Soria

Tras admirar la belleza de los arcos entrelazados de San Juan de Duero, nos acercamos hasta el puente medieval que salva el Duero. Aunque no se conoce con exactitud la fecha de su construcción, todo apunta a que se levantó a la par que las murallas defensivas de la ciudad. Este puente antaño daba paso a la puerta principal de entrada a Soria, llamada también de Navarra. Cuantos lo cruzaban en la época feudal debían abonar a las arcas municipales el llamado «derecho de pontazgo» que se calculaba en función del número de personas o de los bienes que portaban a su paso.

Puente medieval. Soria

Siguiendo el cauce del río por su margen izquierda, el camino discurre hasta pasar por debajo de San Polo, un monasterio de origen templario, hoy vivienda particular, del que solo se conserva la antigua iglesia. Aquí de nuevo la literatura se cruza a nuestro paso puesto que es ente enclave, marcado por los ecos de los templarios, donde se desarrollan las inquietantes leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer El Rayo de Luna y El Monte de las Ánimas.

Monasterio de San Polo. Soria

Desde San Polo hasta San Saturio es Machado quien nos acompaña. El poeta andaluz frecuentaba a menudo este paseo que consideraba increíblemente inspirador: «He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, tras las murallas viejas de Soria.» Además de los versos de Machado, también nos acompaña un cielo despejado que no entiende de contaminación, la estela azulada de un río casi congelado y los álamos en los que los enamorados han seguido dejando sus inscripciones de amor.

Escultura El Olmo Seco dedicada a Machado. Soria

El Duero casi congelado. Soria.

Con tan grata compañía llegamos a la ermita de San Saturio. No me extraña que sea uno de los grandes atractivos de Soria. La combinación de naturaleza y arte con el río a sus pies da como resultado una imagen preciosa.

Vista de San Saturio desde el Duero. Soria

Según la tradición, Saturio era un noble soriano que en el siglo IV repartió sus riquezas entre los más necesitados y se retiró a vivir como un simple ermitaño a estas cuevas situadas junto al Duero. Cuando a finales del siglo XVI se encontraron sus restos, se desató la devoción de los fieles hacia este eremita hasta el punto de construir un templo en su honor y nombrarlo patrón de la ciudad.

El conjunto que podemos visitar hoy en día está formado por unas grutas naturales sobre las que se construyó el nuevo templo. Te recomiendo que te tomes tu tiempo para ver esta ermita porque lo merece. Y es que a medida que vayas subiendo las escaleras descubrirás espacios como el Cabildo de los Heros, el Oratorio de San Miguel -donde se afirma que fueron encontradas las reliquias del santo-, un pequeño museo y una sala que recrea el modo de vida de los diferentes santeros que cuidaron de la ermita.

San Saturio. Soria

Oratorio de San Miguel. San Saturio. Soria

Cabildo de los Heros. San Saturio. Soria

Dependencias del santero. San Saturio. Soria

Ya en el piso superior nos encontramos con dos salas capitulares que nos regalan unas preciosas vistas del paisaje que envuelve al río, la sacristía -con un Cristo crucificado de finales del XIII- y una pequeña capilla decorada con unos impresionantes frescos, obra del pintor soriano Juan Zapata.

Panorámica del Duero desde San Saturio. Soria

Bóveda de San Saturio. Soria

Tras visitar esta ermita roquera, cruzamos el puente y continuamos nuestro paseo por la otra orilla del río. Aquí comienza una ruta distinta, tal vez no con tanta carga poética pero absolutamente recomendable por los paisajes que nos ofrece. Hay zonas de recreo como Soto Playa con grandes praderas, fuentes y columpios, carteles que nos informan de la flora y fauna del lugar y de las murallas, un Ecocentro, un Museo del Agua… Seguro que Gerardo Diego estaría muy feliz al comprobar el cariño con el que los sorianos tratan a su río. Un río de aguas limpias que sí tiene quien lo acompañe y se detenga a oír su eterna estrofa de agua. Un río que no deja de ser un habitante más de Soria, una ciudad a la que estoy deseando regresar.

Museo del Agua. Soria

Puente medieval sobre el Duero. Soria

Soria: una ruta por el centro de la ciudad de los poetas

Soria: una ruta por el centro de la ciudad de los poetas

«Bécquer no era idiota, ni Machado un ganapán y por los dos sabrás que el olvido del amor se cura en soledad. A la ribera del Duero existe una ciudad. A la ribera del Duero, mi amor, te espero. Voy camino Soria, ¿tú hacia dónde vas?.»

Con permiso de Jaime Urrutia y compañía, y como buena hija de los ochenta, no he encontrado mejor forma para empezar este reportaje sobre la ciudad de Soria. Porque este tema de Gabinete Caligari la dibuja verso a verso, porque el sol tampoco calentaba cuando la visité a principios de diciembre, y porque, como no podía de ser de otra manera, era lo que sonaba en el coche cuando llegamos a este rincón castellano. Una pequeña capital de provincia que en invierno huele a leña y a castañas asadas, que cada fin de semana se rinde en masa al placer del cañeo y los pinchos, donde los poetas alzan su voz en cada esquina y el Duero es uno más de sus habitantes. Una ciudad nada vanidosa con motivos para serlo.

Puesto de castañas. Soria Plaza San Clemente. Soria

En esta primera etapa, voy a recorrer Soria siguiendo los pasos de Antonio Machado, las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y las rimas de Gerardo Diego, pararemos para ir de tapeo y descubriremos con tempo lento sus calles, parques, iglesias y plazas. ¿Y el Duero? El Duero, querido viajero, merece su propio capítulo.

La Soria de Machado

Antonio Machado llegó a Soria para ocupar la cátedra de francés del que hoy es su instituto en un vagón de tercera y ligero de equipaje. Corría el año 1907. Poco a poco, el indulgente profesor se fue adaptando al tranquilo ritmo del día a día soriano entre sus aprobados, aprobadillos y aprobadejos. Un año después se trasladó a la casa de huéspedes de doña Isabel Cuevas donde conoció a su hija, Leonor Izquierdo. Una niña de trece años que le robó el corazón. A golpe de cartas de amor consiguió conquistarla y, salvando la desaprobación de la familia, la pareja se casó en el verano de 1909. Él tenía 34 años, ella 15. Dos años más tarde, el matrimonio se trasladó a Paris pero allí Leonor contrajo tuberculosis y decidieron volver a Soria para ver si allí mejoraba. No fue así y en agosto de 1912 la joven Leonor falleció. Tras su muerte, Machado abandonó Soria.

Estatua de Antonio Machado. Plaza del Vergel. Soria

Años después, Machado expresó en una carta lo que significaron estos cinco años en Soria: «Si la felicidad es algo posible y real -lo que a veces pienso- yo la identifico mentalmente con los años de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer». De esos días a nosotros nos queda su legado, Campos de Castilla, y una emotiva ruta para descubrir los rincones vinculados al poeta de la Generación del 98:

Instituto Antonio Machado. En pleno caso urbano, al lado de las antiguas murallas de la ciudad, está el instituto en el que Machado impartió clases durante cinco años. Aún se conserva un aula tal y como la dejó el poeta. Otro de sus ilustres profesores fue Gerardo Diego quien años más tarde enseñaría literatura en este mismo lugar.

Iglesia de Santo Domingo. Esta iglesia en mi opinión es una de las más bonitas de Soria. Un templo románico del siglo XII cuya fachada está presidida por un gran rosetón y por escenas bíblicas del Génesis y de la vida de Cristo. Aquí es donde acudía Leonor a rezar los domingos y aquí es donde acuden oriundos y foráneos para comprar los dulces que elaboran sus actuales moradoras, las monjas clarisas.

Iglesia de Santo Domingo. Soria

Casino Círculo Amistad Numancia. Si nos acercamos hasta la calle principal de Soria, El Collado, fácilmente daremos con la estatua de Gerardo Diego que preside la entrada al Casino Círculo Amistad Numancia. Antaño, este hermoso edificio del XIX albergaba dos instituciones que acabaron fusionándose: el Casino de Numancia, fundado en 1.848 por miembros de la burguesía soriana, y el Círculo de la Amistad en el que se reunía el pueblo llano. Por este histórico escenario de tertulias desfilaron las grandes figuras de nuestra literatura entre las que destaca, una vez más, la terna Machado, Bécquer y Gerardo Diego. De hecho, en la planta superior hay un museo dedicado a ellos. El acceso a la cafetería es libre de 10 a 14h. y de 20:30 a 23h. por lo que te aconsejo que te tomes algo allí si en el colegio, como yo, memorizaste algunos de sus poemas. Abre bien los ojos, recítalo en tu mente y siente como la historia te cala hasta los huesos.

Estatua de Gerardo Diego.  Soria. Casino Círculo Amistad Numancia. Soria

Plaza Mayor. En la Plaza Mayor de Soria, sobria y castellana como ella sola, se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Mayor, donde el poeta y su amada Leonor contrajeron matrimonio, y el Palacio de la Audiencia que luce en su fachada el famoso reloj que tantas veces inspiró a Machado. Los otros edificios destacables que acuñan su perfil son el Palacio de los Doce Linajes -actual Ayuntamiento- y la Casa del Común. El arco que atraviesa esta casa, conocido como Arco del Cuerno, es por donde entraban y salían los toros cuando la plaza hacía de coso.

Plaza Mayor. Soria Casa del Común y Fuente de los Leones. Plaza Mayor. Soria

Paseo y Ermita del Mirón.  Cuando regresaron de París, la pareja alquiló una casita en el Paseo del Mirón para que Leonor pudiera respirar aire puro y recuperarse. Aconsejados por el médico, cada día paseaban hasta la ermita barroca del mismo nombre. Un trayecto rodeado de árboles y envuelto en silencio que desde entonces quedó ligado a sus vidas. Si sigues el pequeño camino que hay detrás de la ermita, enseguida llegarás al mirador de Los Cuatro Vientos desde el que se divisa una de las mejores vistas de Soria: su caprichosa orografía, los márgenes del Duero, el puente, la imponente silueta del Monasterio de San Juan de Duero… Fíjate en el monumento que lo preside, son las siluetas de la pareja.

Ermita del Mirón. Soria Mirador de los Cuatro Vientos. Soria

Si tienes ocasión, intenta visitar la ermita por dentro. No tiene un horario fijo de apertura ya que la encargada de su mantenimiento es una seglar que, si el tiempo lo permite, suele abrirla por las tardes. Nosotros estábamos alojados en el Hotel Leonor Mirón, justo enfrente, y no fue hasta el último día, con el coche ya cargado, que vi su puerta abierta. No sé si fue por lo emocionada que entré o por llevar una cámara en la mano pero el caso es que la buena mujer nos la enseñó de arriba a abajo y hasta nos recitó con orgullo el Romance Mudo a Nuestra Señora del Mirón. ¿Un momento mágico? Sin duda y, como suele ser, protagonizado por las gentes del lugar, esos personajes que te encuentras por capricho del azar y que te enriquecen como viajero y como persona.

Cúpula de la Ermita del Mirón. Soria Un romance mudo con voz propia. Ermita del Mirón. Soria

Iglesia del Espino, olmo seco y cementerio. Dicen que la patrona de la ciudad guarda el sueño eterno de Leonor en su iglesia, un imponente edificio del siglo XVI, situado muy cerca del otro cerro de la ciudad, el del Castillo. En su atrio está el olmo seco. Un olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido del que Machado espera otro milagro de la primavera. Y unos pasos más allá, el cementerio donde reposan los restos de su esposa. En su sencilla lápida podemos leer: A Leonor, Antonio.

Iglesia del Espino y olmo seco. Soria Estatua y tumba de Leonor Izquierdo. Soria

En la tapia de enfrente hay un buzón con el nombre de Leonor para que los que lo deseen puedan dejar sus cartas y poesías siguiendo la misma iniciativa que se llevó a cabo en el cementerio de Coillure donde descansa Machado. Es inevitable preguntarse… ¿Dónde irán a parar esas cartas? ¿Quién las leerá?

Buzón de Leonor. Cementerio de Soria

La Soria más nobiliaria

Alrededor de la ya mencionada calle El Collado, por donde pasean, compran y se dejan ver los sorianos, se articula un centro histórico que lucha por mantener el esplendor de la Soria medieval.  Un pasado ya lejano que podemos revivir en calles nobiliarias como la calle RealZapatería, en la calle Aduana Vieja -con los Palacios de los Ríos y Salcedo, del Vizconde de Eza o de Don Diego Solier- y en la calle Caballeros donde, además de mansiones y casonas de alta alcurnia, se encuentran el Palacio de la Diputación y la iglesia de San Juan de Rabanera. Este templo, declarado Monumento Nacional, es un bello ejemplo del románico más sobrio y castellano.

Cartel de Bécquer en la calle El Collado. Soria Calle Aduana Vieja. Soria Iglesia de San Juan de Rabanera y Palacio de la Diputación. Soria

Como enumerar todos los conventos, casonas y edificios civiles que encontramos por toda la ciudad podría ser eterno, te dejo con dos recomendaciones finales: el Palacio de los Condes de Gómara, hoy Audiencia Provincial y joya de la arquitectura civil soriana, y la Concatedral de San Pedro, Monumento Nacional que conserva el claustro románico del templo primitivo.

Palacio de los Condes de Gómara. Soria Interior de la Concatedral de San Pedro. Soria

De tapas por Soria

Los sorianos son gente de calle. Están acostumbrados al frío y por muy bajas que sean las temperaturas, el momento caña no lo perdonan. Sobre todo los domingos, a la hora del aperitivo, cuando es prácticamente imposible encontrar hueco en cualquier barra ni en las mesas de la calle. Además de en la Plaza Mayor, el cañeo se concentra en dos plazas. Oficialmente son la Plaza Ramón Benito Aceña (Herradores para los de casa) y la Plaza San Clemente (El Tubo). Por cierto, en la Plaza de Ramón Benito Aceña vivieron los hermanos Bécquer y Gustavo Adolfo sufrió el dolor del adulterio de su esposa. Al igual que Machado, el poeta sevillano se sintió profundamente atraído por esta tierra que inmortalizó en alguna de sus Leyendas más populares como El rayo de luna o El monte de las Ánimas.

Plaza Ramón Benito Aceña. Soria

Volviendo al tema que nos ocupa, aquí tienes una selección de locales en los que se tapea de vicio:

Bar Poli (Plaza San Clemente, 3.) Un bar de toda la vida que se pone hasta la bandera. Las tapas están buenísimas, los preciosos son baratos (2€ tapa y caña) y el ambiente es el que se espera en este tipo de locales: comandas a voz en grito, botellines y cañas arriba y abajo y el mismo estrés que se respira en la ciudad, cero. Imprescindibles: champiñones y cojonudos.

Bar Patata (Plaza, San Clemente, 1). Con ese nombre no hace falta mucha más explicación pero te lo confirmo, aquí se viene a comer raciones que llevan patatas y pinchos tan originales como el solomillo de canguro o las mini hamburguesas de kobe.

Calamares de Antigua Casa Apolonia y champiñones del bar Poli. Soria

Antigua Casa Apolonia (Plaza Ramón Benito Aceña, 8). En el bar más antiguo de Soria (1850) lo propio es pedir una ración de calamares. ¡Riquísimos!

Mesón Castellano (Plaza Mayor, 2) La barra del Mesón Castellano es el paraíso de las tapas: montaditos, ensaladillas, chorizo y, sobre todo, torreznos. Los mejores que he probado en Soria. A destacar: siempre es agradable que te sirvan camareros de la vieja escuela.

Torreznos del Mesón Castellano. Soria

Tres últimas tentaciones: para comer comer, el propio Mesón Castellano y el Asador Ecus donde preparan un cochinillo y un cordero asado delicioso (Numancia, 4). Y para tomarte un buen chocolate con churros o cualquier exquisitez artesana preparada con la famosa mantequilla de Soria, la Pastelería Nueva York (El Collado, 16).

La Soria verde

Responde al nombre de Alameda de Cervantes pero todo el mundo lo llama La Dehesa. Es el corazón verde del casco urbano la ciudad. Un auténtico jardín botánico, con más de cien especies vegetales, cuajado de rincones con nombre propio. Como la ermita de la Soledad, con su Cristo del Humilladero, la Fuente del Niño, la pradera o la rosaleda. Una nota curiosa: los columpios de la zona de juegos infantiles fueron un regalo de la productora Metro Goldwyn Mayer tras rodar en Soria la película Doctor Zhivago.

Alameda de Cervantes. Soria

También merece le pena subir hasta el Parque del Castillo para disfrutar de las preciosas panorámicas que nos ofrece y ver los restos de lo que fue una gran fortaleza capaz de dar cobijo a gran parte de la población. Alrededor de las pocas ruinas que quedan nació este parque que domina la ciudad. Enseguida reclama nuestra atención la estela plateada del Duero, unos arcos románicos y una ermita situada a orillas del río. Ellos serán los protagonistas de la segunda entrega de mi paso por Soria.

Más reportajes sobre Soria:

La Laguna Negra, uno de los parajes más bellos de la provincia de Soria

Descubriendo el yacimiento arqueológico de Numancia

Descubriendo el yacimiento arqueológico de Numancia

Descubriendo el yacimiento arqueológico de Numancia

Tras mi escapada a tierras sorianas, he podido comprobar que el eslogan «Soria: Ni te la imaginas» es totalmente cierto. He vuelto sorprendida por su diversidad paisajística, por su rico patrimonio histórico y por la gastronomía de una región que injustamente todavía hoy sigue siendo una gran desconocida para muchos viajeros. Es por ello que después de mostrarte el increíble paraje de la Laguna Negra quiero invitarte a un viaje en el tiempo que se inicia hace algo más de 2.000 años y que hoy podemos revivir en el yacimiento arqueológico de Numancia.

Este yacimiento, símbolo de la resistencia y valentía de un pueblo frente a la poderosa Roma, está situado a 7 km. de Soria capital, en lo alto del Cerro de la Muela, que se eleva sobre la llanura en las inmediaciones de la población de Garray. Aunque puede visitarse por libre, siguiendo los paneles que encontrarás durante el recorrido, mi consejo es que realices una visita guiada porque si no, te dejarás por el camino muchos aspectos, anécdotas y curiosidades de la historia de Numancia (4€).

Numancia. Soria

Antes de empezar el itinerario por los restos de la ciudad celtíbera, en el centro de recepción de visitantes podrás ver un documental de siete minutos de duración en el que el Duero, en primera persona, te dará una visión global de lo acontecido en estas tierras.

Una historia que merece ser contada

Numancia fue fundada a principios del siglo II a.C. por los arévacos, la tribu más poderosa de los celtíberos, según relata el historiador romano Apiano. Esta ciudad encabezó la resistencia contra Roma a lo largo de 20 años, dos décadas de luchas y enfrentamientos en los que la historia se convirtió en leyenda. Y es que Numancia era una plaza vital por su estratégica ubicación. Situada en las confluencias del río Duero con el Tera y el Merdancho, era el nexo de comunicación entre el valle del Ebro y el valle del Duero.

Vista del Moncayo desde el recinto arqueológico de Numancia. Soria

El primer cónsul que fracasó en su intento de conquistar Numancia fue Nobilior en el año 153 a.C. De nada le sirvió el gran ejército ni los diez elefantes que trajo consigo de África. Según cuentan las crónicas, los numantinos lograron alcanzar con una piedra la cabeza de uno de esos elefantes que, enfurecido, contagió a los demás y se volvieron contra las tropas romanas. 6.000 romanos murieron en esta batalla el 23 de agosto, día consagrado a Vulcano. A partir de entonces, Roma declaró este día como «nefasto» de manera que ningún general romano volvió a librar una batalla en esa fecha.

En los años siguientes, los numantinos vencieron sucesivamente a los generales que Roma fue enviando. A su favor tenían su armamento ligero, su estrategia de guerrilla, con movimientos rápidos y por sorpresa de ataque y huida, y un terreno que dificultaba la movilidad del ejército romano acostumbrado al combate en formación. Por no hablar de que ellos sí estaban acostumbrados al frío invierno soriano. De hecho, con el inicio de las guerras celtibéricas, Roma decidió adelantar el comienzo de su año oficial de marzo a enero, de modo que los cónsules que se nombraran cada año para luchar en Hispania tuvieran tiempo suficiente para llegar e iniciar las campañas en primavera. Este cambio de fechas fijó el inicio de nuestro año actual. Curioso, ¿verdad?

Recinto arqueológico de Numancia. Soria

Desgraciadamente, la suerte de los numantinos cambió en el 134 a.C. A estas alturas, Roma no podía permitir que una simple ciudad celtíbera pusiera en jaque el prestigio de sus tropas y por ello envío a Numancia a su general más famoso, Publio Cornelio Escipión. Éste, en vez de iniciar un ataque directo contra la ciudad, lo que hizo fue aislarla con un férreo cerco, formado por siete campamentos, levantados en los cerros que rodean Numancia y unidos por un sólido muro de 9 km de perímetro. Ahora solo era cuestión de esperar.

Durante los once meses que duró el asedio, los numantinos trataron en varias ocasiones de plantarle cara al invasor pero sin éxito. Estaban sitiados, sin alimentos ni ganado, y la población se moría de hambre. Ante la inminente derrota, algunos guerreros numantinos lucharon entre ellos para morir en batalla como todo buen guerrero, otros optaron por suicidarse. Finalmente, la ciudad cayó por inanición en el verano del 133 a.C. Numancia fue arrasada, su territorio se repartió entre los indígenas que habían ayudado a Escipión y los pocos supervivientes fueron vendidos como esclavos. Pese a este trágico final, la actitud heroica de los numantinos nunca cayó en el olvido y fueron los propios romanos quienes a través de sus crónicas dieron a esta hazaña una dimensión universal. Ahora ya sabes por qué una de las definiciones del adjetivo numantino según la RAE es «que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias».

Recorrido por el recinto arqueológico

Para visitar el recinto arqueológico, contratamos una visita guiada. Antonio, nuestro guía, nos relató con todo lujo de detalles la historia de Numancia con tanta pasión que consiguió trasladarnos a aquellos tiempos. Además, hay que reconocer que lo tienen muy bien preparado porque a cada uno de nosotros nos dieron un receptor para escucharle sin problemas aunque nos alejásemos.

Receptor

Así fuimos descubriendo cómo, tras la conquista romana, los nuevos pobladores de Numancia empezaron a construir sobre la antigua ciudad dando como resultado lo que podemos ver hoy en día: la superposición de dos ciudades, la celtíbera y la romana. Su trazado no varió mucho respecto al de la anterior ciudad celtíbera cuyas calles estaban diseñadas de manera que pudiesen cortar el viento norte.

Para hacer más ilustrativa y didáctica la visita, se han reconstruido dos viviendas que nos permiten entender los cambios que se produjeron de una etapa a otra.

La casa celtibérica y la casa romana

Las viviendas celtibéricas, construidas con piedra, madera y adobe y techadas con una cubierta de paja, eran de planta rectangular y se dividían en tres estancias: una delantera destinada a labores artesanales -con una trampilla en el suelo para bajar a la bodega-, una habitación central donde comían y dormían, y otra trasera destinada a despensa. En cuanto a la comida, los celtíberos se alimentaban principalmente a base de cereales, frutos secos y legumbres, y bebían caelia, una cerveza hecha con trigo fermentado que, según narran las crónicas, era de «sabor áspero y calor embriagador». ¿Una curiosidad? Hoy en día puedes probar una Caelia, una cerveza artesanal, sin conservantes ni colorantes, que se fabrica en Soria tomando el testigo de los pobladores de Numancia.

Casa celtibérica. Numancia. Soria

Interior casa celtibérica. Numancia. Soria

Las casas romanas, por su parte, eran más grandes que las celtibéricas y estaban hechas de piedra. A través de un patio abierto, se accedía a un pequeño vestíbulo que daba paso a la cocina y a las habitaciones. La última estancia estaba destinada a granero y almacén de útiles agrícolas y comunicaba con un pequeño corral exterior para los animales.

Casa de época romana. Numancia. Soria

Interior casa romana. Numancia. Soria

La muralla celtibérica, los aljibes y el barrio sur

Justo al lado de la casa celtibérica, se ha reconstruido un tramo de la potente muralla celtibérica que rodeaba la ciudad. Desde lo alto se puede contemplar una buena panorámica de los cerros donde estaban los campamentos romanos -hoy señalizados con postes blancos- y de todo el conjunto del yacimiento arqueológico. Durante el recorrido, también se pueden observar pequeños baños, varios aljibes donde almacenaban el agua, y lo que se ha podido recuperar del llamado barrio sur. En esta zona del cerro, la más protegida de los vientos fríos del norte, es donde la clase dirigente romana construyó sus viviendas. Como se puede apreciar en los ruinas que quedan, muchas tenían un patio delantero rectangular con un pórtico de columnas.

Muralla celtibérica. Numancia. Soria Aljibe con escalera. Numancia. Soria

Casa con patio porticado. Numancia. Soria

Y hasta aquí este viaje en el tiempo que te proponía al principio de este reportaje. Un periplo cargado de heroicidades, de vencedores y vencidos, que puedes revivir si te animas a visitar el yacimiento arqueológico de Numancia.

INFORMACIÓN PRÁCTICA

Tarifas de entrada: Básica: 0,60€. Reducida: 0,30€ (grupos, previa solicitud). Entrada gratuita sábados y domingos. Visita guiada: 4€

Horario: Octubre – Marzo: de 10 a 14 y de 16 a 18h. Abril – Septiembre: de 10 a 14 y de 16 a 20h. Domingos y festivos: de 10 a 14h. Lunes cerrado, excepto festivos y vísperas de festivos.

Dirección: Ctra. Nacional 111 (a 7 Km. de Soria). Garray.

La Laguna Negra, uno de los parajes más bellos de la provincia de Soria

La Laguna Negra, uno de los parajes más bellos de la provincia de Soria

Durante el pasado puente de diciembre, por fin he podido conocer un destino que tenía pendiente desde hace mucho tiempo. Te hablo de Soria, esa pequeña gran desconocida, situada en el este de Castilla y León, que las plumas de Bécquer, Machado y Gerardo Diego inmortalizaron para siempre. Han sido solo tres días que realmente me han sabido a poco pero suficientes para descubrir el gran atractivo de estas tierras vertebradas por el Duero. Quería conocer su encantadora capital, sumergirme en la historia recorriendo el yacimiento arqueológico de Numancia y, sobre todo, comprobar con mis propios ojos si cuanto había leído sobre la Laguna Negra era cierto.

Rumbo a la Laguna Negra

A medida que nos acercábamos a Soria, la carretera se difuminaba entre espesos bancos de niebla que, junto a las bajísimas temperaturas que marcaba el termómetro del coche, casi nos hacen desistir en el intento de subir a la laguna. Pero la ilusión y el espíritu aventurero ganaron la partida y enfilamos los 50 kilómetros que separan Soria capital y el Parque Natural Laguna Negra y Circos Glaciares del Urbión.

El trayecto desde Soria hasta la laguna es realmente bonito ya que atraviesa el pinar del monte Valonsadero y pasa al lado del embalse de la Cuerda del Pozo. Un mar de agua dulce rodeado de bosques y montañas también llamado embalse de la Muedra, en memoria del pueblo que quedó anegado por el pantano en 1941. Este embalse, el único que regula el río Duero en su cabecera, abastece de agua a la ciudad de Soria y en verano es uno de los lugares preferidos por los sorianos ya que se puede practicar todo tipo de deportes náuticos, pescar y además cuenta con una serie de playas como la famosa Playa Pita. Unos kilómetros más adelante, con la compañía de las vacas al borde de la carretera, se llega al pueblo de Vinuesa desde donde parte una pista forestal que desemboca en el aparcamiento de la Laguna Negra.

Plano del embalse de la Cuerda del Pozo. Soria

Embalse de la Cuerda del Pozo. Soria Vacas junto a la carretera. Soria

Cuando llegamos enseguida nos dimos cuenta que no éramos los únicos que habían decidido empezar el puente visitando la Laguna Negra. De hecho, el parking estaba hasta la bandera y nos tocó aparcar en un lateral de la carretera. Nada más bajar del coche empezamos a intuir el encanto del entorno. La frondosa vegetación de los pinos centenarios y hayas, los matices cromáticos, pequeños arroyos casi congelados y un manto de nieve cubriendo los laterales del camino. Una explosión de naturaleza en estado puro.

Aparcando en la Laguna Negra. Soria

Un arroyo entre la nieve. Laguna Negra. Soria

Para entrar en calor, tomamos un café con leche en la pequeña cabaña de madera que hay al inicio de la ruta. Allí nos informaron de la campaña de recogida de firmas que han puesto en marcha los hosteleros de Vinuesa para exigir que la limpieza de la nieve en los accesos a la Laguna Negra se mantenga durante todo el periodo invernal y no sólo en fechas señalas. Por supuesto, firmamos para contribuir a fomentar las visitas a uno de los parajes más hermosos de España que he visto hasta la fecha.

Justo enfrente de la cafetería está la parada del autobús público que recorre los 1.800 metros que hay desde el parking hasta la laguna. El precio de ida y vuelta es de 1,20 euros. ¿Lo cogimos? La respuesta es que sí. Pero no por vaguería sino por llegar antes. Cada vez iba llegando más gente -más de 400 personas según leímos en la prensa al día siguiente- y queríamos disfrutar de la laguna con toda la tranquilidad que fuera posible.

Cafetería de la Laguna Negra. Soria.

El autobús que sube hasta la Laguna Negra. Soria

Desde donde nos dejó el autobús hay poco menos de 300 metros hasta llegar a los pies de la laguna. Imagino que en primavera y verano este trayecto se debe cubrir en un pispás pero la nieve y las placas de hielo que cubrían el sendero, sobre todo en el último tramo, lo hacían prácticamente intransitable. Todos íbamos en fila india, agarrados a las barandillas y casi sin levantar la vista del suelo para evitar una mala caída.

Panel de información de la Laguna Negra. Soria

Ascendiendo por el sendero a la Laguna Negra. Soria

Ni que decir tiene que el pequeño esfuerzo valió la pena. La Laguna Negra, encajada a unos 2.000 metros de altura, entre paredes de oscura roca gris y farallones, es un lugar fascinante y mágico en el que el tiempo parece haberse detenido. Su poderosa grandeza enseguida me envolvió y un escalofrío de emoción recorrió todo mi cuerpo. Estaba helada, teñida de blanco, y todos los adjetivos que había oído de ella se quedaban cortos para expresar tanta belleza.

Laguna Negra. Soria

Vistas de la Laguna Negra. Soria

Hace unos dos millones de años, la Laguna Negra estaba dentro de un glaciar que se iniciaba en las proximidades del Pico Urbión y que descendía por el cinturón rocoso que la circunda hasta llegar al valle del Revinuesa. Los acantilados, al encontrarse más expuestos al sol, fueron sometidos a sucesivos hielos y deshielos que provocaron el desprendimiento de los grandes bloques de piedra que se ven sobre la laguna. Pero la Laguna Negra no es la única laguna glaciar de la sierra de Urbión. Hay dos más, la Larga y la Helada, que se encuentran a mayor altitud.

Pasarelas. Laguna Negra. Soria

Bordeando la laguna hay una serie de pasarelas de madera, salpicadas de miradores, en los que puedes perder la noción del tiempo haciendo fotos y disfrutando del juego de sombras y luces que se reflejan en sus heladas aguas. Nos hubiera gustado llegar al sendero que culmina en una de sus cascadas pero el espesor de la nieve -a mí me llegaba hasta las rodillas- nos lo impidió. Lo que sí pudimos hacer, con mucha cautela, fue llegar hasta la orilla para admirar este espectacular paraje natural desde otra perspectiva y, de paso, dar unos pasos sobre su superficie congelada.

La Laguna Negra helada. Soria

Siguiendo el consejo de los agentes medioambientales, la vuelta la hicimos por la senda del Arroyo de la Laguna ya que el camino estaba en mejores condiciones. Para volver al parking esta vez no cogimos el autobús. Ya no era necesario. Yo tenía mis fotos y la avalancha de personal que seguía llegando a la laguna ya no era un problema. Así que iniciamos el descenso con toda la calma del mundo, disfrutando de un paisaje agreste que guardaré en mi memoria toda la vida.

Iniciamos el descenso. Laguna Negra. Soria

Paisaje del Parque Natural Laguna Negra. Soria

Una de las muchas leyendas que envuelven a esta laguna cuenta que se llama Laguna Negra porque el lago no tiene fondo y de ahí su color oscuro, pero en realidad su nombre obedece al reflejo que provocan en sus aguas las enormes rocas que la cercan. Será cuestión de comprobarlo en primavera, porque volver, pienso volver.

Cómo llegar a la Laguna Negra desde Soria capital:

Desde Soria a la Laguna Negra hay 50 kilómetros. Tienes que coger la N-234 dirección Burgos hasta llegar a Cidones. Al final de este pueblo, hay que tomar el desvío a mano derecha dirección Vinuesa. Cerca de esta localidad ya verás los letreros que indican el camino hasta la Laguna Negra.