Visitar Salobreña, el corazón de la Costa Tropical de Granada

Visitar Salobreña, el corazón de la Costa Tropical de Granada

Un microclima extraordinario fruto de su privilegiada ubicación, un casco antiguo que enamora, un litoral salpicado de playas y recónditas calas, y una gastronomía que tiene en la tierra y el mar la mejor de las despensas. ¿Necesitas más motivos para visitar Salobreña?  

Visitar Salobreña
La preciosa estampa de Salobreña invita a recorrerla con paso tranquilo

Viajar a Salobreña, un estupendo plan en cualquier época del año

Mar y montaña, un rico pasado que se resiste a caer en el olvido y toda la magia que uno espera de un pueblo andaluz. Así es Salobreña, santo y seña de la Costa Tropical y uno de los pueblos más bonitos de la costa granadina.

Casco antiguo de Salobreña
Casco antiguo de Salobreña

Y es que aquí la expresión «el entorno lo es todo» es más acertada que nunca. Para comprobarlo solo hay que fijarse en su magnífica estampa. La de un caserío blanco situado en lo alto de un impresionante peñasco coronado por el castillo, que contrasta con el verdor de los cultivos y con el azul del Mediterráneo que acaricia su litoral. Y, como telón de fondo, las altas cumbres de Sierra Nevada.

La Caleta, Salobreña
Pescador en La Caleta

¿La guinda del pastel? Un microclima subtropical que se traduce en 320 días de sol al año y una temperatura media de 20 °C gracias a su cercanía con el norte de África y al macizo montañoso que frena los vientos del norte. Esta es la receta que avala lo evidente: viajar a Salobreña es un estupendo plan en cualquier época del año. Así lo confirman los lugareños que ven cómo en pleno invierno los viajeros pueden esquiar y tomar el sol en la playa en un mismo día.

Vegas de Salobreña
Las exuberantes vegas de Salobreña

Qué visitar en Salobreña

El casco antiguo, un bálsamo para los sentidos

Angostas callejuelas, casas blancas engalanadas con flores, pasadizos, bóvedas, patios, portones, azulejos que recitan poesías… Este es el perfil del casco medieval de Salobreña, una delicia nazarí que huele a jazmín y azahar.

Calle de Salobreña
Salobreña y sus preciosas buganvillas

Que no te frenen las empinadas cuestas y escaleras que conducen al castillo. Es tal la fotogenia de sus rincones que te detendrás una y mil veces para tratar de capturar su belleza. Una esencia forjada a lo largo de los siglos por las diferentes culturas que la escogieron para establecerse como fenicios, griegos, romanos y árabes.

Casco antiguo. Salobreña
Salobreña, la blanca

Mi recomendación es que recorras este encantador laberinto sin rumbo fijo para dejar espacio a la sorpresa, a esa exclamación de asombro que aparece sin buscarla al girar una esquina. Así, sin pretenderlo, irán desfilando ante tus ojos sus principales atractivos en barrios como La Villa, el Brocal y el Albaycín que dejan clara su factura medieval.

Casco antiguo de Salobreña
Tras cruzar La Bóveda

Te hablo de coquetas plazas como la del antiguo Ayuntamiento, y de La Bóveda, un hermoso pasaje que se apoya en la antigua muralla y que conectaba el Albaycín con la antigua medina. Y, cómo no, de la iglesia mudéjar de Nuestra Señora del Rosario que se alzó sobre una mezquita musulmana y cuya puerta, decorada con azulejos árabes, es una de las imágenes más reconocibles de Salobreña.

Iglesia de Nuestra Señora del Rosario

Otro cautivador escenario es el Paseo de Las Flores que discurre entre zonas ajardinadas y vistas de escándalo. Precisamente aquí, en esta ladera situada bajo el castillo, una placa nos recuerda la leyenda de las tres princesas que Washington Irving inmortalizó en sus Cuentos de la Alhambra.

Paseo de Las Flores. Salobreña
Paseo de Las Flores y castillo de Salobreña

El castillo árabe, Salobreña a vista de pájaro

Tras una lenta subida entre casas encaladas que parecen emerger de la roca, llegamos al castillo. Aunque sus orígenes hay que buscarlos en el siglo X como fortaleza defensiva, alcanzó su mayor esplendor en la época nazarí, cuando los monarcas del Reino de Granada lo utilizaban como palacio de invierno. De hecho, sus baños son muy similares a los de la Alcazaba de La Alhambra.

Castillo de Salobreña
Castillo de Salobreña

Datos históricos al margen, el castillo es uno de los imprescindibles que sí o sí debes visitar en Salobreña. Y no solo para conocer cómo su apariencia ha ido mudando en el pasado. También es una increíble atalaya para contemplar el presente de la villa. Ese que se divisa desde sus torres y muros, de Sierra Nevada al mar, y que se vuelve mágico cuando el sol se esconde. ¿El mejor atardecer de Salobreña? Seguramente.

Atardecer desde el castillo de Salobreña
Atardecer -sin filtros- desde el castillo de Salobreña

La Caleta, sabor a azúcar y sal

Buena parte del encanto de Salobreña reside en La Caleta, un barrio de pescadores y trabajadores de la antigua fábrica de azúcar, hoy catalogada como Bien de Interés Cultural de Andalucía. La cercanía del mar, la blancura de las casas encajadas en la ladera, el silencio… Sería imperdonable visitar Salobreña sin callejear por esta tranquila barriada que mira al Mediterráneo.

La Caleta. Que ver en Salobreña
La Caleta
La Caleta.  Visitar Salobreña
Barcas de pesca en La Caleta

Consejos viajeros → Si quieres probar los dulces típicos de Salobreña, acude a la panadería artesanal Los Tolinos y pide una tarta de piononos (Ramblilla de La Caleta). Y si te gusta la cerámica artística, puedes visitar el taller de Emilio Alaminos (Casa de la Cultura de La Caleta). Recuerda que apoyar al comercio local es la mejor aportación que puedes hacer siempre que viajes.

Sus playas, un ‘must’ de Salobreña

Son muchos los que deciden visitar Salobreña por sus playas. No es de extrañar teniendo en cuenta que no suelen estar muy masificadas y que el clima en la Costa Tropical siempre juega a favor del viajero.

Descansar en una tumbona, comer junto al mar, pasear por entornos casi virginales, practicar deportes náuticos… Sea cual sea tu elección, en Salobreña encontrarás tu particular paraíso costero. ¿Mis favoritas?

Playa Punta del Rio. Visitar Salobreña
Playa Punta del Río

Punta del Río → Situada en la desembocadura del río Guadalfeo, esta playa es perfecta para iniciarte en el mundo del surf de la mano del centro de actividades náuticas 18 Nudos Surf Club, tomarte algo en su zona chill out y avistar aves. Dependiendo de la época del año, podrás ver especies como garzas reales, alcatraces, cormoranes y ruiseñores comunes.

La Guardia → Aguas tranquilas y arena oscura en un entorno único flanqueado por cañaverales que discurre entre el Peñón y la antigua azucarera. Si tienes oportunidad, da un paseo en paddle surf o en kayak por los acantilados de La Caleta con The Guardian Sea Club.

Playa de la Guardia. Salobreña
Paddle surf en la playa de La Guardia

El Caletón → Lo mío con esta cala de aguas cristalinas fue amor a primera vista. Pequeña, aislada, solitaria y rodeada de acantilados. ¿Se pude pedir más?

El Caleton. Salobreña
El Caletón, mi flechazo costero

De Salobreña al cielo: la ruta de los miradores

Si la fisonomía de Salobreña es una delicia visual con los pies en la arena, imagina cómo es verla desde las alturas. Podrás comprobarlo si te lanzas a recorrer los Miradores del Cielo, una ruta que se detiene en 9 miradores a cuál más hermoso. El más famoso, sin duda, es el dedicado a Enrique Morente, uno de los grandes renovadores del flamenco cuyo legado sigue vivo en este balcón que se alza sobre el tajo.

Mirador de Enrique Morente. Que visitar en Salobreña
«La libertad es el arte de vivir». Mirador de Enrique Morente

Pero esta no es la única atalaya del Albaycín, también está el Hoyo de la Frascunda y el mirador del Postigo. Este último antaño comunicaba la playa y el puerto con la villa, y nos ofrece una vasta panorámica que alcanza Sierra Nevada y el Pico Veleta, la cuarta cumbre más alta de España. El mirador del Paseo de la Iglesia, el del Gato y el del Paseo de las Flores, con sus zonas ajardinadas, son otras terrazas de esta ruta señalizada con códigos QR que también está disponible en la app cordobesa OK Located.

Consejo viajero → ¿Dónde dormir en Salobreña? Una buena opción es el Hotel Salobreña Suites. Está a 3 km del pueblo, pero esa distancia se compensa con creces con las fantásticas vistas que se divisan desde las habitaciones que dan al mar.

Senderismo en Salobreña

¿Más motivos para viajar a Salobreña? Disfrutar de su rico patrimonio natural que puedes descubrir a través de su red de senderos. Toma nota de alguno de ellos y lánzate a caminar en busca de los paisajes que la rodean:

Ruta de la Vega Baja de Salobreña y Motril → Prácticamente llana, esta ruta de 19 km discurre por caminos agrícolas y por el litoral que une la desembocadura del río Guadalfeo y el barrio de El Varadero de Motril.

Ruta de la Chirimoya → Adéntrate en la vega de Salobreña para ver de cerca las fincas en las que se cultivan sus apreciadas frutas tropicales.

Senda Mediterranea de Salobreña
Senda Mediterránea

Senda Mediterránea → Esta agradable ruta une el casco antiguo de Salobreña con el de Almuñécar sin apenas perder de vista el Mediterráneo. Si sus 14 km te parecen demasiada distancia a cubrir, puedes disfrutar de su paisaje de acantilados y especies endémicas recorriendo el tramo que va desde el hotel Salobreña Suites a La Caleta.

La gastronomía de Salobreña

Otra de las razones por las que vale la pena visitar Salobreña es por su gastronomía que se nutre de la huerta y el mar para complacer al más exquisito de los paladares. Y es que este rincón de Andalucía no solo destaca por deliciosas recetas del mar, como el pulpo seco, los espetos de sardinas o la zarzuela de marisco. También podrás probar excelentes frutas tropicales como mangos, papayas o aguacates que, gracias al mino de los agricultores de la zona, te trasladarán a paraísos como México, Cuba o Venezuela. Mención aparte merecen las chirimoyas que en su día llegaron de Ecuador y Perú, y que han dado lugar a una variedad autóctona de increíble sabor: Fino de Jete.

Frutas tropicales de Salobreña
Frutas tropicales de Salobreña

Finca ecológica Matagallares

Si quieres conocer sobre el terreno el origen y la forma de cultivo de estas frutas tropicales, te recomiendo visitar la Finca Ecológica Matagallares. Allí te espera su propietario, Juan Carlos Vinuesa, que desde el 2001 lleva a cabo una producción ecológica certificada. Consciente de que progreso y sostenibilidad han de ir de la mano, riega su hectárea con un sistema de goteo programado y localizado para que no se pierda ni una gota de agua, utiliza máquinas de biomasa y deja que la naturaleza y las gallinas que corren por su plantación hagan el resto.

Finca ecologica Matagallares. Que visitar en Salobreña
Finca ecológica Matagallares
Frutas tropicales de Salobreña

Un consejo más: concluye esta interesante visita agroturística con una degustación de sus productos porque esos sabores difícilmente los encontrarás fuera de la Costa Tropical de Granada.

Dónde comer cuando viajes a Salobreña: chiringuitos y restaurantes recomendados

A pesar de su pequeño tamaño, Salobreña cuenta con una variada oferta gastronómica basada en alimentos de temporada y de proximidad con tintes de las diversas civilizaciones que han pasado por ella a lo largo de los siglos.

Si te apetece comer a la vera del mar, tu destino es Casa Emilio, un chiringuito de toda la vida por donde desfilan contundentes zarzuelas, frituras de pescado, mariscos, pulpo a la Salobreña, paellas costeñas y, cómo no, la omnipresente ensalada tropical (Paseo Marítimo, 5. Abierto todo el año).

Casa Emilio. Salobreña
Casa Emilio, un clásico del Paseo Marítimo de Salobreña

Otra apuesta segura la encontrarás en el restaurante La Bahía que llena de sabor la playa del Peñón. Buen servicio, ingredientes locales y opciones vegetarianas, veganas y sin gluten. ¿Un bocado imprescindible? La ensalada Bahía: mango, queso de cabra, mezclum de lechugas, fresas, aguacate y helado de mango.

Restaurante La Bahia. Salobreña
La Bahía, el placer de comer o cenar junto al mar

Ya en el casco antiguo, se impone hacer un alto en el camino en la plaza del antiguo Ayuntamiento. En el número 10 está La Botica, un restaurante de cocina mediterránea en cuya carta no faltan recetas tradicionales como el atún rojo, el arroz caldoso o las almejas a la marinera. Si puedes, reserva mesa en su coqueto Sky Bar. Sus vistas serán el mejor condimento para una velada fantástica.

Y si buscas una cocina que fusione raíces y toques de vanguardia, acércate a conocer el proyecto gastronómico que el chef Francisco Izquierdo desarrolla en el restaurante Aráis. Sabores del mar que llegan de la cercana lonja de Motril, verduras y frutas de temporada, carnes de la sierra… Todo ello regado con una de las bodegas más completas de la Costa Tropical en la que destaca su propio ron: El Mondero.

Restaurante Arais. Salobreña
Restaurante Aráis, un auténtico paraíso foodie

Ir tapeo, un imprescindible de Salobreña

Otra de las cosas que sí os sí debes hacer cuando viajes a Salobreña es algo tan granadino como ir de tapas por el casco antiguo, La Caleta o la zona baja. El imprescindible El Cuesta, un bar de toda la vida donde probé el estupendo mosto Castillo de Salobreña- (Fuente C, 4), la fritura del Pesetas (Bóveda, 11), las elaboradas tapas del Antaño (Díaz del Moral), la fusión del Restobar Lolitalola (Guadalfeo, 3)… Y suma y sigue porque, como ya habrás imaginado, a Salobreña se viene a comer mucho y bien.

Tapear en Salobreña
El Cuesta y el Antaño, dos imprescindibles del tapeo salobreñero

Y hasta aquí este atractivo y variado listado de razones por las que deberías visitar Salobreña, un destino andaluz como mucho que ofrecer estación tras estación. ¿Ponemos rumbo al sur?

*Nota: Este artículo forma parte del blogtrip #ViveSalobreña organizado por la Oficina de Turismo de Salobreña. Como siempre que realizo este tipo de viajes, todas las opiniones vertidas son fruto de mi experiencia.

Siete razones para visitar Jávea / Xàbia

Siete razones para visitar Jávea / Xàbia

A principios de verano, antes de la llegada del tremendo calor que hemos tenido que soportar, nos planteamos una breve escapada al mar. No queríamos ir muy lejos para no pasarnos los dos días que teníamos libres en la carretera. Unos 400 kilómetros como máximo desde Madrid. Mapa en mano escudriñamos el litoral de la Comunidad Valenciana en busca de un destino nuevo en el que ejercer de viajeros aunque fuera por unas pocas horas. Peñíscola, Benicàssim, Dénia… ¡Xàbia! Una pequeña población marinera, situada al norte de la Costa Blanca, entre los cabos de La Nau y Sant Antoni. Encajaba perfectamente con lo que andábamos buscando y allí nos dirigimos confiando plenamente en la capacidad de nuestro Toyota Corolla del 2001 (250.000 kilómetros y sumando).

La verdad es que acertamos de pleno y regresamos al asfalto de Madrid con las pilas cargadas y decididos a repetir la experiencia con más calma en un futuro. ¿Por qué Xàbia? Aquí van mis siete razones para visitarla.

Playas y calas

Sin duda, lo que más nos llamó la atención de Xàbia fue ver cómo va cambiando el paisaje a lo largo de sus 25 km. de costa. Playas abiertas de grava, pequeñas calas de cantos rodados, una extensa playa de fina arena, acantilados de vértigo… Algunas pistas:

Playa Arenal: Es la más conocida y frecuentada ya que es la única playa de arena del municipio y sus aguas son poco profundas. Está situada en el centro de la Bahía de Xàbia. A lo largo del paseo marítimo hay un montón de tiendas, restaurantes de todo tipo y pubs para tomar una copa frente al mar.

Cala Blanca: Está formada por dos calitas contiguas: Caleta I y Caleta II. Su acceso se realiza a pie desde la Avda. Ultramar. Son calas rústicas de grava y roca, de aguas tranquilas y cristalinas.

Cala La Barraca o Portitxol: A esta recoleta cala se puede llegar en coche desde la carretera del Cabo de la Nao o bien a pie desde el Mirador de la Cruz del Portitxol. Frente a la cala está la Isla del Portixol que cuenta con unos fondos marinos muy apreciados por los submarinistas. Un consejo: lleva gafas de bucear y sandalias que sujeten el tobillo para las piedras.

Cala Granadella: Nuestro rincón favorito de Xàbia. Acceder a ella no es muy fácil pero realmente merece la pena. Se llega en unos 20 minutos en coche a través de una carreterita que se toma desde la Ctra. Cabo de la Nao (la señalización no es muy buena así que fíjate bien para no pasarte el desvío). El trayecto de por sí ya es todo un regalo ya que vas sorteando un espeso bosque de pinos mediterráneos salpicados por elegantes villas. Una vez allí lo que encuentras es una cala rústica de grava, bolos y rocas que se cierra casi totalmente a un mar verde turquesa. Un entorno prácticamente virgen de aguas transparentes con unas pocas casas de colores a su alrededor y algún que otro restaurante. El único inconveniente es que no hay mucho sitio donde aparcar así que mejor visitarla entre semana.

Ruta de los Miradores

Uno de los principales atractivos naturales del litoral de Xàbia son las increíbles panorámicas que se divisan desde cada uno de sus quince miradores. Podría detenerme en cada uno de ellos y describir las espectaculares vistas del Mediterráneo que ofrecen, pero prefiero recoger un extracto de la carta que el genial Joaquín Sorolla escribió a su esposa, allá por 1896: «Xàbia tiene todo lo que deseo, y más, y si tuvieras lo que yo tengo delante de mi casita, no encontrarías palabras para enaltecerlo, yo enmudezco de la emoción que aún me domina(…). Es el sitio que soñé siempre, mar y montaña, pero ¡qué mar!». 

Y es que durante cuatro veranos, Sorolla quedó prendado de este bello tramo del litoral alicantino que plasmó en más de un centenar de cuadros. A nosotros nos bastó un par de días para suscribir sus palabras. Si no dispones de mucho tiempo, quédate con estos tres miradores: el Cap de Sant Antoni, la Creu del Portitxol y el Cap de la Nau, el punto peninsular más cercano a la isla de Ibiza.

Más información: Miradores de Jávea, una ruta entre pinos y acantilados

Recorrer el casco histórico

Recorrer el centro histórico de Xàbia a última hora de la tarde, tras una mañana de sol y playa y una pequeña siesta, es algo imprescindible. Entre sus edificios más notables destacan la Iglesia-Fortaleza de San Bartolomé, de estilo gótico isabelino y declarada Monumento Artístico Nacional, el Ayuntamiento, el Mercado Municipal de Abastos y las ostentosas casas que la burguesía local mandó construir a finales del s. XVIII gracias al comercio de la pasa. Algunos ejemplos son la Casa dels Bolufer, Ca Lambert o la Casa de les Primícies. Otro edificio relevante de la villa es el Museo Arqueológico y Etnográfico Soler Blasco, un palacio gótico del XVII con una magnífica fachada de piedra tosca.

Tras estos citas obligadas, mi recomendación es que te dejes llevar sin rumbo fijo por el entramado de calles que rodean la iglesia y que fijes tu mirada en las fachadas blancas de sus casas, en sus ventanales góticos y en los hermosos enrejados de forja que las decoran. Si te apetece tomar algo, siéntate en una de las terrazas de la Plaça de Baix. Nota para los padres: si viajas en familia, infórmate en las oficinas de turismo de Xàbia sobre las rutas teatralizadas, una forma lúdica y divertida para acercarte a la historia del municipio con tus hijos.

Un paseo por el puerto

La silueta en el horizonte de los barcos que traen al atardecer el pescado recién capturado, la serena estampa de Xàbia desde el espigón, la tradicional subasta en la lonja, las antiguas casitas de los pescadores, la puesta de sol sobre el puerto… El barrio marinero conocido como Duanes de la Mar es uno de los lugares que mejor guardan la historia y la esencia de Xàbia. Aquí se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto, un original ejemplo de arquitectura religiosa de vanguardia. Si te fijas verás como su cubierta, de madera de pino rojo, tiene la forma de la quilla de un barco. Ni que decir tiene que esta zona se pone hasta la bandera por las noches gracias a la variedad de restaurantes y bares de tapeo que alberga.

Senderismo y naturaleza

Si te gusta practicar senderismo, estás en el lugar correcto. A tu aire o con un servicio de guías gratuito facilitado por el departamento de turismo del Ayuntamiento de Xàbia (consulta el calendario de salidas en su web). Hay muchas rutas entre las que escoger que te llevarán a conocer paso a paso el accidentado y singular paisaje de Xàbia. El Parque Natural del Montgó, Cala Granadella y su castillo, de Cala Barraca al Cap Prim…

Despertar frente al Mediterráneo

Un pequeño lujo al alcance de todos si optas, como nosotros, por alojarte en el Hotel Solymar y dejas la opción del Parador de Turismo para tiempos mejores. Un dos estrellas acogedor y tranquilo, situado en primera línea de playa donde no te será complicado aparcar. Precio hab. doble con vistas al mar en junio y entre semana: 64,81€.

La gastronomía de Xàbia

Imposible resistirse a la cocina local de Xàbia que toma forma en exquisiteces como el «cruet de peix», las frituras, el arroz en cualquiera de sus variantes, el pulpo a la plancha o el «suc roig», un guiso de pescado elaborado con tomate, ñora y pimentón. ¿Dos rincones perfectos para sucumbir a sus sabores? El restaurante Sur de Cala Granadella -al que pienso dedicarle un post próximamente- y La Cantina de Jávea (Muelle pesquero. Lonja, s/n).

Completa tu escapada a Jávea con estas actividades:

Si quieres aprovechar al máximo tu estancia en Jávea, aquí tienes una serie de actividades y excursiones que pueden interesarte:

Excursión en catamarán por los cabos de Jávea e isla de Portitxol: Navega por el litoral de Jávea y descubre la belleza de los cabos de Sant Antoni, Sant Martí y la Nau.

Bautismo de buceo en Jávea: Iníciate en el mundo del submarinismo explorando las profundidades de la bahía de Jávea y sus impresionantes fondos marinos.

Curso de buceo PADI Open Water: Conviértete en un buceador certificado con este curso de buceo en Jávea, cuyas aguas son perfectas para las inmersiones.

Tour en kayak por Jávea + snorkel: Toda una aventura para conocer los acantilados, las pequeñas calas y la famosa Laguna Azul de Jávea. Además, podrás practicar snorkel en la cueva marina más grande de España

Tour en vespa por Jávea: Descubre todos los encantos de Jávea conduciendo esta moto clásica mientras sientes la brisa del Mediterráneo.

Paseo en catamarán al atardecer: Disfruta de una impresionante puesta de sol desde el mar

Isla Saona: una escapada imprescindible

Isla Saona: una escapada imprescindible

Una excursión a la Isla Saona que empezó así… Son las 7 de la mañana, estamos en la recepción del hotel y a duras penas podemos mantener los ojos abiertos. La fiesta en la playa de la noche anterior se alargó más de la cuenta porque nadie pudo resistirse al último tragto de Vitamina R, que es como los dominicanos llaman al ron. Pero ahora toca madrugar. Hemos contratado la que nos aseguran es la excursión más vendida en la República Dominicana: la visita a la Isla Saona. 160 € por persona. ¿Valdrá la pena?

Dos horas de recorrido en autobús entre plantaciones de caña de azúcar y café, salpicadas por humildes poblaciones, nos llevan hasta la provincia de La Romana, mundialmente conocida como la Casa de Campo, un complejo de ocio y recreo para millonarios al que acuden fielmente ‘celebrities’ como Julio Iglesias, Oscar de La Renta, Bill Clinton, Shakira o Sharon Stone. Allí nos espera nuestro catamarán, “el encargado de llevarnos hasta el paraíso”, comenta nuestro guía.

Catamarán. Isla Saona

Isla Saona Tras una relajante travesía por un Caribe manso y cálido, y abrazados por el ritmo de una bachata (género musical que va ganando terreno al clásico merengue), nuestra embarcación se detiene a 400 metros de la costa. Estamos en el banco de arena más grande de la zona, una piscina natural de poco más de un metro de profundidad, en la que habitan muchas especies marinas como las estrellas de mar.

Regresamos al barco y Manuel nos recibe con una bandeja de canapés y unos chupitos. Este domicano, de tez mulata y barriguita de bon vivant, es, sin duda, el alma de la tripulación. Una de sus frases favoritas: “Venga, señorita, que siempre es buen momento para tomar un roncito”. El turismo es su vida y disfruta como un enano entreteniendo a los turistas. Y aunque su día a día es una rutina sin apenas sorpresas (agasajar a los visitantes, entretenerles enseñándoles a mover los pies al son del merengue, servir el marisco a la hora de la comida, etc.), no lo cambiaría por nada. De hecho, un amigo de Higüey le ha ofrecido el triple de su sueldo actual por estar al frente de su tienda de souvenirs. Pero “de eso nada, aquí vivo como un rey, me río mucho con los turistas y no soportaría estar encerrado en una tienda todo el día. Esto es el Caribe y hay que disfrutarlo mientras el cuerpo aguante”.

Mientras charlamos con él, notamos que el barco se para de nuevo. En un abrir y cerrar de ojos, la cubierta del catamarán se ha llenado de gafas de buceo, aletas y snorkels. Por fin vamos a descubrir la riqueza de los fondos marinos de la zona, una fauna y una flora marina que discurre entre magníficos arrecifes de coral.

La primera en volver al barco es Maite, una guapísima valenciana de 21 años que conocimos en el avión. Su cara tiene la misma expresión que la del resto del grupo. Radiante. Feliz. Como para la mayoría, esta es la primera vez que practica el buceo de superficie y sencillamente está alucinada. “Aunque me ha dicho que hay enclaves mejores que éste para ver peces tropicales y corales, para mí ha sido increíble. Al principio me daba mucho miedo por si rozaba algún coral pero luego me he relajado y ha sido fantástico».

Isla Saona

De repente, la música ambiental cesa y todo el grupo vuelve su mirada al horizonte para atisbar los primeros trazos de Isla Saona. La estampa es soberbia y nos deja sin habla: un entramado de palmeras que se retuercen formando un tupido bosque de cocoteros a los pies de kilométricas playas solitarias de finísima arena blanca. El color del agua recorre todas las posibilidades del azul, aquí más claro, allá más turquesa…

Panorámica Isla Saona

Palmeras en Isla Saona Isla Saona Agua de coco. Isla Saona

Aprovechando el silencio reinante, el capitán del catamarán da un golpe de efecto y nos empieza a relatar la llegada de Cristóbal Colón a esta tierra. Fue el 14 de septiembre del 1494, durante su segundo viaje, y la nombró Bella Savonesa en honor al savonés Michele da Cuneo, el primero en darse cuenta que se trataba de una isla independiente de la entonces ya nombrada La Española. Para los indígenas taínos, acostumbrados a llamarla Adamanay, el nuevo nombre resultaba muy difícil de pronunciar por lo que con el tiempo pasó a denominarse definitivamente Isla Saona.

También nos cuenta cómo el famoso cacique Cotubanamá, orgulloso jefe indígena de esta región, se refugió sin éxito en una de las numerosas cuevas de esta isla huyendo del las matanzas protagonizadas por los conquistadores españoles.

Así, entre pinceladas históricas que no hacen sino aumentar la emoción del momento, arribamos a la isla de mayor extensión del país. Estamos dentro del Parque Nacional del Este dispuestos a descubrir por qué ha sido elegida una de las Ocho Islas de Ensueño del Caribe por la prestigiosa revista Caribbean Travel & Life Magazine.

Gracias a un guiño del azar, la inmensa playa que discurre bajo nuestros pies está vacía, a excepción de un par de lugareños que nos ofrecen agua de coco. Instintivamente, el grupo se disuelve para colonizar un pedazo de arena blanca como el azúcar y disfrutar en solitario del espectacular entorno que nos rodea.

Más tarde, tras degustar una buena comida y sintiéndonos ya parte del paisaje, recorremos el poblado de Mano Juan, una pintoresca localidad de pescadores acostumbrados a ver interrumpida su tranquila vida con la llegada de los turistas.

Con la puesta de sol, llega el momento de regresar a nuestra embarcación. Atrás queda una larga jornada llena de experiencias inolvidables, de imágenes paradisíacas que conservaremos en nuestras retinas porque hemos comprobado que el paraíso en la tierra existe y se llama Isla Saona. ¿Valió la pena? Definitivamente, sí.