La Región de los Mil Lagos de Finlandia: el verano que te mereces

La Región de los Mil Lagos de Finlandia: el verano que te mereces

¿Con qué imágenes pintarías el cuadro de unas vacaciones perfectas? Paisajes de escándalo, días cálidos y noches frescas, aire puro, poca gente, una charla entre amigos, una cerveza bien fría, algo de deporte, un momento de soledad, unas pinceladas culturales, romper el yugo de la rutina y relajarte… Al final, todo se resume en dos palabras: ser feliz. Y puestos a buscar lo que la RAE define como «estado de grata satisfacción espiritual y física«, nada mejor que hacerlo en la Región de los Mil Lagos de Finlandia donde te espera un verano como nunca antes has vivido. El verano que te mereces en el país más feliz del mundo.

La Region de los Mil Lagos de Finlandia

La Región de los Mil Lagos: el lujo de disfrutar del verano en Finlandia

Recorrer la Región de los Mil Lagos es viajar al corazón de la identidad finlandesa, un órgano que bombea impulsado por el cauce de sus aguazales, se alimenta con savia y que muestra en cada latido el carácter de una población que sabe disfrutar de la vida. Sobre todo, en verano, cuando todo es eterno. Como los días, el agua, el verdor de los bosques o la tranquilidad que proyecta un brutal entorno diseñado para que los sentidos se reconcilien.

Region de los Mil Lagos de Finlandia

Lo mejor de este escenario en el que la naturaleza da el do de pecho es que los finlandeses han sabido seguir su melodía. El resultado: un adagio que conjuga sin fricciones naturaleza y arquitectura, y que da pie a un sereno diálogo entre el hombre y el paisaje. A una conversación de tú a tú que fluye sin altibajos a la espera de la réplica del viajero. Aquí, en la parte central del sur de Finlandia, a poco más de 3 horas en avión desde España.

Iglesia de Petäjävesi. Region de los Mil Lagos de Finlandia

Finlandia: bienvenido a la república de la felicidad
Un sistema educativo y sanitario ejemplar, líderes en igualdad de género, ausencia de corrupción, impuestos proporcionales a los ingresos, libertad y seguridad, la nación con más bosques de Europa y la tercera a nivel mundial en cuanto a calidad del aire…. Este es el termómetro que marca la calidad de vida en Finlandia, una república ya centenaria que, según el informe World Happiness Report 2018 de Naciones Unidas, es el país más feliz del mundo. ¿Adivinas cuál es la mejor zona para comprobarlo?

Navegando por el lago Ruovesi. Finlandia

El objetivo y el dónde han quedado claros: buscamos el verano perfecto en la Región de los Mil Lagos de Finlandia. ¿Cómo conseguirlo? Conociendo qué hace feliz a las gentes de Lakeland los 365 días del año y, en especial, hasta que las noches vuelven a teñirse de negro.

Una cabaña junto al lago

Una cuarta parte de los finlandeses tiene una casa de verano, un segundo hogar en el que alejarse del mundo, un refugio que en la Región de los Mil Lagos se dibuja con trazos de madera y pantones de naturaleza… una cabaña junto al lago. ¿Importa qué lago sea? En absoluto. Si el país cuenta con más de 180.000, esta zona es la que más agua tiene y por ende, más cabañas a su vera.

Wilderness Boutique Manor Rapukartano

Koivulahden Rapukartano. Region de los Mil Lagos de Finlandia

¿Cómo es la vida en un sitio así? Tan intensa o relajada como quieras, o mejor, suma las dos opciones para esbozar el lienzo de un verano inolvidable. Desayunos a los que el reloj no ha sido invitado, paseos por el campo, nadar, montar en bici, navegar, practicar rafting, retomar aquel libro que dejaste a medias y devorar media docena más, recordar que el presente es lo que importa y posponer los problemas del mañana, sentir que el estrés se aleja impulsado por un chute de tranquilidad, tardes de sauna, noches sin fin… Pasar unos días en una cabaña es algo intrínseco al verano finlandés y puedo asegurarte que si pruebas, repites.

Practicar el Jokamiehen Oikeus

No te esfuerces en pronunciarlo y quédate con el concepto: en Finlandia todo el mundo tiene derecho a disfrutar de la naturaleza aunque se trate de un recinto privado. O lo que es lo mismo, la ley permite recorrer el país -con más del 70% de su superficie cubierta de bosques y 40 parques nacionales- con total libertad. Pero no solo podrás pasear, también bañarte en los lagos y recoger frutos silvestres siempre que lo hagas de forma responsable y sostenible.

Esta filosofía, democrática como pocas, dice mucho de la relación que tienen los finlandeses con la naturaleza: auténtica devoción. Respirar aire puro, escuchar los sonidos del silencio, liberar la mente, abrazar un árbol y sentir su energía… Una terapia forestal en toda regla que, obviamente, contribuye y mucho a la felicidad nacional ya que está comprobado que una buena dosis de campo mejora el estado de ánimo.

Torre de observacion de Mänttä. Region de los Mil Lagos de Finlandia

Dicho esto, y teniendo en cuenta que uno de cada cinco ciudadanos posee un bosque, te reto a encontrar un cartel de «prohibido pasar» en la Región de los Mil Lagos. Yo te espero columpiándome frente al lago.

La sauna: un saludable must try en la Región de los Mil Lagos de Finlandia

Los finlandeses llevan el tema de la sauna en el ADN, escrito en sangre generación tras generación desde que Finlandia es Finlandia. Prueba de ello es que hasta no hace mucho era el escenario en el que se completaba el ciclo de la vida: los niños nacían allí porque era el lugar más limpio de la casa y, tras la muerte, los cuerpos pasaban por un último lavado. Hoy en día, las cifras hablan por sí solas: 5.4 millones de habitantes y más de 3 millones de saunas. Echando cuentas, más de una por cada dos ciudadanos.

La sauna, una experiencia cien por cien finlandesa

Primero construye la sauna y después la casa. Como reza este antiguo proverbio finlandés, ir a la sauna es algo tan fundamental como respirar así que difícilmente entenderás la cultura de este país si no pruebas su tesoro nacional más exportado ya sea en una sauna de humo tradicional, de madera o eléctrica.

Consejos para principiantes → Los finlandeses van desnudos a la sauna incluso con extraños así que hacer lo propio o cubrirte con una toalla depende de ti. Para empezar a aclimatarte, lo mejor es una sesión rápida de 10 o 15 minutos, seguida de un buen baño en el lago para tonificar la piel y, si te apetece, vuelta a empezar. Eso sí, como sudarás a mares tienes que beber mucho líquido -una cerveza bien fría sienta de fábula. Y lo más importante: ponte cómodo, socializa y relájate porque se trata de un placentero ritual de purificación de cuerpo y mente, no de una competición a ver quien aguanta más.

El diseño en todas sus expresiones…

La silla bola de Eero Aarnio -todo un fetiche para James Bond-, los vestidos de Marimekko que popularizó Jackie O. en los 60, los Mumins de Tove Jansson… Finlandia siempre ha sido y sigue siendo sinónimo de vanguardia gracias a un elenco de diseñadores, arquitectos e ilustradores que se inspiran en la naturaleza para crear obras atemporales. Un legado que en la Región de los Mil Lagos converge en dos figuras claves de su desarrollo cultural: Alvar Aalto y Gösta Serlachius.

La Jyväskylä de Alvar Aalto

Jyväskylä, a poco más de tres horas en coche desde Helsinki, es un buen punto de partida para explorar la zona y conocer otra de las debilidades de los finlandeses: la arquitectura de Alvar Aalto, unas de las figuras más importantes de la arquitectura moderna del siglo XX. Conocida como la Atenas de Finlandia, esta joven ciudad cuenta con un total de 29 obras que muestran la evolución del padre del modernismo finlandés. El Teatro del Centro administrativo y Cultural de Jyväskylä, el Museo Alvar Aalto, el campus de la Universidad, la iglesia de Muurame…

Ayuntamiento de Säynätsalo e iglesia de Muurame

Tampoco deberíamos dejar la ciudad sin acercarnos a la isla de Säynätsalo para conocer una de las obras más relevantes de Alvar Aalto: el ayuntamiento. Diseñado a principios de los 50, este edificio multifuncional, que actualmente ofrece alojamiento, resume buena parte de su aplaudido discurso arquitectónico: construcciones que se integran en armonía con el entorno -urbano o natural-, materiales propios de la tradición escandinava, enormes ventanales que abren paso a la luz, texturas abstractas… En definitiva, edificios que a primera vista parecen sencillos pero que encierran una gran complejidad estructural y mucha sensibilidad.

Consejo viajero → Aprovecha tu estancia en Jyväskylä para palpar su animado ambiente universitario, hacer algunas compras, recorrer en bici su patrimonio natural o acercarte a la orilla del lago Päijänne, el más grande de esta región y el segundo más grande de Finlandia.

Mänttä y los museos Serlachius

La estrecha relación entre el mundo del arte y la naturaleza también está presente en la localidad de Mänttä-Vilppula de la mano de Serlachius Museums, uno de los complejos museísticos más importantes del país. Para conocer la importancia de este icono cultural hay que retroceder hasta principios del siglo XX cuando la familia Serlachius, una saga de empresarios de la industria papelera, empezó apoyar a numerosos pintores y escultores finlandeses, y a forjar su propia colección de arte. Para ubicarla alzó, a orillas del lago Melasjärvi, el Museo Gösta, un conjunto arquitectónico formado por la Mansión Joenniemi, con clásicos de la Edad de Oro, y por el premiado Pabellón Gösta, una impresionante construcción de madera que desde el 2014 exhibe grandes obras de artistas contemporáneos.

Serlachius Museums. Region de los Mil Lagos de Finlandia

La visita teatralizada al Museo Gustaf, antigua sede de la empresa familiar, completa la oferta cultural de Serlachius, una cita imprescindible para los amantes del arte y otro rincón que muestra la delicada belleza de la Región de los Mil Lagos de Finlandia.

Consejo viajero → Si lo tuyo es el arte contemporáneo, no deberías perderte el Mänttä Art Festival, el festival de arte más potente del verano finlandés. La cita, hasta el 31 de agosto en la galería Pekilo. Y si eres más de espacios abiertos, aprovecha para dar un paseo por Mäntänvuori, una preciosa reserva natural situada en los alrededores de esta pequeña población también conocida como Art Town Mänttä. Ahora ya sabes por qué.

… y no solo valorarlo, también consumirlo

Como me comentó Päivi Viherkoski, directora de desarrollo y comunicación de la Fundación Serlachius, los finlandeses tienen muy arraigada su identidad nacional y no solo admiran el diseño, también lo consumen. Basta visitar la fábrica de vidrio de Iittala, donde se sigue produciendo la mítica jarra de Alvar Aalto, o el Museo Finlandés del Vidrio de Riihimäki, que cuenta con una interesante colección piezas que van desde el siglo XVIII al XXI, para comprobar que el diseño forma parte del día a día de los finlandeses y que los rodea donde quiera que vayan.

Jarras de Alvar Aalto con la fabrica de vidrio de Iittala al fondo. Region de los Mil Lagos

¿Algunos ejemplos de que en Finlandia el diseño es una forma de vida? Los hogares se decoran con muebles de Artek y se adoran con textiles de Marimekko y porcelanas de Arabia, visten ropa de diseño de IvanaHelsinki o Tiia Vanhatapio y se desplazan en las bicis Jopo de Eero Helkama.

Comer sano, comer rico

Que la felicidad también se saborea no es algo nuevo. Que los finlandeses tienen fama de bon vivants, tampoco. Pescados como el omnipresente salmón, carne guisada, verduras ecológicas, pan de centeno, patatas, quesos, frutos rojos, hierbas y setas silvestres… Estos son algunos de los saludables productos de proximidad que reinan en el escenario culinario de la Región de los Mil Lagos. Calidad y creatividad sin renunciar a recetas de toda la vida como las empanadas de Carelia, el estofado de reno o el pastel de arándanos.

Sabores de la Region de los Mil Lagos

Aunque, a tenor de lo catado, es muy fácil acertar a la hora de elegir un restaurante, toma nota de estas sugerencias:

  • Ravintola Gösta: Como paladear a bocados un bosque finlandés. Así fue mi experiencia en este restaurante ubicado en el Museo Gösta. Productos frescos de kilómetro cero con el premiado chef Henry Tikkanen a los fogones.
  • Ravintola Pöllöwaari: El restaurante del Boutique Hotel Yöpuu está considerado el mejor de Jyväskylä. Sabores sorprendentes, amplia carta de vinos, esmerado servicio, elegante decoración… Su menú degustación de seis platos y una copa de cava, y la felicidad está servida.
  • Koivulahden Rapukartano: Un encantador espacio con vistas al lago en el que el chef Jarmo Räisänen despliega su innovadora carta reinterpretando con maestría la cocina escandinava tradicional. ¿Dónde? En el Wilderness Boutique Manor Rapukartano.

Por cierto, aquí, como en el resto de Finlandia, el almuerzo se toma entre las once y la una del mediodía, y lo normal es cenar a partir de las siete o las ocho. Buen provecho o, mejor dicho, Hyvää ruokahalua!

TE INTERESA → Dónde alojarte en la Región de los Mil Lagos de Finlandia:

En Jyväskylä → Urban Hotel Verso: céntrico, confortable y diseñado con gusto. Un buen hotel para tomarle el pulso a este vibrante ciudad.

En Vilppula→ Wilderness Boutique Manor Rapukartano: probablemente el mejor alojamiento para vivir un verano al más puro estilo finlandés en la Región de los Mil Lagos.

La mágica luz del verano en la Región de los Mil Lagos de Finlandia

Aunque el sol de medianoche solo brilla por encima del círculo polar ártico, en la Región de los Mil Lagos de Finlandia las noches también son blancas. Y lo son por un capricho de esta estrella que se dedica a jugar al despiste en verano: desaparece brevemente para alzarse de nuevo, sí, pero deja como testigo su luz. Una luz nacarada que desdibuja los límites entre el ocaso y el amanecer, que sorprende, intimida y sobrecoge.

Noches blancas en la Region de los Mil Lagos de Finlandia

• Mi momento: La velada en Rapukartano se ha demorado hasta las tres de la madrugada. Regreso a mi habitación con la intención de desplomarme en la cama, pero no puedo. La imagen que se cuela por la ventana me lo impide y, cual ladrón de guante blanco, se adueña de unos pasos que acaban en la terraza. Con mi mirada congelada frente a un horizonte que no entiende de sueño ni cansancio. Como la luz que envuelve este atardecer eterno. La misma que pinta de rojos, naranjas y amarillos el cielo. La misma que me reta a no dormir aún, a no desperdiciar entre las sábanas este guiño de la naturaleza. Ya no miro más el móvil. Da igual la hora que sea y mi sonrisa está de acuerdo.

El verano de tu vida. Region de los Mil Lagos de Finlandia

Definitivamente, la Región de los Mil Lagos juega en otra otra liga y en verano no hay quien compita con ella. Y sí, no creo que sea necesario especificarlo, pero sí. Fui feliz, muy feliz, disfrutando de la vida como una auténtica finlandesa.

Kiitos por todo, Lakeland!

Nota: Este artículo se enmarca en un press trip a Finlandia organizado por CATAI y Finnair.

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Ocho experiencias irresistibles para desconectar en el Mar Menor

Ocho experiencias irresistibles para desconectar en el Mar Menor

315 días de sol al año, playas eternas, islas volcánicas, recogidas calas, ecosistemas únicos, deportes náuticos, buena gastronomía, temperaturas medias que superan los 19º…. Gracias a mi reciente viaje a la Costa Cálida, he podido saldar la cuenta pendiente que tenía con la Región de Murcia descubriendo todos los atractivos que encierra el Mar Menor, una preciosa laguna de aguas tranquilas y poco profundas separada del Mediterráneo por los extensos arenales de La Manga. Si te preguntas qué ver en el Mar Menor, aquí tienes ocho experiencias perfectas para desconectar en este tramo del litoral murciano. ¿Habrá momentos de sol y playa? Por supuesto, pero también irresistibles tentaciones que guiarán tus pasos a San Pedro del Pinatar, San Javier, Los Alcázares, Cartagena y La Manga del Mar Menor.

Litoral del Mar Menor

Terraza del restaurante 360. Que ver en el Mar Menor

Antes de empezar con mi lista de experiencias imprescindibles en el Mar Menor, situémonos. Nos encontramos en el sureste de la Región de Murcia, en pleno levante, y rodeados de la albufera salada más grande de Europa. Una laguna en la que reina un agradable microclima que no entiende de calendarios, y que esconde rincones que merecen ser preservados como reclaman las organizaciones ecologistas y vecinales que se oponen a cualquier plan urbanístico que pueda perjudicar a este delicado entorno.

Molino de Quintin. Que ver en el Mar Menor

La Manga del Mar Menor

Tomar el timón de un velero y navegar por el Mar Menor

Cornamusa, botavara, foque, puño de amura, punto de flameo… Aprender a navegar a vela en el Mar Menor es una potente experiencia que puedes realizar en el Centro de Actividades Náuticas de San Pedro del Pinatar con SeaWord Pinatar.

Jugar a cazar el viento, ver cómo el color ocre de la tierra se difumina en los azules y verdes de la laguna, descubrir técnicas ancestrales de pesca en las encañizadas, sentirte patrón por unas horas, comprobar la calidez del agua y su escasa profundidad, experimentar lo intensa que puede resultar la tranquilidad… Sin duda, pasar una mañana navegando es la mejor formar para empezar a conocer este destino que, por sus características geofísicas y su amplia infraestructura de escuelas y centros, resulta perfecto para disfrutar de los deportes náuticos en cualquier época del año. Windsurf, kayak, paddle surf, buceo, piragüismo.. Tú solo decide qué quieres aprender o practicar. El Mar Menor se encarga del resto.

Navegar a vela en el Mar Menor

Respecto a la sostenibilidad, debes saber que todas las actividades que se llevan a cabo en este CAN son respetuosas con este valioso ecosistema de la costa mediterránea que ha sido declarado Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo (ZEPIM).

Navegar en el Mar Menor. Murcia

Si prefieres ser tripulante y no patrón, puedes contratar una excursión para navegar entre las islas volcánicas del Mar Menor (El Ciervo, Rondella, Perdiguera, Sujeto y Mayor o del Barón) y las del Mediterráneo (Isla Grosa, Islas Hormigas y El Farallón).

Islas volcanicas. Que ver en el Mar Menor

Avistar aves en el Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar

Con una extensión de 856 hectáreas y seis kilómetros de arenales, el Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar es un humedal protegido en el que nidifican y descansan numerosas especies de aves antes de migrar a África.

Aunque por su belleza y abundancia los flamencos atraen todas las miradas, en este parque también hay importantes colonias de avocetas, cigüeñuelas, chorlitejos, garzas y cormoranes, entre otras especies. Acércate a uno de los observatorios prismáticos y guía de aves en mano, guarda silencio y desconecta practicando birdwatching, otra relajante opción que nos brinda el Mar Menor muy ligada a la conservación de espacios protegidos como este.

Avistamiento de aves. Que ver en Murcia

Flamencos. Que ver en el Mar Menor

CONSEJO VIAJERO → En la web de Murcia Turística puedes reservar esta y otras visitas guiadas gratuitas.

Pasear entre salinas en San Pedro del Pinatar

¿Otra experiencia en la que el estrés no tiene cabida? Dar un tranquilo paseo junto a las salinas de San Pedro del Pinatar, una explotación en activo que demuestra que la convivencia entre el hombre y la naturaleza es posible si se hace de forma equilibrada. Te aseguro que, solo por el ver las diferentes pozas que componen el circuito salinero, merece la pena visitarlas. Sobre todo, cuando te sorprendes al descubrir los espectaculares tonos rosáceos de las charcas cristalizadoras, y cómo esta singular paleta de colores contrasta con el blanco de las montañas de sal. Y sí, los flamencos del parque regional son rosas por el grado de concentración salina del agua.

Salinas del Mar Menor

Salinas de San Pedro del Pinatar. Que ver en el Mar Menor

CONSEJO VIAJERO → Si te apetece caminar unos doce kilómetros, toma el sendero circular de Las Encañizadas que empieza en el canal de agua que rodea las salinas. Verás de cerca las encañizadas, dos antiguos molinos salineros y los populares baños de lodo del Mar Menor.

Encontrar tu playa ideal en el Mar Menor

La que fue hace diez millones de años una gran bahía abierta al Mediterráneo, o como dicen los murcianos al Mar Mayor, cuenta con una gran variedad de zonas de baño. Playas urbanas, para ir con niños o para practicar deportes náuticos, nudistas, certificadas con la «Q» de Calidad Turística y también playas naturales y calas en las que el ladrillo, afortunadamente, aún no ha dejado su huella.

Así que no pienses solo en arenales masificados porque, si lo que buscas son momentos de paz a la vera del mar, los encontrarás en lugares como la protegida y salvaje playa de la Hita -situada entre Los Alcázares y San Javier-, en Las Amoladeras con sus humedales y especies de flora y fauna endémicas, o en la casi virgen playa de Calblanque, integrada en el Espacio Natural Protegido del Parque de Calblanque y considerada por muchos como la más bonita de la Región de Murcia.

Playa del Mar Menor

Playa de Torre Derribada. Que ver en el Mar Menor Otro lugar tranquilo con un grado de ocupación bajo es Punta de Algas, una playa en la que el Mediterráneo se funde con el Mar Menor situada dentro del Parque Regional de Las Salinas y Humedales de San Pedro del Pinatar. También en esta zona está la ya mencionada playa de la Torre Derribada que destaca por sus praderas de posidonia oceánica, una planta marina que libera oxígeno y absorbe el CO² disuelto en el mar y que solo se encuentra en las playas más limpias del Mediterráneo.

Playa Isla del Ciervo. Que ver en el Mar Menor

CONSEJO VIAJERO → Si optas por este tipo de playas, sé responsable y practica el turismo sostenible para que tu impacto en estos espacios sea el menor posible. Recuerda que protegerlas es cosa de todos.

Probar el caldero, un imprescindible de la gastronomía del Mar Menor

Aunque la Región de Murcia es conocida por los saludables productos de su huerta y por la calidad de sus salazones, en el Mar Menor la estrella es el arroz caldero, un plato de origen humilde que se preparaba con los pescados que no resultaban aptos en el mercado y que hoy reina en las cartas de todo restaurante que se precie.

Esta apetitosa receta, elaborada con arroz, ñora y diferentes tipos de pescados, se sirve en dos tandas. Primero el arroz, acompañado de alioli, y después el pescado sobre una base del caldo en el que se ha cocinado. Para acompañarlo, nada mejor que un buen vino de Jumilla, Yecla o Bullas.

Yo lo probé en dos ocasiones y te aseguro que en su sabor he encontrado una excusa más para volver al Mar Menor. ¿Quieres saber dónde?

Caldero del Mar Menor

El Rubio 360º: En este restaurante la cocina y el entorno se alían para dar forma a una experiencia gastronómica inolvidable. Pescados de temporada, los famosos langostinos del Mar Menor y arroces marineros como el caldero o el arroz a banda, rodeados de unas vistas de escándalo que comienzan en las Salinas de San Pedro y se extienden por toda la laguna (Calle Magallanes, 1. Lo Pagán).

Restaurante El Pez Rojo. Cabo de Palos. Que ver en el Mar Menor

El Pez Rojo: Tampoco andan faltos de vistas en este restaurante en el que Pepe García aporta su particular toque de magia al caldero y a los pescados y mariscos del día. Escojas el menú que escojas, disfrutarlo en su terraza, frente al mar y con el sol como un comensal más, te dejará un grato recuerdo en la retina y en el paladar (Paseo Marítimo 3, Cabo de Palos).

Un baño de salud en los lodos del Mar Menor

Otro de los rincones del parque regional que no debes pasar por alto es la playa de la Mota ya que aquí están los famosos baños de lodo del Mar Menor. Y es que las singulares condiciones climatológicas de esta laguna -con 2.800 horas de sol al año- y su elevada salinidad generan en el fondo de la albufera lodos y arcillas cuyas propiedades terapéuticas se conocen desde la antigüedad.

Ya que estás en la mayor zona de lodoterapia al aire libre de Europa, ¿por qué no darte un baño de salud? Yo solo he me he dado baños de lodo en el Mar Muerto pero la cara de felicidad de los allí presentes se parecía mucho a la mía en Israel o Jordania.

Lodos en la playa de la Mota. Que ver en el Mar Menor

Lodos del Mar Menor

Si te animas, solo tienes que entrar en las charcas y embadurnarte de arriba abajo. Espera en los muelles de madera a que el lodo se seque bien -una hora aproximadamente- y vuelve a meterte en el agua para aclararte. No se te ocurra cruzar el paseo y hacerlo en el Mar Menor porque está prohibido. La razón: los lodos que cubren tu piel contaminarían sus aguas.

CONSEJO VIAJERO → Si quieres experimentar los efectos de estos lodos de una forma más íntima y personalizada, puedes acudir a alguno de los centros de talasoterapia del Mar Menor.

Disfrutar de los festivales de verano del Mar Menor

Cada verano el Mar Menor se convierte en el escenario cultural de Murcia gracias a sus famosos festivales así que, si quieres aderezar tu escapada con música, danza o teatro, busca un hueco en tu agenda para estas citas:

Festival Internacional de Jazz de San Javier: The Mavericks, Pat Metheny, Maceo Parker y Vonda Shepard encabezan el programa de la XXI edición de este festival que también contará con la presencia del pianista Chick Corea con su Akoustic Band. ¿Cuándo? Del 30 de junio al 28 de julio.

Festival Internacional de Cante Flamenco de Lo Ferro: Lo que en su día nació como una velada musical en esta aldea del campo cartagenero es hoy una cita imprescindible para los aficionados al flamenco. Este año actuarán Farruquito, Sorderita, Capullo de Jerez y Miguel de Tena, entre otros. ¿Cuándo? Del 21 al 29 de julio.

La Mar de Músicas: Música, cine, arte y literatura se dan cita en este festival que se celebra en diferentes espacios de Cartagena y que este año tendrá a Dinamarca como país invitado. De entre las casi cien actividades programadas destacan los conciertos que ofrecerán Texas, Rubén Blades, Morcheeba o The Human League. ¿Cuándo? Del 20 al 28 de julio.

Festivales del Mar Menor

Festival Internacional del Cante de Las Minas: Vicente Amigo, Diana Navarro o Pitingo son algunos de los artistas que pisarán las tablas de este festival que se celebra en La Unión, y que está considerado uno de los encuentros de cante jondo y flamenco más importantes del mundo. ¿Cuándo? Del 1 al 11 de agosto.

Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier: En su 49 edición este certamen, declarado de Interés Turístico Regional, apuesta por la danza con espectáculos como El Jardín de las Delicias, de la coreógrafa canadiense Marie Chouinard, o Sombras, el último trabajo Sara Baras. ¿Cuándo? Del 1 al 24 de agosto.

Sentir la fuerza de la naturaleza en el Cabo de Palos

Hasta donde alcanza la vista, un pequeño pueblo de pescadores, preciosas calas como Las Escalerillas o Calafría, y un soberbio faro que domina el horizonte. Bajo el agua, cristalina como pocas, una de las mejores reservas marinas del Mediterráneo que destaca por su extraordinaria biodiversidad y que atrae a submarinistas de todo el mundo.

Faro de Cabo de Palos. Que ver en el Mar Menor

Playa de las Escalerillas. Que ver en el Mar Menor He dejado para el final el que posiblemente sea mi enclave favorito del Mar Menor y que, curiosamente, coincide con su límite inferior, el Cabo de Palos. Un rincón con alma custodiado por un vigía silencioso que desde 1865 alertó de ataques piratas, presenció el naufragio de numerosos barcos y que hoy sigue plantándole cara al levante y al jaloque. Un faro, bonico donde los haya, que espero siga proyectando su haz de luz por mucho tiempo. Porque forma parte de la historia de nuestras costas y ese patrimonio no debería venderse ni comprarse.

¿DÓNDE ALOJARTE? Si buscas un lugar agradable en el que relajarte y con todos los servicios que uno espera de un hotel de cinco estrellas, mi recomendación es La Torre Golf & Resort & Spa. Está situado en Torre Pacheco, a pocos kilómetros de la playa y rodeado de campos de golf. A sus fantásticas instalaciones se le suma un plus gastronómico: las creaciones del chef Tony Pérez que desfilan por las mesas del restaurante La Vinoteca. Creatividad, productos de calidad, buena técnica y sabores sorprendentes que respetan las bases de la cocina tradicional.

Hotel La Torre Golf Resort & Spa

Y hasta aquí mis sugerencias. Ahora que ya sabes qué ver en el Mar Menor, ¿nos vemos en la Región de Murcia? Yo estoy deseando volver para desconectar en este rincón de la Costa Cálida.

Nota: Este artículo forma parte del blogtrip #MiMarMenorconDestinia organizado por el Instituto de Turismo de la Región de Murcia y Destinia.

Terras de Pontevedra, tu próxima escapada a las Rías Baixas foto a foto

Terras de Pontevedra, tu próxima escapada a las Rías Baixas foto a foto

En la costa, Pontevedra, Marín, Poio y Vilaboa; en el interior, Campo Lameiro, Cotobade y Ponte Caldelas. En conjunto, Terras de Pontevedra, una atractiva mancomunidad gallega que recoge lo mejor de las Rías Baixas. Conócela a través de este paseo fotográfico que muestra su diversidad. Extensos arenales, arte rupestre, paisajes rurales, espacios protegidos… Olvida el reloj. Viajamos a Terras de Pontevedra, tu próximo destino.

Puerto de San Adrian de Cobres. Vilaboa

NAVEGAR POR LA RÍA. Subir a un barco y recorrer la ría de Pontevedra durante unas horas es una de las mejores formas de empezar a conocer este geodestino turístico que tanto le debe a su litoral. Un mini crucero que nos muestra la fachada marítima de poblaciones y parroquias como Combarro, Marín, Bueu o Raxó, nos acerca a la singularidad natural de las islas de Tambo y Ons, y que, entre bateas y barcos de bajura, nos sumerge en la cultura de la ría.

Paseo en barco por la ria. Fotografias Terras de Pontevedra
Navegando por la ria. Fotografias de Terras de Pontevedra

Súmale un delicioso tentempié a bordo donde no faltan mejillones, navajas y vino, ver cormoranes surcando el cielo y, si hay suerte, delfines nadando a tu vera, y ya tienes al completo la fórmula que convierte esta experiencia náutica en algo único.

Almuerzo a bordo
Bateas en la ria de Pontevedra

COMBARRO (POIO). La primera vez que la visité me guiñó un ojo. Esta, me sacó a bailar y terminamos brindado por la vida. A ti te pasará lo mismo así que obvia a los turistas que se agolpan en sus calles y céntrate en descubrir la esencia de esta encantadora villa pesquera declarada Conjunto de Interés Artístico y Pintoresco.

Combarro. Fotografias de Terras de Pontevedra
Combarro. Fotografias de Terras de Pontevedra

Hórreos que se asoman a la ría, cruceiros, casas de arquitectura popular, redes secándose al sol… Cada rincón de Combarro es un cuadro esbozado en piedra, teja y mar. Cada paso, un encantador escenario por descubrir. No busques más, aquí sigue latiendo la Galicia marinera de siempre.

ATARDECERES EN LA PLAYA. Puestas de sol que inspiran, relajan e invitan a soñar con los pies en la arena. Cualquiera podría imaginar que la ría de Pontevedra esculpió su fisonomía para enmarcar impresionantes atardeceres. Dos ejemplos bastarán para convencerte. El primero lo contemplé en la playa de Mogor, el segundo, en Lourido, un virginal arenal rodeado de vegetación que ya se ha convertido en mi rincón favorito de estas tierras.

Atardecer en la playa de Mogor. Fotografias de Terras de Pontevedra
Playa de Lourido. Fotografias de Terras de Pontevedra

La brisa, el suave descenso del sol hasta fundirse con el mar, la cambiante paleta de colores que tiñe el cielo… Tú decides dónde quieres ver este espectáculo de la naturaleza. Las playas de Marín, Poio y Vilaboa harán el resto.

CARBALLEIRA DE SAN XUSTO (COTOBADE). Un manto verde tejido por robles centenarios que hunden sus raíces al pie de un cruceiro y una pequeña ermita. Así es la Carballeira de San Xusto, un lugar en el que desearás detener el tiempo.

Carballeira de San Xusto, Cotobade
Ermita de San Xusto. Fotografias deTerras de Pontevedra

Camina sin prisa entre los árboles, inunda tus pulmones de aire puro y paladea la calma que brota en esta loma sobre el río Lérez. Si agudizas el oído, tal vez puedas escuchar el eco de antiguas leyendas o versos de canciones populares como este: «Carballeira do San Xusto, carballeiriña famosa, naquela carballeiriña perdín eu a miña rosa».

ARTE RUPESTRE: EN BUSCA DE PETROGLIFOS. Reserva un hueco en tu agenda para descubrir una de las mayores concentraciones de petroglifos de Europa. Un viaje a la Edad de Bronce que te aconsejo iniciar en Campo Lamerio donde podrás desentrañar los secretos que esconden sus grabados en piedra realizados entre los siglos III y II a. C.

Piedra de los caballos, Campo Lameiro. Terras de Pontevedra
Parque Arqueologico de Campo Lameiro. Fotografias de Terras de Pontevedra
Laberintos de Mogor. Fotografias de Terras de Pontevedra

Tras conocer la “capital gallega del arte rupestre”, puedes continuar la ruta de los petroglifos en el Área Arqueológica de Tourón, el Centro Arqueológico de A Caeira y en otros enclaves que también conservan interesantes grabados como Mogor, Viascón, Fentáns, Chan dos Areeiros y Salcedo. Una recomendación: visítalos a primera o a última hora del día ya que las sombras acentúan su relieve y se aprecian mucho mejor.

A CALZADA Y LOS PAISAJES FLUVIALES DEL RÍO VERDUGO (PONTE CALDELAS). Aguas cristalinas rodeadas de robles, abedules y fresnos. Es lo que encontrarás si te acercas a A Calzada, la primera playa fluvial de España con bandera azul. Desde esta zona de baño, perfecta para ir con niños, parten varias rutas de senderismo que recorren los parajes naturales de Ponte Caldelas.

Playa fluvial de A Calzada. Fotografias de Terras de Pontevedra
Paisaje fluvial del rio Verdugo. Terras de Pontevedra

El llamado Sendero Azul, que enlaza con los tradicionales pasos de piedra en A Fraga y Portasouto, es uno de ellos. Una muestra más de los paisajes ribereños que dibuja el río Verdugo hasta desembocar en la ría de Vigo. Si has sentido un soplo de paz al contemplar estos poemas gráficos, he cumplido mi objetivo.

SALINAS DE ULLÓ (VILABOA): Cuatro ecosistemas son los culpables de la armonía de estas antiguas salinas situadas en la pequeña Vilaboa: el bosque de ribera, las tupidas masas de carrizos, la marisma y la ensenada de San Simón que da cobijo a un gran número de aves durante su migración invernal.

Salinas de Ullo. Terras de Pontevedra
Paisaje de las Salinas de Ullo en Vilaboa. Terras de Pontevedra

Cardenales, garzas reales, ánades, espátulas… Si te interesa el turismo ornitológico, acércate hasta este espacio protegido. Uno de los mejores lugares de Terras de Pontevedra observar aves te espera.

SABORES QUE CONQUISTAN. En el litoral, mariscos y pescados. En el interior, excelentes carnes. En tu paladar, sabor, calidad y frescura. Si decides visitar Terras de Pontevedra, cada concello te ofrecerá lo mejor de su despensa: pulpo, almejas, mejillones, cigalas, zamburiñas, rodaballos, besugos, truchas, quesos, filloas, arroz con leche… ¿Mis últimos gastro descubrimientos?

Loaira Xantar: Céntrica tapería que destaca por su cuidada cocina. No olvides probar las croquetas, la tempura de verduras y la tabla de quesos que marida a la perfección con una copa de Xión, impecable albariño de ATTIS Bodega y Viñedos (Praza da Leña, 2).

Comer en Terras de Pontevedra Fotografias de Terras de Pontevedra.

TintaNegra: Acertada relación calidad-precio junto al puerto deportivo de Combarro. Toma como ejemplo mi menú: almejas a la sartén, bacalao con natas, postre, bebida y café por 12€ (Av. Francisco Regalado, 44).

Padal da Santiña: Muy recomendables las innovadoras propuestas de Toño Mora que fusionan la cocina gallega con la japonesa. Imprescindibles: el pulpo tempurizado con panko y espuma de tortilla de patata, y el tartar de atún con chutney de ciruela. (Av. Santa María, 20, Pontevedra).

PONTEVEDRA, BOA VILANo conozco a nadie que haya visitado la ciudad del Lérez y no guarde de ella un grato recuerdo. El que se forja caminado por su casco histórico, sin tráfico que interrumpa su serena belleza. De terraza en terraza en plazas como la de la Leña o la de la Verdura. Escuchando un ‘buen camino’ a los pies de la iglesia de la Virgen Peregrina. Reconociendo su hidalga historia blasón a blasón o disfrutando de espacios verdes como la Isla de las Esculturas que decora con su arte contemporáneo la parte final del río.

Santuario de la Virgen Peregrina. Pontevedra
Convento de San Francisco. Pontevedra
Isla de las Esculturas. Pontevedra

Pontevedra, una pequeña capital de provincia, compacta y amable, que sustituye los planos de metro por un Metrominuto que señala las distancias caminado -nunca más de media hora. Viva, sostenible, sin radares ni grandes centros comerciales. Donde se cuida su pasado medieval y su presente. ¿Una ciudad modelo? No lo digo yo, lo dice el premio Hábitat que le concedió la ONU.

Peregrinas en Pontevedra

Y hasta aquí esta aproximación fotográfica a Terras de Pontevedra que espero haya despertado en ti el deseo de conocerla. No lo dudes, es una apuesta segura.

Cabanas y las Fragas do Eume: Galicia en estado puro

Cabanas y las Fragas do Eume: Galicia en estado puro

No hace falta viajar muy lejos para disfrutar de excepcionales enclaves naturales y playas eternas, de buena gastronomía, de senderos trillados por los peregrinos del Camino de Santiago, de arte e historia. Simplemente hay que desplazarse a la provincia de A Coruña y recalar en Cabanas, un municipio costero de las Rías Altas que junto a las Fragas do Eume resume cuanto es Galicia.

Panoramica de Cabanas

La Galicia amable, cercana y hospitalaria que tienes en mente. La Galicia azul y verde que te sorprende con sus espectaculares paisajes y su patrimonio arquitectónico. La que te conquista por el paladar. Esa Galicia a la que sueñas volver antes de haberte ido.

Playa de A Magdalena, Cabanas

Cabanas, a fraga feita mar

A fraga (bosque atlántico) hecha mar. Así es Cabanas, un encantador concello unido a un río, el Eume, a una ría, la de Ares, a zonas de montaña y entornos de ribera. El lugar donde las fragas se encuentran con el mar creando un bello escenario natural.

Pantalan de Cabanas

Un rincón de las Rías Altas que nos narra la historia de sus habitantes a través de su patrimonio en el que destacan el puente medieval que nos da la bienvenida a Cabanas -construido en 1380 y que en su día contó con un hospital para los peregrinos del Camino Inglés-, sus cruceiros, pazos como el de Fraián o Rioboo -levantado por el arzobispo D. Francisco Seixas en el siglo XVII-, y las iglesias de San Martiño do Porto y San Andrés de Cabanas. Un legado que descubrirás caminando sin brújula por las calles de Cabanas y recorriendo el resto de parroquias que conforman este concello donde no faltan vestigios de época megalítica.

Iglesia de San Andres de Cabanas

Cabanas

Días de playa, senderismo y actividades náuticas en Cabanas

Tú decides cómo prefieres disfrutar del entorno natural de Cabanas. Descansado en sus tranquilos arenales -perfectos para familias con niños-, conociendo sus paisajes a través de su red de rutas o practicando deportes náuticos como el piragüismo o el kayak.

Si vas en busca de largas jornadas de playa que culminan presenciando hermosos atardeceres, tienes a tu disposición tres arenales: la playa de A Madalena -más de un kilómetro de arena blanca flanqueado por un frondoso pinar-, la playa de Chamoso -ubicada en una zona de acantilados- y Río Castro, una pequeña playa situada en el límite de los municipios Cabanas y Fene.

Playa de A Magdalena, Cabanas

Chiringuito Los Pinares. Cabanas

Playa de Chamoso, Cabanas © Eduardo Perez

Mi consejo es que combines estos momentos de relax con las experiencias que nos propone Cabanas KDM Ocio Activo, especialistas en rutas en kayak por el Río Eume y la Ría de Ares, y senderismo por las Fragas do Eume. Su actividad estrella es la ruta A Fraga Feita Mar, una jornada de aventura y conocimiento de la zona que incluye un recorrido a pie por algunas de las sendas más singulares de las fragas por la mañana y una ruta en kayak hasta la playa de A Madalena por la tarde. Además, también organizan campamentos de verano en el Pinar da Madalena en los que la diversión para los más pequeños está asegurada.

Kayak en la ria de Ares. Cabanas

Marco de Salto, historias de meigas que marcan lindes

Además de seguir cumpliendo su función de mojón que delimita las parroquias de Salto, Laraxe e Irís, según la tradición, el marco del Salto es una piedra que posee propiedades curativas contra los meigallos.

Marco de Salto

Encantamientos, sortilegios… Cualquier hechizo realizado por una meiga se puede deshacer si se cumple un ritual que finaliza depositando una moneda encima del marco o tirándola junto a él.

Algunos consideran que puede tratarse de un monumento megalítico, otros acuden en busca de remedio a sus males y a otros, como yo, les encantan estas leyendas que perviven ajenas al paso del tiempo. Sea como fuere, ¿qué sería de Galicia sin sus trasgos, fadas y meigas?

Fragas do Eume, el gran imán turístico de Cabanas

Imagina un entorno en el que la naturaleza es dueña y señora de cuanto sucede alrededor. Un manto verde cuajado de robles, castaños y fresnos. Un río que antes de desembocar en la ría de Ares da vida a exuberantes riberas. Un profundo cañón de abruptas laderas. Senderos que demandan ser recorridos. Líquenes, musgo y helechos de la Era Terciaria. Aire puro. Silencio. Paz.

Ahora, deja de soñar despierto porque este mágico lugar existe. Su nombre, Parque Natural Fragas do Eume, uno de los bosques atlánticos costeros mejor conservados de Europa.

Las Fragas do Eume

9.125 hectáreas que abracan cinco municipios, entre ellos Cabanas, que revelan la riqueza natural de las Rías Altas. Porque fraga significa bosque con árboles de diferentes especies. Y, si añadimos do Eume, un motivo de peso para viajar a esta zona en la que Galicia nos muestra cómo era su fisonomía hace millones de años.

Fragas do Eume

Un viaje en el tiempo, a su pasado más primigenio, que deberás recorrer sin prisa, olvidando el reloj y agudizando los sentidos. Solo así descubrirás por qué Las Fragas do Eume son el mayor reclamo turístico de Cabanas.

Parque Natural Fragas do Eume

Para ello cuentas con una red de senderos señalizados. Uno de ellos es el llamado Camino dos Encomendeiros, un tramo de dificultad baja que parte del Centro de Interpretación y nos acerca a puentes colgantes como Cal Grande antes de llegar al Monasterio de San Xoán de Caaveiro.

Monasterio de San Xoan de Caaveiro

Absolutamente sorprende y romántica. No encuentro mejor definición para expresar la visión de este antiguo cenobio benedictino que aparece entre la espesura del bosque, despuntando entre la vegetación y atrayendo todas las miradas.

Monasterio de San Xoan de Caaveiro

Su bucólica ubicación, en un promontorio rocoso entre los ríos Eume y Sesín, nos ofrece una impresionante panorámica de las Fragas muy similar a la que contemplaron desde el siglo X San Rosendo y otros eremitas.

Un paseo en barco por el río Eume

Si quieres disfrutar de la imponente belleza de las Fragas do Eume desde otra perspectiva, deberás embarcarte en el Anduriño, un barco de pesca artesanal que remonta el río Eume hasta al alcanzar este espacio protegido.

Ruta en barco por el Eume. Cabanas

Te puedo asegurar que, si te gusta navegar, es una experiencia que difícilmente olvidarás. Milla a milla, las tranquilas aguas del estuario van quedando atrás y la travesía se interna en el cañón que el río esculpe antes de su desembocadura. Los sauces, alisos y abedules que protegen las riberas intensifican el verdor de un entorno salvaje no exento de leyendas. Como la que cuenta que Dios prometió la ofrenda de un hombre cada año al río que llegase antes al océano. Los otros dos convocados a este reto, el Landro y el Masma, traicionaron al Eume que respondió enfurecido a esta ofensa salvando con bravura cuantos valles y montes encontró en su ruta.

El rio Eume a su paso por Cabanas

Leyendas al margen, lo cierto es que esta ruta fluvial muestra perfectamente el significado de la marca turística Cabanas, a fraga feita mar: un bosque virginal que acaba fundiéndose en el mar.

Reservar plaza en el Anduriño

Si quieres realizar esta travesía por el Eume a bordo de la gamela Anduriño, puedes reservar tu plaza en la Oficina de Turismo de Cabanas (Parque del Areal), por teléfono (981 434 566) o bien vía e-mail (oficinadeturismocabanas@gmail.com). La ruta está operativa de mediados de julio al 15 de septiembre con un mínimo de tres viajes al día y parte del embarcadero Día Oito. No olvides llevar calzado cómodo, un chubasquero por si la lluvia hace acto de presencia y unos prismáticos.

Barco Anduriño. Cabanas

Los sabores de Cabanas: Meu deus que comida máis rica

La gastronomía es otro de los grandes atractivos de Cabanas. No podía ser de otra manera tratándose de Galicia donde el mar y la tierra se alían para nutrir un recetario que toma forma en platos de marcado carácter tradicional y en innovadoras propuestas culinarias. En ambos casos, la apuesta está asegurada porque, además de maridar a la perfección con los vinos gallegos, en este concello se come muy bien y en abundancia. Aún así, es probable que cuando acabes tu festín escuches un “seguro que quedaches con fame”. Tu respuesta, reflejo de un estómago satisfecho, debería ser “comín coma un rei” o “non me cabe nin unha cereixa”.

¿Dos recomendaciones que reflejan la calidad de los fogones de Cabanas?

  • Chiringuito Los Pinares: Los productos locales son la base de la carta de este establecimiento en el que la chef Chus despliega todo su talento. Pulpo á feira, almejas a la marinera, mejillones al vapor, raxo, parrillada de verduras, merluza de pincho, churrasco, empanadas… Todo ello en un espacio comprometido con el medio ambiente en el que la categoría de chiringuito alcanza otro nivel. ¿Mis imprescindibles? Las zamburiñas a la plancha, la tortilla hecha con huevos camperos, y sus filloas, toda una tentación que se torna pecado cuando las catas aquí, en la playa y con la ría como telón de fondo (Praia da Madalena, s/n).

Delicias gallegas en el Chiringuito Los Pinares. Cabanas

  • Restaurante La Solana: La Solana se ha convertido en todo un referente en la zona gracias a su cocina de raíces gallegas, su cuidada técnica y su extensa carta de vinos que complacen a los comensales en un ambiente moderno y elegante. No olvides probar el pulpo a la plancha con crema de patatas, las filloas rellenas de puerros y langostinos, y la brocheta de rape y vieiras. El dulce remate final, la tarta de queso con mermelada de frutos rojos. Inmejorable relación-precio (Paseo de la Magdalena, 2).

Restaurante La Solana. Cabanas

Para finalizar, otras dos sugerencias para los amantes del vino: Mi mamá me mima, un magnífico albariño afrutado de Bodegas y viñedos Don Olegario, y El canto del cuco, gran tinto de la D.O. Ribeiro elaborado por la bodega Lagar do Merens.

Albariño Mi mama me mima. Chiringuito Los Pinares, Cabanas

Aunque espero que este artículo haya despertado en ti el deseo de conocer Cabanas, te dejo con un vídeo que muestra los grandes atractivos de este municipio gallego.

  • Nota: Estas experiencias forman parte del blogtrip #Cabanas #AFragaFeitaMar organizado por la Universidad de Santiago de Compostela y el Concello de Cabanas.
Safari Blue, una de las excursiones marítimas más populares de Zanzíbar

Safari Blue, una de las excursiones marítimas más populares de Zanzíbar

Cuando empecé a preparar mi viaje a Zanzíbar, recabando información sobre qué hacer y ver en este archipiélago situado a 36 kilómetros de las costas de Tanzania, encontré la posibilidad de realizar un crucero por la bahía de Menai, una reserva marina situada en el suroeste de Unguja famosa por sus islotes desiertos, sus arrecifes de coral y sus idílicos bancos de arena. Tras investigar a conciencia me decanté por la empresa Safari Blue ya que fueron los pioneros en este tipo de excursiones marítimas, proporcionan empleo a más de 80 empleados locales y su propietaria, Eleanor Griplas, es una gran defensora del turismo sostenible y responsable. ¿En qué consiste esta excursión? ¿Valió la pena? Todos los detalles a continuación.

Safari Blue. Excursion en Zanzibar

Safari Blue: snorkel, playas desiertas, delfines y la magia del Índico

El punto de partida de esta excursión es la playa del pequeño pueblo pesquero de Fumba, a unos 30 minutos en coche de Stone Town. Allí acudimos un puñado de viajeros dispuestos a coleccionar imágenes de postal a bordo de un dhow, el tradicional barco de vela triangular que desde tiempos inmemoriales ha surcado el océano Índico y el mar Rojo facilitando el transporte de mercancías. Un navío de bonita silueta, hecho con madera tropical en el que pueden viajar hasta 16 pasajeros.

Playa de Fumba. Safari Blue. Zanzibar

Tras una cordial bienvenida, en la que nos informaron de las normas de seguridad a seguir, dividieron el grupo en los diferentes barcos. «¿Veremos delfines?» Quien lo pregunta es Alan, un niño sueco de unos diez años. La respuesta que recibe por parte de uno de los guías es contundente: “Vamos a navegar por un área marítima protegida y aunque el 90% de las veces solemos verlos, eso solo depende de la madre naturaleza. Ellos decidirán si se acercan a nosotros o no”. En ese momento me sentí aliviada porque había leído el asedio que sufren estos cetáceos en la zona de Kizimkazi y no quería contribuir a tan nefasto espectáculo.

Playa de Fumba. Safari Blue

Aviso para navegantes Aquella mañana de abril la marea estaba realmente baja por lo que nos tocó ir caminando por el agua hasta el dhow. Tenlo en cuenta y, además de gafas de sol, protector, toalla y gorra, no olvides llevar una mochila impermeable y chanclas cerradas.

Playa de Fumba. Safari Blue

Una vez ubicados en el barco empezamos la travesía bajo un sol radiante que avivaba aún más los mil azules del Índico. Algo de fruta fresca, bebida a discreción, la suave brisa… Todo el pasaje estaba encantado con el espectacular escenario que nos rodeaba con el mar como absoluto protagonista.

Crucero en dhow. Safari Blue

Tras una media hora de navegación, nos detuvimos para practicar snorkel en las cristalinas aguas del océano. La pena es que el último tsunami destrozó buena parte de los arrecifes de coral y nos tuvimos que conformar con ver anémonas, peces payaso y poco más.

Snorkel. Safari Blue

  • NO VIAJES SIN SEGURO A ZANZÍBAR
    Tu seguridad es lo primero, así que, si vas a viajar a Zanzíbar o a cualquier otro destino extranjero, haz como yo y contrata un seguro de viajes con Chapka. Para estancias inferiores a 90 días, te recomiendo el Cap Trip Plus por su amplia cobertura COVID-19: gastos médicos derivados de la enfermedad, PCR prescrita por un profesional sanitario, prolongación de estancia, regreso anticipado… Además, si lo contratas a través de mi web, obtendrás un 7% de descuento usando el código OBJETIVOVIAJAR. No lo dudes, contrata aquí tu seguro de viajes y disfruta de una aventura asegurada.

¿Un punto a favor de la tripulación? Su buen talante para ayudar a una pareja de Sudáfrica que a pesar de no saber nadar no quiso perderse la experiencia. El chaleco salvavidas, el flotador y el apoyo de varios miembros del equipo les bastaron para animarse a meter por lo menos la cabeza en el agua y nadar un par de metros. Imagina sus caras de felicidad al volver a subir al barco. We did it!, gritaban emocionados.

Practicando snorkel. Safari Blue

Y sí, los delfines hicieron acto de presencia nadando a unos metros de nuestro barco. Ni fuimos en su búsqueda, ni los importunamos. Simplemente disfrutamos de su presencia en su hábitat natural limitándonos a observarlos.

Delfines. Safari Blue

La siguiente parada nos llevó hasta un precioso banco de arena. Un islote blanco en medio del mar en el que la presencia humana se reducía a un par de toldos para protegernos del sol.

Rumbo al banco de arena. Crucero Safari Blue. Zanzibar

Fondeando en un banco de arena. Excursion Safari Blue

Aunque parte del grupo se fue a bucear a otro enclave cercano, yo decidí quedarme allí. En aquel pequeño paraíso deshabitado; jugando con las olas en la orilla, nadando en las cálidas aguas del Índico y buscando encuadres que reflejasen la belleza de este rincón de Zanzíbar protegido desde 1997.

Relax en la bahia de Menai

Nadando en la bahia de Menai

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El bosque de Jozani, refugio de los monos colobos rojos de Zanzíbar
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Banco de arena. Safari Blue

Las cristalinas aguas del Indico. Safari Blue

Tras casi una hora de relax absoluto pusimos rumbo a nuestro último destino: la isla Kwale. Aquí es donde fondean para comer la mayoría de empresas que realizan este tipo de cruceros y eso se nota en la cantidad de puestos de souvenirs que esperan la llegada de los turistas.

Isla de Kwale. Safari Blue

En esta especie de isla-restaurante nos sirvieron un bufet que consistía en langosta a la parrilla, calamares, pollo, arroz, lentejas, curry y varias salsas. Correcto sería la calificación adecuada ya que bajo aquel sol de justicia, apenas mitigado por la sombra de los tamarindos, todo lo que salía de la parrilla acababa teniendo el mismo sabor. Lo que sí disfruté y mucho fue la degustación de frutas tropicales porque, además del clásico mango, piña, melón, guayaba o caña de azúcar, descubrí frutos exóticos como el rambután, el durian, el jackfruit o el soursap.

Isla de Kwale. Safari Blue

Barbacoa. Safari Blue

Con la visita a una laguna rodeada de manglares y a un baobab gigante finalizó nuestra estancia en Kwale. Eran las 16:30 y tocaba regresar. Un rápido baño, un último vistazo a aquella casi virginal playa y de vuelta al dhow.

Baobab. Isla de Kwale. Safari Blue

Playa de la isla de Kwale. Safari Blue

Navegando en un dhow. Safari Blue

¿Valió la pena esta jornada en el mar con Safari Blue? En mi opinión, sí. Más aún si, como en mi caso, no has podido visitar las playas de Matemwe o Jambiani y quieres conocer uno de los rostros más paradisíacos de esta isla tropical. Si te gusta navegar, practicar snorkel y colonizar arenales de ensueño, esta excursión es perfecta para ti. Si por el contrario dispones de poco tiempo y quieres empaparte de un Zanzíbar a años luz de los hoteles de lujo que jalonan su litoral, mejor empléalo callejeando por Stone Town. Recorriendo los sinuosos y decadentes callejones del casco antiguo de la capital, declarado Patrimonio de la Humanidad, no solo conocerás su historia. También su presente. Mucho menos idílico y glamuroso, cierto, pero infinitamente más real.

  • Precio de la excursión marítima con Safari Blue: Si llegas por tu cuenta a Fumba: 65 dólares. Si contratas el servicio de transfer para que te recojan y te lleven de vuelta al hotel, 120 dólares aproximadamente.

Otras excursiones que pueden interesarte:

¿Quieres saber cuáles son las mejores excursiones y actividades que puedes hacer en Zanzíbar con un guía que habla español? Toma nota:

Parasailing en Zanzíbar: si tienes sed de aventura, este es tu plan ideal. Harás parasailing sobrevolando el Índico, nadarás en aguas turquesas y te relajarás en la playa de Kendwa. La edad mínima para realizar esta actividad es de 18 años.

Excursión a la isla de la Prisión y playa Nakupenda: snorkel entre arrecifes de coral, tortugas gigantes, comida y bebida en una de las excursiones que sí o sí tienes que hacer desde Stone Town.

Excursión a la isla Kwale: arena blanca, aguas cristalinas, arrecifes de coral y una laguna de manglares. Explora los encantos de la isla Kwale con esta excursión inolvidable.

Visita guiada por Stone Town: conoce los rincones más emblemáticos de la seductora Stone Town, la ciudad de piedra Patrimonio de la Humanidad.

Zambia, Zimbabue y Zanzíbar: primeras impresiones de mi viaje a África

Zambia, Zimbabue y Zanzíbar: primeras impresiones de mi viaje a África

Seis de la tarde. Estoy en Dar es Salaam, en la terminal internacional del aeropuerto Julius Nyerere y me siento presa. Faltan seis horas para que salga mi vuelo y el mostrador de facturación no abre hasta las ocho. Miro a mi alrededor en busca de agua. No hay. Esta pequeña sala solo da para un puñado de sillas, una desconchada oficina de cambio y un puesto que embala maletas. Sin tarjeta de embarque no puedo pasar el control policial y sin cruzarlo no puedo acceder al único restaurante de la planta de arriba. Enjaulada entre cuatro paredes sin retorno.

La sequedad de mi boca es solo la punta del iceberg. Mi gran viaje toca a su fin y el momento que tanto he tratado de esquivar se revela asestándome un certero puñetazo en el estómago, blandiendo las esposas que me condenan de vuelta a la rutina, a ese Madrid que tanto quiero hasta que dejo de serle fiel. No. Todavía no. La gran aventura aún no ha acabado. No hasta que vea aparecer mi equipaje en la cinta de Barajas. Aquí y ahora sigo siendo una mzungu -persona blanca- que se resiste a olvidar el poco suajili aprendido: jambo, hakuna matata, asante sana, pole pole, simba, tembo

Mercado de Livingstone. Zambia

Chelines tanzanos. Africa

Mi rechazo a la realidad me lleva a abrir el ordenador para seguir viviendo y sintiendo África. Funciona y encuentro en el cajón de las emociones la energía que me falta. ¿Qué tal el viaje?, ¿ha sido tan increíble como imaginabas?, ¿con qué te quedas?… Estas preguntas me esperan a la vuelta de la esquina. ¿Por qué no empezar a responderlas ahora cuando todo sigue a flor de piel? Cuando todavía soy capaz de distinguir los sonidos de la sabana, el sabor de un zumo de baobab, los mil azules del Índico.

South Luangwa National Park. Zambia

Playa de Nungwi. Zanzibar

Dicho y hecho. Empiezo a teclear y al volver a alzar la mirada, los cuatro muros que hasta hace nada me encadenaban son ahora un enorme panel de imágenes que condensan todo lo vivido en el África subsahariana.

Zambia: un safari, una escuela y artesanía contra la barbarie de los furtivos

Total y salvajemente fascinada. Así me he sentido cada uno de los días que he pasado recorriendo el South Luangwa National Park, una de las reservas más importantes del continente africano en la que el hombre sigue estando en franca minoría.

Ver por primera vez un elefante en libertad, navegar por el río Luangwa hasta la puesta de sol, el increíble verdor propio de la temporada de lluvias, esperar a que un leopardo acabe su siesta y trepe a un árbol, sentirme vulnerable cuando un león cruza su mirada con la mía en medio de la oscuridad, desear que un búfalo alcance la orilla para no ser atacado por los cocodrilos, cruzarme con perros salvajes, temer por la supervivencia de una leona herida, recorrer los primeros metros a pie tras la silueta del ranger con la sangre al galope…

Fotografiando elefantes. South Luangwa National Park. Zambia

Rio Luangwa. South Luangwa National Park. Zambia

Leopardo. South Luangwa National Park. Zambia

Si el día transcurre en un baile de continuas sorpresas, al llegar la noche las sensaciones se multiplican y los oídos toman el relevo a una vista cansada de esforzarse. Y allí estoy yo, intentando conciliar el sueño mientras escucho el rugido de un león o cómo pasta un hipopótamo al lado de la tienda. La jornada acaba para mí y el día empieza para ellos. En mi primer safari, en Zambia y de la mano de Norman Carr Safaris, una compañía que cada año copa las principales categorías de los Safari Awards por sus rutas a pie -fueron pioneros- y por su equipo de guías. A mí me tocó el mejor, Lawrence Banda, un hombretón nacido y criado en Mfuwe que adora su trabajo. Él fue quien me abrazó cuando lloré contemplando mi primer atardecer, el que me enseñó a reconocer las huellas de los animales y las señales de alerta, y el que pronunció una frase que adopté como dogma: “En coche ves África, a pie sientes África”. Gracias, Lawrence. Este safari siempre quedará unido a tu eterna sonrisa.

Lawrence Banda. Guia de Norman Carr Safaris. Zambia

Leon. South Luangwa National Park. Zambia

Atardecer en el rio Luangwa. South Luangwa National Park. Zambia

Además de coleccionar imágenes de postal y momentos que me hicieron sentir viva a cada paso, en Zambia también encontré historias dignas de ser contadas. Como el Kapani School Project, una organización sin ánimo de lucro, fundada por el propio Norman Carr, que trabaja para mejorar la educación de los niños de la zona de Mfuwe. Nunca olvidaré la tarde que pasé en el Club de Chicas de la escuela Yosefe, entre jóvenes de 10 a 14 años que desfilaban una a una expresando en voz alta sus esperanzas: “Mi sueño es ser enfermera, quiero ser abogada, de mayor seré profesora”. Cada viernes una voluntaria las reúne proporcionándoles un lugar privado en el que compartir sus experiencias y aspiraciones, haciéndoles ver que hay alternativas a los estereotipos que amenazan a las mujeres de la Zambia rural.

Club de Chicas de la escuela Yosefe. Zambia

Otra amenaza que sufre este territorio son los cazadores furtivos, responsables entre otras muchas barbaries de la desaparición de los rinocerontes y de que el número de elefantes haya pasado de 156.000 a 18.000. ¿Puede un acto tan deleznable convertirse en algo bello? Sí. Lo comprobé visitando el taller de Mulberry Mongoose en el que las mujeres de los alrededores transforman el alambre que usan en las trampas en preciosas piezas de bisutería. Como este collar. Cada vez que lo luzca recordaré que una parte de mi compra se destinó a las patrullas que luchan para proteger la vida salvaje en South Luangwa.

Collar de Mulberry Mongoose. Zambia

También traigo en mi maleta el insípido sabor del nshima -una especie de gachas preparadas con maíz que son la base de la cocina zambiana-, y las horas que pasé en Lusaka y Livingstone conociendo otra realidad mucho menos amable. Infraestructuras en mal estado, precarias condiciones sanitarias, persecución de la homosexualidad, ausencia de igualdad de género… Todo ello en un país ajeno a los conflictos que se viven más allá de sus fronteras, en el conviven sin problemas más de 70 etnias y donde todo discurre sin prisa. Un país que me costó abandonar por todo cuanto me dio.

Nshima. Zambia

Livingstone. Zambia

Zimbabue y las Cataratas Victoria

Siete y media de la mañana. Acabo de aterrizar en Schiphol y tengo por delante otras cuatro horas de escala en el aeropuerto de Ámsterdam. Esta vez sí encuentro a mi alrededor “todo” lo que un viajero puede necesitar: Starbucks, McDonald’s, tiendas de electrónica, hasta un spa exprés y una peluquería. No puedo con tanta globalización, tanta banda sonora de fondo y tantas maletas a la carrera. Todavía no. Sigo en mis trece de no querer despertar de mi sueño africano así que me arrellano en un cómodo asiento, cierro los ojos y…

Estoy sobrevolando en helicóptero las Cataratas Victoria y el Zambezi National Park. Durante los primeros minutos mi oficio me conduce a una nerviosa y frenética coreografía: la Nikon, el móvil, la GoPro… Me faltan manos. Hasta que me impongo un basta. No voy a volver a vivir estos 25 minutos de vuelo así que adiós tecnología. Es entonces cuando soy plenamente consciente del asombroso escenario que discurre bajo mis pies: el río Zambeze se derrumba a lo largo de una enorme grieta que quiebra la tierra dibujando una estremecedora frontera natural entre Zambia y Zimbabue. Mosi-oa-Tunya, el humo que truena que Livingstone descubrió en 1855. Uno de los paisajes más impactantes que he contemplado hasta la fecha.

Vuelo en helicoptero. Cataratas Victoria

Cataratas Victoria

A vista de pájaro me siento como una asombrada espectadora, a ras de suelo, protagonista. Desde Zimbabue y desde Zambia, en plena temporada húmeda, calada hasta los huesos por la enorme nube de vapor que provoca el desplome del gran caudal del Zambeze, escuchando el atronador ruido del agua, asomándome al abismo e imaginando qué descubre en los meses secos aquello que por momentos solo es una enorme cortina blanca.

Cataratas Victoria. Zimbabue

Empapada bajo el humo que truena. Cataratas Victoria. Zambia

¿Tres momentos que enmarcaron mi visita a las cataratas? Un mojito con vistas a la garganta Batoka en The Lookout Café, un tranquilo crucero al atardecer por el Zambeze y cruzar el puente que une Zambia y Zimbabue. Mi primera frontera a pie, caminando en tierra de nadie, entre largas colas de camiones que esperan sin aparente prisa salvar los trámites aduaneros.

Zanzíbar: playas paradisíacas y el decadente encanto de Stone Town

Una voz femenina me saca de mi dulce ensoñación: “This is the final boarding call for passengers...” Qué cerca y qué lejos queda ahora el rumor del Índico, la insoportable humedad del bosque de Jozani -feudo de los monos colobos-, la arena blanca, los manglares, el crucero por la bahía de Menai y los amarillos, naranjas y ocres que despiden los días en este rincón africano.

Playa de Zanzibar

Atardecer en Zanzibar

Zanzíbar, paraíso de las lunas de miel, de hoteles de lujo que domestican su salvaje fisonomía, de la dolce vita a golpe de tarjeta. Un archipiélago situado a 36 kilómetros de las costas de Tanzania que cualquier viajero calificaría de edén terrenal. “Heaven on earth”, como repite el dueño del Rolex cada mañana antes de zambullirse en la infinity pool de The Residence.

Infinity pool del hotel The Residence. Zanzibar

Clases de cocina suajili, masajes, cócteles al atardecer, marisco a la luz de las velas… Estuve tentada pero no pude. Llegar hasta aquí desde Zambia supuso un largo camino de visados, colas interminables y calor sofocante. Demasiado esfuerzo como para quedarme encerrada en mi burbuja de cinco estrellas y limitar mi estancia a playas virginales en las que me hice la sorda para esquivar a los falsos masais que me ofrecían su “compañía”.

La otra Zanzibar

Quise recorrer la polvorienta y bacheada carretera principal que a modo de espina dorsal conecta el norte y el sur de la isla, conocer una plantación de especias y descubrir los otros rostros de Zanzíbar en el barrio viejo de su capital, Stone Town. Un decadente laberinto de calles estrechas, declarado Patrimonio de la Humanidad, en el que es prácticamente imposible orientarse.

Stone Town. Zanzibar

Maravillarme con sus preciosas puertas de madera tallada y distinguir las muestras de arquitectura árabe, india, africana y europea me resultó fácil. Mucho más sencillo que evitar una lágrima -esta vez de dolor- al visitar las celdas en las que durante días malvivían hacinados hombres, mujeres y niños. Y es que tras las luces del idílico litoral de Zanzíbar se esconden las sombras de su terrible pasado, el abominable honor de haber sido el principal mercado de esclavos de África durante siglos.

Monumento a los esclavos. Stone Town, Zanzibar

Y sí, cuesta un mundo borrar esta imagen cuando estás disfrutando de un lugar tan especial como The Rock, el restaurante más famoso de la isla enclavado en un viejo arrecife de coral, embobada por los colores de un océano por el que no hace tanto navegaron miles de personas condenadas a la explotación.

The Rock. Zanzibar

Mi primer elefante sin zanjas ni verjas, mi primer vuelo en helicóptero y en avioneta, mi primer atardecer africano, mi primera frontera a pie, mi primer baño en el Índico… Este ha sido un viaje lleno de primeras veces, el prólogo de un libro que recién empieza a ser escrito. Porque yo, como dije antes de partir, siempre soñé con África y ahora que ya no necesito imaginármela solo deseo volver.

Un paseo en barco por el río Sumida, Tokio

Un paseo en barco por el río Sumida, Tokio

Aire fresco, una burbuja de tranquilidad y la posibilidad de contemplar Tokio desde una perspectiva diferente, tomando distancia del maremágnum de luces de neón, imágenes y sonidos que apenas dan tregua en la capital de Japón. Esto es lo que vas a encontrar si decides incluir en tu agenda un paseo en barco por el río Sumida, la vía navegable que atraviesa esta imponente ciudad y que desemboca en la bahía de Tokio.

Un paseo en barco por el río Sumida, Tokio

Sumida, el río que me devolvió la paz

Como comenté en su día, los primeros días en Tokio fueron difíciles, absorbentes, caóticos…. Mis diecisiete jornadas recorriendo Japón concluyeron en una megalópolis que acoge 12 millones de almas en su seno y que exige toda tu energía para enfrentarte a su inabarcable magnitud. La dulce resaca emocional que me dejó Kioto, la bocanada de paz que sentí al contemplar la soberbia silueta del Monte Fuji, los relajados paseos por Kanazawa y Takayama… Apenas habían pasado dos semanas y todo aquello parecía fruto de otra vida, de otro viaje. Ahora estaba inmersa en un estado de desconcierto y asombro constante que creció y se alimentó en barrios como Akihabara, Shibuya o Kabukicho. Necesitaba un respiro. Liberarme de esa sensación de que Tokio me superaba y convencerme de que era capaz de soportar la implacable ola de calor que me azotaba sin piedad día tras día.

Esa anhelada pausa, ese reencuentro conmigo misma, la hallé en las aguas del caudaloso Sumida a bordo de uno de los barcos de la línea Tokyo Mizube, un autobús acuático que surca este pulmón azul de la ciudad y parte del río Arakawa hasta llegar a la zona de Odaiba y el parque de Kasai Rinkai.

Recuerdo que era una mañana gris, como mi espíritu en aquellos momentos, cuando me acerqué caminando desde mi hostal hasta el muelle de Ryogoku. Apenas eran las diez de la mañana y el resto del escaso pasaje, para mi sorpresa, no era occidental.

Ryogoku Bridge. Río Sumida. Tokio Muelle de Ryogoku. Río Sumida. Tokio Embarcando en el autobús acuático. Río Sumida. Tokio

Aunque en en el interior del barco unas cómodas butacas tentaron a mi cansancio, no lo dudé ni un instante y enfilé la escalerilla que me llevó hasta la cubierta donde varias familias de japoneses inmortalizaban el momento con sus cámaras de última generación. Tardé unos minutos en desenfundar la mía. Asida a una de las barandillas, simplemente me dediqué a respirar, a sentir la cálida brisa en mi rostro, dejando que mi mirada vagase entre aquel cielo encapotado y la estela de espuma que dejábamos a nuestro paso. Entonces todo empezó a cobrar sentido. Mecida por el vaivén del barco y contemplando sus riberas, Tokio me pareció más amable, menos agresiva, y creí escuchar en el murmullo de su corriente la bienvenida que tanto esperaba.

Una foto para el recuerdo. Río Sumida, Tokio

Pronto empecé a reconocer lugares que ya eran comunes para mí. La Tokyo Skytree, que con sus 634 metros es la torre de telecomunicaciones más alta del mundo. El Asahi Beer Hall y su controvertida Flamme d’Or, obra del famoso diseñador industrial francés Philippe Starck. Los jardines Hama-Rikyu, la Torre de Tokio y la fachada trasera del mercado Tsukiji, la mayor lonja de pescado del mundo.

Vista de la Tokyo Skytree desde el río Sumida Asahi Beer Hall. Río Sumida. Tokio Torre de Tokio y mercado Tsukiji. Río Sumida, Tokio

Durante la travesía, a medida que íbamos dejando atrás los numerosos puentes y las autopistas que salvan el río, me sentí de nuevo relajada descubriendo un rostro más de la poliédrica Tokio, su imagen desde el río. Esclusas, oficinas, zonas residenciales, los imponentes rascacielos de Shimbashi, las barcazas que funcionan como lujosos restaurantes flotantes, las motos acuáticas que nos rebasaban a una velocidad de vértigo…

Paseo en barco por el río Sumida. Tokio Esclusa del río Sumida. Tokio El skyline de Tokio desde el mar Motos acuáticas en el río Sumida, Tokio Vista de los impresionantes rascacielos de Tokio desde el río Sumida

Así fue como llegamos a la altura del Rainbow Bridge, el titánico puente colgante que conecta Tokio con la isla artificial de Odaiba y que tras su construcción en 1993 es uno de los símbolos más fotografiados de la capital. Si impresiona desde la distancia, imagina navegando entre sus pilares. Si resulta magnífico de día, vístelo de luces al caer la noche. Colosal es la palabra.

Llegando al Rainbow Bridge. Paseo en barco por el río Sumida Detalle del Rainbow Bridge desde el río Sumida. Tokio Vista del Rainbow Bridge desde el barco

Como si de un genial guiño del destino se tratara, poco antes de atracar en el muelle de Odaiba, el sol hizo acto de presencia regalándome una sonrisa que se eternizó durante horas en la que fue una fortaleza alzada como defensa frente a los ataques navales extranjeros. Un espacio de tierra ganado al mar, imprescindible por sus atracciones turísticas, que me reconcilió con Tokio. Con los pies en la arena de su playa, fabricada sí, pero playa al fin y al cabo, con un refresco en la mano, en modo dolce fare niente y disfrutando de su potente y espectacular skyline. Fue como un baño de energía positiva, mi oasis en la jungla de asfalto. El empujón que necesitaba mi cuerpo y mi mente para reaccionar y retomar el diálogo con una de las capitales más fascinantes del mundo.

Llegada a Odaiba Playa artificial de Odaiba Niños jugando en la playa de Odaiba

Como ves, no ha sido una crónica de un crucero fluvial al uso. Más bien un relato que narra cómo un instante, una escapada o un hallazgo pueden cambiar la percepción del lugar que visitas. En este caso, un trocito de Tokio plasmado en un paseo en barco por el río Sumida a flor de piel.

Paseo en barco por el río Sumida: información práctica

Dos de las compañías que operan las líneas de autobuses acuáticos en la capital de Japón son la Tokyo Cruise Ship Company y la Tokio Mizube Cruising Line.

La primera oferta cuatro rutas entre las que destaca la línea Asakusa‒Odaiba a bordo del Himiko, una embarcación de aspecto futurista diseñada por el conocido dibujante de anime Leiji Matsumoto.

Por su parte, la Tokio Mizube Cruising Line, propiedad de la Tokio Metropolitan Park Association, ofrece dos tipos de cruceros: el Asakusa-Odaiba, que es el que yo realicé, y el crucero Asakusa-Nihombashi.

El barco en el que navegué por el río Sumida

Los muelles en los que puedes embarcar son: Ryogoku, Asakusa (Nitemmon), Sumida-ku Azumabashi, Hamarikyu, Odaiba Seaside Park y Kasai Rinkai Park. Duración de la travesía: 40 minutos. Precio desde Ryogoku: 1.130 yenes.

Billete y plano de la Tokio Mizube Line

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Recorrer el mundo navegando

Recorrer el mundo navegando

En esta ocasión abro las puertas de mi blog a Lourdes Olmos Juárez, una profesora de turismo y viajera empedernida, que tuve la ocasión de conocer durante el viaje posterior al Travel Bloggers Meeting de Plasencia. Charlando con esta simpatiquísima granadina descubrí una de sus grandes aficiones: recorrer el mundo navegando. Si conoces mi amor por el mar, aquél que me vio crecer en las playas de Barcelona, imaginarás que la sometí a un tercer grado para que me explicara cómo es la experiencia de viajar en un barco compartido. A mí logró tentarme y mucho con sus explicaciones y por eso la animé a compartir sus vivencias y consejos en este post invitado.

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Ni todo está escrito ni todo está aún inventado y por esta razón cada día descubrimos una nueva persona que hace realidad sus sueños. Seguro que has oído hablar de viajeros que lo han dejado todo y se han lanzado a la aventura de dar la vuelta al mundo, o de otros que llevan años haciéndolo, de parejas que abandonaron sus trabajos y desde entonces no han dejado de recorrer un país tras otro. ¿Te vienen a la cabeza algunos de estos ejemplos? Seguro que sí. ¿Y qué te parece si el proyecto fuera recorrer el mundo en un barco velero? ¿Sabías que muchos de esos viajeros un día se convirtieron en transmundistas y su forma de vida es navegar el mundo? ¿Te gustaría vivir esta experiencia? Si la respuesta es afirmativa, te interesa seguir leyendo este artículo porque existe una comunidad viajera que vive en el mar y abre sus barcos a los que queremos compartir parte de su aventura.

Recorrer el mundo navegando. Kioni. Isla de Ítaca, Grecia

Esta nueva forma de viajar compartiendo un trayecto en barco la descubrí hace algunos años y, desde entonces, es una opción más a la hora de planificar mis viajes. Trataré de resumir cómo empecé en este mundo, qué significa para mí y, finalmente, te daré algunos consejos para iniciarte en este tipo de viajes.

Lourdes Olmos Juárez

Siempre me gustó el mar, los barcos y siempre quise navegar, pero no sabía por dónde empezar. No tuve unos padres con esa afición, ni un primo patrón, ni nada que se le parezca pero, afortunadamente, sí tuve una amiga que en el verano de 2011 me propuso salir a navegar con una empresa de chárter náutico. Reservamos un crucero de cinco días por el Mediterráneo, con otros cuatro tripulantes que no conocíamos de nada y por fin tuve mi primera experiencia en velero. De Motril a Melilla, casi veinticuatro horas, perdiendo de vista la costa, viviendo mi primer atardecer y amanecer en el mar, haciendo guardias, llegando a tierra… Fue maravilloso ese primer día, y el segundo, y el tercero… Y cada día que he salido a navegar. Pero lo realmente importante de esos días fue la información que recibí y que me permitió dar el salto y empezar en este mundo yo sola.

Atardecer en el mar Webs para recorrer el mundo navegando

La clave de todo esto, aparte de mi amiga Marian que me llevó a ese primer crucero, fue conocer la web La Taberna del Puerto y su foro Bolsa del Navegante, punto de encuentro en España para los que buscan tripulación y los que no tenemos barco, de manera que podamos compartir unas horas de navegación, desde salir una tarde o un fin de semana hasta cruzar el Atlántico o incluso organizar actividades tan divertidas como un concurso de tortillas de patatas en algún puerto (todo un clásico en los días de navegación). Gracias al foro y los contactos que he ido haciendo, he viajado por España, Baleares, Ceuta y Melilla incluidas, Portugal, Grecia y sus islas, Sicilia… Y lo que me queda por navegar.

El placer de navegar

Un primer consejo para buscar barco es registrarte en esta web y participar en el foro presentándote, diciendo lo que se buscas, la zona por la que salir a navegar, etc., y ver las ofertas que ya hay publicadas. La gente en La Taberna del Puerto es, en general, generosa y participativa, así que seguro que das con alguien que te abre las puertas de su barco. Eso, poco a poco, te permitirá conocer gente, formar parte de listas de correos y participar en grupos de WhatsApp y de Facebook de los que saldrán muchos “planes marineros”.

Mi siguiente paso fue estudiar algo, sabía que me gustaba el mar y la navegación. ¿Por qué no aprender un poco? ¿Sabías que en un barco todas las cosas cambian su nombre? Un cubo deja de llamarse cubo y pasa a ser un balde y ni se te ocurra usar la palabra cuerda. Las cuerdas se llaman cabos y, como dicen los marineros, en un barco las únicas cuerdas que hay son las del reloj del capitán. ¡Me encantan los dichos marineros! Pues bien, me puse a estudiar y obtuve mi título de patrón de embarcaciones de recreo. No es difícil, en un par de meses se puede sacar sin problema, pero hay que ponerse. El resto de titulaciones de recreo las dejo para más adelante. Como decía antes, poco a poco, tenemos toda la vida para navegar y aprender. Lo importante es empezar.

Pasión por el mar

Cuando ya tengas tus contactos para salir a navegar los fines de semana y hayas aprendido un poco, seguro que te apetece hacer algo más grande y formar parte de esos proyectos de los que te hablaba al principio del post, es decir, compartir viaje con alguien que lleva años recorriendo el mundo, navegar por las islas griegas, por el Pacífico… ¡Hay tantos barcos por el mundo en los que poder navegar! Para buscar opciones en el extranjero puedes usar Find a Crew que es una web muy conocida. Veamos algunos ejemplos de barcos que abren sus puertas a la comunidad viajera.

Para empezar, te voy a presentar al patrón de uno de los barcos en los que he repetido experiencia, Marcelino Alonso, gallego afincado en Toledo, militar y abogado de profesión y hoy navegante “a tiempo parcial”. Desde el año 2008 comparte su velero, el Raw Prawn, un Morgan 44, con amigos, familiares y desconocidos que más tarde se convertirán también en amigos. Toda la información está en su web del Raw Prawn y cada año organiza una nueva escapada de unos cuatro meses con etapas de dos semanas para despedir a la tripulación que marcha e incorporar a la nueva. Familiares y amigos pueden seguir el viaje a través del blog de Marcelino. En mi primer viaje en el Raw Prawn en 2014, que fue de Atenas (Grecia) a Catania (Italia), recorrimos el mar Egeo, el Canal de Corinto y el Jónico, pasando por lugares tan emblemáticos como Delfos, Lepanto o Ítaca. En mi segundo viaje, recorrí de nuevo el Mediterráneo, esta vez de Corfú (Grecia) a Trapani (Italia), donde descubrí las Egadas, unas islas muy mediterráneas, Favignana, Levanzo y Marettimo. Una joya de islas.

El Raw Prawn en Lepanto La tripulación del Raw Prawn en Atenas

Otros “nómadas del mar” a los que no he conocido en persona pero con los que sí he mantenido contacto por correo, son Stephe, un chico francés que viaja con su padre a bordo del Sambelec (dejaron Francia bordeando la Península Ibérica para llegar a Senegal y de ahí cruzar el Atlántico, luego el Canal de Panamá y después rumbo al Pacífico) y los noruegos de Sailing the Farm, que están a punto de terminar su proyecto, construir su propio velero con ayuda de la comunidad Couchsurfing para poder hacer su sueño realidad: navegar el mundo compartiendo la experiencia con todos aquellos que están ayudando en la construcción del barco.

En cuanto al aspecto económico, hay de todo, quien ofrece su barco y corre con todos los costes (éstos son los menos), quien pone el barco pero no paga ningún gasto y el resto de la tripulación se hace cargo de ello (gasoil, puertos, comida y bebida, etc.), quien va a gastos compartidos o incluso quien cobra un precio fijo por el total de días. De forma general, teniendo en cuenta los viajes que he hecho y todo lo que he leído, se habla de unos veinte o treinta euros diarios que incluyen alojamiento, manutención, transporte y otros gastos, es decir, todo. A mí me parece un precio muy razonable que casi cualquier viajero se puede permitir. Eso sí, puede variar dependiendo de los caprichos que se quiera dar la tripulación, pero en general suele ser ésa la cantidad que se paga por día y no está nada mal.

Atracando en Melilla

Ya tienes información de sobra para lanzarte a esta aventura y descubrir lo fascinante que es viajar navegando, una combinación muy interesante para moverse por el mundo y disfrutar del mar en compañía de gente con la misma afición, donde surgen conversaciones muy interesantes sobre el mar, la navegación, las estrellas… Una experiencia que me conquistó desde el primer viaje que hice en aquel velero por el Mediterráneo.

Puerto Marina El Rompido. Río Piedras, Huelva

Pero, siendo honesta, también tengo que hablar de la parte menos bonita que no todo el mundo cuenta de los viajes en barco. Te hablo de situaciones como estar varios días compartiendo camarote con una persona que acabas de conocer o compartiendo baño con alguien que es menos higiénico que tú, pasar noches sin dormir haciendo guardias, soportar temperaturas extremas, sufrir mareos, o lo que es peor, tener problemas de convivencia, derivados de discusiones o puntos de vista muy distintos.

En los barcos he conocido de todo, gente más buena y menos buena, más fácil y más complicada, gente maravillosa, personas abiertas, respetuosas, etc., pero igualmente, personas con menos educación, machistas, incluso alguna que otra xenófoba y homófoba. Es normal. Esta forma de viajar también conlleva un riesgo, no sabes con quién vas a compartir el viaje. Si se trata de una salida de una tarde se lleva bien, pero en travesías más largas, puede resultar más incómodo. Y aunque todo esto te hace más fuerte, más paciente y es cierto que ayuda a tu crecimiento personal, cuando te ves en una de éstas te preguntas ¿qué necesidad hay de pasar unos días de vacaciones en un espacio tan reducido aguantando este tipo de cosas? Un barco es muy pequeño, que no se nos olvide.

Esta es la parte negativa de viajar en un barco compartido, todo lo demás se lleva bien o se termina llevando, pero los problemas de convivencia sí pueden estropear un viaje, de hecho, son muchas las anécdotas que se cuentan de algún tripulante al que se bajó del barco y se dejó en puerto porque la situación era insostenible. Igual que puedes conocer gente estupenda, de diferentes culturas, edades, etc., y por tanto, enriquecerte, puede ocurrir justo lo contrario, y que el viaje se convierta en una pesadilla. Con esta reflexión, no quiero desanimar a nadie a viajar en un barco compartido. En absoluto. Solo pretendo advertir de lo que podrías encontrarte y aconsejarte que trates de conocer previamente a parte de la tripulación si se trata de un viaje largo. Seguro que leyendo esto, te vienen a la cabeza algunas personas que no llevarías nunca a un barco y otras que serían buenos candidatos.

Cena de cambio de tripulación en el puerto de Catania. Sicilia

Personalmente, sopesando pros y contras, sé que quiero seguir navegando y que los buenos momentos superan con creces los malos. Por eso he decidido escribir este artículo, para animar a los viajeros a continuar descubriendo el mundo combinando su forma de viajar tradicional con esta otra.

Así que no lo dudes, si te gusta el mar y te gustan los viajes, no puedes desaprovechar esta oportunidad. Hay miles de barcos ahí fuera esperándote. Tengas o no experiencia puedes vivir esta aventura. En un barco hay muchas cosas que hacer, seguro que en alguna puedes ayudar y, poco a poco, aprender. ¿Quién no sabe limpiar o preparar algo de comer?

Cocinando a bordo

Tienes que experimentar lo que es dormir en cubierta mirando las estrellas y meciéndote por las olas del mar, las conversaciones en travesías largas, echar el ancla y disfrutar de un baño en una playa paradisíaca, llegar a puerto y dar un paseo por la ciudad para hacer unas compras y luego cocinar en el barco, disfrutar del viento y ver cómo las velas hacen su trabajo, cruzarte con una manada de delfines que juegan con el casco de la embarcación…

Leyendo con vistas a la Isla de Es Vedrá Me despido con una expresión muy marinera y deseándote lo mejor: ¡buen viento y buena mar!

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Interesante experiencia, ¿verdad? Si quieres profundizar más en este tema, te invito a leer el resto de artículos que Lourdes ha ido publicado en su blog El viaje de Lu sobre viajes en barco.

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Estambul y el Bósforo, navegando entre dos continentes

Estambul y el Bósforo, navegando entre dos continentes

Al cuarto día de mi estancia en Estambul sentí la necesidad de poner algo de distancia entre esta inmensa metrópoli y yo. Demasiados minutos contemplando absorta la belleza de sus mezquitas sentada en decenas de alfombras, demasiadas sensaciones acumuladas, demasiados kilómetros caminados. Me encontraba cansada, agotada por una ciudad que no da ni un respiro a los sentidos, y decidí acudir a la llamada del Bósforo, ese estrecho que conecta el Mar de Mármara con el Mar Negro y que geográficamente separa la parte europea y asiática de Estambul.

Así fue como me embarqué en un ferry de las líneas marítimas turcas que me llevó a navegar por una de las vías más transitadas del mundo y a descubrir el paisaje urbano de Estambul desde la mejor perspectiva posible, el mar. Tenía muchas ganas de que llegara este momento. Era uno de mi sueños antes de partir. Solo pronunciar su nombre en voz alta me producía un escalofrío. El Bósforo…

Esperando para embarcar. Estambul

Crucero por el Bósforo en Estambul

Tal vez hayas leído que lo mejor es acudir al muelle de Eminönü con tiempo suficiente para conseguir un buen sitio en cubierta. No vale la pena, al menos en temporada baja. Sólo lograrás llevarte un puñado de empujones y enfadarte por la mala educación de aquellos que se enfrentan a una cola como si no hubiese mañana. Además, apenas empieza la travesía, la mayoría de pasajeros se levantan para intentar captar la postal más hermosa de Estambul y estalla una frenética lucha de smartphones, tablets, cámaras de video y teleobjetivos enormes que buscan el mejor encuadre. Son pocos los que, como yo, se olvidan de la tecnología por unos minutos para tratar de conservar cada instante en la mejor de las tarjetas, la memoria.

Las primeras imágenes que recibo no son nuevas para mí. El Palacio Topkapi, Santa Sofía, la Mezquita Nueva, Solimán, el Puente y la Torre Gálata, la Torre de Leandro, el Palacio de Dolmabahçe, Ortaköy… La mañana no acompaña de momento y el cielo amenaza lluvia. No importa. Si algo he descubierto en estos días es que a Estambul le sienta bien cualquier meteorología y que no desmerece en absoluto bajo un techo encapotado y gris.

Vista de la Mezquita Nueva desde el barco. Estambul

Puente y Torre Gálata. Estambul

Saliendo del puerto de Eminönü. Estambul

Palacio de Dolmabahçe. Estambul

A medida que avanza el crucero, las emociones cambian como el paisaje. Ya no me siento como quien se reencuentra con una viaje amiga sino como una exploradora inquieta que quiere alcanzar nuevas latitudes al ritmo que marcan las aguas del Mármara. Así veo pasar sobre mi cabeza el colosal Puente Atatürk, más conocido como Puente del Bósforo, que se abrió al tráfico en 1973 coincidiendo con el 50 aniversario de la instauración de la República de Turquía. 600.000 personas lo recorren a diario y otras tantas observan hipnotizadas su juego de luces al caer el día.

Puente del Bósforo. Estambul

Hora y media de navegación da para mucho aunque el tiempo pase volando. Mi consejo: cruza de babor a estribor y recorre el ferry de cabo a rabo, siéntate en los bancos corridos que hay en los laterales y tómate un çay apoyado en la barandilla. Tal vez sea, como fue para mí, tu momento mágico: sentir el calor del té rojizo en tus manos mientras la brisa marina golpea tu cara y ves desfilar a tu paso los minaretes de las mezquitas, las casas palaciegas del siglo XIX que flanquean las orillas (yalis), la Fortaleza Rumeli defendiendo su estratégica posición, el Puente de Fatih Sultan Mehmet, los barrios de Istinye, Yeniköy y Tarabya… Quién sabe, quizás también des un respingo al oír a una turista gritar ¡delfines, delfines!

Navegando entre dos continentes. Estambul

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Fortaleza Rumeli. Estambul

Yalis en Kanlica. Estambul

Rumeli Kavaği es el último muelle de la costa europea en el que atraca el barco. Algunos viajeros se apean aquí pero el grueso del pasaje espera a que cruce hasta la orilla de enfrente. De repente, se hace el silencio. Tenemos ante nosotros la primera imagen del último tramo del Bósforo y vuelvo a sentir un escalofrío. Apenas 8 kilómetros me separan del Mar Negro, una mancha de agua que se pierde en el horizonte como lo hace un enorme buque en ese momento. Por un instante, pienso que me gustaría formar parte de la tripulación del Aal Dalian y ver qué hay más adelante. ¿Adónde se dirigirá? ¿Bulgaria, Georgia, Rumanía, Ucrania?

A las puertas del Mar Negro

Durante el giro, me fijo en las ruinas de un castillo, una antigua fortaleza bizantina que, junto al Castillo de Imros de Rumeli Kavaği, controlaba el paso del estrecho y la salida del Mar Negro al Mediterráneo. Se alza en la cima de Anadolu Kavaği, una pequeña localidad en la que finaliza el trayecto de ida del crucero y que vive por y para los turistas. Solo hay que ver la cantidad de restaurantes que hay a lo largo de la costa y el fervor con el que nos saludan los camareros, agitando enérgicamente sus brazos a modo de reclamo, a medida que nos acercamos al muelle.

Vista de la Fortaleza de Yoros desde el mar. Anadolu Kavaği

Anadolu Kavaği

Mi objetivo en Anadolu Kavaği estaba definido de antemano: quería subir a la Fortaleza de Yoros para comprobar si las vistas que desde allí se divisan eran tan fantásticas como prometían. Muchos subieron por la carretera pero nosotros optamos por iniciar el ascenso por una de las calles principales del pueblo. Fue un acierto. Es una ruta mucho más bonita porque te adentras por solitarias calles, que a priori parecen deshabitadas si no fuera por la ropa tendida que cuelga en algunos balcones, y más adelante atraviesas un precioso cementerio. Eso sí, las pendientes a salvar son mayúsculas así que paciencia.

Subiendo a la fortaleza. Anadolu Kavaği

Antes de llegar al castillo, hay que subir por una interminable hilera de escaleras que pasan por varios restaurantes en los que algunos se detienen para hacer un alto en el camino. La recompensa final se intuye cerca.

Restaurante en las inmediaciones de la Fortaleza de Yoros. Anadolu Kavaği

Llegada a la Fortaleza de Yoros. Anadolu Kavaği

Y es que una vez entras en la fortaleza, entre los escasos restos que quedan en pie, aparece el más soberbio de los escenarios: al sur, los últimos coletazos del estrecho del Bósforo, y hacia el norte, Karadeniz, el Mar Negro. Y de nuevo estalla la batalla tecnológica y el intercambio de cámaras entre los presentes para captar el «estuve allí». Este enclave histórico que te hacían estudiar en E.G.B. lo merece. Perder la mirada allí donde el Mar de Mármara se funde con el Mar Negro es uno de los grandes regalos de Estambul. Un hito viajero de los que dejan huella.

Los últimos coletazos del Estrecho del Bósforo

Unión del Mar de Mármara con el Mar Negro

Me hubiera pasado allí las horas muertas pero el reloj apremiaba. La hora de regresar al muelle se acercaba y emprendimos la bajada, esta vez por la carretera que discurre a lo largo de un enorme cuartel de la marina turca que vigila con celo el estratégico paso del Bósforo. Aún así, tuvimos tiempo para comer en uno de los muchos restaurantes que copan la parte baja del pueblo bajo un sol radiante que por fin se dignó a aparecer. Nota para navegantes: si quieres acompañar la comida con cerveza, debes saber que solo te la servirán en los locales que están en primera línea de mar.

Fortaleza de Yoros. Anadolu Kavaği

Alkolsüz Balik Restaurant. Anadolu Kavaği

Monumento a Atatürk. Anadolu Kavaği

Restaurantes en primera línea de mar. Anadolu Kavaği

Con el segundo aviso de la sirena, tocó abandonar la mesa, apurar los últimos minutos en  Anadolu Kavaği y regresar al barco. Quedaba por delante volver a recorrer los 30 km. del estrecho y descubrir nuevos rincones de esta encrucijada en la que confluyen mares, continentes y culturas. Kanlica, donde elaboran un yogur exquisito que pude catar a bordo, la Academia Militar Kuleli, la Fortaleza de Anatolia, el Palacio de Beylerbeyi… Más retazos del Bósforo. Uno de los culpables de que regresara a Madrid perdidamente enamorada de Estambul. La pareja perfecta de una ciudad que no se entiende sin él.

Crucero por el Bósforo

Muelle de Kanlica. Estambul

Üsküdar. Estambul

Datos prácticos para realizar un crucero por el Bósforo

El crucero que realicé es el Full Bosphorus Cruise operado por la compañía Şehir Hatları y cuya duración total, incluyendo la escala en Anadolu Kavaği, es de 6 horas. Esta empresa pública también realiza una travesía más corta de aproximadamente dos horas de navegación.

Bogäz İskelesi. Estambul

Muelle de salida:

Bogäz İskelesi – Bosphorus Cruises Pier. Puerto de Eminönü.

Duración del crucero:

90 minutos por trayecto.

Paradas del crucero por el Bósforo:

Eminönü, Beşiktaş, Kanlika, Sariyer, Rumeli Kavaği y Anadolu Kavaği.

Precio del crucero:

25 TL ida y vuelta (unos 8€ aprox.)

Más información y horarios:

Şehir Hatları