Tras mostrarte el centro histórico de Soria, cumplo mi promesa y cierro mi paso por esta preciosa capital de provincia con un paseo por las orillas del Duero. Un río al que la ciudad durante mucho tiempo le dio la espalda hasta convertirlo en lo que es hoy. Una zona de esparcimiento y ocio para los sorianos. Una senda diseñada para caminar, aislarse de todo y dejar volar la imaginación. Un camino marcado una vez más por las huellas de aquellos que tantas veces se citaron aquí con las musas: Antonio Machado, Bécquer y Gerardo Diego.
Y es que nadie como ellos supo cantar la belleza del curso alto de este río que a su paso por Soria nos regala su conocida curva de la ballesta. El propio Machado encontró en sus riberas la inspiración para forjar Campos de Castilla, en el Monte de las Ánimas ambientó Bécquer su leyenda, y Gerardo Diego le dedicó su Romance del Duero, un emotivo poema que aprendí de pequeña y que me acompañó a lo largo de este recorrido una fría y soleada mañana de diciembre.
Empezamos esta senda literaria junto al río en el Monasterio de San Juan de Duero, un magnífico ejemplo de la arquitectura cristiana medieval que destaca por la variedad de influencias que engloba. Sus orígenes debemos buscarlos en el siglo XII, cuando la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén se instaló aquí reformando la pequeña iglesia románica que ya existía y levantando el monasterio.
Su claustro, fechado a principios del siglo XIII, es uno de los más singulares del arte románico español. Una sinfonía de arcos a cielo abierto que discurre en cuatro arquerías que combinan diferentes estilos arquitectónicos: el románico, el mudéjar y el árabe. Había visto su imagen en muchas fotografías pero nunca imaginé la magia de este lugar. Los capiteles esculpidos con escenas del medievo, los arcos entrelazados, los chaflanes rematados por arcos califales, la cercana presencia del Monte de las Ánimas… No sé cuánto tiempo pasé admirándolo con la sola compañía del silencio invernal que me rodeaba. Ojeando una u otra vez la guía de visita que nos facilitaron a nuestra llegada. Cada esquina tenía una foto, un misterio que desentrañar y, cómo no, un poema que evocar. En este caso el que Gerardo Diego dedicó a estos arcos: «¿Te levantó el techado ángel cojuelo? O quedaste inconcluso, criatura perfecta, como estás, abierto al cielo?».
Justo al claustro se encuentra una pequeña iglesia de una sola nave y ábside semicircular. Lo más llamativo es el efecto que causan los templetes que se alzan en su cabecera, uno con cúpula piramidal y el otro con cúpula semiesférica. Ambos lucen fantásticos capiteles que representan escenas bíblicas y seres fantásticos. Nota para futuros viajeros: los fines de semana la entrada a San Juan de Duero es gratuita.
Tras admirar la belleza de los arcos entrelazados de San Juan de Duero, nos acercamos hasta el puente medieval que salva el Duero. Aunque no se conoce con exactitud la fecha de su construcción, todo apunta a que se levantó a la par que las murallas defensivas de la ciudad. Este puente antaño daba paso a la puerta principal de entrada a Soria, llamada también de Navarra. Cuantos lo cruzaban en la época feudal debían abonar a las arcas municipales el llamado «derecho de pontazgo» que se calculaba en función del número de personas o de los bienes que portaban a su paso.
Siguiendo el cauce del río por su margen izquierda, el camino discurre hasta pasar por debajo de San Polo, un monasterio de origen templario, hoy vivienda particular, del que solo se conserva la antigua iglesia. Aquí de nuevo la literatura se cruza a nuestro paso puesto que es ente enclave, marcado por los ecos de los templarios, donde se desarrollan las inquietantes leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer El Rayo de Luna y El Monte de las Ánimas.
Desde San Polo hasta San Saturio es Machado quien nos acompaña. El poeta andaluz frecuentaba a menudo este paseo que consideraba increíblemente inspirador: «He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, tras las murallas viejas de Soria.» Además de los versos de Machado, también nos acompaña un cielo despejado que no entiende de contaminación, la estela azulada de un río casi congelado y los álamos en los que los enamorados han seguido dejando sus inscripciones de amor.
Con tan grata compañía llegamos a la ermita de San Saturio. No me extraña que sea uno de los grandes atractivos de Soria. La combinación de naturaleza y arte con el río a sus pies da como resultado una imagen preciosa.
Según la tradición, Saturio era un noble soriano que en el siglo IV repartió sus riquezas entre los más necesitados y se retiró a vivir como un simple ermitaño a estas cuevas situadas junto al Duero. Cuando a finales del siglo XVI se encontraron sus restos, se desató la devoción de los fieles hacia este eremita hasta el punto de construir un templo en su honor y nombrarlo patrón de la ciudad.
El conjunto que podemos visitar hoy en día está formado por unas grutas naturales sobre las que se construyó el nuevo templo. Te recomiendo que te tomes tu tiempo para ver esta ermita porque lo merece. Y es que a medida que vayas subiendo las escaleras descubrirás espacios como el Cabildo de los Heros, el Oratorio de San Miguel -donde se afirma que fueron encontradas las reliquias del santo-, un pequeño museo y una sala que recrea el modo de vida de los diferentes santeros que cuidaron de la ermita.
Ya en el piso superior nos encontramos con dos salas capitulares que nos regalan unas preciosas vistas del paisaje que envuelve al río, la sacristía -con un Cristo crucificado de finales del XIII- y una pequeña capilla decorada con unos impresionantes frescos, obra del pintor soriano Juan Zapata.
Tras visitar esta ermita roquera, cruzamos el puente y continuamos nuestro paseo por la otra orilla del río. Aquí comienza una ruta distinta, tal vez no con tanta carga poética pero absolutamente recomendable por los paisajes que nos ofrece. Hay zonas de recreo como Soto Playa con grandes praderas, fuentes y columpios, carteles que nos informan de la flora y fauna del lugar y de las murallas, un Ecocentro, un Museo del Agua… Seguro que Gerardo Diego estaría muy feliz al comprobar el cariño con el que los sorianos tratan a su río. Un río de aguas limpias que sí tiene quien lo acompañe y se detenga a oír su eterna estrofa de agua. Un río que no deja de ser un habitante más de Soria, una ciudad a la que estoy deseando regresar.
Ayer volví a Soria, a recordar mi luna de miel. Encontré una ciudad romántica, muy cuidada y modernizada, sobretodo, me di cuenta de cómo han sabido preservar su historia, su arte, su literatura y su naturaleza, con ese espacio junto al río hacia San Saturio. Me emocioné.
No me extraña. Soria es una ciudad muy especial que provoca ese tipo de sentimientos
Soria, una capital encantadora, lo tiene todo.
Estupendo tu relato.
Somos madrileños y cuando nos jubilemos nos iremos allí a vivir.
Ya nos hemos comprado una casa.
Contamos los meses que nos faltan para poder pasear junto al Duero.
Gracias por valorar lo realmente hermoso.
Gracias a vosotros por pasaros por mi rincón viajero. Espero que tengáis una encantadora jubilación en Soria. Un saludo
Qué gratos recuerdos me ha traido este relato de mi viaje por Soria. Sin duda tengo que volver para conocer la Laguna Neģra y alrededores, que con tus relatos me han dado muchas ganas de ir.
Patry
Me encanta leer eso, Patry. Muchas gracias por pasarte por mi rincón viajero
Tenemos muchas ganas de volver a recorrer Soria. Uno de los lugares preferidos por los vizcaínos para recuperar a los hijos de las afecciones respiratorias que la industria causaba. A nosotros no nos tocó, pero, tal vez por tradición, jejeje, hemos pasado largas temporadas en tierras sorianas. Más tarde hemos vuelto menos de lo que debiéramos… Recuerdo San Juan, desde luego no como lo muestras, hay que volver, 🙂
Saludos!
¡Qué interesante! Conocía las bondades del clima soriano para aliviar las dolencias respiratorias pero no sabía que los vizcaínos se beneficiaban de ellas. En cualquier caso no me extraña porque el aire que allí se respira más sano no puede ser. Este fue mi primer viaje a Soria y, como vosotros, solo pienso en volver porque me ha encantado. ¡Saludos!
Increíble que este paraje estuviera abandonado hace tiempo, desde luego nos hemos vuelto demasiado urbanitas, precioso paseo, además con ese toque literario que le has metido a sus relatos, me ha encantado 😀
¡Saludotes!
Me alegra que te haya gustado. Es un paseo precioso, lleno de referencias literarias y rincones increíbles como el Monasterio de San Juan de Duero. ¡Saludos!
Que abandonada tengo Soria y toda la zona…. Tengo que ir algún día por allí. Me gusta lo que veo y leo. Gracias!!! Un abrazo
Gracias a ti por pasarte por mi rincón viajero y dejarme tu comentario, Fran. Desde que vine a vivir a Madrid tenía muchas ganas de perderme por Soria y debo reconocer que me ha encantado recorrer esta provincia. ¡Un abrazo!
A mí, Arcos de San Juan fue uno de los lugares que vimos en Soria que más me gustó. Esa variedad de arcos es algo único.
Muy buena entrada Alícia. Veo que exprimisteis a tope el tiempo en la ciudad. Un saludo 😉
La verdad es que Arcos de San Juan es una maravilla, como toda Soria. Tenía muchísimas ganas de conocer esta ciudad y todo lo que vi me encantó. Las pequeñas capitales de provincia en la que todo parece transcurrir a otro ritmo son mi debilidad. Un abrazo, Helena 🙂
Gracias por acercarnos este lugar desconocido para muchos que no somos de España. Me gustaria conocerlo así que tomo nota. Muchas gracias de nuevo, buen material fotografico y periodístico.
Me alegra que te haya gustado, Ale. Soria todavía es una gran desconocida y te animo a descubrirla. Un saludo