Una de las cosas que más me gusta hacer cuando viajo a una ciudad es reservar un tiempo para recorrer las zonas menos turísticas, aquellas que normalmente no aparecen el las listas de qué ver en tres días y que suelen mostrar una visión mucho más cercana a la realidad que los tópicos que pueblan nuestro imaginario colectivo. Estambul no iba a ser una excepción y por ello una soleada mañana de viernes encaminé mis pasos hasta Eyüp. Había leído que está considerado el barrio musulmán más auténtico, el más conservador y fiel a las tradiciones. Un territorio sagrado para el Islam cuyo epicentro es la mezquita que le da nombre.

Eyüp está situado fuera de las murallas de la antigua Constantinopla, a orillas del Cuerno de Oro, ese capricho en forma de ría que divide la parte europea de la ciudad en dos. A un lado, el viejo Estambul de Fatih, Sultanahmet y Eminönü. En la otra ribera, la Estambul más moderna de Beyoğlu que se viste en las tiendas de moda de la Istiklal Caddesi, se maquilla y tira de iPhone.

Eyüp. Estambul

Tras mirar todas las opciones para llegar a Eyüp, me decanté por ir en autobús. Es menos complicado tomar el ferry que discurre por el Cuerno de Oro pero, ya que la idea inicial era vivir como un local más, me lancé a la aventura de encontrar el nº 39B que sale de la estación de autobuses de la Universidad. Fue un poco caótico porque muchas paradas no indican qué buses pasan por allí, pero en Estambul siempre hay alguien dispuesto a ayudarte en un inglés de estar por casa o echando mano del lenguaje universal de los signos. Una vez localizado todo fue sobre ruedas. Tanto el conductor como el resto de pasajeros enseguida repararon en que éramos los únicos extranjeros y se desvivieron por darnos todo tipo de indicaciones. ¿Acaso pensabas que exageraba cuando hablaba de la extraordinaria amabilidad de los turcos?

Rumbo a la Universidad de Estambul

Autobús 39B. Estambul

Qué ver y hacer en Eyüp

Cuando llegamos a nuestro destino nos encaminamos al corazón de esta barriada: la Mezquita de Eyüp Sultan. Según cifras oficiales, en el área metropolitana de Estambul hay más de 3.000 mezquitas y aunque, por supuesto, no las visité todas, sí que puedo decir que junto a la de Rüstem Paşa fue de las que me calaron más hondo. No por su arquitectura porque no es de las más grandes ni deslumbrantes de la ciudad, sino por el fervor religioso que la envuelve. Y es que esta mezquita ocupa el cuarto lugar en la jerarquía de espacios sagrados del Islam después de La Meca, de Medina y de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, y por tanto es un veneradísimo enclave que atrae a numerosos peregrinos.

Mezquita de Eyüp Sultan. Estambul

Nada más cruzar el umbral de la entrada te das cuenta de que estás en un sitio muy especial. No estás visitando una mezquita más. Estas entrando en el lugar donde las crónicas cuentan que murió y fue enterrado Ayyub Al-Ansari, el portaestandarte del profeta Mahoma, en el asalto islámico a Constantinopla del año 670. Su tumba permaneció perdida durante siglos hasta que el sultán Mehmet II logró localizarla en 1453 y construyó en torno al sepulcro este complejo religioso.

Patio exterior. Mezquita de Eyüp Sultan. Estambul

Fuente de las abluciones. Mezquita de Eyüp Sultan. Estambul

La espiritualidad que emana Eyüp Sultan es difícil de explicar con palabras. Decenas de mujeres orando en el gran patio central, hombres entregados al ritual de la ablución para desembarazarse del estado de impureza, niños vestidos de blanco que parecen sacados de un cuento de las mil y una noches y que acuden con sus familias para celebrar el día de su circuncisión, devotos apostados frente a la cancela de plata que custodia la tumba… Y rezos y más rezos resonando en cualquier rincón. Letanías que captaban mis oídos pero que mi mente occidental no alcanzaba a comprender.

Mujeres rezando en el patio central de la Mezquita de Eyüp. Estambul

Patio interior de la Mezquita de Eyüp. Estambul

El azar quiso que nuestra llegada coincidiera con el momento de la oración del mediodía por lo que nos tocó esperar para entrar. Aproveché esos minutos para leer un folleto sobre el Islam, distribuido por la Oficina de Asuntos Religiosos de Estambul, que cogí en la Mezquita Azul. Tal vez fue por puro instinto pero sentí la necesidad de intentar comprender un poco más el mundo que en aquel momento giraba a mi alrededor. Así descubrí que la Oración del Viernes es opcional para las mujeres pero obligatoria para los hombres, que los tiempos de las oraciones se calculan según el movimiento del sol de manera que cambian en función de las estaciones y que si los musulmanes varones se colocan para rezar hombro con hombro es porque así simbolizan la igualdad de todos los creyentes. ¿Otro dato que me llamó la atención? En el Islam, cada ser humano nace libre de pecado. No existe el pecado original y cada persona es responsable de sus propios actos.

Interior Mezquita de Eyüp, Estambul

El edificio que podemos contemplar hoy en día data del siglo XIX ya que la edificación original quedo destruida por un terremoto. Aún así está considerado una obra maestra del estilo otomano y su combinación de mármol blanco, oro y trabajados azulejos es realmente bonita. A diferencia de otras mezquitas, la zona reservada para las mujeres en Eyüp Sultan está situada en la planta superior.

Detalle del interior de la Mezquita de Eyüp. Estambul

Tras este breve pero sobrecogedora aproximación a la cultura islámica, que debo confesar revolvió mis emociones, pusimos rumbo a nuestro siguiente destino: el Café Pierre Loti y el precioso cementerio que discurre a lo largo de la colina de Eyüp. El origen del cementerio y del propio barrio está precisamente en la construcción de esta mezquita ya que muchos seguidores del precepto coránico eligieron esta zona para su última morada al considerar que era todo un privilegio yacer cerca de la tumba de la mano derecha de Mahoma. Con el paso de los siglos, la necrópolis fue copando toda la ladera convirtiendo esta montaña en un auténtico museo funerario al aire libre.

Cementerio de Eyüp. Estambul

Si no te apetece subir a pie la calzada que discurre por el camposanto y finaliza en lo alto de la colina, puedes utilizar el teleférico que en un par de minutos te llevará hasta el mirador de Pierre Loti. Es más que probable que tengas que sufrir largas colas pero merece la pena si quieres ahorrarte la subida. Además, está integrado en la red de transportes de Estambul, por lo que podrás pagarlo con la Istanbulkart.

Teleférico de Eyüp, Estambul

Una vez allí, comprobarás que la fama de este mirador es bien merecida: las vistas del Cuerno de Oro enmarcado por la colosal Estambul son únicas.

Cuerno de Oro. Estambul

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Vista el Cuerno de Oro. Estambul

Tampoco te resultará fácil resistirte a la tentación de conseguir una mesa en la terraza del Café Pierre Loti, uno de los más frecuentados la ciudad y en mi opinión uno de los rincones más encantadores de Estambul. Tras haberlo visitado y disfrutado saboreando un delicioso té, comprendí porqué el novelista y aventurero francés Julien Viaud, conocido con el seudónimo de Pierre Loti, acudía hasta aquí en busca del favor de las musas. Imposible encontrar un lugar mejor para inspirarse que éste, frente a la relajada belleza de un puerto natural marcado por el peso de la historia, por los cientos de navíos romanos, bizantinos y otomanos que surcaron sus aguas. Un brazo de mar llamado Cuerno de Oro cuya imagen me acompañará para siempre.

Café Pierre Loti. Estambul

Relax con vistas. Café Pierre Loti. Estambul

Exterior del Café Pierre Loti. Eyüp. Estambul

Me hubiera encantado permanecer allí hasta la puesta del sol para comprobar si, como dicen, sus aguas se tiñen de color dorado, y seguir imaginando como sería la ciudad en el siglo XIX, tal y como la conoció Pierre Loti. Pero las ganas de callejear un poco más por Eyüp hicieron que nos levantáramos de la mesa y nos despidiéramos de este precioso rincón con una sonrisa en los labios.

La bajada sí la hicimos por el camino que recorre el cementerio, entre cipreses, algarrobos y castaños, parándonos cada dos por tres ante las lápidas y tumbas que se desparraman ladera abajo. Observando el paisaje y el paisanaje. La cálida luz de Estambul colándose por las ramas de los árboles, retazos del Cuerno de Oro, un mujer de avanzada edad leyendo sentada sobre una tumba, familias enteras subiendo las empinadas cuestas para compartir unos minutos con sus seres queridos… La vida y la muerte dándose la mano.

Vista de la Mezquita de Eyüp desde el cementerio. Estambul

Cementerio musulmán de Eyüp. Estambul

Tras volver a la gran plaza que se extiende junto a la mezquita, que seguía tan transitada como unas horas antes, nos olvidamos del mapa para deambular sin rumbo fijo por Eyüp. Para captar más imágenes de su día a día, para profundizar en su atmósfera y para impregnarnos del ambiente cotidiano de un barrio marcado por la profunda religiosidad que profesan sus habitantes. Un barrio que en sí mismo parece otra ciudad pero que no deja de ser un rostro más de la mágica Estambul.

Callejeando por Eyüp. Estambul